Marx Siglo XXI
principal
economía | política
pensamiento
| marx siglo XXI
debates | eventos
institucional
| enlaces
Buscar


Nuevos Movimientos Sociales en América del Sur

Raquel Gutiérrez Aguilar

El año 2000 parece marcar un punto de inflexión en la historia de las luchas en América del Sur. El 10 de enero de aquel año comenzaron los bloqueos de caminos en torno a Cochabamba, Bolivia, donde una subsidiaria de la trasnacional Bechtel acababa de apoderarse del agua, tradicionalmente escasa en la región. Once días después, el 21 de enero, 12,000 indígenas rodeaban el Palacio de Justicia y el edificio del Congreso en Quito, exigiendo la salida de la presidencia de Jamil Mahuad, el nefasto presidente “dolarizador”, sucesor de otro presidente, Bucaram, también destituido unos años antes.
Esto fue el preludio de la Guerra del Agua en Bolivia, de la reactivación de la insurgencia indígena aymara, de la expansión de la capacidad de acción de la CONAIE y del Movimiento Nacional Pachakutik.

A lo largo de todo ese año el continente entero se fue cimbrando por las protestas y movilizaciones de cientos de miles de personas, de hombres, mujeres y niños, cuyas historias de vida, tan menudas, tan insignificantes, no suelen salir en ningún programa transmitido por cable. Una y otra vez a lo largo del año, los noticieros internacionales tuvieron que informar, minimizándolo, acerca del persistente malestar social que poco a poco se convertía en creciente torrente de insubordinación social.

En otros países del continente las cosas tampoco resultaban sencillas para los negocios de las corporaciones trasnacionales y los socios locales de la usura y el despojo. Los piqueteros se consolidaron en Salta y Jujuy y comenzaron a aparecer en el Gran Buenos Aires. En Brasil, el MST ocupaba nuevas haciendas y a través de él, como en muchas otras ocasiones, se movilizaban miles de personas.

El año 2001 conoció la expansión de esta tendencia. En Argentina, a lo largo de los meses, hubo más de 300 acciones colectivas de corte de ruta, implementadas por esos anómalos y tumultuosos conglomerados humanos que son los piqueteros, esa especie de sans-coulottes, de personajes híbridos, ex obreros ahora pequeños comerciantes, en medio de redes familiares que se dedican a la producción en pequeña escala de alguna mercancía sin futuro en el mundo global; o jóvenes y mujeres lanzados al empobrecimiento más abyecto pero que aún así se las ingenian para sacar, cada día, un poco de alimento con el cuál sobrevivir: los nuevos pobres urbanos comenzaban, también, al igual que los indios, a rebelarse.

Y esto sucedía cuando otra oleada de malestar indígena sacudía Bolivia: nuevamente los bloqueos aymaras, nuevamente la insurgencia cocalera. Y el MST, silencioso y tenaz, organizando y realizando sus ya incontables tomas de tierra, pero más importante aún construyendo de a poco sitios donde se pretende vivir, convivir y sobrevivir de manera diferente, digna y autónoma.

Una manifestación particularmente visible de todo esto se produjo en esos ya inolvidables 19 y 20 de diciembre de 2001 cuando los hombres y mujeres argentinos protagonizaron un estrepitoso y gigantesco motín civil. En aquel país austral, subieron y bajaron presidentes vertiginosamente y así se abrió, finalmente, este año 2002; en el que toda esta energía social que estalló desde el 2000 parece haberse estabilizado en un cierto nivel de cohesión y permanencia y comienza a buscar caminos y a construir estrategias. De esto, justamente, voy a tratar de hablar.

Del estallido del hastío a la re-configuración social

Hay muchísimas cosas que necesitan ser reflexionadas, sistematizadas y dichas acerca de esta creciente irrupción de una tumultuosa capacidad de acción social transformativa. En otra ocasión ya hablé de algunas herramientas teóricas que algunos investigadores y militantes bolivianos, uruguayos, argentinos y ecuatorianos hemos ido desarrollando para pensar lo que viene sucediendo, porque la pregunta en cuestión es:

¿Cómo entender estos nuevos movimientos sociales? ¿Son en realidad nuevos? ¿No son, más bien, simplemente, una nueva oleada de movilización después de dos décadas de ofensiva neoliberal sin cortapisas? ¿Qué es lo que los distingue como nuevos?

En aquella ocasión propuse tres líneas de razonamiento que podían contribuir al esclarecimiento de lo que acontecía.

i. Entender ¿Quiénes son los que luchan y cómo lo hacen?, es decir, el problema del sujeto y la estructuración y re-estructuración social.
ii. Registrar y aprender acerca de cómo se organizan y qué discursos emiten.
iii. Y finalmente, comenzar a vislumbrar cuál es el espacio de sentido que inauguran con sus acciones colectivas.

Hoy, voy a tratar de centrarme en el tercer punto pues es ahí donde, considero, están las preguntas principales en estos tiempos que corren.

Primero que nada, una afirmación a manera de hipótesis:
Los nuevos movimientos sociales en América del Sur -y en México- están hechos del mismo material genético: se gestan a sí mismos a partir de decir BASTA! En ese sentido, son ejemplificaciones –que no réplicas- del entrañable ¡Ya Basta! zapatista del 94.

Esto significa que, colectivamente, multitudes en marcha expresan prácticamente con sus muy diversos actos: “No permitiremos que sigan haciendo con y de nosotros lo que hasta ahora vienen haciendo”.

¿A quién se lo dicen? A los distintos representantes del capital corporativo y trasnacional que opera en el mundo y en nuestro continente con diferentes nombres, aunque siguiendo un tipo de comportamiento fundamentalmente similar.

Y vamos ahora a otro modo de decir lo que se expresa en estas acciones: “No estamos dispuestos a seguir siendo aquello en lo que ustedes nos vienen convirtiendo, un muchedumbre impotente, desempleada, aislada y pobre”.

Es decir, es una cuestión del hacer que se opone a otro hacer... el del capital y las corporaciones trasnacionales y los gobiernos de la democracia vacía que se adhieren a él.

Y que en sus actos va definiendo un ser a partir de rebelarse contra una inicial imposición sobre su ser, contra una identificación exterior que es lo que presenciamos durante los 80-90´s1.

La vieja dialéctica del hacer y del ser, “del movimiento que se expresa y desarrolla ante nuestros ojos”, exige, YA, reflexiones que se esfuercen por ser expresión de conjunto de lo que va siendo hecho y a través de la cual, también se hacen a sí mismos los que luchan.

Quiero de momento, mencionar un rasgo importantísimo de estos nuevos movimientos sociales: su poder de veto, su capacidad de desorganizar los mecanismos de reproducción del sistema. En algunos movimientos esto se ve muy claramente, aunque de manera más puntual: en la Guerra del Agua, en la rebelión de Arequipa, en la fuerza de la movilización y los machetes de Atenco.

En otros movimientos, esta capacidad de veto es más difusa aunque quizá, más profunda. Porque es mucho de la estructura social lo que se pone en entredicho. Es mucho lo que se cuestiona y por lo mismo, son más visibles también, los esfuerzos del poder por contener los embates de las multitudes en marcha intentando simular que no sucede nada. Así sucede por ejemplo en las acciones emprendidas por el movimiento aymara en Bolivia, por el movimiento indígena ecuatoriano, por las agregaciones y comunidades de pobres urbanos en Argentina.

Todos estos movimientos más profundos, más de largo plazo, por lo general, comparten el rasgo de esforzarse por construir relaciones sociales nuevas en muy diversos ámbitos de la vida. Las asambleas de los piqueteros argentinos, las reuniones y cabildos aymaras y quiswas en Bolivia y Ecuador, no son solamente órganos de decisión política y auténticos dispositivos de resistencia, son también instancias de regulación de la vida, de otras formas de vida.

Ahora bien, al menos en los casos de Bolivia y Ecuador, estas estrategias múltiples, básicamente indígenas, de construcción de capacidad de decisión –de poder, al fin y al cabo- a nivel local, han incursionado recientemente en ámbitos políticos formales participando exitosamente en elecciones. Esto se ha hecho bajo diversas modalidades.

Bolivia- MIP y MAS (experiencia)
Ecuador- Pachakutik (experiencia y actualmente, un enorme desafío)

Un código ético “ama suwa, ama llulla, ama qhilla” y “ama llunk´u” se postula en estos movimientos. Prácticas andinas arcaicas se reconfiguran: la mink´a, es decir, la ayuda mutua entre iguales para resolver necesidades individuales similares o el ayni, la obligatoriedad de trabajo colectivo para resolver los problemas y realizar las tareas que son comunes.

En Brasil y en Argentina las cosas ocurren de manera un poco distinta. Y es, por lo mismo, otra experiencia a la cual habrá que estar atentos para intentar aprender de ella por la vía de la reflexión..

La importancia de la densidad histórica de los movimientos de raíz indígena

La herencia y peculiaridad indígena en Bolivia y Ecuador marca a los movimientos sociales de estos países, no sólo con un código moral sino con algunas de las nociones democráticas y políticas –entendiendo política en su acepción más clásica, como gestión de la cosa pública- más antiguas que existen:

Él avanza la idea de que el movimiento obrero y de masas de la época anterior, el que se construyo a partir del obrero-masa, el trabajo estable, la gran central sindical unificada, la movilización-negociación ordenada, etc., permitió la escisión entre lucha reivindicativa y lucha política pues abandonó a representantes ajenos, a elites políticas y técnicas, cualquier decisión desde el proceso de trabajo inmediato, hasta el centro de trabajo y, por supuesto, a una escala mayor, a nivel de las políticas públicas y de la nación. Por aquí hay que buscar, pues cuando lo reivindicativo se vuelve también gestión autónoma de la cosa pública, entonces es político. Es drásticamente político y necesitamos entenderlo.

Hoy, lo que vemos, es una reconstrucción del poder social de la multitud en todo el continente. Una vertiginosa reconstitución que a veces no alcanza a ser pensada. Dentro de este fenómeno cada quien elige su postura teórica. Existen, cuando menos, dos enfoques. Ambos válidos y útiles, y que debieran dialogar en vez de competir: o bien dar cuenta de las impotencias del movimiento, de sus dificultades, centrar la lente en lo que el capital y el poder hace de y con nosotros. O bien intentar vislumbrar los rasgos coincidentes de los distintos esfuerzos populares y apuntalar la novedad que va siendo producida por ellos, reflexionando sobre los logros y múltiples ensayos del movimiento que se desenvuelve ante nuestros ojos para impulsar su creciente interunificación. Esta segunda postura es, sin duda alguna, la mía.

Ciudad de México, noviembre 25 de 2002

1 En este desarrollo estoy intentando dialogar con John Holloway y su valioso llamado de atención para poner en el primer sitio del esfuerzo intelectivo el aspecto del hacer, de la capacidad de acción humana, en la resistencia.

     
   
   
  principal | economía | política | pensamiento | marx siglo XXI | debates | eventos | institucional | enlaces