Derechos para Tod@s 
Número 10 
septiembre - octubre 2002





Editorial

LA PRIMAVERA DEL SUR

"Los dictadores pasan sin hacer historia, la primavera siempre vuelve", nos enseño un hombre que enarbolaba las palabras como lanzas o rosas, y que un septiembre de esos que huelen a primaverita sudaca, se fue a dar vaya saber que otras batallas, a escribirle poemas a una mujer galáctica que seguramente no cabía en la tierra. Y seguro que, conociendo a Pablo Neruda -de él hablamos- lo más seguro es que ande por allí, colegueando con Víctor Jara, con tant@s otr@s, entre vinos y amores, entre versos y revoluciones.

Pero la verdad es que, en estos tiempos en que en el septiembre del sur renace la primavera -perdónanos Pablo que nos asalte la duda- nos cuesta creer que los dictadores pasen sin hacer historia.

Nos han puesto sobre los hombros una historia demasiado grande de amig@s desaparecid@s en una noche cualquiera, nos han puesto un reguero de torturad@s, de hambre y miseria en los pueblos nuestros de cada día.

Por poner, por el puro gusto de poner nomás, siguen poniéndonos cosas increíbles. Ahora nos han puesto un Estado de Sitio en Colombia y hasta quieren pasar la apisonadora del norte, aunque ésta a veces empiece siendo de papel (¡y dicen que los papeles pesan menos que los grilletes!) y dicen que son proyectos de paz como este papel llamado Plan Puebla-Panamá que nos quieren imponer.

Sin embargo, cuando se repasa el pulso del continente, cuando se lee esa otra historia que se está escribiendo aunque con letras distintas, letras a veces torciditas, toscas, humildes, y sobre todo, tan distinta a las letras de oro con que el imperio de norte miente sus versiones.

Cuando vemos que Argentina se va armando de piqueteros por la vida, que en Ecuador, los indígenas bajan del cerro por la vida, el Venezuela los pobres se defienden de los conspiradores, por la vida nomás, en Bolivia los campesinos resisten por la vida, en Brasil las favelas y los barrios pobres, l@s sin tierra pero no sin sueños, señalan con su organización el camino de la vida, la autentica, la verdadera, la de los pueblos.

Bueno, pues cuando todo eso ocurre, las vacilaciones desaparecen -y volvemos junto con Pablo- a lo mejor, corrigiendo un poquito a Pablo; no dejaremos que los dictadores pasen nunca sin vivir la historia que les corresponde, la de las cárceles, las de la verdad.

Pero sobre todo, la convicción de que efectivamente, la primavera siempre vuelve, porque al fin y al cabo, la primavera son los pueblos organizados y en pie de lucha. Y América Latina, está de pie.

Creemos que podemos aprender de sus luchas, aunque por estos lares del norte, la primavera tarde todavía un poquito más en llegar.