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Argentina y Brasil: ¿frustración de las expectativas?

Julio C. Gambina

Una dinámica popular en la resistencia desarrollada en los últimos años generó expectativas de cambios en el Sur de América y especialmente por los procesos sociales y políticos en Brasil y Argentina. En el 2002, un frente político con hegemonía en la izquierda ganaba las elecciones presidenciales brasileñas, al tiempo que el movimiento popular argentino desplegaba su fuerza y creatividad por las calles. En ambos casos se expresaba el rechazo a las políticas hegemónicas, denominadas “neoliberales”. Los dos procesos traían expectativas de cambios profundos y favorables a los desprotegidos, a los de abajo. Se venía de más de una década de brutal transferencia de ingresos y riquezas hacia el sector más concentrado de la sociedad. Argentina se acercaba así al paradigma social histórico de la región en materia de pobreza y exclusión social y Brasil buscaba rediscutir su lugar en la división internacional del trabajo.

Ambos países iniciaban en los 90 una experiencia de integración marcada por la mercantilización, a tal punto que denominaron Mercado Común del Sur al emprendimiento. En el nombre estaba el pecado y los beneficiarios. Los pueblos quedaban afuera del festival por la liberalización de la economía, los mercados, la apertura y las privatizaciones. El resultado fue el deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población. Los pueblos resistieron esas políticas antipopulares y tuvieron sus éxitos. Eran tiempos de expectativas y quizá aún lo sean. Todo depende de cómo respondan los movimientos populares ante los desafíos políticos actuales, en un 2005 donde el pago puntual de la deuda pública continua siendo una razón de Estado en ambos países. El FMI ya no manda con sus “acuerdos” y sin embargo todo ocurre según el deseo del organismo internacional, hegemonizado por los funcionarios de Washington, y los “republicanos” ya dijeron en su momento que “cada quién se arregle como pueda” y por ello nada puede esperarse del FMI, salvo sus presiones para desendeudarse. Es curioso, pero el término ha sido acuñado por Néstor Kirchner, y lo hace de un modo que parece un acto soberano. “Argentina está por el desendeudamiento” dice y para traducirlo digamos que significa pagar y pagar.

Desde el comienzo del default en Argentina son 13.000 millones de dólares recibidos por los organismos financieros internacionales para cancelar deuda. Pero Brasil sigue la misma política y es que siendo ambos, dos de los tres países más endeudados con el FMI, junto a Turquía, no sorprende que los tres sean hoy rigurosos pagadores. En otros tiempos al FMI no le importaba cobrar, se concentraba en condicionar la política económica. Hoy está impelido por reducir la exposición crediticia con nuestros países y presiona para el cobro. Para ello empuja un dólar barato que asegure mayor capacidad de compra de divisas por los estados nacionales superavitarios. Brasil dejó caer el precio del dólar y Argentina compra entre 70 y 170 millones de dólares por día para sostener su elevada paridad. Aún en la divergencia, ambos cumplen con el FMI.

Otra vez, Argentina y Brasil no convergen en su política cambiaria, pero curiosamente, en ambos lados, los desfavorecidos son los trabajadores y los pequeños y medianos empresarios y productores que vinculan su actividad a la capacidad de compra de los trabajadores. El problema, más allá de la cotización de la divisa, está dado por el bloque de clases sociales en el poder en uno y otro país. Lo que no ha cambiado en el gobierno en Brasilia y en Buenos Aires es quiénes son los sectores sociales beneficiados. El poder no cambió pese a las expectativas anteriores o actuales. Existen variados sectores sociales y políticos que mantienen sus esperanzas y expectativas en los respectivos gobiernos y no perciben que la ecuación pasa por la ausencia de un bloque social alternativo en el gobierno y en el poder. Solo a modo de ejemplo señalemos que en julio de este año se batieron los récord de exportaciones en los dos países. ¿Quién se beneficia por ese hecho? ¿Acaso se socializa al conjunto de la población el crecimiento comercial? Lamentablemente debe constatarse que el clásico sector exportador y en todo caso la nueva burguesía exportadora, de capital local o externo, es quién se apropia de esos mayores ingresos por el vínculo creciente de las producciones locales con el mundo. Existe una mayor inserción de los capitalismos locales en la globalización capitalista y junto con ello se alejan las posibilidades de pensar una integración alternativa. Hay crecimiento de la economía y distribución inequitativa. La salida de la crisis se hace a expensas de los trabajadores y sectores pequeños y medianos de la economía. El beneficio se concentra en la tasa de ganancia del sector empresario más concentrado.

Son los pueblos los que tienen que pensar la coyuntura compleja de estos días y hacerlo de cara a la próxima Cumbre de los Pueblos a desarrollarse en Mar del Plata en el próximo noviembre. ¿Qué presión ejerceremos sobre nuestros gobiernos, desde ahora, para que jueguen un papel diferenciado en la Cumbre de los presidentes? Allí, las clases dominantes quieren reinstalar el tema del ALCA, o del librecambio si se quiere, que implica resguardo para los intereses de los inversores globales en nuestros países. El desafío está planteado a dos puntas. Las expectativas dependen de la lucha que sepamos construir y de la suficiente presión para que en los gobiernos pese más la opinión de los de abajo. Un error de muchos fue quizá, colocar las expectativas en los gobiernos. La perspectiva a pensar y actuar radica en confiar en la organización conciente de una alternativa popular que modifique el bloque social en el poder. En momentos en que Brasil se asombra con el fenómeno de la corrupción y en Argentina reaparece la discusión por la distribución del ingreso y la riqueza, es imprescindible expresar que la sociedad está desafiada a resolver un cambio de política, especialmente en la economía, o prepararse para una nueva oleada de reestructuración regresiva de las relaciones sociales. La derecha quiere volver y lo que la izquierda no puede hacer es favorecerle el terreno político. Como siempre, la vos la tienen los que luchan, de uno y otro lado.

Sintrajud - agosto de 2005

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