"Una tela rasgada en
las costuras del infierno"
Testimonio de Tziporah
Ryter, una mujer judía israelí bajo la ocupación
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 10
de abril de 2002
Nota previa: El siguiente testimonio, escrito
por una ciudadana israelí en Ramala, corresponde al 7
de marzo de 2001. A pesar de la relativa distancia en el tiempo
desgraciadamente -por los estremecedores hechos que relata- no
ha perdido un ápice de interés y actualidad. [CSCAweb]
"Mi viaje hacia la
verdad ha sido muy doloroso. Pero mi pueblo no tiene ningún
derecho a matar palestinos, a robarles sus tierras, a destruir
sus comunidades y cultura y a obligarles a vivir como refugiados
de su patria. Mi pueblo no tiene ningún derecho a dejar
de lado el derecho internacional y las resoluciones de Naciones
Unidas. Creo que mi pueblo puede encontrar maneras más
creativas y en última instancia más sostenibles
para sobrevivir que convertirse en asesinos y criminales de guerra
o que elegir a aquellos que los defienden o apoyan"
Soy una mujer judía con familia que ha vivido en Haifa
desde hace 10 generaciones. Acabo de volver de vivir en Ramallah,
Cisjordania (Palestina ocupada), donde he estado ocho meses.
Fui a trabajar como voluntaria, no sabiendo que explotaría
la segunda Intifada poco después de que llegara.
Pero una vez allí, fui testigo de la vida del pueblo
palestino durante la Intifada, y me uní a otras personas,
observadores internacionales de organizaciones no gubernamentales.
Juntos fuimos testigos de la realidad diaria de la vida palestina
y de cómo la falsifican los medios americanos e israelíes.
En las manifestaciones pacíficas que presencié,
en las cuales los palestinos desmontaban con sus manos desnudas
las barricadas que impiden a miles de personas acceder a sus
puestos de trabajo, comercios, servicios básicos e incluso
tratamiento médico, no puedo decirles cuánta gente
vi tiroteada, herida y muerta. Perdí la cuenta.
Después del primer asesinato que presencié del
hombre que estaba de pie delante de mí, me quedé
paralizada. Entonces fue sencillamente una secuencia de cuerpos
-ese hombre con la cabeza reventada, los chavales tan pequeños
que ni siquiera necesitan camillas para llevarles, una anciana...-
personas muertas en ambulancias que eran tiroteadas continuamente
por los israelíes, que disparaban directamente al parabrisas
por el lado del conductor. Las ambulancias siempre tenían
que dar la vuelta en los controles israelíes.
Lo qué presencié era una lucha abrumadoramente
pacífica dentro de la sociedad civil palestina por la
justicia. Cada una de las interminables manifestaciones que presencié
comenzaron como marchas con pancartas, banderas y cánticos.
Los israelíes disparaban antes de que se tirara una sola
piedra. Las piedras, lanzadas contra los jeeps blindados raramente
alcanzaban a los soldados -las piedras son una manera simbólica
de decir, "resistiremos ante la opresión, incluso
si vosotros tenéis tanques y nosotros solamente una piedra".
De hecho, los soldados israelíes llegaron a disparar
en algunas de las manifestaciones cuando la gente no hacía
nada más que cantar "Lo lograremos" y no se
lanzó ni una piedra incluso después de que los
soldados israelíes empezasen a disparar y continuasen
haciéndolo.
Cada noche me iba a dormir con el sonido de las bombas que
caían en la escuela próxima para niños ciegos.
Para hacer mis compras pasé delante de muchachos de 10
años con parches en los ojos. ¿Qué les había
ocurrido en los ojos? ¿Había sido algún
accidente? Sin duda, se trataba de accidentes provocados
por algún de tirador de elite.
Hasta ahora [marzo de 2001], han muerto cerca de 100 israelíes
y más de 600 palestinos. Pero las cifras no pueden reflejar
fielmente las pérdidas. Cerca de 20.000 civiles palestinos
han resultado heridos, algunos en condiciones críticas,
y muchos han quedado lisiados de forma permanente, mientras se
siguen atacando los hospitales y se destruyen clínicas.
He tenido que pasear a través de calles llenas de lisiados,
a través de cortejos fúnebres que se convierten
en manifestaciones, que a su vez se convierten en más
entierros, sólo para poder comprar un refresco.
Y eso es sólo el área A.
El área A es como una zona de recreo comparado con
el resto. ¿No saben lo que quiero decir? Me complacerá
ayudarles.
En las áreas B y C, donde la mayoría de la gente
vive en aldeas rodeadas totalmente por cuñas de asentamientos
israelíes tales como Ariel asentamientos que incluso
dentro de la generosa oferta de Barak fueron fijados para
mantener bases militares permanentes- la vida es mucho peor.
Los niños no pueden respirar. Día y la noche, se
lanzan gases lacrimógenos a través de sus ventanas
dañando sus aparatos respiratorios, quizá irremediablemente.
Incluso en una ocasión intenté gritar a los
soldados, "¡hay que llevar a los niños al hospital!"
Pero entonces me dispararon, así que me escondí
dentro de la casa en la que me encontraba de visita. Noche y
día hay colonos atacando, respaldados por los soldados,
disparando a las aldeas y gritando "muerte a los árabes",
quemando propiedades, incluso acercándose a las escuelas
en horas lectivas y disparando contra los niños.
Los soldados dispararon a uno de mis amigos a plena luz del
día mientras estaba sentado fuera de su casa. Lanzaron
una granada a su hermano en la cara y se encontraron con un M-16
en la sien. Amenazaron con disparar a cualquier persona que intentase
llevar a mi amigo a un vehículo médico. Transcurrieron
30 minutos antes de que permitiesen llevárselo a un hospital.
Ahora está paralítico.
Ésta es solamente una lista parcial de lo que he visto
en los últimos ocho meses. Lo he visto con mis propios
ojos, y no tengo motivos para exagerar. No odio a los israelíes
(mi propia familia) ni a los judíos (mi propia gente).
Pero he visto todo esto y sé que mucha gente lo niega.
Sencillamente, no se lo creen, y nada de lo que se ha escrito
en los medios de información podría hacerles comprender
mi testimonio.
Lo que está sucediendo recibe el nombre de limpieza
étnica. La proporción de muertos puede ser de 100
frente a 600, pero las cifras no pueden describir las condiciones
de vida bajo las cuales están viviendo los palestinos,
una tela rasgada en las costuras del infierno, que ustedes no
pueden imaginar sin conocerla de primera mano. Al caer la noche,
una de las partes sale a bailar a los clubes (un club situado
a la derecha del recinto ruso donde se interroga y tortura a
los palestinos detenidos mientras escuchan a la gente que ríe
y bebe y baila). La otra parte tiene miedo, agazapado en sus
hogares o bajo toque de queda forzado. He vivido en ambos lados
y no estoy segura de que ambas realidades estén en el
mismo universo.
Esto es un ejército uno de los más poderosos
del mundo- contra una población civil. El ejército
israelí tiene una infraestructura y Estado intactos y
un gobierno capaz para dar órdenes de matar o no
matar-. Los palestinos no tienen ninguna clase de infraestructura,
un Estado o un gobierno intacto capaz de decir a ninguna persona
nada en particular.
Les contaré un pequeño secreto. Ni siquiera
el presidente Arafat puede impedir cometer atentados a los suicidas.
Eso solamente puede conseguirse con justicia. La gente que ha
llegado a entender que la violencia es el único lenguaje
que los israelíes recompensan, mata israelíes.
Hasta este momento tienen toda la razón. El primer ministro
Ariel Sharon pidió un alto el fuego después de
que se produjera un atentado suicida en un centro comercial.
Los israelíes recompensan la violencia. Si no, ¿por
qué las negociaciones se renuevan solamente después
que el precio de sus muertos se cotice al alza, por qué
disparan a los manifestantes pacíficos?.
La violencia no debe ser recompensada. Pero desafortunadamente
lo es -y lo será- indefinidamente hasta que la comunidad
internacional tome una posición e insista sobre la necesidad
de ofrecer protección internacional para el pueblo palestino.
Protegiendo al inocente, con plena libertad de expresión,
con una retirada completa y total de los territorios ocupados,
podrá comenzar una discusión hacia la justicia.
Les contaré otro secreto: la ocupación es violencia.
No puede haber negociaciones bajo un régimen de violencia.
Espero que los defensores de Israel sean capaces de respirar
profundamente y hacerse la siguiente pregunta: ¿han visitado
o han vivido alguna vez en Cisjordania o Gaza? Mi viaje hacia
la verdad ha sido muy doloroso.
Pero mi pueblo no tiene ningún derecho a matar palestinos,
a robarles sus tierras, a destruir sus comunidades y cultura
y a obligarles a vivir como refugiados de su patria. Mi pueblo
no tiene ningún derecho a dejar de lado el derecho internacional
y las resoluciones de la ONU. Creo que mi pueblo puede encontrar
maneras más creativas y en última instancia más
sostenibles para sobrevivir que convertirse en asesinos y criminales
de guerra o que elegir a aquellos que los defienden o apoyan".
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