Pensarselo otra vez. El tema no es si es gente que le cae personalmente bien o no; ni siquera es si es "buena persona, honesto" o no, sino cómo de fiable es como político. Las virtudes que apreciamos en un
individuo privado no son suficientes para hacer de él un
político decente. La persona más honesta, metida en la
maquinaria de un partido, puede convertirse en un pelele de la que menos
escrúpulos tenga si no dispone de otras virtudes: criterio
propio, lealtad a la moral por encima de la ideología, renuncia
al corporativismo, capacidad de arriesgar su carrera y enfrentarse a la
jerarquía... La guerra de Irak se ha
convertido en la prueba del algodón para saber quien y quien no
tiene las cualidades políticas que necesita una democracia digna
y que tenemos derecho a exigir los ciudadanos. La prueba es:
¿cual ha sido la actitud pública de cada uno ante una
salvajada, una indignidad y un fraude como ha sido esta guerra.
está siendo esta guerra? Y hay que constatar que quienes han
mostrado dignidad no están en las listas electorales, y
probablemente no están ya en el PP. Cuestionar a un individuo como político no significa cuestionarle como persona. Simplemente, no tiene lo que hace falta para hacer ese trabajo. Acabar con la carrera política de alguien que no ha sabido mantener el nivel exigible no es un crimen; ni siquiera es grave: simplemente volverá a su vida privada, en la que estamos todos los demás, y dejará hueco para otra gente más válida, más responsable, que se sienta más obligada con la gente a la que gobierna o representa. Es duro decirlo cuando uno conoce
personalmente, y quizá incluso aprecia, a los implicados, pero la
conducta de callar un crimen para obedecer a la organización a la
que uno pertenece es, por definición, una conducta mafiosa. En
ese sentido el PP se ha mostrado estrictamente como una
organización mafiosa (y no estamos hablando en sentido figurado).
Y cada uno de sus cargos públicos, en el partido o en la
administración, que no ha dimitido se ha comportado exactamente
como lo haría un sicario mafioso.
(Es interesante observar que,
según este criterio, todos los
partidos se comportan como mafias, con su costumbre de proteger a
sus miembros cualquiera que sea su responsabilidad, pero eso es un tema
de reflexión y acción para otro momento. La
política no funcionará de modo saludable hasta que la
frase "NO QUEREMOS HIJOS DE PUTA EN NUESTRO BANDO" figure en el
artículo primero de los estatutos de los partidos. Castigar de
modo ejemplar al PP ahora quizá contribuya a cambiar esta cultura
de mafias).
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