Derechos para Tod@s 
Número 11 
noviembre - diciembre 2002




Sir George y el Compañero Leo en Red Pepper Land

Rómulo Castro, cantautor y compositor panameño y "fan" de los Beatles y el Grupo de Experimentación Sonora desde su infancia en Santiago de Cuba.


Corrían los formidables, míticos y terribles años sesenta. Bueno, digamos -para estas letras- que arrancaban en la Phonograph londinense y cerraban en el habanero Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. Al calor de sus respectivas y disímiles realidades, dos relativamente incomprendidos genios de la "academia" daban albergue y solfeo, con la complicidad de algún que otro viejo Peter Pan o Wendy, a sendos grupos de talentosos proletarios, "guajiros" y parias, que acabarían revolucionando la música del planeta. No la acartonada música "oficial" que heredamos de los vencedores hijos de los Habsburgo. Tampoco la grasosa -aunque libre de colestorol y trascendencia- música en serie con la que nos atiborra el libre mercado. Tan sólo dos monumentales revoluciones en la cotidiana, popular, culta, estudiada, sentida e imprescindible buena música, que es una sola.

Ellos eran George Martín y Leo Brouwer. Sus "hijos": John, Silvio, Paul, Pablo, George, Noel, Ringo, Vicente y compañía. Y tras el despelote que armaron en conjunto, cada cual por su lado, la música y sus evocaciones ya no volvieron a ser las mismas. Afortunadamente.

Valgan estos presuntuosos párrafos previos, para comentar el reciente "From me to you", de Leo Brouwer para George Martín (me vale el "Sir"), un concierto que tuvo que esperar el cambio de milenio para poder ser, que sólo pudo ser en La Habana y que me perdí por ser parte de un país al que esas cosas poco importan, porque las desconoce casi por completo.

Valga el laurel para una Cuba que ya no exorciza viejos demonios ruidosos y melenudos. Que hoy honra al Lennon que antes no recibió, haciéndolo vecino ilustre del Vedado. Que hoy tiene a Silvio en la Asamblea, en la radio y en el mundo. Valga el laurel para la Patria de Leo; porque se re-crea y, luego, existe.

Valga el laurel para el viejo maestro George, que se honra honrando y, que como Spielberg, Belafonte, Fonda, Coppola y tanto notable anglófono pensante y proponente, no cree en perseguir y bloquear a ese disidente pequeño y vital, que es su propia conciencia crítica.