Palestina
Iraq/CELSI
Paremos la guerra contra Iraq


*Edward W. Said, árabe nacido en Jerusalén en 1935, es ensayista y profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia (Nueva York) y ha sido galardonado recientemente con el Premio Príncipe de Asturias.

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Textos de Said publicados en CSCAweb:

Una vía de sentido único

¿Elecciones palestinas?

La crisis de los judíos norteamericanos

Reflexiones sobre Estados Unidos

La tuerca gira una vez más

La nueva ola palestina

Israel, en punto muerto

El sionismo norteamericano

Tiempo para la honestidad intelectual

Palestina


Israel, Iraq y Estados Unidos

Edward Said*

Al- Ahram Weekly, núm. 607, 10 a 16 de octubre de 2002
Traducción: Loles Oliván, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

'Una inmensa alfombra de mistificación y abstracción se ha extendido sobre todo el mundo árabe por este empeño de deshumanización sistemática. Lo que los ojos y los oídos perciben son terror, fanatismo, violencia, odio a la libertad, inseguridad y, lo último, armas de destrucción masiva que han de ser encontradas no donde sabemos que están y nunca se mira (en Israel, Pakistán, India, y obviamente, en EEUU, entre otros) sino en el hipotético espacio de las 'posiciones terroristas', en manos de Sadam, en las de un grupo fanático, etc.'

Muchas partes de Líbano fueron brutalmente bombardeadas por aviones de guerra israelíes el 4 de junio de 1982. Dos días más tarde el ejército israelí entró en Líbano por la frontera sur del país. Menahem Begin era primer ministro y Ariel Sharon su ministro de Defensa. La razón inmediata para la invasión fue un intento de asesinato en Londres del embajador israelí, pero entonces, como ahora, la culpa fue achacada por Begin y Sharon a la 'organización terrorista' de la OLP, cuyas fuerzas en el sur de Líbano habían mantenido un alto el fuego durante casi todo un año antes de la invasión. Pocos días después, el 13 de junio, Beirut estaba bajo el cerco militar israelí a pesar de que cuando se inició la campaña, los portavoces del gobierno israelí habían citado el Río Awali, a 35 Km. de la frontera norte de Israel, como su objetivo. Más tarde, emergería sin equívocos que Sharon estaba intentando asesinar a Yaser Arafat bombardeando todo lo que había alrededor del desafiante dirigente. Junto al cerco se llevó a cabo un bloqueo de ayuda humanitaria, se cortó el agua y el suministro eléctrico, se mantuvo una campaña de bombardeos aéreos que destruyeron cientos de edificios en Beirut y al acabar el asedio a finales, de agosto, 18.000 palestinos y libaneses, la mayoría civiles, habían sido asesinados.

Líbano se había echado a perder en una terrible guerra civil desde la primavera de 1975 y aunque Israel había enviado solo una vez a su ejército a Líbano antes de 1982, las milicias derechistas cristianas habían buscado su alianza con anterioridad. Con un baluarte en Beirut oriental, estas milicias cooperaron con las fuerzas de Sharon en el cerco, que acabó después de un horrendo día de bombardeos indiscriminados el 12 de agosto y por supuesto, con las masacres de Sabra y Chatila. El principal aliado de Israel era Bashir Gemayel, el presidente del partido de las Falanges Libaneses, quien fue elegido como presidente de Líbano por el parlamento el 23 de agosto. Gemayel odiaba a los palestinos que imprudentemente entraron en la guerra civil del lado del Movimiento Nacional, una poco firme coalición de partidos de izquierda y árabes nacionalistas que incluía a Amal, precursora del hoy movimiento chiita Hizbullah y quien jugó el papel más relevante en la salida de los israelíes [del sur de Líbano ocupado por Israel] en mayo de 2000. Haciendo frente a las previsiones de ser vasallo directo de Israel después de que el ejército de Sharon produjera de hecho su elección, Gemayel pareció tener reparos. Fue asesinado el 14 de septiembre. Dos días después comenzaron las masacres de los campamentos [de refugiados palestinos] dentro de un cordón de seguridad facilitado por el ejército israelí a fin de que los extremistas cristianos partidarios de Gemayel pudieran hacer su horrible trabajo sin oposición y a conciencia.

Bajo la supervisión de NNUU y por supuesto de EEUU, las tropas francesas habían entrado en Beirut en agosto. Deberían unirse a ellas otras fuerzas estadounidenses y europeas más tarde, aunque los guerrilleros de la OLP habían comenzado su evacuación de Líbano el 21 de agosto. Para el 1 de septiembre, la evacuación se había efectuado y Arafat, más un pequeño grupo de asesores y soldados fueron acogidos en Túnez. Mientras tanto, la guerra civil libanesa continuó hasta 1990, cuando se alcanzó un acuerdo conjunto en Taif que más o menos restauraba el
antiguo sistema confesional que se mantiene en la actualidad [1].A mediados de 1994, Arafat, todavía presidente de la OLP, y algunos de esos mismos asesores y soldados pudieron entrar en Gaza como parte de los denominados Acuerdos de Oslo. A comienzos de este año se citó a Sharon arrepintiéndose por haber fracasado en asesinar a Arafat en Beirut. Y no fue por no haberlo intentado bien, pues docenas de lugares ocultos y de barrios fueron convertidos en basura y muchas vidas se perdieron. 1982 hizo ver a los árabes ­ creo- no sólo que Israel usaría tecnología avanzada (aviones de combate, misiles, tanques y helicópteros) para atacar a la población civil indiscriminadamente, sino que ni EEUU ni los otros árabes harían nada para parar estas prácticas aunque significara tener como objetivos a dirigentes y capitales árabes [2].

De 1982 a 2002

Así concluyó el primer intento contemporáneo a gran escala de cambio de régimen militar por parte de un país soberano contra otro en Oriente Medio. Lo traigo a la memoria como un sucio telón de lo que está ocurriendo en la actualidad. Sharon es ahora el primer ministro de Israel, sus ejércitos y su máquina de propaganda rodean y deshumanizan una vez más a Arafat y a los palestinos como terroristas. Merece la pena recordar que la palabra terrorista comenzó a emplearse sistemáticamente por Israel para describir cualquier acto palestino de resistencia a mitad de los años 70. Esa ha sido la norma desde entonces, especialmente desde la primera Intifada de 1987 a 1993, que ha eliminado la distinción entre resistencia y puro terror y que tan efectivamente ha despolitizado las razones de la lucha armada. Durante los años 50 y 60, Ariel Sharon ganó su fama, por decirlo así, dirigiendo la infame Unidad 101 que asesinó a civiles árabes y arrasó sus casas con la aprobación de Ben Gurion. [Sharon] estaba al mando de la pacificación de Gaza en 1970 y 1971. Con ninguna [de estas operaciones], incluida la campaña de 1982, logró deshacerse por medios militares del pueblo palestino o cambiar el mapa o el régimen lo suficiente para asegurar una victoria total de Israel.

La principal diferencia entre 1982 y 2002 es que los palestinos, represaliados y cercados ahora, están en territorio palestino que fue ocupado en 1967 y donde han permanecido a pesar de los estragos de la ocupación, de la destrucción de la economía [palestina] y de toda la infraestructura civil de la vida colectiva. La principal similitud son, por su puesto, las desproporcionadas medidas utilizadas para ello, por ejemplo, los cientos de tanques y buldózeres usados para invadir las ciudades y los pueblos como Yenin o los campamentos de refugiados como el de la propia Yenín y Deheished, para asesinar y vandalizar, para prohibir el paso a las ambulancias y a los trabajadores de primeros auxilios, para cortar el agua y la electricidad, etc. Todo con el apoyo de EEUU cuyo presidente, de hecho, ha llegado hasta el punto de denominar a Sharon 'hombre de paz' durante los peores desenfrenos de marzo y abril de 2002. Resulta significativo cómo la intención de Sharon fue mucho más allá de "desenraizar el terror", al destruir sus soldados todos los ordenadores y llevarse por la fuerza los archivos y discos duros de la Oficina de Estadística, del Ministerio de Educación, del de Finanzas, del de Sanidad, de los centros culturales, al destrozar los despachos y las bibliotecas; todo ello para reducir la vida colectiva palestina a un nivel de la era pre-moderna.

No quiero hacer una recopilación de mis críticas a las tácticas de Arafat o de los fracasos de su deplorable régimen durante las negociaciones de Oslo y posteriores. Lo he hecho extensamente aquí y en otras partes. Además, mientras estoy escribiendo, la vida del hombre [de Arafat] está literalmente pendiente de un hilo; sus desmoronadas oficinas en Ramala están igualmente sometidas al cerco mientras Sharon hace todo lo posible por herirle hasta que caiga muerto. Lo que me preocupa es la idea general del cambio de régimen como un proyecto atractivo para los individuos, para las ideologías y para las instituciones que son asimétricamente más poderosas que sus adversarios. ¿Qué clase de planteamiento hace relativamente factible concebir que un gran poder militar tenga licencia para [ejecutar] un cambio político y social en una escala nunca imaginada con anterioridad, y que lo haga con escasa preocupación por los enormes y diversos daños que tal cambio necesariamente comporta?¿Y cómo los proyectos de no incurrir en riesgo de bajas en el propio bando estimulan más y más fantasías sobre ataques quirúrgicos, guerra limpia, campos de batalla de alta tecnología, cambios del mapa en su totalidad, creación de la democracia (o semejante), todo ello dando origen a ideas de omnipotencia, haciendo borrón y cuenta nueva, y teniendo control absoluto de lo que ocurre en nuestro bando?

Cambio de régimen en Iraq

Durante la actual campaña estadounidense para el cambio de régimen en Iraq, es el pueblo de Iraq, la gran mayoría de quienes han pagado el precio terrible de la pobreza, la malnutrición y las enfermedades como resultado de 10 años de sanciones, quien ha desaparecido. Ello está en línea con la construcción de la política de EEUU para Oriente Medio en sus dos pilares centrales: la seguridad de Israel y la abundancia de reservas de petróleo a bajo coste. El complejo mosaico de tradiciones, religiones, culturas, etnias e historias que componen el mundo árabe -especialmente en Iraq- a pesar de la existencia de Estados-nación con resentidos gobernantes despóticos, se pierden en los planes de los estrategas de EEUU y de Israel. Con 5.000 años de historia, Iraq es considerado ahora fundamentalmente, bien como una amenaza para sus vecinos (lo que dada su actual debilidad y su condición de asediado no tiene ningún sentido) o como una amenaza para la libertad y la seguridad de EEUU, lo que aún tiene menos sentido todavía. Ni siquiera voy a molestarme aquí por añadir mi condena contra Sadam Husein como alguien terrible: doy por hecho que ciertamente, desde cualquier criterio, merece ser expulsado y castigado. Lo peor de todo, es una amenaza para su propio pueblo.

Sin embargo, desde el periodo anterior a la Guerra del Golfo, la imagen de Iraq como un gran país árabe, próspero y diverso ha desaparecido; la imagen que ha circulado tanto en los medios de comunicación como en el discurso político es la de una tierra desierta poblada por una pandilla dirigida por Sadam. Que la degradación actual de Iraq haya arruinado, por ejemplo, la industria editorial árabe (dado que Iraq proveía el mayor número de lectores del mundo árabe); que fuera uno de los pocos países árabes con una clase media profesional tan extensamente educada y competente; que tenga petróleo, agua y tierras fértiles; que haya sido siempre el centro cultural del mundo árabe (el Imperio Abasí con su gran literatura, su filosofía, su arquitectura, su ciencia y su medicina fue una contribución iraquí y sigue siendo la base de la cultura árabe); que para otros árabes la sangrante herida del sufrimiento iraquí haya sido ­como el calvario del pueblo palestino- una fuente continua de dolor para árabes y musulmanes por igual, todo ello es siempre literalmente ignorado. Sus vastas reservas de petróleo, sin embargo, están allí y, de acuerdo con el argumento en boga, si nosotros las sacamos de las manos de Sadam y nos beneficiamos de ellas, no seremos tan dependientes del petróleo de Arabia Saudí. Esto también se cita escasamente como factor en los diversos debates llevados a cabo en el Congreso de EEUU y en los medios de comunicación. Pero merece la pena mencionar que tras Arabia Saudí, Iraq posee las más grandes reservas de petróleo de la tierra y el más ó menos 1.1 billón de dólares a que equivale ese petróleo que tiene Iraq ­la mayor parte ya comprometido por Sadam con Rusia, Francia y otros pocos países- es un objetivo crucial para la estrategia de EEUU, algo que el Congreso Nacional Iraquí (CNI) ha utilizado como un triunfo ante los consumidores de petróleo no estadounidense [3]. Buena parte del regateo entre Putin y Bush concierne a cuánta parte de ese petróleo están dispuestas a prometer a Rusia las compañías estadounidenses. Suena extrañamente a los 3 mil millones de dólares ofrecidos por Bush padre a Rusia [en 1991]. Después de todo, ambos Bushes son empresarios del petróleo y se preocupan más sobre este tipo de cálculos que de los puntos delicados de la política de Oriente Medio, como destruir de nuevo la infraestructura civil iraquí.

Así, el primer paso para la deshumanización del odiado otro es reducir su existencia a unas pocas y simples frases, imágenes y conceptos repetidos con insistencia. Ello hace mucho más fácil bombardear al enemigo sin escrúpulos. Tras el 11 de septiembre, eso ha resultado bastante fácil para Israel y para EEUU con el pueblo palestino y con el pueblo iraquí respectivamente. Lo importante a destacar es que mediante una preponderancia aplastante, la misma política y los mismos uno, dos o tres escenarios planeados se están proponiendo principalmente y de igual modo por los mismos estadounidenses y los mismos israelíes. En EEUU, como ha escrito Jasón Vest en The Nation (de 2 deseptiembre de 2002), hombres del ultra derechista Instituto Judío para la Seguridad Nacional (JINSA) y del Centro para Política de Seguridad (CSP) pueblan los comités del Pentágono y del Departamento de Estado, incluido el que dirige Richard Perle (designado por Wolfowitz y Rumself). La seguridad estadounidense e israelí se consideran equivalentes, y JINSA gasta "las más grandes cantidades de su presupuesto en trasladar a grupos de generales estadounidenses retirados y admiradores a Israel". Cuando regresan escriben artículos y aparecen en programas de TV pregonando la línea del Likud. La revista Time publicó una pieza sobre la Junta Política de Defensa del Pentágono (muchos de cuyos miembros proceden de JINSA y CSP) en su edición del 23 de agosto, titulada "En el interior del secreto Consejo de Guerra".

Por su parte, Sharon ha repetido hasta la saciedad que su campaña contra el terrorismo palestino es idéntica a la guerra de EEUU contra el terrorismo en general y de Osama Ben Laden y al Qaeda en particular. Ellos, afirma Sharon, son por el contrario parte del mismo "terrorismo internacional" que incluye a muchos musulmanes de todo Asia, África, Europa y de EEUU, a pesar de que el Eje del Mal de Bush se esté concentrando por el momento en Iraq, Irán y Corea del Norte. En la actualidad, 132 países tienen algún tipo de presencia militar estadounidense, todos ellos asociados a la guerra contra el terrorismo que se mantiene indefinida y flotante para avivar más el delirio patriótico, el temor y el apoyo a la acción militar en el frente de la política interna, donde las cosas van de mal en peor. Todas las áreas de Gaza y Cisjordania están ocupadas por tropas de Israel que rutinariamente asesinan y/o detienen a palestinos porque son sospechosos terroristas y militantes; de igual modo, las casas y las tiendas son demolidas con frecuencia con la excusa de que albergan fábricas de bombas, células terroristas y centros de reunión de militantes. No se aporta ninguna prueba, ninguna pregunta se hace desde los medios que aceptan la designación sin rechistar.

Alfombra de mistificación y abstracción

Una inmensa alfombra de mistificación y abstracción se ha extendido sobre todo el mundo árabe por este empeño de deshumanización sistemática. Lo que los ojos y los oídos perciben son terror, fanatismo, violencia, odio a la libertad, inseguridad y, lo último, armas de destrucción masiva que han de ser encontradas no donde sabemos que están y nunca se mira (en Israel, Pakistán, India, y obviamente, en EEUU, entre otros) sino en el hipotético espacio de las "posiciones terroristas", en manos de Sadam, en las de un grupo fanático, etc. Una figura constante en la alfombra es que los árabes odian a Israel y a los judíos por ninguna otra razón que por el hecho de que odian también a EEUU. Potencialmente, Iraq es el enemigo más temido de Israel por los recursos económicos y humanos de ese país; los palestinos son formidables porque apoyan la vía de completar la hegemonía israelí y la ocupación de la tierra [palestina].

La derecha israelí -como Sharon, que representa la ideología del Gran Israel reclamando todo [el territorio de la] Palestina histórica como hogar nacional judío- ha triunfado especialmente al hacer de su visión de la región, la dominante entre los defensores de Israel. En un comentario de Uzi Landau, ministro israelí de Seguridad (y miembro del partido Likud) en la TV estadounidense este verano declaró que todo esto de la ocupación no tenía sentido. "Somos un pueblo que vuelve a casa". Ni siquiera mostró curiosidad ante este extraordinario concepto del anfitrión del programa, Mort Zuckerman -también propietario de US News and World Report, y presidente del Consejo de Presidentes de las Organizaciones Judías. Pero el periodista israelí Alez Fishman, en [el diario israelí] Yediot Aharanot de 6 de septiembre, describe las "revolucionarias ideas" de Condoleeza Rice, Rumself -quien también se refiere a los
denominados Territorios Ocupados- Cheney, Paul Wolfowitz, Douglas Feith y Richard Perle- quien encargó el conocido estudio de RAND que designa a Arabia Saudí como enemigo y a Egipto como el precio de EEUU en el mundo árabe [4] -como terroríficas porque abogan por el cambio de régimen en todos los países árabes. Fishman cita a Sharon cuando dice que este grupo, muchos de ellos miembros de JINSA y CSP, y conectados con AIPAC, organización afiliada al Instituto de Cuestiones del Cercano Oriente de Washington, domina el pensamiento de Bush (si este término es correcto para él); y dice [Sharon]: "al lado de nuestros amigos americanos, Effi Eitam -uno de los miembros del gobierno israelí con menos remordimientos y representante de la línea dura- es un paloma".

Estrategia de Seguridad Nacional

El otro lado de esto, más espeluznante, es la proposición incontestada de que si nosotros no prevenimos el terrorismo (o cualquier otro enemigo potencial) seremos destruidos. Ese es ahora el núcleo de la estrategia de seguridad de EEUU que expulsan regularmente en entrevistas y programas Rice, Rumself y el propio Bush. La declaración formal de esta posición apareció hace poco tiempo en la Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU [5], un documento oficial preparado como manifiesto global para la nueva política exterior de la post Guerra Fría de la Administración Bush. Se da por supuesto que vivimos en un mundo excepcionalmente peligroso con una red de enemigos que de hecho existe, que tiene fábricas, oficinas, infinitos miembros y cuya completa existencia está orientada a nuestra destrucción, a menos que les demos nosotros primero. Esto es lo que enmarca y da legitimidad a la guerra contra el terrorismo en Iraq para la que se ha pedido respaldo al Congreso [de EEUU] y a NNUU.

Individuos y grupos fanáticos existen, por supuesto, y muchos de ellos están generalmente a favor de ocasionar daños de algún tipo a Israel o a EEUU. De otro lado, Israel y EEUU son ampliamente percibidos en los mundos islámico y árabe, en primer lugar, como los creadores de los denominados extremistas de la yihad, de entre quienes Ben Laden es el más famoso, y, en segundo lugar, de ignorar alegremente el Derecho Internacional y las resoluciones de NNUU en beneficio de sus hostiles y destructivas políticas para esos dos mundos. David Hirst escribe en una columna de The Guardian fechada el 6 de septiembre en El Cairo que incluso los árabes que se oponen a sus despóticos regímenes "verán el ataque de EEUU contra Iraq como un acto de agresión dirigido no solo a Iraq sino a todo el mundo árabe; y lo que resulta absolutamente intolerable es que se haga en beneficio de Israel cuya adquisición de grandes arsenales de armas de destrucción masiva parece permitirse mientras las suyas resultan abominables".

Igualmente digo que hay una narrativa específicamente palestina y, al menos desde mediados de los 80, un deseo formal de hacer las paces con Israel que es bastante contrario a la más reciente amenaza terrorista representada por al Qaeda o a la espuria amenaza que supuestamente representa Sadam Husein, quien es un hombre terrible por supuesto, pero difícilmente capaz de lanzar una guerra intercontinental; sólo ocasionalmente se admite desde la Administración [Bush] que [Sadam] pueda representar una amenaza para Israel, pero ello debe ser uno de sus pecados capitales. Ninguno de sus vecinos lo percibe como una amenaza. Se mezcla a los palestinos y a Iraq de modo escasamente perceptible hasta el punto de constituir una amenaza que los medios de comunicación refuerzan permanentemente. La mayor parte de las historias sobre los palestinos que aparecen en las influyentes y refinadas publicaciones de amplia difusión como las revistas de The New Yorker y de The New York Times muestran a los palestinos como fabricantes de bombas, colaboradores, bombas humanas y nada más. Ninguna de esas publicaciones ha publicado nada desde el punto de vista árabe desde el 11 de septiembre. Nada en absoluto.

De modo que cuando los críticos de la Administración como Dennis Ross (encargado por parte de Clinton en las negociaciones de Oslo, pero antes y después de realizar esa labor, miembro de un grupo del lobby israelí) sigue diciendo que los palestinos echaron a perder una generosa oferta israelí en Camp David, está distorsionando flagrantemente los hechos, que como varias fuentes solventes han demostrado, consistían en la concesión por parte de Israel de áreas palestinas discontinuas rodeadas por completo de puestos de seguridad israelíes y de asentamientos, y sin fronteras comunes entre Palestina y cualquier Estado árabe, (por ejemplo, Egipto, en el sur, Jordania en el este). Nadie se ha preocupado en preguntar por qué palabras como generosa y oferta deben aplicarse a un territorio ilegalmente mantenido bajo un poder de ocupación en violación del derecho Internacional y de las resoluciones de NNUU. Pero habida cuenta del poder de los medios de comunicación para repetir, volver a repetir y subrayar afirmaciones simplistas, así como los esfuerzos inagotables del lobby israelí repitiendo la misma idea ­el propio Dennis Ross ha sido singularmente obstinado insistiendo sobre esta falsedad- se muestra a los palestinos encerrados en una posición de elegir "el terror en lugar de la paz". Hamas y Yihad Islámica son vistos (quizá equivocadamente) no como parte de la lucha palestina para liberarse de la ocupación militar israelí sino como parte del deseo general palestino de aterrorizar, amenazar y ser un peligro. Como Iraq.

En cualquier evento, con la novísima y más bien improbable afirmación de la Administración de EEUU de que el Iraq laico ha estado proporcionando y entrenando la locura teocrática de al Qaeda, el caso contra Sadam parece haberse cerrado. El consenso gubernamental que prevalece -aunque incontestado- es que como los inspectores de NNUU no pueden verificar las armas de destrucción masiva que [Sadam] tiene, lo que ha ocultado y lo que podría llegar a hacer, debe de ser atacado y derrocado. Toda la cuestión de dirigirse a NNUU para recibir autorización, desde el punto de vista estadounidense, es conseguir una resolución tan inflexible y punitiva que, no importa si Sadam Husein la cumpla o no, le incrimine hasta tal punto de haber violado el "derecho internacional" que su mera existencia justificará el cambio militar del régimen. A finales de septiembre, por otra parte, en una resolución del CS aprobada por unanimidad con al abstención de EEUU, Israel fue requerida a poner fin al cerco de las oficinas de Arafat en Ramala y a retirarse del territorio palestino ilegalmente ocupado desde marzo (y cuya excusa israelí ha sido "la autodefensa"). Israel ha rechazado su cumplimiento y la razón fundamental de EEUU para no hacer demasiado en obligar [a Israel] a cumplir su propia posición es que nosotros entendemos que Israel debe defender a sus ciudadanos. El porque se requiere a NNUU en un caso y se ignora en otro es una de esas inconsistencias que EEUU simplemente se permite.

Un pequeño conjunto de expresiones autoinventadas y no examinadas, como "prioridad anticipada" o "autodefensa preventiva" están siendo orquestadas por Donald Rumself y sus colegas para persuadir a la opinión pública de que los preparativos de la guerra contra Iraq o contra cualquier otro Estado que necesite un "cambio de régimen" (o el otro raro eufemismo de "destrucción constructiva") están respaldados por la noción de autodefensa. El público tiene el alma en vilo por las repetidas alertas rojas o naranjas, se fomenta que la gente informe a las autoridades responsables de la aplicación de la ley sobre comportamientos sospechosos y miles de musulmanes, árabes y sudasiáticos han sido detenidos y en algunos casos arrestados bajo sospecha. Todo ello se está llevando a cabo por orden del presidente como una muestra de patriotismo y amor a América. Todavía no he podido comprender qué significa amar a un país -en el discurso político de EEUU, el amor a Israel es igualmente una frase habitual- pero parece significar una lealtad ciega e incuestionable a los poderes cuyos secretos, evasivas y rechazos intencionados para entretener a un público alerta (que, por ahora, no parece estar despierto a la reacción coherente o sistemática) han ocultado lo repugnante y destructivo de toda la política de la Administración Bush en Iraq y en Oriente Medio.

'Nosotros' contra Iraq

Tan poderoso es EEUU en comparación con la mayoría de los grandes países juntos que no puede ser obligado o forzado a obedecer ningún sistema de conducta internacional, ni siquiera el que su secretario de Estado podría desear. En la abstracción de si nosotros debemos ir a la guerra contra Iraq, a 7000 millas de distancia la discusión de la política exterior despoja a otro pueblo de cualquier identidad auténtica y humana; Iraq y Afganistán vistos desde los bombarderos de un rápido misil o en TV son, en el mejor de los casos, un tablero de ajedrez en el que nosotros decidimos entrar, destruir, reconstruir, o no, a voluntad. La palabra terrorismo así como la guerra contra él, sirve amablemente para fomentar este sentimiento pues, en comparación con muchos europeos, la gran mayoría de los estadounidenses no han tenido contactos ni vivido experiencias en lugares y con pueblos musulmanes y por ello, no tienen noción del tejido de vida que una campaña de bombardeos sostenidos (como en Afganistán) destruiría en mil pedazos. Y, visto como es, como una emanación de ningún sitio excepto de las bien financiadas madrasas [escuelas coránicas] sobre la base de una decisión de gente que odia nuestras libertades y que está celosa de nuestra democracia, el terrorismo atrae a los polemistas en los debates más extravagantes y apolíticos. La historia y la política han desaparecido; todo porque la memoria, la verdad, la verdadera existencia humana han sido realmente degradadas. No se puede hablar del sufrimiento palestino o de la frustración árabe porque la presencia de Israel en EEUU lo prohíbe. En una ferviente manifestación pro Israel en mayo pasado, Paul Wolfowitz mencionó de pasada el sufrimiento palestino pero fue abucheado y nunca más ha vuelto a referirse a el.

Más aún, una política coherente de derechos humanos o de libre comercio que consecuentemente se adhiere a las infinitamente subrayadas virtudes de los derechos humanos, la democracia y la economía libre a las que nosotros creemos apoyar constitutivamente está siendo probablemente socavada internamente por grupos de interés especial (como atestigua la influencia de lobbies étnicos, de industrias del acero y la defensa, de los cárteles del petróleo, de la industria farmacéutica, de jubilados o del lobby de las armas, por nombrar solo a unos pocos). Cada uno de los 500 distritos del Congreso representados en Washington, por ejemplo, tiene una industria de defensa o relacionada en ella; hasta el punto que, como el secretario de Estado James Baker dijo justo antes de la primera Guerra del Golfo, la verdadera cuestión en aquella guerra contra Iraq era "el empleo". Cuando se habla de asuntos de política exterior, merece la pena recordar que solo algo así como del 25% al 30% de los miembros del Congreso tienen siquiera pasaporte (comparado con el 15% de los estadounidenses que han viajado al extranjero) y lo que ellos digan o piensen tiene menos que ver con la historia, la filosofía o los ideales que con quien es influyente en las campañas de los miembros, quien envía dinero, etc. Dos prestigiosos miembros del Congreso, Earl Hilliard, de Alabama y Cynthia McKinney, de Georgia, que apoyan el derecho palestino a la autodeterminación y que son críticos con Israel, fueron recientemente derrotados por candidatos relativamente oscuros que estaban bien financiados desde fuera de sus estados por lo que ha sido abiertamente citado como "dinero de Nueva York" es decir, judío. Ambos derrotados fueron criticados en la prensa como extremistas y no patriotas.

En lo que respecta a la política de EEUU para Oriente Medio, el lobby israelí no tiene igual y ha convertido al poder legislativo del gobierno de EEUU en lo que el ex senador Jim Abourezk llamó una vez "territorio ocupado por Israel". Sin comparación posible, el lobby árabe, aun existiendo, funciona con mucha menor eficacia. Por poner un ejemplo, el Senado emite periódicamente resoluciones no requeridas que se envían al presidente y en las que se enfatiza, se subraya, se reitera, el apoyo de EEUU a Israel. En mayo se produjo una de esas resoluciones, justo cuando las fuerzas israelíes estaban ocupando y destruyendo las mayores ciudades de Cisjordania. Uno de los inconvenientes de este respaldo incondicional a las políticas más extremas de Israel es que a largo plazo resulta simplemente negativo para el futuro de Israel como país de Oriente Medio. Tony Judt lo ha argumentado bien sugiriendo que Israel está muerto porque la idea de permanecer en tierra palestina conducirá a ninguna parte y simplemente aplaza la inevitable retirada [de los Territorios Ocupados, TTOO].

Crímenes de Guerra y 'daños colaterales'

Toda la cuestión de la guerra contra el terrorismo ha permitido a Israel y a quines le apoyan cometer Crímenes de Guerra contra toda la población palestina de Cisjordania y Gaza, 3.4 millones que se han convertido, como la frase en boga define, en daños colaterales de no combatientes. Terje-Roed Larsen, que es el administrador especial de NNUU para los TTOO, acaba de publicar un informe acusando a Israel de inducir una catástrofe humanitaria: el desempleo ha alcanzado el 65%; el 50% de la población vive con menos de 2 dólares al día, y la economía, por no decir nada de las vidas de la gente, se ha quebrado. En comparación con esto, el sufrimiento israelí y la inseguridad es considerablemente menor: no hay tanques palestinos ocupando ninguna parte de Israel, ni siquiera amenazando los asentamientos israelíes. Durante las dos semanas pasadas Israel ha asesinado a 75 palestinos, muchos de ellos niños; ha demolido viviendas, deportado gente, arrasado rentables tierras agrícolas, mantenido a todo el mundo encerrado bajo 80 horas de toque de queda durante horas enteras impidiendo [el movimiento] a los civiles mediante controles o prohibiéndolo a las ambulancias y a la ayuda médica y, como siempre, cortando el agua y la electricidad. Las escuelas y universidades simplemente no pueden funcionar. A pesar de que estos son sucesos diarios que, como la propia ocupación y la docena de resoluciones del Consejo de Seguridad de NNUU, han estado vigentes al menos durante 35años, se mencionan en los medios de comunicación estadounidenses solo ocasionalmente, en forma de notas a pié de página de los largos artículos sobre los debates del gobierno de Israel o sobre los desastres ocurridos por las bombas humanas. La simple frase "sospechoso de terrorismo" es igualmente justificación y epitafio para quienquiera que Sharon elija que ha asesinado. EEUU no pone objeciones salvo en los términos medios, por ejemplo, dice, esto no ayuda, pero eso hace poco por impedir la siguiente tanda de asesinatos.

Ahora nos encontramos más cerca del corazón del problema. Debido a los intereses de Israel en este país, la política de EEUU para Oriente Medio es israelocéntrica. Se ha producido una inesperada coyuntura después del 11 de septiembre en la que la derecha cristiana, el lobby israelí y la beligerancia semi-religiosa de la Administración Bush está siendo racionalizada teóricamente por los halcones neo-conservadores cuya percepción de Oriente Medio está entregada a la destrucción de los enemigos de Israel, a lo que algunas veces se califica eufemísticamente como re-dibujar el mapa promoviendo cambios de regímenes y democracia en los países árabes que más amenazan a Israel [6]. La campaña de Sharon para la reforma palestina es la otra cara de este esfuerzo para destruir a los palestinos políticamente, la gran ambición de su vida. Egipto, Arabia Saudí, Siria, incluso Jordania han sido amenazados de modo diverso, a pesar de que, pudiendo ser regímenes terribles, han estado protegidos y apoyados por EEUU desde la Segunda Guerra mundial, como de hecho lo estuvo Iraq.

De hecho, parece obvio para todo el que conozca algo sobre el mundo árabe, que su lamentable estado va probablemente a correr peor suerte una vez que EEUU comience su asalto contra Iraq. Quienes apoyan la política de la Administración Bush manifiestan a veces cosas como "qué excitante será cuando llevemos la democracia a Iraq y a los otros estados árabes" sin considerar demasiado qué significará exactamente eso para la gente que vive allí en este momento, en términos de experiencia de vida, especialmente después de que los bombardeos de los B-52 destrocen su tierra y sus hogares implacablemente. No puedo imaginar que exista un solo árabe o iraquí que no quisiera ver a Sadam Husein depuesto. Todos los indicadores señalan que la acción militar estadounidense e israelí ha hecho empeorar la situación cotidiana de la gente común, pero eso no es nada comparado con la terrible ansiedad, las distorsiones psicológicas y las malformaciones políticas impuestas sobre sus sociedades.

Hoy, ni la expatriada oposición iraquí que ha estado intermitentemente cortocircuitada al menos por las dos últimas administraciones de EEUU, ni los varios generales estadounidenses como Tomy Franks [7], tienen demasiada credibilidad como gobernantes de post-guerra en Iraq. Ni parece que se hay dedicado mucho tiempo a pensar qué es lo que necesitará Iraq una vez que el régimen se haya cambiado, una vez que los actores internos se muevan de nuevo, una vez que el [partido] ba'ath sea desintoxicado. Podría ser que ni siquiera el ejército iraquí moviese un dedo en la batalla a favor de Sadam. De manera interesante, en una audiencia reciente del Congreso [de EEUU] tres antiguos generales del Comando Central de EEUU, expresaron serias y, yo diría, demoledoras reservas sobre los riesgos de toda esta aventura tal y como se está diseñando militarmente. Pero ni siquiera esas dudas señalan suficientemente el hervidero del fraccionalismo interno del país y la dinámica étnico-religiosa, particularmente después de 30 años debilitadores bajo el partido ba'ath, de las sanciones de EEUU y de dos grandes guerras (tres cuando se produzca la de EEUU). Nadie en EEUU, nadie en absoluto, tiene idea de lo que podría ocurrir en Iraq, o en Arabia Saudí, o en Egipto si se produce una gran intervención militar. Baste decir (y luego estremezcámonos) que Fuad Ayami y Bernard Lewis son los dos más importantes asesores de la Administración Bush. Ambos son ideológicamente antiárabes de forma virulenta y están ampliamente desacreditados por la mayoría de sus colegas en la materia. Lewis no ha vivido nunca en el mundo árabe y lo que tiene que decir al respecto es basura reaccionaria; Ayami es del sur de Líbano, un hombre que en su día apoyó de modo progresista la lucha palestina y hoy convertido a la extrema derecha y casado con el sionismo y con el imperialismo estadounidense sin reservas.

Tras el 11-S

El 11 de septiembre podría haber abierto un periodo de reflexión nacional y de evaluación de la política exterior estadounidense tras el trauma de aquella inconcebible atrocidad. Tal terrorismo debe confrontarse y castigarse enérgicamente como al que más, pero en mi opinión, el resultado de una respuesta enérgica es lo que ha de considerarse primero, no la respuesta inmediata, irreflexiva y violenta. Nadie mantendría hoy, incluso tras la derrota de los talibán, que Afganistán es ahora un lugar mucho mejor y más seguro considerando que el sufrimiento de los ciudadanos del país permanece. Claramente, la construcción nacional allí no es la prioridad de EEUU porque otras guerras en lugares distintos dirigen la atención lejos del anterior campo de batalla. Además, ¿qué significa para los estadounidenses construir una nación con una cultura y una historia tan distinta de la suya como la de Iraq? Tanto el mundo árabe como EEUU son lugares bastante más complejos y dinámicos de lo que permiten los tópicos de la guerra y las resonantes frases sobre la reconstrucción. Ello resulta obvio en Afganistán tras los ataques de EEUU.

Para complicar más las cosas, existen voces disidentes de considerable peso en la cultura árabe actual y existen movimientos de reforma en todo un amplio frente. Lo mismo es cierto para EEUU donde, a juzgar por mi experiencia reciente como conferenciante en varias universidades, la mayoría de ciudadanos están preocupados por la guerra, preocupados por saber más, y, sobre todo, preocupados por no ir a la guerra con tal belicosidad mesiánica y con objetivos tan vagos. Mientras tanto, como The Nation incluye en su último editorial, el país marcha hacia la guerra como si estuviera en trance mientras, con un número cada vez mayor de excepciones, el Congreso simplemente ha abdicado de su papel como representante de los intereses del pueblo. Como alguien que ha vivido entre las dos culturas toda mi vida es espantoso que el choque de civilizaciones, esa reductora y vulgar noción tan en boga en la actualidad, haya asumido el pensamiento y la acción. Lo que necesitamos interponer es un marco universalista para entender y hacer frente a Sadam al igual que a Sharon, a los gobernantes de Myanmar, a Siria, a Turquía y a una multitud de esos países donde la depredación se tolera sin suficiente resistencia. Hay que oponerse a la demolición de viviendas, a la tortura, a la negación del derecho a la educación, dondequiera que se produzcan. No conozco otra vía para recrear o restaurar ese marco si no es a través de la educación y el fomento del debate abierto, el intercambio y la honestidad intelectual que no tendrán relación con ocultos alegatos o con la jerga de la guerra, del extremismo religioso y de la defensa preventiva. Pero tengo que decir que llevará mucho tiempo y a juzgar por los gobiernos de EEUU y de Gran Bretaña, su pequeño socio, eso no gana votos. Debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder para provocar la discusión y las preguntas desconcertantes y frenar con ello el paso y, finalmente, parar el recurso a la guerra que se ha convertido en la actualidad en una teoría y no solo una práctica.


Notas del autor y de CSCAweb:

1. Véase en CSCAweb: Líbano: ¿El fin de los Acuerdos de Taef?
2. Sobre este episodio véase: Rashid Jalidi: Under Siege, New York, 1986; RobertFisk: Pity the Nation, London, 1990; más específicamente sobre la guerra civil libanesa, Jonathan Randall: Going All the Way, New York, 1983
3. Véase: Michael Klare: "Oiling the Wheels of War", The Nation, 7, Oct., 2002
4. Véase en CSCAweb:
¿Qué es lo que realmente está en juego?: los planes de EEUU para un nuevo mapa de Oriente Medio
5. Véase en CSCAweb:
Mientras la Administración Bush da a conocer el contenido de la nueva estrategia de seguridad nacional de EEUU, Israel da por iniciada la guerra contra Iraq desencadenando su ataque final contra Arafat y los palestinos
6. Ibrahim Warde: "The Dynamics of World Disorder: which God is on whose side?", Le Monde Diplomatique, 22 de septiembre de 2002, y Ken Silverstein y Michael Scherer: "Born-again Zionists", Mother Jones, octubre de 2002.
7. Véase en CSCAweb:
La Administración Bush prevé la ocupación indefinida de Iraq y la imposición de un régimen militar provisional estadounidense


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