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Australia
 

 

LA DESOBEDIENCIA CIVIL Y EL MOVIMIENTO ANTINEOLIBERAL

 
Peter Boyle* (Revista  Inprecor, 5 de Diciembre de 2000)  

La nueva corriente contra la mundialización neoliberal se ha construido alrededor de una serie de acciones de desobediencia civil que acosaban las cumbres de las principales instituciones del capitalismo mundial. Por ello, estas instituciones tienen dificultades para encontrar ciudades en las que reunirse al abrigo de amplios movimientos de protesta.

Consecuencia de ello, se cuenta que la Organización Mundial del Comercio (OMC),  por ejemplo, es incapaz de encontrar una ciudad que quiera acoger su próxima cumbre. Según el Financial Times de Londres, el pequeño estado de Qatar se ofreció a ello pero ahora intenta dar marcha atrás invocando la falta de hoteles suficientemente espaciosos y el hecho de que el Ramadán, el mes del ayuno musulmán, podría coincidir con la  fecha probable de la reunión prevista para noviembre de 2001. Los demás candidatos no demuestran mucho entusiasmo para reemplazar a Qatar a pesar del cebo que constituyen los cerca de 5000 responsables, lobbystas y periodistas esperados. Después de todo, ¿quién quiere las lamentables situaciones vividas en Seattle en Diciembre de 1999?. Su centro urbano fue cerrado, sus comercios saqueados, el jefe de la policía tuvo que dimitir y la ciudad debe enfrentarse a las denuncias por parte de 600 manifestantes. Ya se planifican los asedios a la próxima cumbre del Fondo  Monetario Internacional (FMI), el Banco mundial y el Forum económico Mundial (FEM).

¿Pero, es la capacidad de desorganizar los encuentros de estas instituciones la base sobre la que reposa la fuerza de estos nuevos movimientos? 

¿Nueva Dirección?.

Recientemente, Michel Albert, uno de los fundadores y editores de ZMagazine (una revista de Internet influyente en el nuevo movimiento) ha abogado a favor de una reorientación del estilo de actividades de este movimiento, planteando una orientación para poner en el centro la participación de las masas. Escribe: ¿Qué es lo que no está bien, os preguntais? Miles de militantes, gente valerosa, afluye de ciudad en ciudad. ¿No acabó Praga un día antes?. ¿No se les crean problemas a los lacayos del dinero? ¿No son visibles para todos los horribles impactos de la OMC, el FMI y el Banco Mundial? Ciertamente, pero nuestro objetivo no es solo meter mucho ruido, ser visibles, o valientes, ni siquiera asustar a los peores administradores del capitalismo para que abrevien sus reuniones.

Nuestro objetivo es obtener cambios para mejorar millones de vidas. Lo que cuenta no es solo lo que hemos alcanzado sino aquello hacia lo nos dirigimos.  Obtener “reformas no reformistas” para una plena justicia demanda una reflexión estratégica. ¿Pero
no es esto lo que ha ocurrido?  ¿No tenemos una estrategia en estos grandes acontecimientos y no llevamos a cabo nuestros planes a pesar de la oposición?. Si , pero para abolir el FMI y el BM ahora, y obtener nuevas instituciones a largo plazo, tenemos necesidad de cada vez más partidarios con una conciencia política y un compromiso cada vez mayor, capaces de utilizar múltiples tácticas movilizadoras y simultáneamente aumentar los costes sociales que la élite no puede soportar sin ceder. Es la lógica de la “disidencia”: convertirnos en crecientes amenazas a las prioridades que las élites buscan, multiplicándonos y diversificando nuestras estrategias y tácticas hasta que nos concedan nuestras reivindicaciones y luego pedir más.
 
La ironía en todo esto es que la eficacia de la desobediencia civil y otras tácticas militantes no tiene nada de irreal ni de a priori. Reside, al contrario, en el encuentro  entre estas prácticas militantes y el movimiento creciente de los disidentes,  aunque, apoyando su lógica y marchando en esa dirección, a muchos de ellos les resulte imposible unirse a tales tácticas. Lo que da a la desobediencia civil y a las demás manifestaciones la fuerza de obligar a la élite a suscribir nuestras reivindicaciones es el miedo de que precedan a una amenazadora explosión social. Sin embargo, si ocurre un sit-in de 2.000 o de 10.000 personas, incluso repetidamente, pero sin el apoyo de una comunidad de disidentes más amplia, más visible, que pueda alimentar y aumentar las filas de los que hacen la sentada, entonces no hay seria amenaza de explosión social. 

La discusión a propósito de las tácticas no debería reducirse a argumentar contra el ultraizquierdismo liberal, sobre todo cuanto más fuerzas conservadoras intentan poner un freno al radicalismo político del nuevo movimiento. En Melbourne, en Praga y en Seul, el enfrentamiento sobre las tácticas ha separado también a los radicales de quienes buscaban satisfacer las tentativas de los empresarios mundiales de dar un rostro humano a sus instituciones predadoras.

En Australia, la vía de las reformas ha sido tradicionalmente identificada con el ALP (Australian Labour Party, Partido laborista australiano). Si uno está a favor del cambio, habla con su diputado (laborista), hace circular una resolución en las asociaciones (ALP), hace que el Partido laborista entre en el gobierno y  uno se cruza de manos esperando que ese gobierno decrete una reforma.  Son los medios habituales de los “disidentes”, pero desde hace dos decenios mucha gente ha experimentado que estos medios no funcionaban. Los gobiernos laboristas se parecen a los gobiernos liberales. Los dos han apoyado abiertamente e implantado las medidas neoliberales en Australia.

En Melbourne, cerca de 20.000 personas han votado participando masivamente en los piquetes para romper la vía tradicional de las reformas. Las tentativas del ALP de debilitar/aislar el bloqueo contra la reunión del Forum Económico Mundial no han conseguido sino subrayar la independencia política de la Alianza contra esta cumbre y hacer la victoria aún más satisfactoria. 

 
La desobediencia civil

Rebelarse contra el aparato político y las estructuras tradicionales es la forma preferida de este movimiento para expresar su desacuerdo: se traduce en la desobediencia civil.  Esta expresa la voluntad deliberada de romper con los medios habituales de “disidencia”. Durante la manifestación de Melbourne, la táctica de bloqueo pacífico de masas sedujo la imaginación de la gente que está harta de los medios habituales.  Probablemente muchos habrían dudado en ir si se hubiera tratado de otra manifestación convocada por burócratas sindicales o políticos laboristas que no están muy interesados en cambiar la sociedad. 

La táctica del bloqueo de masas contribuyó mucho al éxito de la movilización, incluso si algunos participantes han podido tener la ilusión de poder forzar al Forum Económico Mundial a cambiar de curso y a pesar de la presencia de pequeños grupos, algunos en atuendo de combate, que hicieron el efecto de una diversión colorista. Pero estaban también los grupos que querían demostrar que eran los más militantes incluso al precio del éxito del movimiento. Hizo falta mucho trabajo  a los militantes de izquierda más clarividentes para impedir que prevaleciera la concepción táctica de la  extrema izquierda que quería reducir el bloqueo a un enfrentamiento de una o dos horas con los policías (tal como explicaba un dirigente de la organización International Socialist).

Hubo que trabajar duramente para ganar la batalla moral contra los partidarios de los métodos violentos y mantenerse en un bloqueo no violento de masas. Por otra parte, los participantes en el bloqueo lo deseaban así. 

Finalmente, el bloqueo fue un gran éxito. Hubo también que luchar en el seno de la Alianza para asegurarse de que las tácticas desesperadas para impedir la celebración del FEM no despojaran al movimiento de su victoria principal, el hecho de deslegitimar el FEM y su programa neoliberal.
 
El miedo a la centralización

Sin embargo, el gran desafío del nuevo movimiento es poner a punto de una forma
independiente su propia política radical. El miedo a la centralización entre numerosos militantes de izquierda impide al movimiento  plantear sus reivindicaciones, lo que deja el campo libre a las ONGs, a las burocracias sindicales y a las demás instituciones conservadoras para expresarse en su nombre. 

Fue imposible concluir la discusión sobre las tácticas y los problemas de organización. Este fracaso de la Alianza, incapaz de ir más allá de su consigna ¡Eliminemos el FEM ¡ (Shut down the WEF!) , contribuyó a poner en pie una división informal y parcial del trabajo que permitió a los expertos más conservadores o a los militantes con un acceso más fácil a los medios de comunicación ser los portavoces oficiosos del movimiento.

Si, con la “desobediencia civil”, el movimiento post Seattle intenta romper con el conservadurismo de los movimientos tradicionales, significa también para ellos un innegable retroceso.  Muchos militantes del nuevo movimiento desconfían de  toda dirección o de todo centralismo a causa de su experiencia en los antiguos movimientos dominados por burócratas socialdemócratas o estalinistas. El rechazo a la jerarquía es muy aparente en el nuevo movimiento.

Algunos gustan decir que no tiene dirección. Se tiene tendencia a sacralizar el pretendido modelo organizativo de Seattle construido sobre la base de una convergencia idealizada de pequeños grupos de afinidad ligados por Internet. 

Todo esto son fantasías semianarquistas. Cuando se intenta aplicar este modelo, no funciona. Cuando los militantes  de los EE.UU. llegaron a la manifestación contra el congreso del Partido Demócrata en Los Angeles, algunos decían: Aquí hay algo que falla. ¿Esto es verdaderamente democrático?. En la marcha hacia la cumbre de Praga, algunos veteranos de Seattle marcaban la línea a los militantes checos a la vez que predicaban el supuesto modelo sin dirección de Seattle. Después de Praga, muchos militantes se han expresado sobre las consecuencias antidemocráticas y desmoralizantes de los pequeños grupos por afinidad que tenían el derecho de atacar violentamente a los policías y luego salir corriendo, mientras dejaban a las masas de manifestantes pacíficos bajo los porrazos, los gases lacrimógenos y los cañones de agua. Solo un mayor funcionamiento democrático puede impedir a pequeñas facciones (o provocadores de la policía) dictar su forma de lucha y su mensaje político bajo la excusa de oponerse al centralismo.

El nuevo movimiento puede organizarse democráticamente sin sacrificar su diversidad cultural y política. No se tiene necesidad de una dirección centralizada que dicte a todos como manifestarse pero el movimiento tiene necesidad  de funcionamiento colectivo si quiere desarrollarse y guardar su independencia política.

El modelo de los grupos por afinidad no ha sido nunca la única forma de organizar las grandes manifestaciones del nuevo movimiento. La Alianza en Melbourne, por ejemplo, funcionaba sobre la base de reuniones abiertas y centralizadas de militantes en las que se tomaban las decisiones por voto mayoritario. Semejantes coaliciones ayudaron a la organización de Seattle y Washington, trabajando concertadamente y en colaboración con los representantes de los grupos por afinidad.

Melbourne nos ha permitido entrever las posibilidades que el movimiento antimundialización ofrece a un gran número de personas de hacer la experiencia de la fuerza de la democracia de base en tres días que hemos pasado en los lugares de bloqueo   alrededor del Crow Casino. Todas las decisiones clave fueron discutidas, votadas y puestas en práctica por los participantes en el bloqueo. Fue esta democracia militante participativa aliada a una coordinación centralizada de todo el bloqueo por la Alianza más que por los grupos de afinidad lo que hizo tan eficaz la manifestación.
 

*Peter Boyle es miembro de la ejecutiva del Democratic Socialist Party (DSP)- Partido Socialista Democrático de Australia, cuyos militantes fueron muy activos en la organización de la manifestación contra la reunión del Forum Económico Mundial en Melbourne, los días 11-13 de septiembre 2000. 

Traducido al castellano por Andalucía Libre.