Info DpT
Honduras

Ante el retorno a Honduras del ex director de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), Juán Evangelista Grijalba


COFADEH
( Tegucigalpa; 4 de Mayo de 2002)

En el mes dedicado a la cruz, a la libertad de expresión y a las madres, asistimos con preocupación por la difícil situación de pobreza y miseria que enfrenta la población. Pero quisiéramos centrar hoy nuestra atención en un hecho igualmente relevante: el regreso forzado al país del prófugo ex director de la DNI, Juan Evangelista López Grijalba.

Es una verguenza continuada de imagen pública para el Estado de Honduras que todos sus ciudadanos acusados en tribunales locales por violaciones a los derechos humanos o delitos de corrupción se pongan en condición de prófugos en el extranjero, ridiculizando a las instituciones del Estado de Derecho.

Lo peor de todo es que en la mayoría de los casos son las propias víctimas sobrevivientes, quienes se ven en la obligación de denunciar a sus victimarios ante las autoridades de otros Estados para que promuvena su expulsión de sus refugios.

Esto fue lo que sucedió con Billy Joya en España, donde una de sus víctimas, Milton Jiménez, tuvo que denunciar su presencia ante un Tribunal de ese país para que fuera echado.

Ocurrió también con José Barrera en Canadá donde la esposa de un periodista desaparecido y asesinado en 1982 tuvo que alertar a las autoridades de Toronto sobre su presencia hostil; sucedió con Luis Alonso Discua Elvir en Estados Unidos y, entre otros, con una serie de ex funcionarios acusados de abuso de autoridad, estafa y malversación de fondos públicos refugiados en países de Centroamérica.

La expulsión de Juan Evangelista López Grijalba de Denver, Estados Unidos no habría sido un hecho consumado, si una de sus víctimas -el celebrador de la Palabra de Dios Ermilo-, quien fue secuestrado y torturado en 1981- , no hubiera advertido al SIN sobre la presencia del prófugo que enfrenta tres órdenes de captura en Honduras por delitos de lessa humanidad.

Ante la repetición de estos hechos que parecen no interesarle a la cancillería hondureña, nuestra pregunta directa es a los responsables de la política migratoria del país entre 1995 y 2002. ¿Por qué no hicieron nada para detener a los delincuentes que salieron por las fronteras terrestres y aeropuertos del país, aún teniendo prohibiciones para hacerlo?

Pero también nuestra pregunta es a la INTERPOL ¿Cómo justifican el salario que les pagamos los ciudadanos del mundo, si son incapaces de localizar a los delincuentes con órdenes de captura refugiados en varios países con sus generales conocidas?

Mucho daño e impunidad se habrían evitado al país, si los mecanismos institucionales hubieran funcionado de modo transparente.

Ni ayer ni hoy, ninguna justificación de los criminales prófugos puede ser válida. Huyeron por miedo a la culpabilidad en hechos atroces y regresaron porque los expulsaron o porque compraron la libertad al mejor postor. Pero ante los ojos de la sociedad siguen siendo escuadroneros de traje formal, disfrazados de empresarios o predicadores evangélicos.

A López Grijalba le recomendamos no invocar el nombre de Dios en vano y mucha honestidad al momento de hablar ante la prensa y ante los jueces. No debería imitar la inmensa cobardía de Joya, Hernández, Balí, Barrera, Trejo Rosa y otros que prefirieron engañarse a sí mismos, antes que enfrentar con valor la responsabilidad de sus atrocidades.

Tampoco el señor Evangelista debe consolarse con una prisión domiciliaria por la condición de su tercera edad. Debiera imitar a Juan Blas Salazar que aceptó la prisión con hombría por posesión de drogas y violaciones a los derechos humanos, sin invocar nunca la protección de fueros especiales o la influencia de los políticos y jueces corruptos.

Para los parientes de las víctimas, muchas fallecidas en el camino, otras cansadas y agoviadas, pero la mayoría en espera activa, el dilema sigue siendo el mismo como al principio: Si no hay verdad, no habrá perdón nunca; si no hay justicia, no habrá reconciliación jamás. De los hechos y de los hechores, ni olvido ni perdón.