Política
 
Buscar
 
Requiem por el Consenso de Washington

Fidel Vascós González

El término “Consenso de Washington” fue acuñado en 1989 por John Williamson, del Instituto de Economía Internacional con sede en esa capital. El afamado investigador había participado ese año en una reunión convocada por su Instituto. El objetivo era diseñar las reformas necesarias para sacar a la América Latina de la crisis de la deuda externa que padecía. Además, recuperar el crecimiento que la región no tuvo en la “década perdida” de los años ochenta. Asistieron representantes de diez países de la región. Con el fin de divulgar las conclusiones del cónclave, Williamson redactó un artículo exponiendo lo que a su juicio era un acuerdo de casi todos los participantes. Por eso le llamó Consenso.

Se trataba de diez medidas para reformar la política económica que se estaba aplicando en la mayoría de los países de Latinoamérica. Las propuestas se referían a mantener una estricta disciplina fiscal que mantuviera controlado el déficit presupuestario; una reordenación del gasto público con vistas a su reducción; una amplia reforma tributaria; la liberalización de las tasas de interés; un tipo de cambio intermedio entre un tipo de cambio fijo y uno en libre flotación; la liberalización del comercio; la liberalización de la inversión extranjera directa; la privatización de los activos públicos; la desregulación de los flujos de entrada y salida de medios por las fronteras de un país; proporcionar derechos de propiedad al sector informal de la economía.

Hay que tener en cuenta las circunstancias en las cuales Williamson redactó su conocido artículo. Ese fue el año de la caída del Muro de Berlín, del inicio de la desaparición del campo socialista europeo, que culminó a fines de 1991 con la desintegración de la Unión Soviética. Ese fue el momento en que Francis Fukuyama proclamó “el fin de la historia”, lo que equivalía al triunfo definitivo del capitalismo como sociedad ideal para los seres humanos. Ante lo que se concebía como la derrota histórica del socialismo, el Consenso de Washington se identificó con la ideología neoliberal. Se promocionó como la única política económica que conduciría al desarrollo de las naciones y al bienestar de los pueblos.

A más de quince años de aquella proclamación, los resultados no han sido los esperados por sus diseñadores. La mayor decepción es el incremento en la desigualdad de los ingresos y el aumento de la pobreza, haciendo a los ricos más ricos y a los pobres, más pobres. Es visible el deterioro social que sufren los pueblos donde se aplicaron las recetas neoliberales del Consenso, registrándose un aumento del desempleo. La liberalización de las cuentas de capital hizo más vulnerables a las economías subdesarrolladas pues, al desregular los flujos del capital privado a corto plazo, éstos salen del país a la misma velocidad con que entraron. Todo ello, unido al aumento de la corrupción y el enriquecimiento ilícito de quienes detentan los poderes económico y político, condujo en muchos casos a la ingobernabilidad de las sociedades donde se aplicaron las reformas recomendadas por el Consenso.

Es tan abrumadora la realidad de los hechos que ahora han surgido nuevas teorías para intentar una rectificación. Las están formulando los mismos centros que impulsaron el Consenso. Lo primero ha sido tratar de diferenciar las supuestas bondades del diseño teórico con la errónea aplicación del recetario recomendado. Se puntualiza que la equivocada implementación de las reformas y la mala administración de los responsables de su aplicación son las causas del fracaso experimentado y no la concepción neoliberal que la sustenta. Por otro lado, se identifican las medidas del Consenso diseñado en 1989 como una “reforma de primera generación” y se proclama la necesidad de continuar con una “reforma de segunda generación”. Con esta nueva envoltura lingüística se recomienda ahora hacer más hincapié en el fortalecimiento de las instituciones que supervisan la aplicación del programa de medidas. Se plantea velar por evitar aspectos sociales tales como el aumento de la pobreza y la mayor disparidad en los ingresos de la población, entre otros.

El propio John Williamson, junto a otros colaboradores, ha elaborado un nuevo programa de medidas para enmendar el desaguisado. Pero en una clara alusión al fracaso del Consenso, con respecto al nuevo programa que propone ha dicho sin ambages. “Esperamos que este programa no sea rotulado “Consenso de Washington II”. No es obra de quienes trabajan en Washington. No intenta comunicar un consenso (ni siquiera llegamos a un consenso total entre nosotros). La frase adquirió un grado tal de ambigüedad que entorpece la claridad de pensamiento.”

Granma

principal | economía | política | pensamiento | marx siglo XXI | debates
eventos | institucional | enlaces
Ir principal
Ir economía
Ir política
Ir pensamiento
Ir marx siglo XXI
Ir debates
Ir eventos
Ir institucional
Ir enlaces