Derechos para Tod@s 
Número 3 
febrero - marzo - abril 2001


  

LAS MUJERES Y EL REPARTO DEL TRABAJO


Lucía González

Nota de Redacción: reproducimos este texto publicado en "Corriente Alterna", por dos razones: por el interés que contiene y en recuerdo de nuestra amiga Lucía.

Es obvio que, si queremos que las mujeres se sientan implicadas en la lucha por la ley de las 35 horas sin disminución salarial, deberíamos inscribir ésta en una perspectiva más general de reparto de todo el trabajo socialmente necesario -asalariado, no asalariado, productivo-reproductivo, doméstico y extradoméstico. Porque si bien cualquier medida de reducción de la jornada laboral con empleo estable puede ser un instrumento útil para avanzar hacia la emancipación de las mujeres, la experiencia también demuestra que la integración en el trabajo asalariado y en la esfera pública coexiste con el mantenimiento de la actual división sexual del trabajo, basada en la asignación a las mujeres del espacio doméstico como ámbito prioritario y, por lo tanto, en la doble jornada.

Es la continuidad en la asunción culturalmente impuesta de las tareas reproductivas como algo exclusivo de las mujeres lo que hace que éstas, a diferencia de los hombres se sigan situando en el mercado laboral no como sujetos individuales sino como sujetos colectivos con responsabilidades -reales y/o futuras- que limitan su disponibilidad y, por tanto, institucionalizan una desigualdad de partida que debe ser combatida.

Todo esto se ha ido agravando desde el decenio de los 80, pese a la resistencia de muchas mujeres, a medida que las políticas económicas neoliberales y el recorte en los gastos sociales tienden a reforzar su función como productoras y educadoras de niñ@s, gestoras del hogar, cuidadoras de mayores y agentes de organización de la vida cotidiana y familiar en condiciones de creciente austeridad presupuestaria.

Esa situación explica también que, por desgracia, las mujeres de los grupos económicos más desfavorecidos sean, en muchos casos, las candidatas más dispuestas a adaptarse como "mal menor" al nuevo módelo de producción flexible basado en el empleo temporal y la subcontratación, además de la economía "sumergida", al mismo tiempo que ven aumentar las horas dedicadas al trabajo doméstico. De ahí que estemos obligad@s a introducir en el debate actual tres ideas-fuerza fundamentales:

En primer lugar, debemos explicar que la jornada diaria a repartir ha de tender a incluir tanto la parte remunerada como la no remunerada del trabajo real en todos sus ámbitos.

En segundo lugar, habrá que evitar que la reducción de jornada laboral se entienda como más tiempo libre y de ocio para los hombres, en lugar de una oportunidad para una redistribución de tareas entre géneros en la esfera doméstica y para un aumento de puestos de trabajo estable para las mujeres a través de políticas de acción positiva.

En tercer lugar, una nueva visión de las tareas reproductivas permitiría identificar claramente un área de creación de empleo en torno a la socialización de ciertos servicios que se realizan en la esfera doméstica. Aquí entraríamos de lleno en el llamado "tercer sector" y, por tanto, en la exigencia de su fomento y apoyo por las administraciones del Estado, dado que se trata de un sector no productivo.