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Repensar empresarialmente a Marx

Luis Marcelo Yera

En la teoría científica elaborada por Carlos Marx tres eran los factores que negaban al modo de producción capitalista: la propiedad social sobre todos los medios de producción, lo cual implicaba la desaparición del Estado; la planificación y, por último, la erradicación de la Ley del Valor a través de la sustitución del dinero por los llamados bonos de tiempo, toda una problemática que no se interpretó correctamente con posterioridad, y que requeriría de una explicación especial que no es ahora el momento de realizarla. Entonces, al ser la propiedad social el elemento fundamental que sustenta al nuevo modo de producción y del que se derivarían por tanto los otros dos factores, es en este primero que se centrará la presente intervención.

La primera y única fundamentación científica conocida del concepto de propiedad social en Marx se encuentra en las últimas páginas del primer tomo de "El Capital". Al quedar esta idea crucial escrita allí en un párrafo tan sintético, el propio Marx, seguramente pensando que habría otra oportunidad más adecuada para ampliarla, sembró en esa parte de su obra cumbre las primeras semillas de lo que probablemente un día haya consenso en llamar la mayor y más costosa confusión de la historia.

Allí se dice: "El sistema de apropiación capitalista que brota del régimen capitalista de producción, y por tanto, la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual, basada en el propio trabajo. Pero la producción capitalista engendra, con la fuerza inexorable de un proceso natural, su propia negación. Es la negación de la negación. Esta no restaura la propiedad privada ya destruida, sino una propiedad individual que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad individual basada en la cooperación y la posesión colectiva de la tierra y los medios de producción producidos por el propio trabajo" .

Se han resaltado con intención las tres formas de propiedad que menciona el párrafo. En el se utiliza la "Ley de la negación de la negación", la cual da solución al conflicto social en obligada interacción con las otras dos famosas leyes de la dialéctica. En este caso, el conflicto representado por la lucha interna, antagónica y fundamental en la sociedad capitalista entre sus contrarios dialécticos: el proletariado desposeído y sus explotadores ("Ley de la unidad y lucha de contrarios"). Pero el proceso de desarrollo de esta solución lo explica la "Ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos", dado por la conversión, por voluntad política, de la propiedad privada multiplicada que caracteriza al capitalismo, en una sola agrupación cualitativamente nueva de productores que entraña también un proceso único de producción social.

La "Ley de la negación de la negación" se expresa aquí en que la afirmación que la compone, que no es más que la propiedad privada individual, o sea, la del productor por cuenta propia, es negada en primera instancia por la negación, que está referida a la más productiva con respecto a aquella, propiedad privada capitalista, la cual genera la explotación de los obreros, que a su vez es negada por la negación de la negación, la solución que Marx representa en la superior "propiedad individual" y que en la concepción dialéctica, en un plano más elevado, conserva rasgos de ambos estadios precedentes.

La afirmación, negación y negación de la negación, corresponden, respectivamente, a la tesis, antítesis y síntesis de la célebre Tríada del Desarrollo, que viene de los filósofos griegos y que perfeccionó la dialéctica de Hegel, puesta "al derecho" a su vez por Marx. Para Hegel el Estado era lo máximo. Para Marx no.

En el contexto de la solución tratada, no es difícil deducir que la denominada científicamente "propiedad individual" marxista - ya extirpado lo privado en lo que se refiere al aislamiento del productor por cuenta propia y a la explotación capitalista - equivale a ser todos dueños, a la propiedad social, común, colectiva, como le llamó otras veces. También se iguala a la propiedad estatal mientras haga falta el Estado.

En obras posteriores a "El Capital" siguió su línea de pensamiento en este sentido. Escribió, por ejemplo, que una "corporación de trabajo" era lo que negaría al Estado burgués. Explicó que "sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista" .

Expresiones más o menos, hasta aquí llegó Marx en cuanto al contenido del concepto de la propiedad social. Su idea de integración, de unión, siguiendo la tendencia a la concentración de los medios de producción que caracteriza desde siempre al capitalismo, dejó la pista de que todo lo importante que ocurre en materia organizativa en los sistemas productivos únicos de las grandes corporaciones capitalistas, no puede ser ajeno a la abierta ciencia marxista. Tan abierta como la Física o la Química.

En ese ambiente corporativo fue que insertó las cooperativas, resaltando las agrícolas avanzadas e industriales que surgieron en el capitalismo. Distintas manifestaciones hay en su obra sobre este particular y sobre el de lograr la libertad debida en esa base cooperativa.

Es de señalar que en aquel entonces no existía el termino conglomerado para definir la moderna agrupación de corporaciones.

Con posterioridad a la muerte de los clásicos del marxismo, específicamente en la segunda mitad del siglo XX, ocurren dos grandes revoluciones en la administración de las corporaciones capitalistas, debido a que otorgan una alta independencia a sus niveles inferiores: la Dirección por Objetivos y la Reingeniería de Procesos. La teoría socialista, detenida en sus progenitores a pesar de lo que ellos mismos fundamentaron, no heredó más nada del régimen precedente en materia de organización económica.

La Dirección por Objetivos había surgido en la década de los años cincuenta por la imperiosa necesidad de descongestionar el trabajo de los máximos directivos y descentralizar así las decisiones en los procesos productivos de las corporaciones. El principio inicial era sencillo: dominar los objetivos de la organización e independizar la forma de llevarlos a la práctica.

La Reingeniería de Procesos, idea nacida de las pocas compañías inconformes en los años 80', aprovecha los conocimientos y las tecnologías acumuladas requiriéndose, debido a ello, de menos personas, aunque más capacitadas, al asimilarse procesos reunificados y coherentes, en vez de continuar con la vieja práctica descubierta por Adam Smith de dividir el trabajo industrial en las tareas más simples y básicas. De tal forma, se hacen obsoletos departamentos, grupos, divisiones, con lo cual se aplanan las estructuras corporativas. Su pregunta fundamental ¿Por qué estamos haciendo esto?, busca repensar todo el desempeño empresarial para hacer más rápido, mejor y a menos costo lo que se hace y dar así respuestas efectivas a un cliente cada vez más exigente, así como a la competencia y al cambio permanente. Sin embargo, la carencia de soluciones laborales para los que quedan desplazados ha desacreditado dicha práctica.

De cualquier forma, la necesidad competitiva indujo a un mayor protagonismo de los obreros y empleados de las corporaciones capitalistas.

Marx no pudo prever estos acontecimientos concretos, pero las herramientas derivadas de ellos no sólo son metodológicamente compatibles con el marxismo, sino que sus resultados participativos también.

A mi juicio es deducible, sin entrar ahora en demasiados detalles, que la visión que tendría hoy Marx sobre el contenido del concepto de propiedad social es la de un conglomerado de corporaciones integradas por empresas cooperativas, donde estén plenamente aplicados los posteriores aportes organizativos de las corporaciones que ya fueron mencionados. Sería un sistema productivo único que la sociedad entregaría en arriendo o alquiler, al menos durante el período de transición, con el adecuado control, a sus productores debidamente descentralizados.

Esa visión no sería alcanzable de inmediato en todas las ramas desde una perspectiva como la cubana, pero puede servir de brújula o de guía para la acción estratégica a su sistema empresarial estatal en proceso de perfeccionamiento y al de otros países que construyen el Socialismo. La necesidad de ser pacientes está no solo en que esta concepción requiere de asimilación, maduración y consenso, sino en que otras formas de propiedad son tácticamente necesarias durante un indeterminado período histórico, lo cual es el hecho fundamental que justifica la existencia del Estado con sus ministerios y entidades.

Es por ello que, desde la perspectiva de una economía en desarrollo, el Estado existirá por largo tiempo, pero la fortaleza de un Estado no está ligada con sus grandes dimensiones, sino con el nivel de su organización. Muchos ministerios no significan más control, la realidad lo demuestra. El mayor control lo ofrece el que los colectivos de productores entren en un nuevo sistema donde, dejando de ser asalariados, vivan realmente de lo que producen y venden. El conglomerado mencionado, que crecería a cuentas de la reducción paulatina del Estado, brindaría esa posibilidad.

La diferencia fundamental con el capitalismo en este decisivo campo es que, aunque las funciones estatales estarían separadas de las empresariales, como allí, las empresas socialistas disfrutarían de esa fuerza inédita que da la unión corporativa cooperativizada y descentralizada, fuerza a mi juicio imprescindible en lo que respecta a crear las condiciones necesarias para la competitividad del sistema empresarial socialista, sostén de las aspiraciones sociales y solidarias de esta ideología.

Puede comprenderse que la solución al problema planteado en relación con el concepto de propiedad social es imprescindible para la propia viabilidad del socialismo y, en consecuencia, para disponer de una alternativa real al neoliberalismo.


Bibliografía:

(1) Engels Federico (1973): "Contribución al problema de la vivienda", en Obras Escogidas en tres tomos, tomo II, Edit. Progreso, Moscú.
(2) Marx Carlos (1973): "El Capital", tomo I, Edit. de Ciencias Sociales, La Habana.
(3) Marx Carlos (sin fecha): "La guerra civil en Francia", Obras Escogidas en un tomo, Edit.
Progreso, Moscú.


Publicado en la Revista Cubana de Ciencias Sociales, Num.32, 2001
Luis Marcelo Yera
Investigador Auxiliar
Instituto Nacional de Investigaciones Económicas
     
   
   
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