Palestina


* Ilan Pappe es israelí y profesor de Historia de la Universidad de Haifa. Este artículo está basado en su conferencia presentada por él mismo en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres el 16 de septiembre de 2002. Título original de este texto "La Nakba de 1948 y los intentos del sionismo para completarla".

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Palestina


De la 'Nakba' de 1948 al 'transfer' de 2003: culminar el proyecto sionista aprovechando la guerra contra Iraq

Ilan Pappe*

Between The Lines, octubre de 2002
Traducción: Loles Oliván, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

"La Intifada, y ciertamente, por encima de todo, la próxima guerra contra Iraq, han producido en la mente de los israelíes -de todos los sectores, no solo dentro de los círculos de la derecha- la idea de que 'hemos alcanzado de nuevo otra conjunción fortuita de la historia en la que se han desarrollado las condiciones revolucionarias para resolver la cuestión palestina de una vez por todas'.Esta nueva afirmación se expresa en Israel: el discurso del transfer y la expulsión que habían sido utilizados por la extrema derecha, es en la actualidad el referente del centro. Académicos reconocidos hablan y escriben sobre ello; los políticos del centro lo predican, y los oficiales del ejército están muy contentos de insinuar en entrevistas que con seguridad, si comienza una guerra contra Iraq, el transfer deberá formar parte de la agenda".

He venido aquí para presentar la historia completa de la expulsión y la limpieza étnica de los palestinos en 1948 y su relevancia para la agenda presente y futura de la paz en Palestina.

Para los israelíes, 1948 es un año en que tuvieron lugar dos acontecimientos que se contradicen: por un lado, tener un Estado o alcanzar un sueño de retorno a la tierra después de lo que ellos contemplaban como 2000 años de exilio, representó el climax de las de las aspiraciones judías. En otras palabras, se consideró como un suceso milagroso al que solo podían asociarse adjetivos positivos y del que solo se podía hablar y recordar como un acontecimiento eufórico. Por otro lado, representó el peor capítulo de la historia judía. En 1948, lo judíos hicieron en Palestina lo que no habían hecho en ningún lugar durante los 2000 años anteriores. El momento más perverso y el más glorioso confluyó en uno. Lo que hizo la memoria colectiva israelí fue borrar un lado de la historia para coexistir o vivir solo con el capítulo glorioso. Se trató de un mecanismo para resolver una tensión imposible entre dos memorias colectivas.

Como mucha gente que vive ahora en Israel vivía allí durante 1948, esto no es un recuerdo distante. No se trata del genocidio de los nativos americanos en EEUU. La gente sabe exactamente lo que hicieron y saben lo que los otros hicieron. No obstante, consiguieron borrarlo totalmente de sus propias memorias mientras luchaban rigurosamente contra cualquiera que intentase, dentro y fuera de Israel, presentar la otra parte de la historia de 1948, la desagradable. Si se examinan los libros de texto israelíes, los contenidos académicos y el discurso político, puede verse cómo este capítulo de la historia judía -el capítulo de la expulsión, la colonización, las masacres, las violaciones y la quema de pueblos- está absolutamente ausente. No existe. Se ha reemplazado por un capítulo de heroísmo, de gloriosas campañas e historias asombrosas sobre el coraje moral y la superioridad inauditas en cualquier historia de la liberación de los pueblos del siglo XX. Así que cuando habla de limpieza étnica en la Palestina de 1948, debemos recordar no solo que los términos de "limpieza étnica" y "expulsión" son ajenos totalmente a la comunidad y a la sociedad de las que procedo y en las que crecí, sino que la historia real de este capítulo ha sido, bien distorsionada en el recuerdo de la gente, o está totalmente ausente.

La estrategia sionista: asentamiento y expulsión

Ahora, cuando se empiezan a leer los diarios de los dirigentes del Sionismo y se conocen sus ideologías y sus tendencias ideológicas desde la concepción del movimiento a finales del siglo XIX, uno se da cuenta de que desde el comienzo existió la comprensión de que las aspiraciones de un Estado judío en Palestina contradecían el hecho de que una población indígena había estado viviendo en la tierra de Palestina durante miles de años y que sus aspiraciones contradecían el esquema sionista para el país y para su gente. Los padres fundadores del Sionismo conocían la presencia de una sociedad y una cultura locales incluso antes de que los primeros colonos llegasen a Palestina.

Con el fin de cambiar esa realidad en Palestina y de imponer la interpretación sionista en la realidad local, se utilizaron dos medios: la desposesión de la población indígena de la tierra y la repoblación con recién llegados, es decir, asentamientos y expulsión. El esfuerzo colonizador se llevó adelante con un movimiento que todavía no había alcanzado legitimidad regional ni internacional y por ello, tuvo que comprar tierras y crear enclaves entre la población indígena. El Imperio británico resultó de gran ayuda para convertir hacer realidad este esquema. No obstante, desde el comienzo de la estrategia sionista, los dirigentes del Sionismo sabían que el asentamiento constituía un proceso muy largo y acompasado que podría no ser suficiente para cambiar la realidad sobre el terreno e imponer la interpretación propia. Por ello, se requería de algo más poderoso. David Ben Gurion, el líder de la comunidad judía en los años 30 y más tarde el primer presidente de Israel, mencionó en más de una ocasión que para ello -para imponer la interpretación propia sobre el terreno- se requería lo que él denominaba "condiciones revolucionarias". Se refería a una situación de guerra -una situación de cambio de gobierno, una zona crepuscular entre una vieja era y el comienzo de una nueva. No sorprende leer hoy en día en la prensa israelí que Ariel Sharon piensa que él es el nuevo Ben Gurion que está a punto de conducir a su pueblo a otro nuevo momento revolucionario -la guerra contra Iraq- en el que la expulsión, y no la solución política, puede ser utilizada, de hecho para completar más aún el proceso comenzado en 1882 de desarabizar Palestina y judaizarla.

Hacia el final del Mandato británico se dio la necesidad de convertir esas ideas más teóricas y abstractas en un plan concreto. Yo he estado escribiendo sobre 1948 desde 1980, y la mayor parte de ese tiempo lo he dedicado a la cuestión de si hubo o no hubo un plan maestro sionista para expulsar a los palestinos de 1948. Me he dado cuenta, sobre todo como consecuencia de lo que he visto en los dos últimos años, que ese no era el camino correcto: ni para la investigación académica ni para la investigación ideológica más popular de lo que pasó en el pasado. Mucho más importante para la limpieza étnica es la formulación de una comunidad ideológica en la que cada miembro, sea un recién llegado o un veterano, sepa con absoluta claridad que tiene que contribuir a una fórmula reconocida: la única manera de realizar el sueño del Sionismo es vaciar la tierra de su población indígena.

Adoctrinamiento ideológico tras al-Nakba [1]

Los planes no son el componente más importante para prepararnos para ese momento coyuntural o para la planificación de cómo hacer práctica la idea de la expulsión. Se necesita algo más: se necesita una atmósfera, se necesita gente que esté adoctrinada, se necesitan mandos en cada eslabón de la cadena de mando que deben saber qué hacer incluso aunque no tengan ordenes explícitas llegado el momento. La mayor parte de los preparativos antes de la guerra de 1948 tuvieron menos que ver con un plan (aunque yo creo que existió un plan). Los mandos se dedicaron a recopilar archivos de inteligencia sobre cada aldea palestina para que fueran utilizados por todos los mandos judíos a todos los niveles a fin de conocer lo rica o importante que era cada aldea como unidad militar, etc. Armados con tales servicios de inteligencia, eran conscientes igualmente de lo que el hombre que estaba al frente de la pirámide judía en Palestina, Ben Gurion, y sus colegas, esperaban de ellos. Esos dirigentes únicamente querían saber que cada operación contribuía a la judeización de Palestina y dejaron absolutamente claro que no les importaba cómo se consiguiera.

El plan de expulsión funcionó sin dificultades porque no existió ninguna necesidad de que una cadena sistemática de mando tuviera que comprobar si se estaba aplicando ningún plan. Cualquiera que haya investigado operaciones de limpieza étnica en la segunda mitad del siglo XX sabe que así es exactamente como se consigue la limpieza étnica: creando el tipo de sistemas de educación y de adoctrinamiento que asegure que cada soldado y cada mando, y cada persona bajo su responsabilidad individual, sabe exactamente lo que tiene que hacer cuando se entra en una aldea, incluso aunque no hayan recibido ninguna orden específica para expulsar a sus habitantes.

Solo recientemente, como resultado de la lectura de testimonios no solo de palestinos sino también de soldados israelíes, he visto claramente que el plan, aunque importante por si mismo, palidece en comparación a toda la maquinaria de adoctrinamiento de una comunidad. En 1948, la población de Yishuv, la comunidad sionista anterior a 1948, estaba integrada por poco más de medio millón de personas y antes de 1948 era incluso menor. Aquellos que tuvieron un papel activo en los aspectos militares de su comunidad conocían con precisión lo que tenían que hacer cuando llegase el momento y no solo un momento antes de que se produjese.

Pero se debe recordar que el plan tuvo éxito no solo por el adoctrinamiento ideológico. Se aplicó ante los ojos de NNUU que se había comprometido, desde que su Asamblea General adoptase la Resolución 181, a [que se garantizase] la seguridad y el bienestar de los limpiados. NNUU tenía la obligación de proteger la vida del pueblo palestino que supuestamente iba a vivir en la zona asignada al Estado judío (que iba a comprender casi la mitad de la población del futuro Estado). De los 900.000 palestinos que vivían tanto en esa zona como en otras áreas del Estado árabe designado [por NNUU] y ocupadas por Israel, solo permanecieron 100.000. Durante un periodo de tiempo muy breve en que NNUU era todavía responsable de Palestina, tuvo lugar una operación de expulsión masiva.

Aunque muchos de nosotros hayamos trabajado como historiadores profesionales sobre esta cuestión, las historias más horribles de 1948 todavía se tienen que contar. No hemos hablado de las violaciones. No hemos hablado de las más de 30 ó 40 masacres que la historiografía popular menciona. No hemos decidido aún cómo definir el asesinato sistemático de individuos que tuvo lugar en cada aldea para crear el pánico que debía producir el éxodo. ¿Constituye esto una masacre cuando se repite sistemáticamente en cada aldea o no? Es bastante posible que algunos capítulos de la historia no sean jamás revelados y que muchos de ellos no dependan de archivos sino de la memoria de la gente que estamos perdiendo cada día como un testigo vital. No existieron órdenes específicas por escrito, solo una atmósfera que tiene que ser reconstruida. Un reflejo de esa atmósfera se puede encontrar en las estanterías de casi todas las casas de Israel, en los libros oficiales que glorifican al ejército israelí por sus acciones en 1948. Si sabemos cómo leerlos veremos cómo los palestinos fueron deshumanizados has tal grado que podríamos fiarnos de las tropas y de que sabían lo que tenían que hacer.

El juego de EEUU: reducir Palestina física y moralmente

Noam Chomsky acertó en su análisis de que Palestina /Israel y Oriente Medio en su conjunto estaban jugando con ansias el juego de EEUU desde que decidió ejercer un papel activo en el proceso de paz, a comienzos de 1969 con el Plan Rogers y después con las iniciativas de Kissinger. Siempre desde entonces, la agenda de la paz ha sido un juego de EEUU. Los estadounidenses inventaron el concepto de proceso de paz por el cual el proceso es más importante que la paz. EEUU tiene intereses contradictorios en Oriente Medio que incluyen la protección de ciertos regímenes en la zona para preservar los intereses estadounidenses (y ello impone el pago de un interés a la causa palestina), mientras que tiene también un compromiso con Israel. Para no verse enfrentado a esas dos agendas contradictorias, es mejor tener un proceso en marcha que no sea la guerra ni la paz sino algo que podemos describir como "un genuino esfuerzo estadounidense para reconciliar a las dos partes, y Dios no quiera que esa reconciliación se produzca".
Jugamos a este juego no solo porque los estadounidenses lo han inventado sino porque la substitución de la paz por un "proceso de paz" se ha convertido en la principal estrategia del campo de la paz israelí. Cuando el campo de la paz de la parte más fuerte en la balanza del poder local acepta esta interpretación, entonces todo el mundo lo sigue a su conveniencia.

Tal proceso -que puede y debe mantenerse permanentemente- preparado por la única superpotencia, respaldado por el campo de la paz de la parte más fuerte del conflicto se presenta como paz. Una de las mejores maneras de salvaguardar el proceso de que tenga éxito es evadir todas las cuestiones pendientes del corazón del problema. De tal modo fue posible borrar los sucesos de 1948 de la agenda de la paz y enfocarla a lo sucedido en 1967. El concepto de "territorios por paz" se inventó al mismo tiempo en Tel Aviv, en Londres, en París y en Nueva York mediante la Resolución 242. Significa una variable muy concreta de hecho, aproximadamente un 20% de Palestina, mientras que suprime el 80% restante de la fórmula y lo yuxtapone contra la paz, que es, en realidad, el eterno proceso de paz. Un proceso que no pretende proporcionar una solución, mucho menos la reconciliación. A cambio de un proceso de paz, se permitirá a los palestinos hablar sobre -y quizá gradualmente construir- algo parecido a una entidad política en el 20% de Palestina.

En 1988 [después de que el Consejo Nacional Palestino aceptase la Resolución 242 en su reunión de Argelia] y en 1993 [firma de los Acuerdos de Oslo], incluso la dirección palestina se sumó a ese juego. No es de extrañar, pues, que tras Oslo, quienes elaboran la política de EEUU percibieran que la jugada era redonda. Tenían a los dirigentes palestinos e israelíes aceptando el nombre del juego de EEUU. Ese fue el comienzo del proceso que culminó con "la oferta israelí más generosa nunca hecha para la paz" en la cumbre de Camp David en el verano de 2000. Si este proceso hubiera tenido éxito, la historia habría sido testigo no solo de la expulsión de los palestinos de sus hogares en 1948, sino de la erradicación de nuestra memoria colectiva de los refugiados, de la minoría palestina de Israel y, quizá, incluso, de Palestina.
Fue un proceso de eliminación que tuvo éxito hasta cierto punto si no hubiera sido por el segundo levantamiento. Me pregunto qué habría pasado si la segunda Intifada no hubiera estallado. Si el liderazgo palestino hubiera seguido tomando parte en la estratagema de reducir Palestina física y moralmente, si hubiera tenido éxito. La segunda Intifada trata de paralizar esto. Que lo consiga o no, no lo sabemos.

La agenda de pacifistas a la sombra del transfer [2]

Nuestro problema como activistas por la paz es que cualquier presión coordinada sobre Israel para que paralice sus planes pueden conducir a los israelíes, de un modo absurdo, a acelerar sus planes de aniquilar Palestina; principalmente a percibir que las circunstancias revolucionarias han llegado. Este es mi mayor temor con la segunda Intifada. La respaldo por completo y la valoro como un movimiento popular determinado a paralizar un proceso de paz que habría destruido Palestina de una vez por todas. La Intifada, y ciertamente, por encima de todo, la próxima guerra contra Iraq, han producido en la mente de los israelíes -de todos los sectores, no solo dentro de los círculos de la derecha- la idea de que "hemos alcanzado de nuevo otra conjunción fortuita de la historia en la que se han desarrollado las condiciones revolucionarias para resolver la cuestión palestina de una vez por todas".Esta nueva afirmación se expresa en Israel: el discurso del transfer y la expulsión que habían sido utilizados por la extrema derecha , es en la actualidad el referente del centro. Académicos reconocidos hablan y escriben sobre ello; los políticos del centro lo predican, y los oficiales del ejército están muy contentos de insinuar en entrevistas que con seguridad, si comienza una guerra contra Iraq, el transfer deberá formar parte de la agenda.

Esto me permite representar lo que creo que son tres agendas de paz para cualquiera que esté comprometido en el apoyo a la construcción de la paz en Israel y Palestina, de otro modo, perderemos el tren, por decirlo de algún modo.
La primera agenda es la más urgente: debemos considerar muy seriamente el peligro de que se repita la limpieza étnica de 1948. Esto significa que cuando vinculo directamente -y no indirectamente- la guerra contra Iraq con la posibilidad de otra al-Nakba, no se trata de una paranoia.

Tómenlo seriamente, créanme. Existe por parte de los dirigentes de Israel una conceptualización de la situación muy seria por la que se dicen a si mismos: "tenemos carta blanca de los estadounidenses. EEUU no solo nos permitirá aniquilar Palestina de una vez por todas; incluso nos ayudarán a crear la ventana de la oportunidad para ejecutar nuestro esquema. Seremos condenados por el mundo pero eso durará poco y al final se olvidará. Esta es una oportunidad extraordinaria para solucionar el problema".

La segunda agenda es inmediata y es acabar con la ocupación. Tenemos que tener mucho cuidado en adoptar los discursos de EEUU, de Paz Ahora de Israel y, siento decirlo, de la Autoridad Palestina, sobre la solución de dos Estados.

Porque la solución de dos Estados actualmente no es el fin de la ocupación sino su continuación de diferente manera. Significa el fin del conflicto sin solucionar el problema de los refugiados y el abandono total de la minoría palestina de Israel. Quienquiera que no haya entendido esto después de los Acuerdos de Oslo tiene un problema de comprensión y de interpretación de la realidad. Tenemos que asegurarnos de que la idea de la paz no sea secuestrada por gente que busca vías indirectas para continuar la situación presente en Palestina. Ello no es fácil porque los medios de comunicación occidentales ya han adoptado en su vocabulario fundamental que cualquiera que quiera que quiera presentarse a si mismo como un árbitro o como defensor de la paz, tiene que referirse a una solución de dos Estados.

Solo cuando termine la ocupación podremos hablar de lo que ello supone. Entonces será posible discutir sobre la mejor estructura política que se requiere para prevenir una reocupación de Cisjordania y de la Franja de Gaza. Pero debe quedar claro que la estructura política requerida para acabar con el conflicto será diferente. Tendrá que ser una estructura que nos permita acabar con la categoría de refugiado y con la política de apartheid contra los palestinos del interior de Israel. Tenemos que asegurarnos de no caer en el mismo saco en el que Yaser Arafat se encontró a si mismo en Camp David, cuando se le pidió que equiparara el fin de la ocupación (cuando ni siquiera se trataba del fin de la ocupación) con el fin del conflicto.

Finalmente, y esta es nuestra tercera agenda, tenemos que seguir pensando cómo idear planes concretos para hacer posible el Derecho al Retorno y para hacer posible el fin de la discriminación contra los palestinos en Israel. Esos son los dos pilares de una solución global y tienen que ser especificados. Creo que está bastante claro que todavía no hemos realizado ese trabajo: estamos todavía atrapados en los lemas de los años 60 de un estado laico y democrático. Esos lemas tienen que ser actualizados conforme a la realidad actual. Lo que significaba en los años 60 Estado laico y democrático no debe absolvernos de estrategias a más largo plazo. Lo que la gente necesita escuchar de nosotros son planes concretos, incluso aunque suenen a utopías dada la situación sobre el terreno. Se trata de un cometido delicado que permita no solo crear una cultura política y una estructura que rectifique lo funesto del pasado y evite otra catástrofe, sino que, igualmente, no cause otro mal o que no reemplace un mal por uno nuevo. No estamos llamando a la expulsión de los judíos. Lo que realmente queremos es el Derecho al Retorno. Lo que realmente queremos es la igualdad de derechos para los ciudadanos palestinos.

Creo que muchos de los que pensamos en los términos a largo plazo nos gustaría ver un Estado o una estructura política que contenga un Estado. Pero no podemos diseminar estas ideas ofreciendo simplemente destellos, pepitas de oro o lemas. Es necesario una muy seria y detallada presentación de tal solución para convencer a la gente de que es viable.

Para acabar, quisiera volver al punto por el que comencé. En la memoria colectiva de los israelíes existen dos 1948: uno está totalmente borrado y otro está totalmente glorificado. Pero existe una generación joven en Israel -y he tenido muchas oportunidades de reunirme con audiencias jóvenes- que pueden probar que disponen de un potencial para mirar de forma distinta la realidad y el futuro. El hecho de que existan generaciones de gente joven dispuestas básicamente a escuchar los principios universales, proporciona la oportunidad para romper el espejo y mostrarles lo que realmente ocurrió en 1948 y lo que está ocurriendo en la actualidad. Creo que al final deberíamos encontrar compañeros, incluso para nuestros sueños más difíciles, sobre como debería ser la solución.
El problema, por supuesto, es que mientras nosotros lo hacemos -educamos, difundimos información- el gobierno de Israel está preparando una rápida operación sangrienta. Si tiene éxito, hasta nuestros mejores sueños y energías se habrán arruinado.


Notas:

1. Al-Nakba, en árabe El Desastre, es el término con el que los árabes designan la proclamación del Estado de Israel en 1948 y todas las prácticas sionistas de aniquilación y expulsión palestinos asociadas al mismo. Véase al respecto en CSCAweb: Refugiados palestinos: El desalojo sionista
2. Transfer es el término inglés que el sionismo utiliza para designar la política de desalojo forzoso de la población palestina de sus hogares y de sus tierras mediante la expulsión directa o mediante la presión sistemática (militar, administrativa y económica) bajo la ocupación.



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