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La Administración Bush incrementa su presión sobre Arafat alineándose abiertamente con Israel

Nota informativa CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 31 de enero de 2002

La amenaza de ruptura de relaciones con la Autoridad Palestina por parte de EEUU y las especulaciones sobre el futuro político de Arafat, indican que la Administración Bush podría apoyar -en el contexto de la "guerra total contra el terrorismo"- la eliminación del el líder palestino y la reocupación total de Gaza y Cisjordania por el ejército israelí

"Lo único que mantiene a flote a Arafat es que nadie quiere hacerse cargo de su caída: ni Israel, ni EEUU, ni los árabes, ni sus propios ayudantes quieren hacerse responsables de terminar con él. Por esta razón, el conflicto ha pasado del ámbito de la diplomacia para entrar en el terreno de la biología: todos están esperando a que Arafat se muera". Con estas palabras describía Thomas Friedman en su columna abierta del New York Times del 30 de enero la situación por la que atraviesa Yaser Arafat y la Autoridad Palestina (AP), especialmente precaria después de que el pasado viernes 25 de enero el presidente norteamericano George W. Bush declarase que estaba "decepcionado" con el presidente de la Autoridad Palestina.

En las últimas semanas, EEUU e Israel han aprovechado la polémica captura de un cargamento de armas a bordo del barco Karin-A supuestamente destinadas a la AP, para acusar a las autoridades palestinas de "incitar al terrorismo". El mismo día 25, un portavoz de la Casa Blanca aseguró que el presidente norteamericano estaba "estudiando" el estado de las relaciones entre EEUU y la AP y no excluía la posibilidad de cerrar la delegación de la OLP en Washington o incluso de romper las relaciones de forma unilateral con la AP. Por su parte, el delegado de la OLP en Washington, Hassan Abdul Rahman, declaró sentirse extremadamente preocupado ante los informes que apuntaban hacia una ruptura de relaciones entre EEUU y la AP, y aseguró que tal acción supondría "hacerle el juego a Sharon, que no tiene ni el más mínimo nivel de compromiso con el proceso de paz".

¿Hacia dónde va la Administración Bush?

El alineamiento total de la Administración norteamericana con las posturas beligerantes del actual gabinete israelí choca sin embargo con la ausencia de una política definida que pueda detener la espiral de violencia reiniciada una y otra vez por el gobierno de Ariel Sharon, que, con el asesinato del activista Raed Karmi, forzó la ruptura de la tregua que había sido decretada por los grupos islamistas y nacionalistas palestinos tras el discurso televisado de Yaser Arafat el pasado mes de diciembre. En ese sentido llegaba a pronunciarse un diplomático israelí citado por el New York Times, que aseguraba: "Es como si la Administración [norteamericana] hubiese aceptado la visión que de Arafat tiene Israel. Pero, ¿de qué manera afectará esto a la política [para la región]?" Por su parte, la Unión Europea se pronunciaba este fin de semana a favor de seguir apoyando la figura del líder palestino como único interlocutor válido, contradiciendo así parcialmente las declaraciones del presidente norteamericano, pero igualmente sin ofrecer ningún tipo de alternativa viable.

La actual línea política de la Administración norteamericana y su absoluto alineamiento con las políticas represivas del gobierno de Ariel Sharon evidencia la indiferencia norteamericana hacia las continuas violaciones de los derechos humanos que se suceden en los Territorios Ocupados palestinos, e igualmente son sinónimo de la disposición norteamericana de apoyar la actual política israelí hasta sus últimas consecuencias, aún cuando el conflicto actual derivase (como muchos analistas y activistas están temiendo) en una nueva masacre y/o expulsión en masa de ciudadanos palestinos de los Territorios hacia Jordania y otros países árabes. El éxodo forzado de la población palestina, prioridad indiscutible del gobierno israelí y uno de los pilares de la política de Sharon, se viene poniendo en práctica por medio de diversos métodos como la expropiación de tierras y la demolición de hogares, o el aumento de la presión administrativa y económica sobre una población civil que en algunos casos llega a sufrir el 70% de desempleo y no dispone de recursos económicos alternativos.

La alternativa a Arafat

Las especulaciones sobre el futuro político de Yaser Arafat son extremadamente preocupantes por cuanto el trasfondo político que se esconde tras ellas indica que la Administración norteamericana no vería con malos ojos que, tras la desaparición del líder de la AP o su deslegitimación por diversos medios, el ejército israelí lanzara una campaña de reocupación total de los Territorios Ocupados seguidos de una expulsión masiva, que tendría como resultado la creación de una nueva ola de refugiados, todo ello convenientemente aderezado con comentarios oportunos referentes a la necesidad de mantener la "seguridad" de Israel frente al "terrorismo" palestino. Semejante campaña, de consecuencias trágicas para el pueblo palestino, conduciría al desmantelamiento de las incipientes estructuras organizativas que han ido formándose en el seno de la sociedad civil palestina al margen del poder de la AP; organizaciones civiles, partidos de la oposición, y grupos locales de derechos humanos y militantes serían los primeros en sufrir el previsible incremento de la represión y/o expulsión, caso de producirse una reocupación total de los TTOO. En dicho escenario, la figura del presidente de la AP dejaría de ser relevante.

Un segundo escenario -menos trágico pero no por ello más alentador- consistiría en la posibilidad de que tanto EEUU como Israel consigan llegar a un acuerdo para encontrar un sustituto a la figura de Yaser Arafat que convenga a sus intereses políticos y estratégicos. Sari Nusseibeh, representante de la OLP en Jerusalén y considerado dentro de Israel como una figura "pragmática" y "realista" por su explícita renuncia al derecho al retorno y sus buenas relaciones con algunos sectores del laborismo israelí (véase: "Refugiados palestinos: El derecho al retorno sigue vivo") empieza a sonar como un candidato aceptable para las tesis norteamericanas y parcialmente israelíes que propugnan una vuelta a la mesa de negociaciones según los dictados de Oslo y de los planes Tenet y Mitchell. La reanudación de dicho proceso negociador en semejantes condiciones únicamente ralentizaría la progresiva pauperización y destrucción de la sociedad palestina, pero a largo plazo tendría los mismos desastrosos resultados que la primera opción anteriormente señalada.



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