LAS
MUJERES Y EL REPARTO DEL TRABAJO
Lucía González
Nota de Redacción: reproducimos este texto
publicado en "Corriente Alterna", por dos razones: por el
interés que contiene y en recuerdo de nuestra amiga Lucía.
Es obvio que, si queremos que las mujeres se sientan implicadas en la
lucha por la ley de las 35 horas sin disminución salarial, deberíamos
inscribir ésta en una perspectiva más general de reparto
de todo el trabajo socialmente necesario -asalariado, no asalariado,
productivo-reproductivo, doméstico y extradoméstico. Porque
si bien cualquier medida de reducción de la jornada laboral con
empleo estable puede ser un instrumento útil para avanzar hacia
la emancipación de las mujeres, la experiencia también
demuestra que la integración en el trabajo asalariado y en la
esfera pública coexiste con el mantenimiento de la actual división
sexual del trabajo, basada en la asignación a las mujeres del
espacio doméstico como ámbito prioritario y, por lo tanto,
en la doble jornada.
Es la continuidad en la asunción culturalmente impuesta de las
tareas reproductivas como algo exclusivo de las mujeres lo que hace
que éstas, a diferencia de los hombres se sigan situando en el
mercado laboral no como sujetos individuales sino como sujetos colectivos
con responsabilidades -reales y/o futuras- que limitan su disponibilidad
y, por tanto, institucionalizan una desigualdad de partida que debe
ser combatida.
Todo esto se ha ido agravando desde el decenio de los 80, pese a la
resistencia de muchas mujeres, a medida que las políticas económicas
neoliberales y el recorte en los gastos sociales tienden a reforzar
su función como productoras y educadoras de niñ@s, gestoras
del hogar, cuidadoras de mayores y agentes de organización de
la vida cotidiana y familiar en condiciones de creciente austeridad
presupuestaria.
Esa situación explica también que, por desgracia, las
mujeres de los grupos económicos más desfavorecidos sean,
en muchos casos, las candidatas más dispuestas a adaptarse como
"mal menor" al nuevo módelo de producción flexible
basado en el empleo temporal y la subcontratación, además
de la economía "sumergida", al mismo tiempo que ven
aumentar las horas dedicadas al trabajo doméstico. De ahí
que estemos obligad@s a introducir en el debate actual tres ideas-fuerza
fundamentales:
En primer lugar, debemos explicar que la jornada diaria a repartir ha
de tender a incluir tanto la parte remunerada como la no remunerada
del trabajo real en todos sus ámbitos.
En segundo lugar, habrá que evitar que la reducción de
jornada laboral se entienda como más tiempo libre y de ocio para
los hombres, en lugar de una oportunidad para una redistribución
de tareas entre géneros en la esfera doméstica y para
un aumento de puestos de trabajo estable para las mujeres a través
de políticas de acción positiva.
En tercer lugar, una nueva visión de las tareas reproductivas
permitiría identificar claramente un área de creación
de empleo en torno a la socialización de ciertos servicios que
se realizan en la esfera doméstica. Aquí entraríamos
de lleno en el llamado "tercer sector" y, por tanto, en la
exigencia de su fomento y apoyo por las administraciones del Estado,
dado que se trata de un sector no productivo.
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