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Número 14
abril - mayo 2003




NORTE DE PERÚ
LAS ALTAS CULTURAS ANDINAS: EL ORÁCULO DE CHAVIN DE HUANTAR

Esteban Galera

En el corazón de La Cordillera Blanca, en el norte de Perú, santuario de las cumbres más altas e inaccesibles de los Andes peruanos, surgieron remotas culturas anteriores en muchos siglos a nuestra era que ya se mostraron con un alto grado civilizatorio. Esas culturas cuajaron las condiciones para que se desarrollara la primera de las Altas Culturas peruanas más de 2.000 años antes que llegaran los incas. Debido al lugar geográfico de su emplazamiento o nucleo expansivo se la dió el nombre de Horizonte Chavin, más conocida como Chavin de Huantar.

Chavin es un asombroso centro ceremonial más paradigmáticos de la arqueología suramerican. Llegar hasta allí significa penetrar en la maravillosa naturaleza de la Cordillera Blanca, donde habitan comunidades indígenas quechuas que están profundamante enraizadas en sus tradiciones culturales.


RECORRIDO HACIA CHAVIN DE HUANTAR


Huaráz es actualmente el comienzo más accesible del viaje a la Cordillera Blanca. Huaráz se encuentra en el corazón del Callejón de Huaylas, a los pies de los gigante nevados que coronan la Cordillera Blanca, consecuentemente es la capital de las actividades andinas en Perú. La ciudad está situada a 3.091 metros sobre el nivel del mar y su aspecto es urbano. Su actual semblanza es gris y ecléctica, y apenas existen restos de las estructuras urbanas antiguas que quedaron destrozadas y aplastadas por el violento terremoto que asoló la región en 1970.

Sin embargo Huaráz tiene el encanto de manifestar su espíritu andino que sobrevivirá mientras queden quechuas que acudan a los mercados desde las altas aldeas serranas llenando de vida y color las calles de Huaráz, dominadas por la presencia de los sombreros de copa alta que llevan los indígenas. También los grandiosos atributos naturales de los que goza Huaráz marcan definitivamente su espíritu andino. Admirables son los claros amaneceres de esta ciudad, presididos por la sobrecogedora visión de los colosos nevados, entre ellos el imponente Huascarán, que se alzan majestuosos sobre la capital andina.

Son 110 los kilometros que separan Chavin de Huaráz. El camino discurre por una pista de montaña en la que hacer el trayecto con "mal cuerpo" dentro de un autobús, que batiendose en su traqueteo parece un gigantesco sonajero de lata, no es muy recomendable. Durante las cinco horas que suele durar el recorrido, pasando por altos puertos de montaña, que superan holgadamente los 4.000 m., la belleza de lo que se puede contemplar compensa todo.

Rodando por el Callejón de Huaylas en dirección sur hasta llegar a Cátac comienzan las asperezas de la pista que se adentra en la Cordillera Blanca. El paisaje cambia por completo su fisonomía, desaparecen los árboles y la vegetación que caracteriza el fondo de los valles andinos, sorprendiéndo la aridez de los paisajes dominados por la puna, alfombrados por pequeños arbustos conocidos como "ichu". Rompiendo los anchos horizontes de la puna se yerguen como gigantescos colmillos helados el Pucaraju de 5.322 m. y el Yanamarey de 5.237 m. Al poco la pista se retuerce en unas endiabladas lazadas para bordear la hermosa laguna de Querococha que viene a poner la guinda del impresionante paisaje andino. A esas alturas es carácteristico el frío intenso que se cuela a través de las fisuras del correspondiente autobús.

El punto más alto del recorrido cruza el siniestro túnel de Cahuish, situado a 4.200 m. de altitud, cuya construcción se prolongó durante 25 largos años entre 1939 y 1964 para unir los callejones de Huaylas y Conchucos a través de un agujero excavado en la roca de casi medio km.. El túnel es oscuro como boca de lobo y por techos y paredes caen chorros de agua que inundan algunos tramos. Saliendo de nuevo a la luz la pista desciende implacablemente hacia el fondo del Callejón de Conchucos en medio de un panorama fascinante sobre el que se recortan afiladas e imponenetes crestas que rodean la puna. En ocasiones mirar por la ventanilla del autobus congela la respiración al observar los acantilados vertiginosos en un continuo zig zag.

Y comienza el descensoe hasta los primeros poblados de campesinos quechuas que cultivan la tierra sembrando papa, maiz, quinua, etc., por el sistema de las terrazas de cultivos o andanerías que trepan por las inclinadas laderas montañosas. Antes de llegar a Chavin se cruza por parajes donde aún se aprecian los efectos demoledores de los corrimientos de tierra provocados por el terremoto de 1970.


EN EL SANTUARIO DE CHAVIN DE HUANTAR

Antes de entrar en el pueblo, a la derecha de la carretera, protegido por una rústica barrera de piedras se encuentra uno de los legados arqueológicos que constituye un inapreciable tesoro de la humanidad y sin embargo aún no se han llegado a descubrir allí muchas de sus riquezas ocultas por falta de proyectos, medios económicos y ciertas desidias en general.

Nada más cruzar la puerta del recinto asalta la sensación de un inminente encuentro con una gran cultura, sabiendose ante los restos de una civilización ancestral y poderosa. El yacimiento arqueológico de Chavin de Huantar está situado en el corazón del Callejón de Conchucos, en las laderas orientales de la Cordillera Blanca. El complejo principal se extiende por una superficie inclinada con terrazas de unos 45.000 metros cuadrados. Está formado por una serie de edificios de estructura piramidal cuyo aspecto es el de los lugares ceremoniales. Según avanzamos llama poderosamente unos monolitos profusamente labrados; son la estela de Raymondi y el obelisco Tello (los originales se encuentran el el Museo de Lima). En ellos se observan elementos simbólicos que se van a repetir sobre los petroglifos y relieves en todas las ruinas. Sus dibujos muestran una iconografía de seres monstruosos entre hombre, jaguar, ave rapaz y serpiente que suponen elementos mágico-religiosos de la cultura panperuana y que representan la "trilogía" del agua, el cielo y la tierra.

El paseo arqueológico atraviesa terrazas, escalinatas, plazas hundidas o subterráneas y estructuras cicópeas que corresponden a los diferentes periodos del Horizonte Chavin. El arte y la arquitectura Chavin se desarrolla en dos periodos. Una primera fase se corresponde con el Horizonte Temprano, comprendido entre el 900 y el 500 a.C., la segunda fase se situa entre el 500 y el 200 a.C.. Durante el periodo más remoto, los elementos estilísticos que se desarrollan tienen dominantes culturales comunes con las civilizaciones primitivas de la costa que se fueron fusionando con las aportaciones del mundo amazónico y del altiplano. Esta fusión dió origen a una iconografía sorprendentemente elaborada y barroca relacionada con cultos misteriosos basados supuestamente en dioses terroríficos representados en las piedras. Estos elementos se conjugan para que en el 900 a. C. Chavin de Huantar se convierta en un centro religioso de gran importancia que fué objetivo de peregrinaje en busca de un oráculo de análoga importancia al de Pachacamac en la costa.

En la época de la conquista unos indígenas comentaron a los primeros conquistadores españoles la existencia de un gran santuario que ya en aquella época se encontraba en ruinas. Uno de los edificios más antiguos de este complejo es el Templo Antiguo, que fué denominado erroneamente por los españoles como el "castillo" debido a sus grandes dimensiones y a su aspecto sólido. Este imponente edificio fué construido entre el 900 y el 700 a. C.. La fachada posterior pudo medir originalmente 100 metros de longitud y la altura total del templo alcanzó los 15 metros. El soberbio edificio al que los fieles accedieron por su estrecha escalinata se alza dominando un gran espacio por encima del Templo Subterráneo. A los pies se encuentra un patio circular excavado a dos metros y medio de profundidad que podía acoger a más de 500 personas: El interior está recubierto de placas líticas grabadas en bajorrelieve con sorp
rendentes figuras de rasgos humanos y felinos que parecen caminar o danzar en una procesión ritual, problabemente similar a las que realizaban los asistentes de las ceremonias.

Hacia el 500 a.C. el Templo experimentó cambios arquitectónicos importantes, relacionados con transformaciones o evoluciones que se operaron en la cultura Chavin. De esta manera surgió lo que hoy se conoce como el Templo Nuevo, con las incorporaciones de una especie de portal de grandes dimensiones construído con enormes bloques de piedra blanca y negra. Al mismo tiempo se construyeron nuevas plazas en el camino recto que lleva desde la entrada del templo hasta el río Mosna, plazas que podían reunir a muchísimas personas, signo inequívoco del auge que experimentaba en esta época el centro ceremonial de Chavin que atraía cada vez a más peregrinos en busca de su oráculo. La fachada principal del edificio estuvo decorada con más de cuarenta cabezas "calvas" incrustadas en los muros que representaban caras antropozoomórficas o diferentes estados del espíritu.

El interior del templo está recorrido por estrechas galerías subterráneas y entrar en ellas es como acceder a un mundo pasado sobrecogedor. El laberinto de pasadizos pudo ser el símbolo de un recorrido sagrado que representaba el camino del ser humano desde la Tierra hacia el mundo sobrenatural. Los túneles, en los laterales, presentan nichos u oquedades que pudieron ser las celdas de los sacerdotes. Todos ellos conducen hasta un lugar central situado debajo del eje del templo y desde allí un angostísimo pasaje permite llegar a un lugar mágico que sobrecoge y emociona.

En una especie de pequeñísima plaza redonda se yergue un enorme monolito afilado y acabado en punta con una altura de más de tres metros conocido con el nombre del "Lanzón". Alrededor de él se levantó se levantó todo el conjunto arquitectónico del gran centro ceremonial y es uno de los monumentos más importantes de Chavin de Huantar. El "Lanzón" representa en los grabados que le cubren a un ser monstruoso mezcla de hombre y de animales simbolizando la constante "trilogía" de las culturas indígenas y es el objeto de culto más antiguo del santuario por ser la imagen de la divinidad oracular. Todavía recientemente bastantes personas acudían hasta el Lanzón con fines místicos y acariciaban la piedra, a la que tuvieron que proteger con una reja para impedir su deterioro. Parece ser que por los perfiles de su rostro pétreo corría la sangre de los sacrificios, resbalando hasta una especie de recipiente que tiene a sus pies. Contemplar en la penumbra de la obscuridad el inquietante monolito esculpido dentro de la atmósfera misteriosa que existe en este lugar subterráneo provoca una extraña y escalofriante sensación de encuentro con un mundo extraño, onírico y terrible a la vez, entre mágicos rituales ancestrales.

Todo el entramado subterráneo soporta el peso a través de unas colosales "ménsulas" situadas en el techo de las galerías y como la estructura de todos los muros en Chavin el ángulo disminuye de abajo hacia arriba, igual que muchos siglos despues construyeron los incas para amortiguar en los edificios los efectos de los terremotos. En el suelo de las galerías y de algunas de las estancias se conservan numerosas cabezas "clavas" de las más de cuarenta que decoraron la fachada del templo, cuyos rostros muestran expresiones increíbles.

La última parte del recorrido nos lleva al muro posterior del Templo Nuevo que aún conserva una cabeza "calva" incrustada en su sitio original y que parece mirarnos desde su estado impasible ante el discurrir de los siglos.

Durante 700 años el santuario de Chavin de Huantar vivió un continuo auge de gloria y a él acudieron miles de peregrinos y de visitantes, pero hacia el 200 a. C. empezó a decaer por causas desconocidas. El declive, tal y como demuestran las piedras, fué lento pero constante y sin atravesar crisis traumáticas las plazas y los templos fueron abandonados, hasta que Chavin de Huantar se convirtió en una ciudad fantasma. Pero sus dioses de piedra siguieron hablando a los hombres y mujeres de las civilizaciones posteriores que fueron surgiendo en los Andes.


CHAVIN DE HUANTAR: UNA CULTURA CLAVE

Arqueólogos e historiadores coinciden en que el Horizonte Chavin constituye el máximo exponente del nacimiento de la Alta Cultura peruana. Los elementos que definen a esta cultura tanto a efectos sociales como mágico-religiosos que se gestaron en los lejanos tiempos del Período Formativo perduraron a lo largo de veinticinco siglos a través de las importantes culturas que influenció, a veces camuflados por cambios en la forma pero no de fondo. Los dioses que alumbraron a Chavin fueron los mismos que adoraron las culturas Nazca, Tiahuanaco, Lambayaque, Moche, Wari, Chancay, Inca, etc.. El hombre con formas de felino o de ave y la serpiente fueron una constante en las civilizaciones preincas y precolombinas.

Una cultura tan firme y desarrollada como ésta tuvo sus pilares en una sociedad dirigida por una élite gobernante en la que predominó el estamento sacerdortal que se sustentó en los tributos de una clase campesina que experimentó un desarrollo importante creando medios urbanos que fueron habitados, además de por los dirigentes, tambien por artesanos y especialistas que supieron dotarse de la tecnología necesaria para evolucionar para evolucionar en diferentes aspectos como la agricultura, la alfarería, la arquitectura, las artes plásticas, etc.. Estos factores hicieron que la cultura Chavin alcanzara cotas tan avanzadas que no fueron superadas en periodos históricos muy posteriores.

La influencia religiosa, artística y tecnológica del Horizonte Chavin se extendió geográficamente por un amplio territorio que abarcaba por el norte hasta Ecuador y por el sur hasta las Sierras Centrales de Ayacucho y por la costa hasta Ica. Su filosofía se apoyaba en el terror que expresaban sus amenazadores dioses de piedra amedrentando al pueblo y sometiéndole dentro de una sociedad férrea, así pues el dominio lo ejercieron a través de elementos culturales y parece ser que jamás emplaron acciones bélicas para consegur sus propósitos, su violencia fué de otro tipo...

Las culturas posteriores a Chavin pudieron romper con los preceptos rígidos y hubo un proceso de liberalización que coincidió con el declive y la desaparición de la cultura Chavin, pero una gran parte sobrevivió a través de las nuevas civilizaciones que surgieron hasta la llegada de los españoles y sus dioses de piedra todavía miran a los hombres de hoy.