Las
mujeres en Chiapas, a tres años de la matanza de Acteal
Pese a la miseria y alto riesgo en que viven las
familias
desplazadas,
las mujeres recrean el sentido de comunidad.
Gaspar
Morquecho, "La
Jornada" (México 4 de Diciembre de 2000)
San Cristóbal de las Casas, Chiapas.- Estamos a unas semanas del tercer aniversario de la masacre en Acteal. Mujeres y niños
-en su mayoría- fueron brutalmente asesinados por los paramilitares
que siguen operando impunemente en el municipio de San Pedro Chenalhó
bajo la protección de las autoridades y fuerzas represivas gubernamentales.
Antes de la declaración de guerra zapatista, los pueblos,
las comunidades y las familias habían optado por diferentes
proyectos políticos e ideológicos. Los referentes más
importantes fueron el EZLN, la iglesia de Samuel Ruiz y el Pri-gobierno.
Si bien, la guerra en el 94 modificó sustancialmente la vida
cotidiana de los indios en Chiapas, en Chenalhó, la masacre de
Acteal y el terror de las bandas paramilitares vinieron a trastrocar
a fondo la vida de los dolientes cercanos y de miles de indios e indias que se encuentran sobreviviendo en los campamentos de desplazados desde hace tres años.
En Chenalhó, las familias pedranas se habían recreado en sus parajes de origen. En medio de fuertes diferencias económicas,
políticas, religiosas o familiares que derivaron en enfrentamientos
violentos, pero también en la comunión de su identidad
comunitaria. En sus fiestas y tradiciones. En lo perverso y generoso
de los "usos y costumbres". En el entorno de la comunidad y sus colindancias.
En las relaciones con el vecino y vecina. Con el abuelo, la abuela,
el compadre, la comadre. En el entorno de su casa, su predio, su parcela,
su milpa, su cafetal y lo que toca a sus animales. En los dones del
medio ambiente con sus colores, relieves, aromas y sabores dentro y
fuera del hogar. En el trabajo del campo y del hogar. En la vida de
pareja y la procreación y cuidado de sus hijos e hijas. Todo,
generador de una concepción del mundo, de emociones y sentimientos
que compensaban de alguna manera la dura vida en el campo y sus privaciones.
La matanza de Acteal quebró casi todo esto. Acabaron con la
vida de hombres, mujeres y niñas/os y a las/os sobrevivientes
les privaron de sus espacios, dinámicas y bienes vitales.
Antes de la masacre, a las mujeres de varias comunidades les tocó
resistir solas -los varones habían huido -, el asedio
de los grupos paramilitares. Hombres de su mismo pueblo, "de la misma
sangre y de la misma carne" -como dicen ellas -, que llegaron a violentar
sus hogares en busca de los maridos para que abandonaran la organización
de Las Abejas.
La amenaza de muerte era directa y con las armas por delante. "Si
los hombres y mujeres no quieren morir entren en el PRI", decían,
mientras el cañón de un rifle apuntaba en la boca
de un pequeño que lloraba o un perro era muerto a tiros en
La puerta de la casa."Eran muchos, jóvenes y ya hombres".
Todos armados: "Afuera de la casa bailaban como guajolotes", recordaron
las mujeres de Canolal refugiadas en el CIDECI de San Cristóbal
de Las Casas.
En su desesperación y temor de morir o ver muertos a sus familiares
aceptaron las condiciones y pasaron a ser rehenes de las bandas
armadas priístas. Les impusieron como cuota de ingreso
hasta 600 pesos por persona. Les siguieron las cuotas periódicas
de 20 ó 30 pesos, de maíz, frijol, pozol, tostadas y tortillas.
Les impidieron salir de la comunidad y vieron como obligaban a los
hombres al saqueo. Los priístas iban por delante. Robaron
café, animales; saquearon y destruyeron viviendas de las familias
que temerosas huían. En esas condiciones vivieron la matanza.
Después del crimen, estas mujeres se decidieron por el doloroso
abandono de todo. En febrero de 1998 dejaron su comunidad. En Acteal,
como cada día 22 de cada mes, la comunidad celebró una
misa en memoria de los hombres, mujeres y niñas/os que fueron
asesinados hace casi tres años Ahí jóvenes mujeres
nos dieron su testimonio. Alguna de ellas sobreviviente de la masacre
y en la que dieron muerte su padre y a su madre.
Triste comentó: "ya no estoy completa". Sin embargo, con dignidad
manifestó estar clara de la situación por la que
están pasando. Tienen temor pero ahí están.
Ellas se refirieron con insistencia a los riesgos que están
viviendo a causa del fracasado operativo de la PGR, el 13 de
noviembre, en contra de los paramilitares radicados en Los Chorros.
Se han incrementado los rumores de ataques armados a los asentamientos
y el temor se ha acentuado en la población desplazada.
Además, los paramilitares pregonan que Las Abejas se están
armando para la venganza. Como se recordará, hace un mes, más
de doscientas personas se habían reubicado en Yibeljoj, tierra
de paramilitares. El operativo de la PGR les ha creado una situación de alto riesgo.
A diferencia de las/los desplazadas/os bases de apoyo zapatistas
y que se han ubicado en varios campamentos en torno a la comunidad
de Polhó, Las Abejas tienen como uno de sus objetivos
inmediatos el retorno a sus comunidades de origen. Cada aniversario
de la masacre, es para ellos un momento propicio para el retorno. Los
resultados del operativo de la PGR frustraron sus planes.
Las mujeres desplazadas que viven en campamentos ubicados en el municipio
de Chenalhó como las que se encuentran en San Cristóbal
de Las Casas, coinciden en que la vida cambió para ellas. Fueron
obligadas a abandonar su comunidad.
Allá quedó la casa, la milpa, la huerta, el cafetal,
los frutales, sus animales. Sus actividades se redujeron, como el espacio que puede ofrecer el hacinamiento del campamento y la alimentación
al tamaño y variedad que la solidaridad puede ofrecer, más
lo que pueden obtener directamente de la recuperación riesgosa
de algo de cosecha en sus cafetales, de los cultivos en colectivo y
de la venta de sus bordados. No tienen libertad de movimiento. Están
en alerta permanente. Rodeadas por militares y acosadas por los paramilitares.
Seguramente es más penosa la vida de las mujeres que se han refugiado
en San Cristóbal. Ciudad y ladina. Tierra fría. Espacios
cerrados. Para sobrevivir dependen absolutamente de la solidaridad.
Ellas dicen: "Los hombres y las mujeres nos pasamos sentadas el día,
sin trabajo, sin dinero. Un día triste otro alegre. Allá
quedó todo. Allá acabó todo". Saben que en San
Cristóbal se libran de los paramilitares y reconocen que las
mujeres de los campamentos en Chenalhó viven en permanente
peligro.
En medio de toda esta violencia, las mujeres no han sido derrotadas.
Al contrario. En las comunidades son valoradas por el papel que han
jugado antes y después de Acteal. Su participación en
la organización, producción, como promotoras de salud,
en el movimiento catequístico y visión política
se ha incrementado.
En las condiciones que privan en los campamentos participan activamente
en la recreación de la familia y del sentido de comunidad.
Para ellas, la dimensión religiosa es un fuerte asidero. Ahí encuentran la palabra para tratar de entender, entenderse. Fuerza para el consuelo, la resistencia pacífica y la lucha. Quizás
por esto mencionan a Acteal como "tierra sagrada" y veneran a la Virgen de la Masacre. A la oración, la reflexión política, a la organización y lucha cotidiana por la sobreviviencia, han
incorporado en la celebración mensual los elementos vitalizadores
de la música, la fiesta y el baile. Por eso se le ve alegres,
arregladas, limpias cada 22 de cada mes en Acteal.
Todo esto nos puede explicar el sentido de la peregrinación
de Las Abejas que, acompañadas de choles y tzeltales,
van al Distrito Federal en busca de la Guadalupana para rogarle por el retiro de los militares, el desarme de los paramilitares, el
respeto a los acuerdos de San Andrés y por el pronto retorno
a sus comunidades. La peregrinación partió de Acteal encabezada
por dos mujeres que enarbolaban la bandera nacional.
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