Paremos la guerra contra Iraq


*Azmi Bishara es palestino, ciudadano israelí y miembro del Parlamento de Israel (Knesset).

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El frente interno

Una reflexión sobre el panarabismo tras la ocupación de Iraq

Azmi Bishara *

7 de mayo de 2003. Al Ahram Weekly, 1 a 7 de mayo de 2003, núm. 636
Traducción: Loles Oliván, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

"El panarabismo seguirá siendo un caparazón vacío a menos que sus defensores hagan frente a las candentes cuestiones políticas, culturales y sociales que existen en las escenas domésticas. De nada sirve que el movimiento nacionalista profese la solidaridad, siquiera con los palestinos, si es incapaz de diferenciarse en sus Estados. A menos que los nacionalistas sean capaces de articular criterios políticos y comprometerse en fructíferas acciones políticas en sus propios países, no se puede esperar de ellos que actúen con madurez al respecto de Iraq, Palestina o de cualquier cuestión panárabe".

Los más grandes cataclismos políticos, como la guerra contra Iraq, generan un sentimiento de lamerse las heridas mezclado con frustración. Las preguntas que [tales hechos] resucitan emergen con regularidad alarmante en nuestra vida política y cultural. ¿Aprenderemos la lección esta vez?, ¿cómo manejaremos la nueva situación?, ¿necesitamos mirar a nuestros problemas desde una nueva perspectiva?

Nosotros es la palabra clave. El eterno debate es, en primer lugar, quiénes somos y qué queremos. Desgraciadamente, nosotros combina muchas contradicciones e incluso elementos que se excluyen entre sí. El término nosotros incluye tanto a los que apoyan a Sadam como a sus adversarios, a los que querían derrocar al presidente iraquí mediante [la invasión de] los estadounidenses y a los que no lo querían en el poder pero no deseaban verlo depuesto por manos extranjeras. Cuando decimos que hablamos en nombre de nuestra nación cometemos un error pues uno no puede suponer que habla en nombre de todo un pueblo y que se ajusta a la verdad. Damos por sentado que hablamos en nombre de una supuesta comunidad cuando sería mejor especificar quiénes somos y qué queremos.

Las tareas del panarabismo

Una de las cosas que el decepcionado movimiento nacionalista -incluida la izquierda en sus diversas manifestaciones- debe hacer es definir la noción de nosotros/nuestro, por no mencionar la necesidad de desarrollar un programa político. La experiencia de la izquierda europea ha sido menos complicada que la de los nacionalistas árabes. Ello es debido a que la izquierda europea no se alió con la Unión Soviética y no vertió una lágrima por el colapso de un represivo régimen de Estado capitalista. Lo que la izquierda europea padeció fue el desencanto ideológico al darse cuenta de que el socialismo nuca ganó excepto en instancias asociadas al sistema capitalista. Eventualmente, unos pocos comprendieron que el problema yace en la dificultad de practicar el socialismo aplicándose según las normas o de manera totalitaria. El verdadero reto de la izquierda es buscar un proceso de crítica y reforma continuas, una búsqueda constante de la justicia, la igualdad y la libertad. Bajo ciertas circunstancias históricas, la izquierda debería mantener vivos sus ideales organizándose a sí misma para ejercer influencia en la estructura política y social existente.

En nuestra parte del mundo [en el mundo árabe], el movimiento nacionalista no superará sus desilusiones hasta que tome conciencia del error de abandonar la especificidad de la lucha interna [en cada país] en beneficio de una causa panarabista mayor -Palestina e Iraq, incluidas. Esto ha sido siempre fuente de una gran frustración y de desavenencias. El movimiento nacionalista [árabe] debería prestar más atención a detallar y a tratar de armonizar aquello en lo que los programas difieren entre unos grupos nacionalistas y otros. Las cuestiones menores pueden ser de gran importancia si son tratadas de forma correcta a nivel interno. Vincular la causa del panarabismo a un régimen específico o a un líder no constituye solo una forma de autoindulgencia, una ilusión engañosa ofrecida a las masas: es un crimen contra las aspiraciones panárabes. La meta del panarabismo ha sido formular un tejido social cohesivo que permita a los árabes construir Estados modernos y desde allí avanzar -democráticamente- hacia un Estado unificado. Esta visión es análoga a lo que la Unión Europea ha logrado. El panarabismo nació de un deseo de unidad basado en una historia y una cultura compartidas. Sin embargo, la existencia de Estados-Nación impone nuevas tareas a los nacionalistas, tareas que difieren de aquellas del siglo XIX o de las del periodo inmediatamente posterior a la era poscolonial. Los nacionalistas no deben ser condescendientes con el panarabismo como una fórmula doctrinal de escapismo. Tienen mucho que hacer dentro de cada Estado y algunas de las tareas son urgentes.

El panarabismo seguirá siendo un caparazón vacío a menos que sus defensores hagan frente a las candentes cuestiones políticas, culturales y sociales que existen en las escenas domésticas. De nada sirve que el movimiento nacionalista profese la solidaridad, siquiera con los palestinos, si es incapaz de diferenciarse en sus Estados. A menos que los nacionalistas sean capaces de articular criterios políticos y comprometerse en fructíferas acciones políticas en sus propios países, no se puede esperar de ellos que actúen con madurez al respecto de Iraq, Palestina o de cualquier cuestión panárabe.

Algunas cuestiones pueden parecer difíciles o provocativas, pero son esenciales para definir la experiencia actual. ¿Qué puede ofrecer el movimiento nacionalista de Iraq (aparte de los expatriados) como programa político para el resurgimiento del Estado?, ¿es viable la resistencia convencional, principalmente una acérrima resistencia respaldada por el movimiento nacionalista iraquí?, ¿cómo puede garantizarse un pluralismo no sectario?, y ¿cómo puede Iraq evitar una situación en la que el país se divida en dos campos -aquellos que quieren tener a los estadounidenses alrededor, y aquellos que quieren que se vayan?

La opinión pública árabe es una cuestión muy seria. Debe trascender el margen de las protestas airadas para adoptar la política de manera consistente y permanente. Los nacionalistas [árabes] deben preguntarse a sí mismos donde se sitúan en la cuestión de la democracia, si tienen un programa para modernizar sus sociedades y las instituciones de sus Estados; cuál es su posición en las cuestiones internas y en las panárabes, incluida la palestina; qué posición adoptarían sobre Palestina en caso de que ellos estuvieran en el poder. Solo cuando se haya dado respuesta a estas preguntas podrá hacerse frente a la cuestión del panarabismo.

Excusa para la inacción

No cabe eludir la responsabilidad doméstica en nombre del panarabismo. Se tienen que hacer esfuerzos en cuestiones internas específicas: cultura, medios de comunicación y economía, entre otras. De otro modo, el panarabismo seguirá siendo un chivo expiatorio, una excusa para la inacción en el interior [de cada país árabe]. La energía que debería dirigirse a la acción doméstica, estando bloqueada, se desbordaría hacia el panarabismo en forma de incultas expresiones sentimentales o en declaraciones ideológicas inflexibles e irrealistas.

Manifestaciones de este tipo son comunes. El martirio de los voluntarios árabes en Iraq se ha convertido en una cuestión doctrinal y no en algo práctico. Las cuestiones relevantes nunca se preguntan: ¿cómo viajaron los voluntarios hasta allí y cómo regresarán?, ¿quién les entrena y les dirige?, ¿cuál es el destino de sus familias?, ¿son beneficiosas sus acciones? Aquellos que no se hacen estas preguntas no están seriamente interesado en la política. Son estúpidos en el arte de equiparar acciones con resultados, incapaces de sopesar diversas líneas de acción. Quienes no sopesan sus opciones dentro de las fronteras nacionales es poco probable que puedan hacer algún bien a nivel panárabe. Eventualmente, podrán descubrir que la escena panárabe tiene tantas complejidades y matices como la local a la que han dado la espalda. Moverse entre fronteras no resuelve nada porque en cada lado siempre habrá multitud de asuntos internos esperando a ser atendidos.

Las cuestiones del panarabismo pueden proporcionar material para la plática cínica, para la protesta masiva o para el arte de situarse con ventaja en la política. No son un sustituto de la acción interna. Los nacionalistas, si quieren permanecer fieles a su causa, tienen que hacer algo en la esfera de los problemas internos. Tienen que ayudar a sus propios pueblos a politizar sus problemas en lugar de cubrirlos bajo el manto de los intereses panarabistas.



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