Derechos para Tod@s 
Número 11 
noviembre - diciembre 2002




CAMPAÑA REPRESIVA CONTRA EL AUTOCULTIVO DE CANNABIS

Asociación Madrileña de Estudios sobre el Cannabis


Tod@s conocemos las ya tradicionales multas con las que la Administración reprime la tenencia y el consumo de cannabis (que por cierto, la suma total de las sanciones propuestas por las distintas policías del estado supera con mucho los cálculos más pesimistas: más de 112.000 denuncias en 2001 ). Para este año la cifra será aún mayor (tan sólo en julio de 2002 han calzado otras 11.000 gracias a un plan especial de control en las zonas turísticas.

Sin embargo la represión va aún más allá. A partir de este verano, los fiscales antidroga han comenzado a procesar, por delito contra la salud pública, a todos los cultivadores de marihuana que han pescado. Antes este procedimiento se reservaba para gente a la que se pillaba con muchos kilos encima, pero ahora se aplica con todo el mundo (para sorpresa de los propios maderos o pikoletos que partician en los allanamientos). Evidentemente, el 95% de la gente encausada no llega siquiera a sufrir un juicio oral, pero los meses de preocupaciones agobios y líos de abogados están asegurados (eso por no hablar del drama que supone para aquella gente que recibe becas o subvenciones -está claro que siempre pringan los más débiles).

La jugada a tres bandas (multas y cultivo) se cierra con la ofensiva desencadenada contra los grow-shops. Registros sin estar los dueños presentes, identificaciones dudosas... Desde que en abril de este año la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid se incautó de un peligroso alijo de piruletas con sabor a cáñamo, diversas tiendas han sufrido los más variados acosos. En algún caso han venido funcionarios de Alimentación para requisar gominolas y caramelos, en otros los de Agricultura para llevarse abonos u hormonas de crecimiento e incluso los de Sanidad para requisar unos peligrosísimos ¡¡botes de gel para el cuerpo y champú para el cabello!! hecho con esencia de cannabis. Increíble y kafkiano. El objeto de todo esto no es más que acojonar a los propietarios de las tiendas que están abiertas y de paso disuadir a quienes estén pensando abrir alguna.