De la 'Nakba' de 1948 al 'transfer'
de 2003: culminar el proyecto sionista aprovechando la guerra
contra Iraq
Ilan Pappe*
Between The Lines, octubre de 2002
Traducción: Loles Oliván, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"La Intifada, y ciertamente,
por encima de todo, la próxima guerra contra Iraq, han
producido en la mente de los israelíes -de todos los sectores,
no solo dentro de los círculos de la derecha- la idea
de que 'hemos alcanzado de nuevo otra conjunción fortuita
de la historia en la que se han desarrollado las condiciones
revolucionarias para resolver la cuestión palestina de
una vez por todas'.Esta nueva afirmación se expresa en
Israel: el discurso del transfer y la expulsión
que habían sido utilizados por la extrema derecha, es
en la actualidad el referente del centro. Académicos reconocidos
hablan y escriben sobre ello; los políticos del centro
lo predican, y los oficiales del ejército están
muy contentos de insinuar en entrevistas que con seguridad, si
comienza una guerra contra Iraq, el transfer deberá
formar parte de la agenda".
He venido aquí para presentar la historia completa
de la expulsión y la limpieza étnica de los palestinos
en 1948 y su relevancia para la agenda presente y futura de la
paz en Palestina.
Para los israelíes, 1948 es un año en que tuvieron
lugar dos acontecimientos que se contradicen: por un lado, tener
un Estado o alcanzar un sueño de retorno a la tierra después
de lo que ellos contemplaban como 2000 años de exilio,
representó el climax de las de las aspiraciones
judías. En otras palabras, se consideró como un
suceso milagroso al que solo podían asociarse adjetivos
positivos y del que solo se podía hablar y recordar como
un acontecimiento eufórico. Por otro lado, representó
el peor capítulo de la historia judía. En 1948,
lo judíos hicieron en Palestina lo que no habían
hecho en ningún lugar durante los 2000 años anteriores.
El momento más perverso y el más glorioso confluyó
en uno. Lo que hizo la memoria colectiva israelí fue borrar
un lado de la historia para coexistir o vivir solo con el capítulo
glorioso. Se trató de un mecanismo para resolver una tensión
imposible entre dos memorias colectivas.
Como mucha gente que vive ahora en Israel vivía allí
durante 1948, esto no es un recuerdo distante. No se trata del
genocidio de los nativos americanos en EEUU. La gente sabe exactamente
lo que hicieron y saben lo que los otros hicieron. No obstante,
consiguieron borrarlo totalmente de sus propias memorias mientras
luchaban rigurosamente contra cualquiera que intentase, dentro
y fuera de Israel, presentar la otra parte de la historia de
1948, la desagradable. Si se examinan los libros de texto israelíes,
los contenidos académicos y el discurso político,
puede verse cómo este capítulo de la historia judía
-el capítulo de la expulsión, la colonización,
las masacres, las violaciones y la quema de pueblos- está
absolutamente ausente. No existe. Se ha reemplazado por un capítulo
de heroísmo, de gloriosas campañas e historias
asombrosas sobre el coraje moral y la superioridad inauditas
en cualquier historia de la liberación de los pueblos
del siglo XX. Así que cuando habla de limpieza étnica
en la Palestina de 1948, debemos recordar no solo que los términos
de "limpieza étnica" y "expulsión"
son ajenos totalmente a la comunidad y a la sociedad de las que
procedo y en las que crecí, sino que la historia real
de este capítulo ha sido, bien distorsionada en el recuerdo
de la gente, o está totalmente ausente.
La estrategia sionista: asentamiento
y expulsión
Ahora, cuando se empiezan a leer los diarios de los dirigentes
del Sionismo y se conocen sus ideologías y sus tendencias
ideológicas desde la concepción del movimiento
a finales del siglo XIX, uno se da cuenta de que desde el comienzo
existió la comprensión de que las aspiraciones
de un Estado judío en Palestina contradecían el
hecho de que una población indígena había
estado viviendo en la tierra de Palestina durante miles de años
y que sus aspiraciones contradecían el esquema sionista
para el país y para su gente. Los padres fundadores del
Sionismo conocían la presencia de una sociedad y una cultura
locales incluso antes de que los primeros colonos llegasen a
Palestina.
Con el fin de cambiar esa realidad en Palestina y de imponer
la interpretación sionista en la realidad local, se utilizaron
dos medios: la desposesión de la población indígena
de la tierra y la repoblación con recién llegados,
es decir, asentamientos y expulsión. El esfuerzo colonizador
se llevó adelante con un movimiento que todavía
no había alcanzado legitimidad regional ni internacional
y por ello, tuvo que comprar tierras y crear enclaves entre la
población indígena. El Imperio británico
resultó de gran ayuda para convertir hacer realidad este
esquema. No obstante, desde el comienzo de la estrategia sionista,
los dirigentes del Sionismo sabían que el asentamiento
constituía un proceso muy largo y acompasado que podría
no ser suficiente para cambiar la realidad sobre el terreno e
imponer la interpretación propia. Por ello, se requería
de algo más poderoso. David Ben Gurion, el líder
de la comunidad judía en los años 30 y más
tarde el primer presidente de Israel, mencionó en más
de una ocasión que para ello -para imponer la interpretación
propia sobre el terreno- se requería lo que él
denominaba "condiciones revolucionarias". Se refería
a una situación de guerra -una situación de cambio
de gobierno, una zona crepuscular entre una vieja era y el comienzo
de una nueva. No sorprende leer hoy en día en la prensa
israelí que Ariel Sharon piensa que él es el nuevo
Ben Gurion que está a punto de conducir a su pueblo a
otro nuevo momento revolucionario -la guerra contra Iraq- en
el que la expulsión, y no la solución política,
puede ser utilizada, de hecho para completar más aún
el proceso comenzado en 1882 de desarabizar Palestina
y judaizarla.
Hacia el final del Mandato británico se dio la necesidad
de convertir esas ideas más teóricas y abstractas
en un plan concreto. Yo he estado escribiendo sobre 1948 desde
1980, y la mayor parte de ese tiempo lo he dedicado a la cuestión
de si hubo o no hubo un plan maestro sionista para expulsar a
los palestinos de 1948. Me he dado cuenta, sobre todo como consecuencia
de lo que he visto en los dos últimos años, que
ese no era el camino correcto: ni para la investigación
académica ni para la investigación ideológica
más popular de lo que pasó en el pasado. Mucho
más importante para la limpieza étnica es la formulación
de una comunidad ideológica en la que cada miembro, sea
un recién llegado o un veterano, sepa con absoluta claridad
que tiene que contribuir a una fórmula reconocida: la
única manera de realizar el sueño del Sionismo
es vaciar la tierra de su población indígena.
Adoctrinamiento ideológico
tras al-Nakba [1]
Los planes no son el componente más importante para
prepararnos para ese momento coyuntural o para la planificación
de cómo hacer práctica la idea de la expulsión.
Se necesita algo más: se necesita una atmósfera,
se necesita gente que esté adoctrinada, se necesitan mandos
en cada eslabón de la cadena de mando que deben saber
qué hacer incluso aunque no tengan ordenes explícitas
llegado el momento. La mayor parte de los preparativos antes
de la guerra de 1948 tuvieron menos que ver con un plan (aunque
yo creo que existió un plan). Los mandos se dedicaron
a recopilar archivos de inteligencia sobre cada aldea palestina
para que fueran utilizados por todos los mandos judíos
a todos los niveles a fin de conocer lo rica o importante que
era cada aldea como unidad militar, etc. Armados con tales servicios
de inteligencia, eran conscientes igualmente de lo que el hombre
que estaba al frente de la pirámide judía en Palestina,
Ben Gurion, y sus colegas, esperaban de ellos. Esos dirigentes
únicamente querían saber que cada operación
contribuía a la judeización de Palestina
y dejaron absolutamente claro que no les importaba cómo
se consiguiera.
El plan de expulsión funcionó sin dificultades
porque no existió ninguna necesidad de que una cadena
sistemática de mando tuviera que comprobar si se estaba
aplicando ningún plan. Cualquiera que haya investigado
operaciones de limpieza étnica en la segunda mitad del
siglo XX sabe que así es exactamente como se consigue
la limpieza étnica: creando el tipo de sistemas de educación
y de adoctrinamiento que asegure que cada soldado y cada mando,
y cada persona bajo su responsabilidad individual, sabe exactamente
lo que tiene que hacer cuando se entra en una aldea, incluso
aunque no hayan recibido ninguna orden específica para
expulsar a sus habitantes.
Solo recientemente, como resultado de la lectura de testimonios
no solo de palestinos sino también de soldados israelíes,
he visto claramente que el plan, aunque importante por si mismo,
palidece en comparación a toda la maquinaria de adoctrinamiento
de una comunidad. En 1948, la población de Yishuv, la
comunidad sionista anterior a 1948, estaba integrada por poco
más de medio millón de personas y antes de 1948
era incluso menor. Aquellos que tuvieron un papel activo en los
aspectos militares de su comunidad conocían con precisión
lo que tenían que hacer cuando llegase el momento y no
solo un momento antes de que se produjese.
Pero se debe recordar que el plan tuvo éxito no solo
por el adoctrinamiento ideológico. Se aplicó ante
los ojos de NNUU que se había comprometido, desde que
su Asamblea General adoptase la Resolución 181, a [que
se garantizase] la seguridad y el bienestar de los limpiados.
NNUU tenía la obligación de proteger la vida del
pueblo palestino que supuestamente iba a vivir en la zona asignada
al Estado judío (que iba a comprender casi la mitad de
la población del futuro Estado). De los 900.000 palestinos
que vivían tanto en esa zona como en otras áreas
del Estado árabe designado [por NNUU] y ocupadas por Israel,
solo permanecieron 100.000. Durante un periodo de tiempo muy
breve en que NNUU era todavía responsable de Palestina,
tuvo lugar una operación de expulsión masiva.
Aunque muchos de nosotros hayamos trabajado como historiadores
profesionales sobre esta cuestión, las historias más
horribles de 1948 todavía se tienen que contar. No hemos
hablado de las violaciones. No hemos hablado de las más
de 30 ó 40 masacres que la historiografía popular
menciona. No hemos decidido aún cómo definir el
asesinato sistemático de individuos que tuvo lugar en
cada aldea para crear el pánico que debía producir
el éxodo. ¿Constituye esto una masacre cuando se
repite sistemáticamente en cada aldea o no? Es bastante
posible que algunos capítulos de la historia no sean jamás
revelados y que muchos de ellos no dependan de archivos sino
de la memoria de la gente que estamos perdiendo cada día
como un testigo vital. No existieron órdenes específicas
por escrito, solo una atmósfera que tiene que ser reconstruida.
Un reflejo de esa atmósfera se puede encontrar en las
estanterías de casi todas las casas de Israel, en los
libros oficiales que glorifican al ejército israelí
por sus acciones en 1948. Si sabemos cómo leerlos veremos
cómo los palestinos fueron deshumanizados has tal grado
que podríamos fiarnos de las tropas y de que sabían
lo que tenían que hacer.
El juego de EEUU: reducir Palestina
física y moralmente
Noam Chomsky acertó en su análisis de que Palestina
/Israel y Oriente Medio en su conjunto estaban jugando con ansias
el juego de EEUU desde que decidió ejercer un papel activo
en el proceso de paz, a comienzos de 1969 con el Plan Rogers
y después con las iniciativas de Kissinger. Siempre desde
entonces, la agenda de la paz ha sido un juego de EEUU. Los estadounidenses
inventaron el concepto de proceso de paz por el cual el proceso
es más importante que la paz. EEUU tiene intereses contradictorios
en Oriente Medio que incluyen la protección de ciertos
regímenes en la zona para preservar los intereses estadounidenses
(y ello impone el pago de un interés a la causa
palestina), mientras que tiene también un compromiso con
Israel. Para no verse enfrentado a esas dos agendas contradictorias,
es mejor tener un proceso en marcha que no sea la guerra ni la
paz sino algo que podemos describir como "un genuino esfuerzo
estadounidense para reconciliar a las dos partes, y Dios no
quiera que esa reconciliación se produzca".
Jugamos a este juego no solo porque los estadounidenses lo han
inventado sino porque la substitución de la paz por un
"proceso de paz" se ha convertido en la principal estrategia
del campo de la paz israelí. Cuando el campo de la paz
de la parte más fuerte en la balanza del poder local acepta
esta interpretación, entonces todo el mundo lo sigue a
su conveniencia.
Tal proceso -que puede y debe mantenerse permanentemente-
preparado por la única superpotencia, respaldado por el
campo de la paz de la parte más fuerte del conflicto se
presenta como paz. Una de las mejores maneras de salvaguardar
el proceso de que tenga éxito es evadir todas las cuestiones
pendientes del corazón del problema. De tal modo fue posible
borrar los sucesos de 1948 de la agenda de la paz y enfocarla
a lo sucedido en 1967. El concepto de "territorios por paz"
se inventó al mismo tiempo en Tel Aviv, en Londres, en
París y en Nueva York mediante la Resolución 242.
Significa una variable muy concreta de hecho, aproximadamente
un 20% de Palestina, mientras que suprime el 80% restante de
la fórmula y lo yuxtapone contra la paz, que es,
en realidad, el eterno proceso de paz. Un proceso que no pretende
proporcionar una solución, mucho menos la reconciliación.
A cambio de un proceso de paz, se permitirá a los palestinos
hablar sobre -y quizá gradualmente construir- algo parecido
a una entidad política en el 20% de Palestina.
En 1988 [después de que el Consejo Nacional Palestino
aceptase la Resolución 242 en su reunión de Argelia]
y en 1993 [firma de los Acuerdos de Oslo], incluso la dirección
palestina se sumó a ese juego. No es de extrañar,
pues, que tras Oslo, quienes elaboran la política de EEUU
percibieran que la jugada era redonda. Tenían a los dirigentes
palestinos e israelíes aceptando el nombre del juego de
EEUU. Ese fue el comienzo del proceso que culminó con
"la oferta israelí más generosa nunca hecha
para la paz" en la cumbre de Camp David en el verano de
2000. Si este proceso hubiera tenido éxito, la historia
habría sido testigo no solo de la expulsión de
los palestinos de sus hogares en 1948, sino de la erradicación
de nuestra memoria colectiva de los refugiados, de la minoría
palestina de Israel y, quizá, incluso, de Palestina.
Fue un proceso de eliminación que tuvo éxito hasta
cierto punto si no hubiera sido por el segundo levantamiento.
Me pregunto qué habría pasado si la segunda Intifada
no hubiera estallado. Si el liderazgo palestino hubiera seguido
tomando parte en la estratagema de reducir Palestina física
y moralmente, si hubiera tenido éxito. La segunda Intifada
trata de paralizar esto. Que lo consiga o no, no lo sabemos.
La agenda de pacifistas a la sombra
del transfer [2]
Nuestro problema como activistas por la paz es que cualquier
presión coordinada sobre Israel para que paralice sus
planes pueden conducir a los israelíes, de un modo absurdo,
a acelerar sus planes de aniquilar Palestina; principalmente
a percibir que las circunstancias revolucionarias han llegado.
Este es mi mayor temor con la segunda Intifada. La respaldo por
completo y la valoro como un movimiento popular determinado a
paralizar un proceso de paz que habría destruido Palestina
de una vez por todas. La Intifada, y ciertamente, por encima
de todo, la próxima guerra contra Iraq, han producido
en la mente de los israelíes -de todos los sectores, no
solo dentro de los círculos de la derecha- la idea de
que "hemos alcanzado de nuevo otra conjunción fortuita
de la historia en la que se han desarrollado las condiciones
revolucionarias para resolver la cuestión palestina de
una vez por todas".Esta nueva afirmación se expresa
en Israel: el discurso del transfer y la expulsión
que habían sido utilizados por la extrema derecha , es
en la actualidad el referente del centro. Académicos
reconocidos hablan y escriben sobre ello; los políticos
del centro lo predican, y los oficiales del ejército están
muy contentos de insinuar en entrevistas que con seguridad, si
comienza una guerra contra Iraq, el transfer deberá
formar parte de la agenda.
Esto me permite representar lo que creo que son tres agendas
de paz para cualquiera que esté comprometido en el apoyo
a la construcción de la paz en Israel y Palestina, de
otro modo, perderemos el tren, por decirlo de algún modo.
La primera agenda es la más urgente: debemos considerar
muy seriamente el peligro de que se repita la limpieza étnica
de 1948. Esto significa que cuando vinculo directamente -y no
indirectamente- la guerra contra Iraq con la posibilidad de otra
al-Nakba, no se trata de una paranoia.
Tómenlo seriamente, créanme. Existe por parte
de los dirigentes de Israel una conceptualización de la
situación muy seria por la que se dicen a si mismos: "tenemos
carta blanca de los estadounidenses. EEUU no solo nos permitirá
aniquilar Palestina de una vez por todas; incluso nos ayudarán
a crear la ventana de la oportunidad para ejecutar nuestro esquema.
Seremos condenados por el mundo pero eso durará poco y
al final se olvidará. Esta es una oportunidad extraordinaria
para solucionar el problema".
La segunda agenda es inmediata y es acabar con la ocupación.
Tenemos que tener mucho cuidado en adoptar los discursos de EEUU,
de Paz Ahora de Israel y, siento decirlo, de la Autoridad Palestina,
sobre la solución de dos Estados.
Porque la solución de dos Estados actualmente no es
el fin de la ocupación sino su continuación de
diferente manera. Significa el fin del conflicto sin solucionar
el problema de los refugiados y el abandono total de la minoría
palestina de Israel. Quienquiera que no haya entendido esto después
de los Acuerdos de Oslo tiene un problema de comprensión
y de interpretación de la realidad. Tenemos que asegurarnos
de que la idea de la paz no sea secuestrada por gente que busca
vías indirectas para continuar la situación presente
en Palestina. Ello no es fácil porque los medios de comunicación
occidentales ya han adoptado en su vocabulario fundamental que
cualquiera que quiera que quiera presentarse a si mismo como
un árbitro o como defensor de la paz, tiene que referirse
a una solución de dos Estados.
Solo cuando termine la ocupación podremos hablar de
lo que ello supone. Entonces será posible discutir sobre
la mejor estructura política que se requiere para prevenir
una reocupación de Cisjordania y de la Franja de Gaza.
Pero debe quedar claro que la estructura política requerida
para acabar con el conflicto será diferente. Tendrá
que ser una estructura que nos permita acabar con la categoría
de refugiado y con la política de apartheid contra
los palestinos del interior de Israel. Tenemos que asegurarnos
de no caer en el mismo saco en el que Yaser Arafat se encontró
a si mismo en Camp David, cuando se le pidió que equiparara
el fin de la ocupación (cuando ni siquiera se trataba
del fin de la ocupación) con el fin del conflicto.
Finalmente, y esta es nuestra tercera agenda, tenemos que
seguir pensando cómo idear planes concretos para hacer
posible el Derecho al Retorno y para hacer posible el fin de
la discriminación contra los palestinos en Israel. Esos
son los dos pilares de una solución global y tienen que
ser especificados. Creo que está bastante claro que todavía
no hemos realizado ese trabajo: estamos todavía atrapados
en los lemas de los años 60 de un estado laico y democrático.
Esos lemas tienen que ser actualizados conforme a la realidad
actual. Lo que significaba en los años 60 Estado laico
y democrático no debe absolvernos de estrategias a más
largo plazo. Lo que la gente necesita escuchar de nosotros son
planes concretos, incluso aunque suenen a utopías dada
la situación sobre el terreno. Se trata de un cometido
delicado que permita no solo crear una cultura política
y una estructura que rectifique lo funesto del pasado y evite
otra catástrofe, sino que, igualmente, no cause otro mal
o que no reemplace un mal por uno nuevo. No estamos llamando
a la expulsión de los judíos. Lo que realmente
queremos es el Derecho al Retorno. Lo que realmente queremos
es la igualdad de derechos para los ciudadanos palestinos.
Creo que muchos de los que pensamos en los términos
a largo plazo nos gustaría ver un Estado o una estructura
política que contenga un Estado. Pero no podemos diseminar
estas ideas ofreciendo simplemente destellos, pepitas de oro
o lemas. Es necesario una muy seria y detallada presentación
de tal solución para convencer a la gente de que es viable.
Para acabar, quisiera volver al punto por el que comencé.
En la memoria colectiva de los israelíes existen dos 1948:
uno está totalmente borrado y otro está totalmente
glorificado. Pero existe una generación joven en Israel
-y he tenido muchas oportunidades de reunirme con audiencias
jóvenes- que pueden probar que disponen de un potencial
para mirar de forma distinta la realidad y el futuro. El hecho
de que existan generaciones de gente joven dispuestas básicamente
a escuchar los principios universales, proporciona la oportunidad
para romper el espejo y mostrarles lo que realmente ocurrió
en 1948 y lo que está ocurriendo en la actualidad. Creo
que al final deberíamos encontrar compañeros, incluso
para nuestros sueños más difíciles, sobre
como debería ser la solución.
El problema, por supuesto, es que mientras nosotros lo hacemos
-educamos, difundimos información- el gobierno de Israel
está preparando una rápida operación sangrienta.
Si tiene éxito, hasta nuestros mejores sueños y
energías se habrán arruinado.
Notas:
1. Al-Nakba,
en árabe El Desastre, es el término con el que
los árabes designan la proclamación del Estado
de Israel en 1948 y todas las prácticas sionistas de aniquilación
y expulsión palestinos asociadas al mismo. Véase
al respecto en CSCAweb: Refugiados palestinos:
El desalojo sionista
2. Transfer es el término inglés que el
sionismo utiliza para designar la política de desalojo
forzoso de la población palestina de sus hogares y de
sus tierras mediante la expulsión directa o mediante la
presión sistemática (militar, administrativa y
económica) bajo la ocupación.
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