Cuatro Notas Sobre Colombia
Periódico
VOZ La verdad del pueblo
19 de diciembre de 2000
GOBIERNO NO RESPONDE
Editorial del periodico "VOZ La verdad del pueblo"
Pasadas casi tres semanas
desde cuando las FARC-EP declararon congelada la Mesa de Diálogo
y Negociación hasta tanto el presidente Andrés Pastrana
no le informe a la comunidad nacional e internacional cuáles
son las bases de la estrategia para combatir el paramilitarismo, no
ha habido ninguna respuesta oficial. Muchas dilaciones y declaraciones
agresivas, además de la prórroga del despeje condicionada
y a manera de ultimátum, ponen en peligro las perspectivas
de los diálogos de paz.
El único funcionario que se ha referido al tema fue el ministro
de Defensa, Fernando Ramírez, quien dió un informe superfluo
de supuestas detenciones y bajas de “autodefensas”, que para nada
esclarece la complicidad de los militares con esta forma delincuencial
mediante la cual se expresa, entre otras formas, el terrorismo de
Estado. Ramírez reconoció que el paramilitarismo se
ha multiplicado en el último tiempo, agregando que en mayor
proporción que las filas guerrilleras.
Y mientras el Gobierno guarda silencio sobre el paramilitarismo,
en Cali, Medellín, Barranquilla, Pasto, Cauca, Guaviare, Magdalena,
Cesar y Putumayo, entre otros, aumentan las masacres, atentados y
amenazas a la población civil y a dirigentes populares, sindicales
y de izquierda, sin que haya las mínimas garantías de
protección del Estado. El fiscal Gómez Méndez,
quien tanto habla, no actúa ni muestra resultados en las investigaciones,
tampoco la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo.
En las Fuerzas Militares permanencen varios oficiales y suboficiales
comprometidos con paramilitarismo, mientras que el Gobierno y las
instituciones de control repiten la excusa de los altos mandos de
que son casos aislados. Sinembargo, investigaciones recientes como
los asesinatos del senador Manuel Cepeda y del diputado del Meta,
Pedro Malagón, han mostrado la participación de elementos
de la Séptima Brigada en la ejecución de los atentados.
Al tiempo, reconocidos organismos internacionales, incluyendo de los
Estados Unidos, sindican al Ejército de colaboración
con los grupos paramilitares.
Ninguna denuncia ha merecido la más mínima atención
de las autoridades. Los generales, enfurecidos, hablan de una campaña
desde el exterior, a la cual vinculan a las FARC y al gobierno de
Venezuela, como si con ello pudieran borrar las pruebas que los compromete
con el terrorismo de Estado.
Pero lo más grave es que, en abierto desafío a la
comunidad internacional, mientras el Gobierno permanece silencioso
para desempantanar los diálogos de paz con las FARC, se apresta,
de conformidad con el acuerdo bipartidista del llamado Frente contra
la Violencia, a darle vía libre a una serie de medidas despóticas
y de fortalecimiento del paramilitarismo. Entre ellas están:
la cadena perpetua, la creación de zonas de orden público
bajo la dirección y control de un jefe militar, la dotación
a las Fuerzas Militares de atribuciones para capturas, allanamientos
y otros procedimientos judiciales y la práctica liquidación
del habeas corpus de la legislación nacional. Con ello se incrementarán
las torturas, los atropellos, las desapariciones, los asesinatos y
la violación de los derechos humanos como ha ocurrido en el
pasado cuando ha existido el amparo de este tipo de disposiciones
represivas.
Y para completar el cuadro, Pastrana prorrogó el despeje
por 55 días, aunque prácticamente ha colocado una cortina
de hierro sobre la zona de despeje para obstaculizar la participación
popular en el proceso de paz. Los cinco municipios quieren ser convertidos
en un ghetto, similar a los que existían en la Alemania nazi
a mediados del siglo pasado.
En estas condiciones, la paz pende de un hilo. Es difícil
su proyección en este marco de arbitrariedades gubernamentales.
Mientras el país quiere la paz y respalda la zona de despeje,
Pastrana para satisfacer a la ultraderecha, a los gringos y al militarismo
extiende una serie de medidas que van en contravía de la normalización
del proceso de paz. Si este llegare a fracasar la única responsabilidad
la tienen el Gobierno y la clase dominante que cerraron la puerta
a la nueva Colombia. En el fondo es el pánico a los cambios
positivos y a la democratización, porque el bipartidismo sabe
que el día que haya plena democracia y participación
ciudadana el poder oligárquico, montado sobre la violencia,
el clientelismo y la corrupción, comenzará a tambalear
y se inclinará en favor de las transformaciones políticas,
sociales y económicas avanzadas.
Son los retos que tiene la acción popular para pronunciarse
en defintiva por la solución política, los diálogos,
el despeje sin condiciones, para que avance el proceso de paz sobre
los temas cruciales de la situación colombiana.
ENFRENTAR LAS NUEVAS
AMENAZAS
Alvaro Vásquez
(19 de Diciembre de 2000)
En medio de los más encontrados criterios
se ha prorrogado por 55 días la zona de despeje para las conversaciones
entre las Farc y el Gobierno.
Pero, como era de esperarse, teniendo en cuenta el estilo del presidente
Pastrana, las agudas presiones y exigencias suscitadas alrededor
de esta prórroga, se han saldado provisionalmente con una serie
de concesiones a la ultraderecha, al militarismo y a la política
norteamericana.
Ante todo, para el carácter de una negociación como
ésta, el término de menos de dos meses es irrisorio.
Su sola formulación sugiere una especie de ultimátum
que no corresponde al respeto y la seriedad del período de
diálogo que se inició hace dos años, dentro del
cual existe un proceso de intercambios que exigen maduración
y consideración de múltiples factores por las dos partes.
Pero lo más grave es que una serie de condicionamientos
anunciados unilateralmente por el Gobierno van en dirección
a minar profundamente las bases de la negociación. Se restablecen
una serie de controles alrededor de la zona de distensión,
lo cual determina en fin de cuentas limitaciones que no fueron acordadas.
Bajo una lluvia de imprecaciones y acusaciones sin ninguna demostración
valedera, tanto autoridades colombianas como funcionarios yanquis
(convertidos ahora en partes de cada suceso colombiano) producen diariamente
gran cantidad de amenazas y fomentan un clima que alimenta
las deformaciones creadas por la provocadora propaganda que es parte
sustancial de la estrategia antisubversiba manejada desde Washington.
Cediendo a las múltiples iniciativas que la ultraderecha
ha venido implementando, el Gobierno y los grupos reaccionarios han
abierto el debate sobre si se establecen en Colombia las penas de
cadena perpetua o de muerte para los delitos clasificados como de
lesa humanidad, particularmente el terrorismo.
Desde luego, el método es muy simple. Consiste en calificar
como terroristas toda una serie de hechos o acciones contra el poder
del Estado o de los monopolios económicos y financieros, así
como de exigencias de los sectores populares que se acompañan
de la presencia masiva del pueblo, para de allí partir para
castigar ejemplarmente a los participantes. En esa forma, como lo
vemos todos los días en la gran prensa, toda acción
guerrillera es una forma de terrorismo. La guerrilla en sí
misma, es la expresión más acabada del terrorismo. Y
los más furibundos militaristas le agregan además el
calificativo de narco-terroristas a los grupos insurrectos. A la vez,
una profusa literatura de la derecha, extiende a todos los sectores
inconformes o descontentos el rótulo de auxiliadores del terrorismo
para asignarles un espacio en la parafernalia de la represión
y la persecución política.
Ni qué decir que tales procedimientos son abusos de poder.
Las respuestas, en el aplastante capitalismo globalizado, por parte
de una variada gama de expresiones populares y nacionales que se ven
como miríadas de puntos en el universo político, no
son sino las formas vivas que los pueblos logran mantener encendidas
en protesta por las agresivas imposiciones del mundo transnacionalizado.
La insurgencia nada tiene que ver con el terrorismo. Este proviene
de la extensión de lo que llamamos “la penalización
de la protesta social”, que no es otra cosa que las nuevas formas
de la vieja represión. Es el terrorismo de Estado y nada más.
El Gobierno anuncia a la vez la “flexibilización” de las
normas en favor de los mandos militares. Éstos han insistido
desde siempre en la derogatoria de todos los preceptos que limitan
su ejercicio guerrero. La tesis es la de una “legislación de
guerra para un país en guerra”. Ya no sirve la tan cacareada
Constitución del 91 ni el cuento del “Estado Social de Derecho”,
Pastrana promete ahora restablecer un experimento fracasado como es
el de las “zonas de orden público”. En las cuales sólo
habrá un comandante militar que estará por encima de
Gobernadores y Alcaldes. Cuya orden será ley.
Todo esto, desde luego, va en contravía del proceso de paz.
Y de los principios de la negociación. Y aleja las posibilidades
de acuerdos. Porque mientras la guerrilla pide más democracia
desde abajo y para todas las clases sociales, lo que ofrece el sistema
es más estrechez, menos libertades y más autoritarismo
en cabeza de los promotores de la guerra.
Lo peor es que las medidas y proyectos en ciernes no lesionan sólo
el proceso de paz, sino que apuntan contra el movimiento social y
popular cuyas garantías serán limitadas y cuyas acciones
serán perseguidas. Por eso la lucha contra estas amenazas es
el primer deber de las organizaciones de los trabajadores y de todo
el pueblo.
LA C.U.T. DENUNCIA
79 ASESINATOS DE ACTIVISTAS SINDICALES
ALVAN
(19 de diciembre de 2000)
En Santander, Meta, Valle, Antioquia, Norte de Santander,
Córdoba, Cesar, Bolívar, Casanare, Risaralda,
Cauca, Nariño, Putumayo, Tolima, Magdalena y Atlántico,
la ofensiva paramilitar asesinó dirigentes sindicales y populares
y en Caldas y Guaviare incursiona anunciando listas de líderes
obreros, comunales y de la izquierda. CUT entrega documento a Mary
Robinson, en el que denuncia 79 asesinatos de sus dirigentes y alerta
contra amenazas proferidas contra otros líderes obreros.
Una sangrienta ola de violencia paramilitar, protegida por la complicidad
militar en las regiones afectadas, principalmente en Meta, Córdoba,
Risaralda, Antioquia, Bolívar, Magdalena y Putumayo, viene
sembrando de cadáveres el suelo de gran parte de los departamentos
de Colombia y amenaza con extenderse a todo el país bajo el
manto protector de la impunidad oficial. La arremetida ha crecido
en las últimas semanas, precisamente cuando desde Los Pozos,
San Vicente del Caguán, las FARC anunciaban que no reanudarían
el diálogo si el Gobierno no asume un serio compromiso en torno
a combatir y disolver los grupos paramilitares. Pobladores de las
diversas áreas de operación militar, como ocurre en
Putumayo, Guaviare, Meta y Antioquia, denunciaron a nuestro semanario
que la presencia paramilitar se da en compañía de los
efectivos militares acantanados en estos lugares.“ Se pasean y charlan
con ellos, pero nada hacen para detenerlos”, afirman. Varias ONGs
han denunciado que resulta extraño que las personas asesinadas
hayan sido antes objeto de señalamientos o requerimientos militares.
Caldas,
Santander y Guaviare
El Comité Coordinador Intersindical y Popular de Caldas
en carta dirigida al gobernador Tony Jozame Amar el 22 de agosto,
difundida recientemente, alertó sobre atentados a dirigentes
sindicales y populares. “Esperamos su diligente accionar para colocar
en alerta a las fuerzas del orden responsables de proteger la vida,
honra y bienes de los colombianos, para poder continuar con nuestras
cotidianas labores, pero fundamentalmente, para que nos sea
garantizado el inalienable derecho a la vida”, puntualizan en el documento.
En Caldas han sido amenazados por los grupos paramilitares los dirigentes
sindicales locales Henry Ocampo, Sergio Díaz y Oscar Arturo
Orozco.
La denuncia fue hecha a las entidades nacionales e internacionales
de derechos humanos y a la Procuraduría Nacional.
De otra parte, en el municipio de Calamar, Guaviare, las autoridades
municipales y la dirigencia gremial local envió a la alta comisionada
de las Naciones Unidas Mary Robinson una carta en la que afirman:“En
nombre de los 20.000 habitantes de Calamar nos permitimos lanzar un
S.O.S. ante la amenaza por parte de los paramilitares de las AUC,
sobre un inminente ataque a nuestros campesinos e indígenas,
a quienes pretenden despojar de sus tierras para talar la selva que
por vocación ambiental, el municipo conserva en pro de todos
los habitantes del planeta”.
En Santander, las repetidas amenazas contra dirigentes comunistas
y de la UP obligaron a la dirigencia regional de estos movimientos
a pedir medidas cautelares en la búsqueda de la protección
de su vida. En Ciénaga, Magdalena, ha crecido la ola de asesinatos
a manos de grupos paramilitares que prácticamente han exterminado
la organización sindical en esta zona bananera, sin que intervenga
el Gobierno para garantizar el derecho constitucional de organización
y petición. La gélida máquina de la muerte, aceitada
por los planes militaristas, que en opinión de analistas del
conflicto han sacado a relucir las fichas del paramilitarismo, continuará
desangrando el país si no intervienen rápidamente
las instituciones para detenerla y si la ONU no se decide a nombra
un relator especial para Colombia que ponga en cintura al Gobierno,
que anuncia endurecimiento de la ley penal y comparte amistosamente
con el gremio de los ganaderos, quienes encabezados por Jorge Visbal
Martelo lanzaron la propuesta de legalizar los grupos de autodefensa
que alimentan y protegen desde hace tiempo en departamentos como Córdoba.
Valle,
caso especial
Según denuncias llegadas a nuestro semanario, hace dos años
en norte y cemntro del departamento del valle se viene registrando
una fuerte presencia paramilitar. Sevilla, Tuluá, Cartago,
San Pedro y Cali, la capital, son epicentro del accionar paramilitar.
Defensores de derechos humanos han denunciado asesinatos selectivos
de dirigentes sindicales y agrarios y masacres en el área rural.
Hay alarma por un anuncio de las AUC bloques Calima y Farallones
de incrementar sus acciones en Cali, Yumbo, jamundí y Buenaventura.
Varios dirigentes sindicales y populares han sido amenazados mediante
panfletos. Se recuerda las masacres de Buenaventura y Vijes, donde
fueron brutalmente asesinadas 35 personas en un período de
cuatro meses. En Cali y Yumbo, en las listas que portan los paramilitares,
aparecen como objetivo militar dirigentes sindicales, de izquierda
y miembros de las direcciones regionales del Partido Comunista y la
UP como Jorge Camacho,actal concejal en Yumbo por la UP; Otoniel Ramírez,
presidente de la CUT- Valle; Olmedo Fernández de Sutimac-Yumbo
y Rodrigo Vargas de la coalición Copey-UP.
VIA LIBRE A LA
ARBITRARIEDAD
Pastrana anuncia endurecimiento penal:
La tendencia envuelta en la iniciativa presidencial tiende a establecer
un régimen permisivo donde las Fuerzas Militares pueden actuar
sin ningún control. También, cadena perpetua, agravamiento
de la figura de asociación para delinquir y zonas especiales
de orden público.
El presidente Andrés Pastrana anunció los días
6 y 7 de diciembre en Cartagena y ante el denominado “Frente Común
por la Paz y Contra la Violencia” , con el que se reunió en el
Palacio de Nariño, medidas penales nuevas contra el “terrorismo
y el secuestro”, que cambian los procedimientos actuales para los sindicados
por estos delitos, que ya son estigma de la lucha social y popular,
como ocurrió recientemente con el paro de los pequeños
transportadores en Bogotá, donde varios conductores están
acusados de terrorismo por haber participado en él. En varias
ocasiones protestas obreras y estudiantiles han sido señaladas
como terroristas para judicializar a sus integrantes. Curiosamente,
el diario "El Tiempo" había lanzado 72 horas antes
la propuesta de convocar una consulta popular que diera a los organismos
de seguridad del Estado poder para proceder mediante medidas especiales.
La propuesta del Presidente se inclina por eliminar normas que actualmente
ocasionan rebaja de penas, garantías para la rehabilitación
y la libertad por vencimiento de términos. También,agravamiento
de la figura de asociación para delinquir, cadena perpetua y
procedimiento especial de la Procuraduría para facilitar la acción
militar. Sobre rebaja de penas, existe el precedente registrado con
la Ley de Jubileo, que no fue sancionada por el Primer Mandatario y
después fue negada por la Corte.
Las medidas de endurecimiento de la ley penal, que serán presentadas
a través del Congreso o pueden ser dictadas al amparo de la figura
de la Conmoción Interior, han sido respaldadas por la cúpula
militar, el ministro de Defensa Luis Fernando Ramírez, el comandante
general de las Fuerzas Militares, general Fernando Tapias, los gremios
económicos donde sobresale por su insistencia de mano dura Fedegán
y Alvaro Uribe Vélez.
Las medidas son actos desesperados de querer solucionar mediante
penas estos delitos, parte de los cuales se originan en la financiación
de la resistencia armada guerrillera, que a su vez es generada por la
crisis social de explotación y desigualdad que la ocasionó.
Se pretende remediar con penas altas, una situación que se desprende
del modelo económico neoliberal, la ausencia de oportunidades,
los bajos salarios y el desempleo. En opinión del propio dirigente
liberal Horacio Serpa, de nada sirve incrementar las penas si la justicia
es ineficaz y no puede darse rienda suelta a unos organismos estatales,
hecho que lesionaría el Estado de Derecho.
La propuesta ha desatado en algunos parlamentarios independientes y
en directivos de las ONG de derechos humanos, comentarios adversos a ella,
considerándola como nuevas normas para la violación de derechos
humanos y seguir garantizando la impunidad, que ya llega en Colombia según
la propia Procuraduría al 99%.
Entre las medidas sobresale la de darle vía libre a la arbitrariedad
como quiera que se le proporcionarán atribuciones a los militares
para ejecutar allanamientos, detenciones y otras propias de la policía
judicial. Como ha ocurrido en casos anteriores tal cantidad de atribuciones
represivas dispara la violación de los derechos humanos y el terrorismo
de estado. |