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Colombia

 

Plan Colombia: operación sin anestesia


Ernesto Herrera (8 de Septiembre de 2000)
 

Se trata de mucho más que un enfrentamiento entre "dos Estados políticos-militares" (el gobernado por el presidente Andrés Pastrana, y el que construyen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo). Existe una escalada bélica, total, alimentada por Estados Unidos. El miercoles 23 de agosto, Clinton aprobó una ley de 1.319 millones de dólares como anticipo al Plan Colombia. En realidad, firmó la declaración de guerra y el compromiso del imperialismo de financiarla, armarla y comandarla. La decisión norteamericana de relanzar una estrategia militarista, amenaza con incendiar a la región. 

Vietnam, El Salvador, Balkanes...Sierra Leona. No son simples metáforas. En Colombia hay una guerra y cualquier hipótesis entra en el campo de lo probable. Las víctimas (muertos, heridos, secuestrados, desaparecidos) se cuentan por decenas de miles, los "desplazados" (en su mayoría campesinos) llegan a casi un millón; el país se encuentra en la peor de las crisis económicas de éste siglo con un desempleo que supera el 20% y con los capitales huyendo despavoridos (la inversión extranjera pasó de 6.700 millones de dólares en 1997, a menos de 60 en lo que va del 2000). Las organizaciones de derechos humanos denuncian una sistemática masacre y una operación paramilitar de "limpieza social" a gran escala. Para el movimiento insurgente armado, el Plan Colombia "vietnamiza", definitivamente, un conflicto que ya lleva cuarenta años. Durante su visita a la ciudad de Cartagena, Bill Clinton dijo, "Colombia no es Vietnam, y no es imperialismo". Entonces ¿qué es? 

 

Apocalypse now, en vivo 


Diversos analístas, y funcionarios diplomáticos empiezan a dar un respuesta aproximada: el modelo es el aplicado en América Central en los años ´80 y ´90. En particular en El Salvador, cuando Estados Unidos sin enviar tropas, organizó la contrainsurgencia para desarticular el proceso revolucionario liderado por Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). La guerra civil salvadoreña culminó con el Acuerdo de Paz sellado entre el FMLN y el gobierno derechista de Alfredo Cristiani, en enero de 1992. 

Pero Colombia no es El Salvador. En el pequeño país centroamericano, había un ejército de 60.000 soldados bien entrenados y el FMLN se quedó sin el respaldo estratégico, al perder los sandinistas el poder en Nicaragua. En Colombia, el ejército (130.000 soldados, de los menos de 25.000 están destinados al combate contra la guerrilla), enfrenta a un enemigo poderoso integrado por más de 20.000 combatientes distribuídos en 70 frentes de guerra y que cuenta con una base social organizada de 60.000 personas. Simultaneamente, tanto las FARC -y en menor medida el Ejército de Liberación Nacional (ELN)- mantienen extensas zonas liberadas. 

Además, se sirven de fuentes de financiamiento que les permite ingresos millonarios y total autonomía política y militar: impuestos que cobran a los narcotraficantes por proteger los cultivos de coca, a las empresas petroleras, y vía la industria del secuestro. Por si fueran pocas la diferencias, el país tiene 1,2 millón de kilómetros cuadrados, tres cordilleras y limita con Panamá, Perú, Ecuador, Venezuela, Brasil. La selva amazónica es tierra de nadie y allí la guerrilla cuenta con una retaguardia logística. 

Para Eduardo Pizarro, especialista colombiano en asuntos militares, "Si la guerra colombiana se agudiza, no terminaremos ni como El Salvador ni como Vietnam sino como Sierra Leona, una lucha de todos contra todos". (Clarín, Buenos Aires 3/9/2000). Donde habrá miles de "actores armados", militares y paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes. Gabriel Marcella, estratega colombiano que enseña en la Escuela de Guerra de Estados Unidos anuncia, por su parte, la "posible balkanización" de la región andina si se pone marcha atrás en la intervención. Aunque el Pentágono tema que Colombia sea una guerra que no se pueda ganar. 

De todas formas, el subsecretario de Estado para asuntos Políticos, Thomas Pickering, insiste que el Plan Colombia, en su componente militar, es una carta de negociación frente a las FARC. Esto es, obligar a la principal organización armada a entrar en el laberinto de las consesiones recíprocas. Sin embargo, en un comunicado del 23 de agosto, la comandancia de las FARC expresaba: "Como el Plan Colombia es también un intento de disuasión estadounidense dirigida a la insurgencia, podemos asegurar que las FARC, apoyadas por el pueblo, está hechas a prueba de ultimátum". 
 

La fascinación de Macondo 

Fue presentado el 20 de octubre de 1999 por los senadores republicanos DeWine, Grassley y Coverdell, ante la sesión 106 del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso de Estados Unidos. Bajo el nombre de Plan for peace, prosperity, and the strengthening of the state (Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado), título original del proyecto de ley S1758 Alliance Act, o Plan Colombia...como se conoce por estos paisajes.  Pero lo realmente fascinante del Plan Colombia es una cita del filósofo Miguel de Unamuno que cierra la introducción: "La fe no es creer en lo invisible, sino crearlo". ¿Quién dijo que Macondo queda en Colombia? 

Objetivo: asociar la guerra interna de Colombia y las redes de narcotráfico del país andino como una amenaza para Estados Unidos. ¿Cuanto cuesta? Un precio de saldo: 7 mil 500 millones de dólares; 80% del primer desembolso de "baja intensidad" (1.300 millones) consiste en equipo militar, cooperación de inteligencia, entrenamiento de dos nuevos batallones antidroga y dos helicópteros, Blackhawk y Huey. 

"El Plan apunta a intervenir en tres escenarios geográficos: el más importante sería el departamento del Putumayo, la zona fronteriza más conflictiva con Ecuador. Se supone que allí, en combinación con el ejército, operan los grupos paramilitares, ultraderechistas de "autodefensa", parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Bloque 48 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 

A su vez, "La provincia fronteriza de Sucumbíos (Ecuador) es vista como la región que abastece a todas estas fuerzas. El resto de las operaciones militares se concentrarían en el centro y el suroeste del país. Pero en el enfoque geopolítico del Pentágono el puerto de Manta (provincia de Manabí), situado en el litoral del Pacífico ecuatoriano, es el componente clave del Plan Colombia. 

Como la invasión por tierra está momentáneamente descartada, la tendencia es a impulsar la intervención por aire y por mar, como en la última guerra de los Balcanes. Hay entonces la amenaza de que la base de Manta sea algo más que "un punto de apoyo logístico". Y de hecho, el Plan Colombia le ha asignado un rol similar al que tuvo la base militar de Palmerola (Honduras) en la guerra contra Nicaragua y El Salvador. (José Steinsleger. Ecuador: ¿portaviones del Pentágono? Informaciones del propio autor y artículos publicados en el diario Hoy de Quito) 

En una audiencia ante el Senado, el general Charles Wilhelm, jefe del Comando Sur, explicó que Estados Unidos ve a Manta como "... el sitio idóneo para sustituir las capacidades perdidas al abandonar la base aérea de Howard (canal de Panamá)". 

Según Wilhelm, "la importancia de Manta radica en que se trata del único sitio que nos dará el alcance operacional que necesitamos para cubrir todo Colombia, todo Perú y las áreas cultivadas con coca de Bolivia". Por otro lado, la crisis económica y política de Ecuador, con más de 80% de su población sepultada en la pobreza, conduce a mirar como una tabla de salvación cualquier apoyo económico que venga del exterior. En este sentido, del cheque por 1.300 millones que Clinton le regaló al presidente colombiano Andrés Pastrana, 47 millones son para las "funciones de inteligencia y vigilancia de Ecuador". 

El Plan Colombia pretende el aislamiento de los guerrilleros en aquellas zonas del suroeste donde se les puede detectar mediante los modernos aparatos de inteligencia y destruirlos sin necesidad de una invasión por tierra (...) Las importaciones agrícolas de Colombia han aumentado en 90%, lo que representa un golpe dramático para el empleo en las áreas rurales, escenario principal de la guerra. Y el éxodo de los colombianos que viven en la zona ha comenzado hacia Ecuador, donde día a día llegan cientos de personas" (ibidem).

Para Heinz Dieterich Steffan, el nivel de intervención militar de Estados Unidos en Colombia, equivale ya, "al de su intervención en Vietnam del Sur en 1963, en Nicaragua en 1983 y en El Salvador en 1984" ("La Telaraña del Imperio", El Siglo, Santiago de Chile, 18-12-99). 

Y el país se ha convertido en el tercer destinatario en importancia, de la ayuda militar norteamericana, detrás de Israel y Egipto. 

Los propios especialistas colombianos coinciden en que la aprobación del paquete de ayuda amenaza con romper el frágil equilibro del proceso de paz. Insisten en que está ausente la capacidad administrativa e institucional del gobierno colombiano para manejar dos millones de dólares que recibirá cada día, y es muy probable que la produción de narcotráfico no termine, sino que se desplace hacia otras regiones del pais. 
 

Un "Estado dentro de otro" 

De orígen marxista, las FARC han tenido un impresionate crecimiento en los últimos años. Su infraestructura militar las transformó en un verdadero ejército móvil. De "golpear y retirarse" pasaron a tener una capacidad operativa para sostener combates prolongados, tomar pueblos, resistir y golpear con dureza al ejército oficial. Esto las llevó a tener una presencia efectiva y poder real en más de la mitad del país y a autodefinirse como un "Estado dentro de otro". 

Ese status se vió reforzado cuando en las negociaciones de paz con el gobierno de Pastrana las FARC consiguieron imponer una zona desmilitarizada (noviembre de 1999) de 44.000 kilómetros cuadros al sur del país. Allí, las FARC construyen su "proyecto de Nación". Se trata de una experiencia sin muchos antecedentes en América Latina. 

Han alcanzado algo bastante parecido a una soberanía, si la definimos como la autoridad absoluta sobre un territorio. Dictan leyes, administran la justicia, aseguran los servicios, organizan el sistema educativo, y le dan apoyo a miles de campesinos cocacoleros, a quienes protegen de los operativos antidrogas del ejército y la DEA. 

Las FARC han construído algo muy similar a un Estado. Tienen un sistema de gobierno autónomo, una economía floreciente y un control sobre la población, aunque los conflictos con los movimientos sociales no dejan de manifestarse (leer documento de Presentes por el Socialismo: La autonomía de las organizaciones sociales en tiempos de guerra. Inprecor Nº 442, diciembre 1999) 

Parece normal entonces, que no quieran abandonar todo en favor de integrarse a un sistema político y a un Estado que vienen en picada y cuya legitimidad anda por los suelos. Por otra parte, las organizaciones insurgentes mantienen la memoria fresca, y recuerdan como terminó la integración del Movimiento 19 de Abril (M-19) y el Ejército Popular de Liberación (FPL) a los anteriores acuerdos de paz: asesinato de sus principales dirigentes y de miles de militantes... y la cooptación de unos cuantos de los que sobrevivieron a la masacre. 

En el horizonte estratégico de las FARC se mantiene "la conquista del poder para la construcción del socialismo". Aunque la lógica actual de la guerra se presente como una negociación brutal por la naturaleza del Estado, bajo la exigencia de una simbiosis entre el Estado de Bogotá y el Estado de las FARC. Si el gobierno de Pastrana quiere paz, deberá "abandonar el modelo neoliberal", repudiar la deuda externa y crear un esquema económico más redistributivo. Tales demandas son una puñalada para la oligarquía y dificiles de contemplar. 

Evidente: el movimiento revolucionario armado es la expresión política de una propuesta radical. Que plantea la destrucción del Estado burgués. Las FARC nunca perdieron de vista ese objetivo, y lo impulsan mediante las negociaciones o por "medios militares". La paz, entonces, basada en el reconocimiento mutuo y el equilibrio de poderes es imposible. A menos que se acepte la creación de una virtual "Colombia del Sur" gobernada por las FARC. Ante este dilema, los beligerantes buscan crear un asimetría en la correlación de fuerzas: el gobierno de Pastrana mediante la intervención extranjera, las FARC acumulando base social y territorial, armas y combatientes. 

En este cuadro, Estados Unidos alimenta la fogata, aunque ésta aumentaba por su propia dinámica. Clinton, el bombero-incendiario, se decidió por la jugar la carta militar. Y remachar la inestabilidad en la región. 
 

Alarma en el vecindario 

Sobre todo por el peligro del contagio y las consecuencias para los negocios. El ministro de relaciones exteriores argentino, Adalberto Rodriguez Giavarini no pudo ser más elecuente:
"el conflicto colombiano complica a la región" (Clarín, Buenos Aires 27/8/2000). En particular porque "la crisis ahuyenta a los inversores". 

La cumbre de 12 presidentes sudamericanos iniciada el 30 de agosto, en Brasilia, trató el tema de la integracíon regional, el libre comercio, las relaciones entre el MERCOSUR y la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el futuro del Area de Libre Comercio Americana (ALCA) que tanto preocupa a Estados Unidos. Se firmaron acuerdos y, sobre todo, declaraciones de buena fé. Pero el telón de fondo estuvo dado por la crisis colombiana, la "fragilidad democrática" en países como Ecuador, Perú, y la carga de incertidumbre que incorpora el Plan Colombia. 

Por las dudas, Brasil ha diseñado un gigantesco "cerrojo" a lo largo de sus 1.600 kilómetros de frontera con Colombia, para inpedir posibles incursiones de guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes. Y su diplomacia hace esfuerzos para mostrar una postura crítica a toda "injerencia" extranjera en los asuntos de un Estado. 

El imperio, mientras tanto, apura el paso y presiona. La secretaria de Estado, Madeleine Albright viajó de urgencia a Brasilia, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima y Quito. Busca apoyos y compromisos. Pero los gobiernos dudan. Ya tienen las cosas bastantes complicadas en sus países: recesiones, campañas antineoliberales, plebiscitos contra la deuda externa, huelgas y movilizaciones populares de distintas intensidades que ponen en tela de juicio sus legitimidades. Y no quieren que el desorden del "orden" liberal se combine con una nueva ola de antiimperialismo. 

De cualquier manera, las reacciones son diferentes. Nicaragua, vecina marítima de Colombia, aprovecha el contexto para insistir en sus reclamos sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, de soberanía colombiana, pero donde hay continuos brotes secesionistas; Panamá que recuperó la "soberanía" sobre el canal, no se olvida que la Enmienda De Concini incorporada al Tratado de Neutralidad bilateral (adjunto al Tratado Torrijos-Carter) le permite a Washington "actuar contra cualquier amenaza dirigida contra el canal o contra el tránsito pacífico de naves". O sea, Estados Unidos puede arrogarse el derecho de una intervención directa en Colombia; Ecuador, en medio de un clima pre-insurreccional y de crisis de dominación, fortaleció sus vínculos con Estados Unidos. Acepta el Plan Colombia a cambio de 81,3 millones de dólares (lucha antiidroga, mejoramiento del sistema de radares del aeropuerto Eloy Alfaro) y cede la base de Manta. Perú por su lado, intensifica la militarización de su frontera y se asocia a la idea de crear un cordón sanitario en torno a Colombia; Bolivia, que recibirá 110 millones de dólares del Plan Colombia, acompaña a Estados Unidos. 

Venezuela también ha fortificado sus límites en una situación compleja. Donde conviven fricciones complejas e incidenetes recurrentes que tienen que ver con antiguos litigios (por el Golfo de Venezuela), recientes manifestaciones separatistas en departamentos colombianos como Norte de Santander y Vichada, y la invasión de cientos de personas que escapan del horror de la guerra, refugiandose en localidades venezolanas. Al tiempo que se mantiene un "espíritu bolivariano" entre Chávez y las FARC. 

En el área menos cercana el panorama tampoco se presenta demasiado consolador. Algunas islas del Caribe se alinean con Washington, que dentro del Plan Colombia, innvertirá 43.9 millones de dólares para la modernización de sistemas de espionaje en Aruba y Curazao; Cuba juega un papel discreto: Fidel Castro ha promovido una actitud de diálogo en el ELN, pero tiene poca autoridad sobre las FARC. 

México, oscila entre el apoyo y distanciamiento. Ha buscado deslindarse de Colombia y así mostrarse ante Washington como un aliado en materia de droga e insurgencia (y con la guerra en Chiapas como factor potencial de inestabilidad). En cuanto al Cono Sur, todavía no aparecen señales claras. Chile, Argentina y Uruguay se mantienen expectantes...por ahora. 

De todas maneras, cuando en los próximos meses empiece a funcionar plenamente el Plan Colombia, se verá si los gobiernos se deciden por una autonomía real o la subordinación a los dictados del imperialismo norteamericano. 
 

Antiimperialismo 

Los partidos del Foro de Sao Paulo, a través de su Grupo de Trabajo, ya se han manifestado: total rechazo al Plan Colombia, y solidaridad con el pueblo colombiano, sus organizaciones sociales y el movimiento insurgente. 

Diversas ONGs, movimientos sociales y religiosos, han denunciado que el Plan escalará aún más el conflicto armado, corriendose el riesgo de meterse en otro Vietnam, y se movilizan en sus respectivos países, desarrollando campañas y redes de solidaridad con el movimiento popular colombiano. 

José Miguel Vivanco, director ejecutivo de Human Righs Watch ha definido el Plan Colombia como una "bomba de relojería" para los derechos humanos al denunciar que existe una cláusula que puede ser manejada en cualquier momento por el presidente de Estados Unidos por razones de "interés nacional" convirtiendo toda la ingeniería del Plan Colombia en un simple asunto militar. (El País, Madrid 7-7-2000).

Amnistía Internacional, que participó en la "Mesa Alternativa" organizada en Madrid el pasado de julio, y convoca a una campaña en contra del Plan Colombia, pone énfasis en la denuncia del paramilitarismo como estrategia de Estado, y en las consecuencias internas que "agravarán la forma alarmante la crisis humanitaria actual". (Amnistía Internacional Nº 44, edición española, agosto-setiembre 2000) 

José Vicente Rangel, ministro de Relaciones Exteriores venezolano, afirma que el Plan "apunta no sólo a la vietnamización, sino por lo menos a la colombianización en la región" (Agencia Ansa, 7/7/2000). 

Mientras tanto, la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) rechazó el Plan Colombia y en una declaración pública, afirmaba su oposición, "más cuando parece que habrá una participación directa de la fuerza pública de Ecuador, sin importarle los niveles de violencia de que será víctima la población civil, fundamentalmente los pueblos y nacionalidades indígenas". 

El trasfondo es la renovación de una estrategia contrainsurgente de intervención. Como en República Dominicana en 1965, Chile en 1973, Nicaragua en 1981-90. La única diferencia es que el Plan Colombia (como en Granada y Panamá) no pretende pasar por una operación encubierta. Se trata, como dice James Petras de "destruír el diálogo y los movimientos que se atreven a desafiar el monolito imperial. Esperemos que la colaboración de los europeos no consista en pasar la fregona después del baño de sangre" ("El Plan Colombia y sus críticos". Agencia ALAI, 17/7/2000). 

Pero en una situación donde las clases dominantes atraviesan por una profunda crisis política, de legitimidad, que se acelera por los efectos brutales de la ofensiva recolonizadora del capital multinacional, el Plan Colombia, vuelve a colocar con más fuerza la lucha antiimperialista. En una América Latina donde las resistencias sociales amplias y radicales, van articulando alternativas emancipatorias qué, aún desde una perspectiva todavía defensiva, empiezan a diseñar un nuevo escenario político.