Info DpT
Ecología

Las relaciones género humano y medio ambiente


Decio Machado Flores* (Derechos para Tod@s, 1 de Septiembre de 2000)
   

La transformación del entorno por el hombre no es reciente, se suele decir que ésta comenzó hace ya 50.000 años desde el mismo momento en que el ser humano logró un control efectivo sobre el fuego.

En su ambiente natural los homínidos, austrolopitecos y otros, sobrevivieron gracias a la recolección de raíces, frutos y carroña. Posteriormente, el fuego y las herramientas de piedra los convertirían en depredadores. Hacia el neolítico, la evolución cultural los conduce hacia el pastoreo, la ganadería y la agricultura. En resumen, la posición de los antiguos homínidos en el ecosistema fue la de consumidores, condición que también nos corresponde en la actualidad.

Con la aparición del Homo Sapiens, y su más amplia dispersión ecológico-geográfica, comenzaba un proceso de aislamiento y segregación racial del que surgieron durante el Pleistoceno superior los sapiens primitivos: Homo sapiens neanderthalensis y Homo sapiens sapiens.

La cultura de los neanderthales se caracteriza por una tecnología lo suficientemente elaborada como para disputar espacio y recursos a la fauna de su tiempo: mamuts, oso de las cavernas, grandes felinos, etc. Su utillaje incluía herramientas de piedra para cortar, perforar o desbastar; y para trabajar la madera: cuchillos, raspadores, punzones, sierras y otros. No sólo ocuparon cuevas sino que fueron capaces de construir chozas y su actitud ante la muerte incluía el uso del sepulcro y ciertos rituales.

La etapa final del proceso evolutivo humano se caracteriza por la presencia del Homo sapiens sapiens, cuyos vestigios fósiles pertenecen al Paleolítico superior. Los antropólogos designaron a estos hombres fósiles con el nombre de raza de Cro-Magnon, antecesora de las razas humanas actuales.

Neanderthales y Cromagnones coexistieron hasta hace unos 40.000 años, con una economía y modo de vida similar: se trataba de pueblos cazadores-recolectores.

Son los sucesores del hombre de Cro-Magnon los que inician, durante el neolítico, la revolución agrícola, hace aproximadamente 10.000 a 8.000 años.

La forma más primitiva de agricultura -el cultivo de azada o cultivo hortense- constituía, en muchos casos, un mero complemento de la economía pastoril, caza y recolección; dependía de instrumentos rudimentarios que poco trastorno causaban sobre el suelo y la vegetación. Esta forma de explotación de la naturaleza subsiste aún en amplias regiones de Asia, África y América. Los campesinos no abonan, ni irrigan las parcelas, sino que éstas luego se abandonan y el campesino busca otras áreas de bosque o matorral para iniciar el mismo quehacer rutinario.

No obstante, en la cuenca del Nilo y otros grandes ríos, los agricultores aprovecharon el sustrato limoso de las inundaciones para cultivar, los campesinos no tenían necesidad de emigrar en busca de nuevas tierras.

Aquella remota etapa protoagrícola-cazadora estaba expuesta a las oscilaciones climáticas. Durante las temporadas de sequía los animales se acercaban a los campos para alimentarse. Así, se dio la domesticación de animales, incluyendo gallinas, perros y gatos.

Consecuentemente, la revolución agrícola fue más allá de una mera producción de alimentos.  Suscitó cambios fundamentales en actitudes y cambios de mentalidad, es decir, significó una verdadera revolución cultural. El género humano aprendió a aprovechar la fuerza del viento, inventó el arado, el carro de ruedas, el bote de vela, etc. Todo ello lo habilitó para la vida urbana. Poco a poco, se fueron organizando en comunidades más o menos permanentes, precursoras de los grandes centros urbanos.

Alimentación abundante y alojamiento seguro se tradujeron en un incremento numérico de la población humana. Talar bosques, drenar pantanos, invadir estuarios, trazar caminos,  construir canales y acueductos, fueron labores habituales que impactaron severamente en los ecosistemas, debido a las necesidades de espacio para urbanizar o habilitar los suelos para el cultivo. El paisaje se perturbaba irreversiblemente. La fauna se replegó hacia los hábitats naturales cada vez más disminuidos y fragmentados.

La producción agrícola y artesanal se mantuvo varios siglos y aunque la Edad Media fue testigo de grandes inventos, el progreso, entendido como "aumento de la eficacia con que el ser humano explota intensivamente su medio físico para cubrir sus necesidades" parecía estancado. Hubo de esperarse algunos siglos más para llegar a la siguiente etapa: la Revolución Industrial, la que originó los impactos más importantes.

Ésta se divide en dos épocas:

1.- 1780 a 1860: primera Revolución Industrial, o revolución del carbón y del hierro. 

Comprende cuatro fases:
- Mecanización de la industria y de la agricultura.
- Aplicación de la fuerza motriz en la industria. La fuerza del vapor transformó los   talleres artesanales en fábricas de producción en serie y masiva; transformó asimismo  el transporte, las comunicaciones y la agricultura.
- Desarrollo del sistema fabril.
- Desarrollo espectacular de los transportes y las comunicaciones.

2.- 1860 a 1914: segunda revolución industrial, o revolución del acero y la electricidad. 

Presenta las siguientes características:
- Sustitución del hierro por el acero.
- Reemplazo del vapor por la electricidad y por los derivados del petróleo.
- Máquinas automatizadas y especialización del trabajo.
- Aplicación de la ciencia a procesos industriales.
- Transformaciones radicales en el transporte y en las comunicaciones.
- Implantación de nuevas normas de organización capitalista.
- Expansión de la industrialización hacia Europa central y oriental y al Extremo Oriente.

Desde entonces el avance tecnológico ha resultado imparable, la velocidad del mismo, a su vez es cada vez mayor. Los cambios que este último siglo ha supuesto son extraordinariamente drásticos.

Las nuevas tecnologías han conducido a una explosión demográfica sin precedentes en la historia de nuestra especie. En 1830, la población mundial llegó a los 1.000 millones de habitantes. Desde entonces los posteriores miles de millones se han sucedido a un ritmo cada vez más veloz: 2.000 millones en 1930, 3.000 millones en 1960, 4.000 en 1975, 5.000 en 1987, y se estima que en la actualidad somos ya 6.000 millones de habitantes.

El aumento de la pobreza ha sido también patente, se estima que en el periodo 1985-90, el 93% del crecimiento de la población se ha producido en los países pobres y esta tendencia se acentuará en el futuro según las previsiones de la ONU.

El crecimiento de las ciudades es otra de las características del presente siglo. Se calcula que el ritmo de crecimiento de la población de las ciudades en todo el mundo, es actualmente de un 2,5% anual, muy por encima del crecimiento global de la población estimado por la ONU en un 1,7%. A este ritmo, el número de ciudadanos se duplicará en los próximos 25 años.  Y lo que es más importante: el 90% de este crecimiento urbano tiene lugar en los países pobres, donde las poblaciones urbanas aumentan a un ritmo del 3,5% anual.
 

Porcentaje de la población humana respecto a la población total
(1956, 1986 y proyecciones para el 2000)


 
1950
1986
2000
%
%
%
América del Norte
64
74
78
Europa
56
73
79
CEI (ex URSS)
39
71
74
Este de Asia
43
70
79
América Latina
41
65
77
China
61
65
73
África
15
30
42
Sur de Asia
15
24
35
Mundo
29
43
48

Fuente: El Cambio Global en el Medio Ambiente. Manuel Ludevid Anglada, Ed. Marcombo
 

Los efectos de todo ello sobre el medio ambiente son patentes. El consumo de energía por parte de éstas es mucho más alto que en el medio rural, el requerimiento de transportes, recursos (alimentos por ejemplo) y la generación de residuos son otros de los problemas en los que están implicadas las grandes aglomeraciones urbanas.

No obstante, la preocupación por el medio ambiente, en nuestra cultura, es un hecho reciente, que se remonta a la segunda mitad del presente siglo.

En el presente nos enfrentamos a problemas como  el cambio climático (como consecuencia del efecto invernadero provocado por la emisión de CO2 por las actividades humanas), la destrucción de la capa de ozono (provocado por el empleo de clorofluorocarbonos en diversas formulaciones químicas), la desertización, la desaparición de especies, la contaminación, el calentamiento progresivo de la tierra,  etc. unidos a una serie de catástrofes de gran magnitud como las acaecidas en Seveso, Alaska (Exxon Valdez /1), Bhopal y especialmente Chernobil, han actuado como detonante que arrastró a una preocupación de la sociedad por lo se ha denominado "medio ambiente".  

Concepto de Medio Ambiente

El "Medio Ambiente" es un concepto nuevo, que, en palabras del Tribunal Constitucional, no ha nacido de la nada, sino para reconducir a la unidad los diversos componentes de una realidad en peligro.

El concepto de Medio Ambiente implica directa e íntimamente al ser humano, ya que se concibe, no sólo como aquello que rodea a las personas en el ámbito espacial, sino que además incluye el factor tiempo, es decir, el uso que de ese espacio hace la humanidad referido a la herencia cultural e histórica.

El Tribunal Constitucional ha definido al Medio Ambiente como "el entorno vital del hombre en un régimen de armonía, que aúna lo útil y lo grato" y que "comprende una serie de elementos o agentes geológicos, climáticos, químicos, biológicos y sociales que rodean a los seres vivos y actúan sobre ellos para bien o para mal, condicionado su existencia, su identidad, su desarrollo y más de una vez su extinción, desaparición o consunción".

No obstante, podemos encontrar otra visión no antropocéntrica del Medio Ambiente según la cual, éste es un conjunto de elementos interrelacionados entre sí formando un sistema: la fauna, la flora, junto al soporte físico donde los anteriores elementos nacen, se desarrollan y mueren, formarán parte de este sistema, incluyendo al ser humano.  

Funciones del Medio Ambiente

La Naturaleza, en relación con la economía cumple tres funciones básicas:

1ª.- La Naturaleza es fuente de recursos energéticos (petróleo, carbón...) y de materiales que son transformados en bienes y servicios para su posterior consumo, o en residuos y vertidos que regresarán a la naturaleza por distintas vías (agua, aire o residuos sólidos).

2ª.- La Naturaleza es receptor de los residuos generados por el sistema económico -en el consumo de los bienes transformados también se generarán residuos que volverán a su vez a la Naturaleza-, que en algunos casos serán asimilados por ella, por medio de transformaciones a través de procesos químicos y biológicos. Si bien, en cada vez mayor parte de los casos, la naturaleza se muestra incapaz de asimilar los residuos, bien por las grandes cantidades de los mismos, bien, por sus propias cualidades. Este último es el caso de contaminantes que permanecen estables en la Naturaleza por no existir procesos biológicos o químicos estables de descomposición. Es el caso por ejemplo de los PCB o el DDT que dan origen al denominado proceso de bioacumulación en los organismos vivos.

La capacidad de asimilación del medio puede ser interpretada como la capacidad de procesar en sus circuitos químicos y biológicos los efluentes que se le incorporen, transformándolos en elementos no perjudiciales, o al menos aceptables (procesos de oxidación atmosférica o hídrica, incorporación a la cadena trófica, descomposición química o biológica, reacciones químicas, etc.).

También puede ser interpretada, como la capacidad de dispersas, diluir y/o filtrar los elementos que se incorporen al medio físico transportándolos a lugares donde los impactos presenten moderada agresividad, y/o manteniéndolos por debajo de los niveles de inmisión requeridos por la legislación vigente o, de los estándares que consideremos aceptables.

3ª.- Por último, la Naturaleza es esencial para el mantenimiento de la vida, es el marco en que se sustentan los organismos vivos.  

Antecedentes inmediatos y toma de conciencia. Concepto de Desarrollo Sostenible

La primera oleada de literatura ambientalista se produce a principios de los años 60 (B. Russell,  Carson, Udall, Dorst...). A esta primera denuncia científica se la ha calificado de "pesimismo ecológico". Todos los autores coinciden en que la propia supervivencia del hombre está amenazada y que éste se encuentra en un camino imparable hacia su destrucción si la situación continúa en la misma forma.

Todo ello culmina con el estudio publicado por el Club de Roma en 1972, denominado "Los límites del crecimiento"  sobre el crecimiento de la población, la industrialización, contami-nación, agotamiento de los recursos naturales y sus efectos interactivos...; el que mayor impacto produjo en la conciencia mundial. En éste se afirma que los patrones de uso de recursos que hasta entonces imperaban llevarían a un colapso en el próximo siglo. Ello provocó que se prestara atención a la escasez de recursos: muchos productos se almacenaron, los precios de otros se elevaron, y se creían que el mundo se enfrentaba a un futuro de costos y carestía.

La conservación del medio ambiente es hoy uno de los retos más urgentes a los que se enfrenta la humanidad. El desarrollo hasta nuestros días se ha caracterizado por el predominio de la tendencia hacia la máxima rentabilidad a corto plazo en cuanto al uso de los recursos naturales, que se han considerado prácticamente inagotables, así como ilimitada la capacidad de la atmósfera y los mares para absorber la contaminación y los residuos generados.

La contaminación de ríos y mares, regiones afectadas por lluvias ácidas o desertización fueron las primeras señales de que este tipo de comportamiento podía causar daños quizá irreversibles a la naturaleza.

Desde entonces, han sido muchas y muy diversas las voces que se han levantado por todo el mundo para llamar la atención sobre la gravedad de los problemas ambientales, y la necesidad de encontrar soluciones urgentes que remedien los actuales y viejos problemas y que prevengan o minimicen los futuros.

En un principio, todas las actuaciones tenían un carácter meramente correctivo y local. La legislación se ocupaba fundamentalmente de establecer límites a las emisiones y los residuos. En la década de los 80 se hizo evidente que se requería un enfoque global y preventivo para llegar a soluciones efectivas. Los esfuerzos por llegar a estas soluciones que demanda la problemática ambiental han surgido de diferentes campos del conocimiento, desde las áreas económicas y sociales, hasta las ciencias básicas.

Uno de ellos es el mundo natural, el de las comunidades de plantas y animales, el del medio físico que se manifiesta en el aire, suelo y agua, y al cual el hombre se encuentra inexorablemente unido. El otro mundo es el creado por la sociedad misma, representada por sus organizaciones sociales y sus invenciones. Este mundo ha sido construido por su ciencia y su tecnología, y en él mantiene la búsqueda del dominio de un medio ambiente que satisfaga las necesidades humanas que van más allá de las meramente biológicas.

El ser humano debe ser plenamente consciente en la dualidad en que vive. El esquema hasta ahora vigente es que el mundo de la fauna, la flora, los suelos y el resto de los recursos naturales subyace y se somete a los propósitos creados por y para el genero humano. Este esquema debe cambiar, debe revertirse para garantizar la supervivencia y armonización de ambos mundos. Sin embargo, esto no podrá darse hasta que la comprensión del funcionamiento y la estructura del mundo natural sea parte de la cultura del ciudadano. Lo anterior, significa que las personas de cualquier nivel socioeconómico, en cada nación o cultura, tomen conciencia de que sus actividades diarias no sólo están regidas por factores económicos y sociales, sino que es obligada la existencia de un ambiente natural sano que sostenga tales actividades y que propicie la continuidad tanto de los sistemas vivos como de los creados por el hombre.

Es importante que todo ciudadano cuente con información acerca de su ambiente, pues de esta manera podrá ejercer presión sobre las políticas de desarrollo que lo dañan; pero es más importante que los líderes, y quienes toman las decisiones, tengan el conocimiento y manejen la información ambiental, priorizando esta sobre los intereses económicos de naciones y multinacionales.

El nuevo enfoque parte del reconocimiento de que la mayoría de los problemas ambientales existentes responden a determinados sistemas de producción y actitudes sociales que es necesario modificar.

El desarrollo es insostenible si el uso de recursos naturales supera su ritmo de renovación o si la producción de residuos sobrepasa la capacidad de recepción o asimilación de éstos por el medio.

Son varias las definiciones que podemos encontrar para el concepto de desarrollo sostenible:

1.- Según el informe Brundtland (también denominado Nuestro Futuro Común -1987-), desarrollo sostenible es "aquel desarrollo que satisface las necesidades de las presentes generaciones sin comprometer la habilidad de futuras para satisfacer sus propias necesidades".

2.- Goodland y Ledec, 1987. Definen desarrollo sostenible como "un patrón de transformaciones sociales y estructurales económicas las cuales optimizan los beneficios económicos y sociales disponibles en el presente, sin poner en peligro el probable potencial de beneficios similares en el futuro".

3.- IUCN (Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza -1991). Define el desarrollo sostenible como "la estrategia que lleva a mejorar la calidad de vida, sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que la sostienen, entendiendo por capacidad de carga de un ecosistema la capacidad que tiene para sustentar y mantener al mismo tiempo la productividad, adaptabilidad y capacidad de renovación del recurso".

4.- Robert Allen (1980) lo define como "el utilizar a las especies y a los ecosistemas con niveles y formas tales que les permitan renovarse a sí mismos indefinidamente para todos los fines prácticos".  

Evolución de la cuestión ambiental en el ámbito internacional

A finales de los años 60, y auspiciadas por las primeras presiones de los movimientos sociales en defensa del medio ambiente, comienzan a surgir algunos documentos de transcendental importancia en el ámbito internacional generadas por algunas Organizaciones Internacionales: Declaración de principios de Consejo de Europa sobre la lucha contra la contaminación del aire -08/03/68- o Carta del Agua del Consejo de Europa -06/05/68-.

Por su parte, en 1968, la Asamblea General de la ONU inició los trabajos preparatorios de una Conferencia Especializada que se realizaría cuatro años más tarde.

Efectivamente, en 1972 se celebró en Estocolmo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, (primera reunión mundial sobre medio ambiente). Fue éste el año en que el Club de Roma publicó su alarmante informe "Los límites al crecimiento".

El encuentro trató de llamar la atención de los Gobiernos sobre el deterioro del medio ambiente y los cruciales problemas que por aquel momento atravesaba. Se adoptó una Declaración en la que se destacó que "la protección y mejora del medio ambiente humano es una cuestión fundamental que afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico del mundo entero, un deseo urgente de los pueblos de todo el mundo y un deber de todos los Gobiernos".

Se creó un organismo de carácter sectorial denominado Programa de las Naciones Unidas para El Medio Ambiente -PNUMA, con sede en Nairobi (Kenia)-. Su misión era ser "conciencia" de las Naciones Unidas y por tanto, su función, era motivar e inspirar para aumentar el nivel de acciones en el campo del medio ambiente, concienciar a todos los niveles a la sociedad, así como coordinar el trabajo de todas las organizaciones y agencias de las Naciones Unidas en materia de medio ambiente.

Las actividades encaminadas a integrar el medio ambiente en los planes de desarrollo y en los procesos de adopción de decisiones en el plano nacional, no llegaron muy lejos en los años siguiente. Continuó agravándose, entre otros problemas ambientales, el agotamiento de la capa de ozono, el cambio climático y la degradación de los bosques. Esta actitud fue justificada por los gobiernos en base a que la situación de recesión económica que se vivía en aquellos años no permitieron modelos alternativos para el desarrollo.

Ya en 1982, la Reunión Especial del Consejo del PNUMA volvió a llamar la atención sobre el progresivo deterioro del medio ambiente y la situación del tercer mundo. La Asamblea General de la ONU crea la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y Desarrollo -1983- cuya dirección se encomendó a la, por aquel entonces, jefa de la oposición noruega Gro Harlen Brundtland.

En 1987, se publica el informe Nuestro Futuro Común (conocido también como "Informe Brundtland"). Aquí se pone en evidencia los problemas ambientales a los que el desarrollo económico ha conducido, tales como el efecto invernadero y la desaparición de especies, así como otros de carácter social como son los problemas con el tercer mundo. En él se advertía que la humanidad debía cambiar las modalidades de vida y la interacción comercial, si no deseaba el advenimiento de una era con niveles de sufrimiento humano y degradación ecológica insostenibles.

La Comisión Brundtland declaró que el desarrollo sostenible era posible (muy importante, reconocimiento por parte de los organismos internacionales del propio sistema), que debía ser aplicado al manejo de la economía, la tecnología y los recursos naturales y que, además, requería de un cambio masivo en los objetivos de la sociedad. En este mismo informe, se indica que los países desarrollados, con el 26% de la población mundial, consumen el 80% de la energía, acero y otros metales y papel del mundo, y aproximadamente el 40% de todos los alimentos. El Informe Brundtland fue divulgado por la prensa a escala mundial y fue punto de partida para el debate que se desarrolló entre el 3 y el 15 de junio de 1992 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro, la más conocida como Cumbre de la Tierra. Sus objetivos fundamentales eran lograr un equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras y sentar las bases para una asociación mundial entre los países desarrollados y los países en desarrollo, así como entre los gobiernos y los sectores de la sociedad civil, sobre la base de la comprensión de las necesidades e intereses comunes /2.

Tras la Cumbre de la Tierra se creó la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible para apoyar, alentar y supervisar a los gobiernos, los organismos de las Naciones Unidas y los grupos principales en las medidas que habrán de adoptar para aplicar los acuerdos alcanzados. Esta Comisión se reúne anualmente en Nueva York, presenta informes al Consejo Económico y Social y formula recomendaciones ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, su función consiste en examinar la aplicación de los acuerdos alcanzados en Río, impartir orientación normativa a los Gobiernos y a los grupos principales elaborando nuevas estrategias en caso de que sea necesario.

También se creó, en 1993 y en el seno de las Naciones Unidas, una Junta Consultiva de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible, por recomendación de la Cumbre de la Tierra, y en 1995 se creó el Grupo Intergubernamental sobre los Bosques (éste centra su atención en la ordenación sostenible de los bosques y la aplicación de los acuerdos sobre esta materia adoptados en Río).

La realidad es que los días 23 y 27 de junio de 1997, la Comisión de Desarrollo Sostenible se reunió en Nueva York a fin de examinar el estado de cumplimiento de los compromisos adoptados en Río, cinco años después de su celebración.  Las conclusiones de tal reunión se plasmaron en un informe en el  que se expuso un resumen de lo sucedido en los últimos cinco años. Se puede decir que no es ni mucho menos alentador. La conclusión es que la situación es muy similar o incluso peor a la de Río. Ello ha conducido a un pesimismo patente en la Comunidad Internacional que se ha acentuado a raíz de los problemas surgidos en torno a la ratificación del Convenio de Kioto por los Estados Unidos.

En tales circunstancias parece oportuno recordar la famosa Carta del Jefe Indio Seattle /3.
 
 
* Decio Machado Flores es miembro de Derechos para Tod@s, especialista en temas de Medio Ambiente
 
   

1/ La noche del 24 de marzo de 1989, el petrolero Exxon Valdez, cargado de crudo, chocó con los bajíos del Bligh Reef en Prince Sound (Alaska) provocando uno de los vertidos más graves ocurridos en las costas de América del Norte: 36.000 toneladas de crudo contaminaron casi 2.100 km de costa y afectaron a 3 parques naturales y ocho áreas protegidas.

Los efectos del vertido fueron devastadores. Entre ellos cabe destacar la pérdida de fauna: quizás más de 5.000 nutrias marinas, 3.000 focas comunes, 22 orcas, más de 150 pigargos americanos y unas 250.000 aves acuáticas, entre otros. Los habitantes de la zona sufrieron pérdidas de gran consideración pues la pesca era la principal actividad económica del lugar. Para las poblaciones indígenas el vertido supuso la pérdida de su principal recurso de subsistencia así como de parte de su patrimonio cultural.

La Exxon Corporation ya ha pagado a los gobiernos federal y estatal más de mil millones de dólares en concepto de daños y perjuicios penales y civiles. Sin embargo, aún está pendiente la cuestión de la indemnización a los habitantes de la zona. En 1994, tras un juicio que duró cuatro meses y medio, un jurado condenó a la Exxon a abonar a los pescadores de las comunidades afectadas cinco mil millones de dólares como indemnización por las pérdidas económicas sufridas a consecuencia del vertido. La sentencia fue apelada por la empresa y actualmente el juicio aún no se ha resuelto.

Diez años más tarde, a pesar de los esfuerzos realizados por la comunidad científica, los efectos a largo plazo del vertido aún no se conocen con seguridad. Algunas poblaciones de animales, como los salmones jorobados o el arao común, se están recuperando.  Sin embargo otras como la foca común o el arenque no presentan signo alguno de recuperación.

A raíz del vertido, el Congreso de los Estados Unidos promulgó leyes destinadas a reducir el riesgo de desastres como éste, entre ellas una  orden federal que exige que todos los petroleros que circulen por aguas estadounidenses dispongan de cascos dobles en el año 2015. Si esta norma hubiera estado vigente en 1989 el vertido de crudo se habría visto reducido en un 60%
 
 
   

2/ En ella se adoptaron tres grandes acuerdos que habrían de regir la labor futura:

1º.- Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de Río de Janeiro. Tomado de: Centro para Nuestro Futuro Común, 1993. Cumbre para la Tierra. Programa para el Cambio. Texto de Michael Keating. Ginebra, Suiza.

Al reconocer a la naturaleza integral e independiente de la Tierra, nuestro hogar, las naciones reunidas de la Cumbre para la Tierra, en Río de Janeiro, aprobaron un conjunto de principios destinados a orientar el desarrollo futuro. Mediante estos principios se definen los derechos de los pueblos al desarrollo, junto con sus responsabilidades con respecto a la preservación del entorno común. En ellos se reafirman ideas proclamadas en la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, aprobada en Estocolmo, 1972.

En esta Declaración de Río de Janeiro se asevera que el logro del desarrollo económico a largo plazo exige de forma ineludible su vinculación con la protección del medio ambiente, lo cual será posible únicamente mediante una alianza mundial nueva y equitativa en la que participen los gobiernos, la población y los sectores clave de la sociedad. Asimismo, se deberán suscribir acuerdos internacionales en los que se proteja la integridad del medio ambiente mundial y el sistema de desarrollo.

Entre las ideas expuestas mediante los principios de Río de Janeiro figuran: el derecho de los seres humanos a un vida saludable y productiva, en armonía con la naturaleza; la consecución del desarrollo, sin socavar las necesidades ambientales y de desarrollo de las generaciones presentes y futuras; el derecho soberano de los Estados a explotar sus propios recursos, pero sin causar daños al medio ambiente fuera de su jurisdicción nacional; el establecimiento de normas internacionales para la indemnización ante perjuicios ocasionados por actividades realizadas dentro de la jurisdicción nacional de los Estados en zonas situadas fuera de ésta; el deber de los Estados de utilizar un criterio de precaución para la protección del medio ambiente, sin que se aluda a la falta de certeza científica para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos, con el fin de impedir la degradación del medio ambiente cuando haya peligro de daño grave o irreversible; para alcanzar el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente deberá constituirse como parte integrante del proceso de desarrollo, y no podrá considerarse en forma aislada; la erradicación de la pobreza y la reducción de las disparidades en los niveles de vida en distintas zonas del mundo son condiciones esenciales para lograr el desarrollo sostenible y satisfacer las necesidades de la mayoría de la población.

Los Estados deberán cooperar para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra; los países desarrollados reconocen la responsabilidad que les incumbe en la búsqueda internacional del desarrollo sostenible, en vista de las presiones que sus sociedades ejercen sobre el medio ambiente mundial, y de las tecnologías y los recursos financieros de que disponen; también, los Estados deberán reducir o eliminar modalidades de producción y de consumo insostenibles, y fomentar políticas demográficas apropiadas.

La forma idónea de tratar las cuestiones ambientales supone la participación de todos los ciudadanos interesados; así, los Estados deberán favorecer y fomentar la concienciación y la participación de la población  mediante la amplia divulgación de información; además, deberán promulgar leyes eficaces sobre el medio ambiente, y dotarse de legislaciones nacionales relativas a la responsabilidad y a la indemnización de las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales; además, en sus jurisdicciones deberán evaluar el impacto ambiental de actividades que pudiesen tener consecuencias adversas.

Deberán cooperar en el fomento de un sistema económico internacional abierto, que lleve al crecimiento económico y al desarrollo sostenible de todos los países, sin que se recurra a políticas ambientales como medio arbitrario para la restricción del comercio internacional. En principio, el costo que conlleva la contaminación incumbirá a quien contamine.

Los Estados deberán informar a los demás de las catástrofes naturales u otras actividades que puedan tener consecuencias perjudiciales fuera de sus fronteras. El desarrollo sostenible exige un mejor conocimiento científico de los problemas; así, los Estados deberán divulgar los conocimientos y las tecnologías innovadores capaces de contribuir al logro del desarrollo sostenible.

La participación de la mujer, junto con la creatividad, los ideales y el valor de los jóvenes y los conocimientos de los pueblos indígenas cuya identidad, cultura e intereses deberán reconocer y apoyar los Estados, son imprescindibles para alcanzar el desarrollo sostenible.

La guerra, es por definición, perniciosa para el desarrollo sostenible; en consecuencia, los Estados deberán respetar las disposiciones del derecho internacional que protegen el medio ambiente en épocas de conflicto, y cooperar para su consolidación ulterior, la paz, el desarrollo y la protección del medio ambiente son interdependientes e inseparables.

2º.- El Programa 21 (también conocido como Agenda 21). Es un texto y complejo que contiene más de 2.500 recomendaciones prácticas. Recoge todos los problemas ambientales así como un programa de acción para la recuperación y desarrollo sostenible de determinados sectores a fin de establecer una política ambiental a nivel mundial.

Incluye propuestas concretas en cuestiones sociales y económicas, como la lucha contra la pobreza, la evolución de las modalidades de producción y de consumo, la dinámica demográfica, la conservación y ordenación de los recursos naturales, la protección de la atmósfera, los océanos y la diversidad biológica, la prevención de la deforestación y el fomento de la agricultura sostenible.

Para ayudar a los países a formular normas sobre sostenibilidad y controlar sus efectos, el Programa 21 reconoce la necesidad de que se establezcan una serie de indicadores de desarrollo sostenible de aceptación internacional.

3º.- Declaración de principios para la ordenación sostenible de los bosques. No tiene fuerza jurídica obligatoria, sin embargo su importancia radica en que fue el primer consenso mundial sobre la cuestión. Se dispone, en ella, fundamentalmente que todos los países, en especial los desarrollados, deberían esforzarse por "reverdecer" la Tierra mediante la reforestación y la conservación forestal; que los Estados tiene derecho a conservar sus bosques conforme a sus necesidades socioeconómicas, y que deben aportarse a los países en desarrollo recursos financieros destinados  concretamente a establecer programas de conservación forestal con miras a promover una política económica y social de sustitución.

Tras la aprobación de la declaración, en 1995, se estableció un Grupo Intergubernamental sobre los Bosques, en calidad de órgano subsidiario de la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible.

Además se firmaron dos Tratados Internacionales: La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Convenio sobre la Diversidad Biológica, y se iniciaron las negociaciones para convocar la Convención de lucha contra la Desertificación, en la cuál se firmaría, dos años más tarde el Convenio con el mismo nombre, que entró en vigor en diciembre de 1996.