Derechos para Tod@s 
Número 12
enero - febrero 2003




ESTELA... DESTINO: CIE (CENTRO DE INTERNAMIENTO PARA EXTRANJEROS)

Miguel Gónzález, en Ecuador Llaktakaru


Cuando sonó el teléfono oí su voz temblorosa. Tardé unos instantes en reconocerla y algunos más en comenzar a entender qué estaba pasando. Con la voz entrecortada, muy bajito, me contaba que élla y una amiga estaban en un locutorio telefónico, enviando dinero al Ecuador, y que hacía unos instantes había entrado la policía bloqueando la salida, y que estaban pidiendo “los papeles” a todos los que se encontraban allí. No temía por sí misma ya que tenía su documentación en regla, sino por Estela (quiero llamarla Estela), también amiga mía y que, como otros tantos miles, no tenía permiso de residencia… De fondo se escuchaban voces rudas, casi ininteligibles, mi amiga no podía hablar más, y colgó. Una nueva llamada, minutos después, me confirmó lo que ya con fatalidad esperaba: a Estela se la había llevado la policía.

Nuevas llamadas, nervios, expresiones de sorpresa entre los conocidos al otro lado de la línea y, finalmente, conseguí conectar con el móvil de Estela. Me hablaba quedamente, nerviosa. Sí, estaba bien, sóla en una habitación, acababa justo de encender el móvil, que hasta el momento conservaba, con la esperanza de hablar con alguien. Se había asustado al oir el timbre del teléfono. Intenté tranquilizarla, con palabras en las que ni yo mismo creía. Sentía que tras el auricular una vida se desmoronaba. Ilusiones, sacrificios, trabajo y más trabajo, el dolor de estar lejos de los hijos, las pequeñas alegrías… Todo, todo se diluía.

Estela estaba en “La Verneda”, que es el apelativo con el que dentro de la comunidad de inmigrantes de Barcelona se conoce el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de esta ciudad. Como inmigrante “sin papeles” había sido llevada allí “retenida”, con el objetivo de asegurar su expulsión del territorio español. Con esta finalidad, la legislación permite su confinamiento en el CIE hasta un máximo de cuarenta días. No obstante, no es el caso habitual: un alto porcentaje de las personas allí conducidas son puestas en la calle a los pocos días con una orden de expulsión en el bolsillo, las puertas burocráticas cerradas a cualquier posible regularización y abocadas, por imperativo legal, a la más cruda exclusión social. ¿Motivos?, no se aducen oficialmente, aunque no es difícil deducir que es muy costoso económicamente expulsar a los inmigrantes de países lejanos, por lo que resulta más ventajoso mantenerlos en la exclusión, facilitar su explotación descarnada y atosigarlos hasta que claudiquen y se marchen por sus propios medios.

Hasta el pasado 14 de enero de 2002, las personas inmigradas en territorio español podían solicitar un visado de residencia y trabajo si contaban con una oferta de trabajo en firme. A partir de esa fecha el gobierno español cerró mediante decreto ejecutivo esta vía de regularización y, al día de hoy, apenas existen posibilidades de solicitar un visado de residencia, a no ser que los solicitantes demuestren, en el mejor de los casos, que llevan tres años de estancia continuada en España (como “ilegales”, valga el contrasentido). Todas las personas inmigrantes llegadas con posterioridad a esta fecha, más todas las que lo hicieron con anterioridad pero que no hubieran podido presentar sus solicitudes de visado, más todas aquellas que no han visto renovados sus correspondientes permisos desde entonces, conforman un número creciente de personas que vive esperando un gesto de cordura institucional que les permita regularizar su situación y que, además, se desenvuelven en un clima de temor ante cualquier presencia policial. Tras el uniforme azul en la lejanía, o el coche patrulla parado en la esquina se intuye la amenaza de la expulsión, previa la preceptiva “retención” en un CIE.

En territorio español hay en funcionamiento, hasta el momento, seis CIES (Barcelona, Madrid, Málaga, Murcia, Las Palmas y Valencia). Existen además los Centros de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI) de Ceuta y Melilla, una versión más reducida de los CIES en los que se recluye temporalmente a los inmigrantes antes de remitirlos, si cabe, al CIE correspondiente o, en el caso de los marroquíes, proceder a su inmediata “devolución” a Marruecos.

Estela salió del CIE al dia siguiente, bajo el tibio sol de otoño, lloró y fue arropada por sus amigos. Cuántos otros no tienen siquiera ese consuelo… Más tarde habló. Contó imágenes, sonidos, percepciones, desordenadamente, tal como venían a su mente, contó su experiencia propia y transmitió la de otras mujeres encerradas con élla aquella noche. Habló del frio, de las escasas y sucias mantas, del duro suelo apenas mitigado por escuálidas colchonetas. Habló de los silencios obligados, de las vejaciones verbales, de la falta de respeto, de los comentarios sexualmente degradantes, racistas, de la falta de atención médica que sufrió una compañera, de la comida infame con que las “alimentaron”. Habló y contó su indefensión, sus vanos intentos de alegación y los “cállate” por respuesta… y la imagen negra de la tinta en sus dedos cuando tomaron sus huellas… Contó y habló, estremecida, de su propia fortaleza descubierta, quieren hacerme llorar y no les daré el gusto, soy gente, soy gente, soy gente, repetía dejando la estela de su voz perderse en sus recuerdos…

“Retenida” en el CIE. Extraño limbo legal en el que durante un período indefinido la persona no es “persona” y no tiene ninguno de los derechos que posee cualquier “detenido” en otras circunstancias: no te dejan realizar llamadas al exterior, no puedes recibir visitas, no recibes información que clarifique tu situación, los que llaman preguntando por ti tampoco reciben información, si contestan el teléfono, no hay intérpretes, abogados, no hay un mínimo de condiciones higiénicas, encerrados, encerradas. Luego, si se decide el confinamiento en el CIE en vez de la “expulsión” directa a la calle, sí se adquieren “algunos” derechos, como el de recibir visitas, aunque en realidad sólo admitan un total de ocho visitantes diarios para el conjunto de todos los retenidos en el CIE de Barcelona. Y mientras, dia a dia, asistimos impasibles al lento e infamante goteo de personas “retenidas” hacia esta especie de cárceles-penales en las que se mantiene, digámoslo claro y con mayúsculas, DETENIDAS y con escasas posibilidades de defensa a personas cuyo único "delito" es no tener un visado de estancia en regla, mera falta administrativa comparable a la de no pagar una multa de tráfico...

Me vienen a la mente imágenes en blanco y negro, gente con una estrella de seis puntas bordada sobre la ropa, alineadas y con miedo en el rostro. “… Se llevaron a mi vecino, y no hice nada…”
¿Hasta cuándo?

Barcelona, diciembre de 2002.

PS: Para “Estela”, élla sabe que es para élla.