Un nuevo Sabra y Chatila al
final del proceso de Oslo
Nota informativa CSCAweb (www.nodo.50.org/csca), 12 de marzo de 2002
Un nuevo asalto y asedio
contra los campamentos de refugiados palestinos y un nuevo 'Nakba'[1]: Sharon e Israel vuelven a
practicar impunemente el genocidio contra el pueblo palestino
mientras la diplomacia de EEUU interviene formalmente a cambio
de acallar las reticencias de la oficialidad árabe a una
nueva guerra contra Iraq
El brutal asedio del ejército israelí a los
campamentos de refugiados palestinos y la reocupación
de la práctica totalidad de las Áreas bajo jurisdicción
de la Autoridad Palestina establecidas a partir de los Acuerdos
de Oslo -a excepción de los grandes núcleos urbanos-,
pone punto final a la realidad política creada en los
últimos diez años en la Palestina ocupada y desde
el inicio del proceso de paz, en Madrid, en octubre-noviembre
de 1991. Una vez más, ante la pasividad y la inacción
de la comunidad internacional, el pueblo mártir palestino
vuelve a ser la víctima colectiva de la dinámica
histórica del proyecto sionista de Israel: la aniquilación
física por medio del genocidio. Más de 135 palestinos
han sido asesinados en las dos últimas semanas y más
de 1.000 vuelven a ser víctimas de las detenciones administrativas
del ejército israelí (ni cargos, ni juicio), encarcelados
muchos de ellos en prisiones del interior de Israel en violación
de la IV Convención de Ginebra. El éxodo de los
palestinos se prevé masivo: ya en el último año
de Intifada, más de 150.000 palestinos han abandonado
los Territorios Ocupados (TTOO) como consecuencia directa de
la represión militar y económica que Israel ha
intensificado desde que comenzase el levantamiento palestino.
Las masacres de Sabra y Chatila se reviven en la actualidad después
de veinte años y Sharon, al igual que entonces, ejecuta
impunemente en los campamentos de refugiados palestinos en Cisjordania
y Gaza un proyecto nada novedoso y sí históricamente
planificado por el stablishment militar israelí
que he regido desde 1948 la política de Israel. La destrucción
de los campamentos palestinos, tiene hoy, como en 1948 en la
Palestina histórica, en 1953 en Qibya, o en 1982 en Líbano,
el único fin de aniquilar la cuestión palestina
provocando la masacre y el éxodo masivo de población
palestina de su territorio. Desde Ben Gurion hasta Sharon pasando
por Golda Meir, Begin, Shamir, Rabin, Peres, Netanyahu y Barak
-todos ellos, a excepción de Netanyahu, vinculados directamente
al estamento militar israelí- se han caracterizado por
ejecutar el proyecto colonial del sionismo mediante la aniquilación
sistemática del pueblo palestino para controlar un territorio
que ha de ser, a largo plazo, y de acuerdo con la doctrina básica
sionista, judaizado desde los parámetros de la
exclusión y el racismo.
Del 'Nuevo Orden Regional' a la 'guerra
total contra el terrorismo'
El ciclo de la negociación forzada -en los términos
que impuso EEUU como Nuevo Orden Regional tras la guerra
contra Iraq de 1991- que ha supuesto Oslo ha acabado para los
palestinos. Desde el 29 de septiembre de 2000 y, más aún,
desde el 11 de septiembre del pasado año se impone la
lógica renovada de la solución militar de la cuestión
palestina en la forma más abyecta y brutal posible que
Sharon ya practicó hace veinte años y que ahora
Israel, al igual que EEUU, pretende enmarcar en el discurso de
la "campaña global contra el terrorismo internacional".
Excluido queda en esta campaña considerar, no ya los
derechos nacionales del pueblo palestino y su legítimo
recurso a la resistencia frente a la ocupación militar
israelí, sino el básico derecho a la vida individual
y colectiva de todo un pueblo Los intereses de Israel como potencia
militar y futura potencia económica en la región,
confluyen directamente con aquéllos de su mentor: la hegemonía
de EEUU a escala planetaria se define por su capacidad de intervenir
abiertamente en Oriente Medio. Para ello se combina el sustento
militar y económico de Israel que EEUU financia desde
los años 50, con el acatamiento de los regímenes
árabes a la doctrina del neocolonialismo a cambio de legitimación
y reconocimiento político a sus dirigentes.
El intervencionismo norteamericano en Oriente Medio y el control
estratégico de sus recursos, tiene, no obstante, en la
cuestión palestina el mayor obstáculo para su abierta
y libre ejecución. Por ello, en la situación actual,
la iniciativa norteamericana de
enviar de nuevo a la zona al mediador Anthony Zinni poco
tiene que ver con ningún compromiso político de
EEUU de forzar a Sharon a poner fin al asedio de los campamentos
y la violencia contra la población palestina, a pesar
de que esta iniciativa haya supuesto la parcial liberación
de Yaser Arafat de su reclusión en Ramallah. Por el contrario,
y al igual que ocurriera tras el 11 de septiembre, cuando la
Administración Bush puso en marcha su "campaña
global contra el terrorismo", la visita de Zinny a la zona
no puede dejar de conectarse con la gira que el vicepresidente
Dick Cheney inicia ahora a 11 países de Oriente Medio
con el fin de recabar apoyos para una inminente intervención
militar contra Iraq, como ya lo hiciera Powell el pasado septiembre
antes de intervenir en Afganistán. Es más, la visita
de Zinny y su objetivo de lograr un alto el fuego, forman parte
de una nueva parodia orquestada desde la Administración
Bush que, obviando la realidad actual incuestionable del genocidio
israelí sobre el pueblo palestino, persigue exclusivamente
proyectar una aparente intervención directa de EEUU en
el conflicto palestino-israelí a fin de calmar las inquietudes
de los dirigentes árabes ante sus poblaciones y de afianzar
los apoyos de sus regímenes a la intervención militar
contra Iraq.
Los medios palestinos califican hoy la liberación de
Arafat, en el contexto de la visita de Zinny, como "humillante"
para el pueblo palestino, pues a nadie se le escapa que el gesto
del gobierno de Israel se produce mientras prosigue una devastación
militar de la población y de los campamentos palestinos
sin precedentes en Gaza y Cisjordania. Probablemente la intención
norteamericana e israelí sea permitir la participación
de Arafat en la próxima Cumbre Árabe de Beirut
de este mes, una participación que facilite la aprobación
por parte de la oficialidad árabe del plan
saudí, un plan inaceptable que premiaría el
terror neonazi del gobierno Likud-Laborista de estos meses con
el reconocimiento de la totalidad de los Estados árabes
de Israel y la plena normalización de relaciones -el objetivo
final de la negociación iniciada hace más de una
década y a la segunda Intifada ha puesto fin- y que,
una vez puesto en marcha, permitiría más cómodamente
a EEUU asaltar y ocupar Iraq.
Pero a todos los efectos, Arafat, al igual que todo el pueblo
palestino, sigue sometido en territorio ocupado y ha dejado de
tener legitimidad para israelíes y norteamericanos. De
tener algún resultado, la parodia de la mediación
de EEUU solo podría significar la apertura de un nuevo
proceso formal que permitiese garantizar el silencio oficial
árabe ante la inminente intervención contra Iraq.
De nuevo, como ocurriera en 1991, un falso arreglo de la cuestión
palestina que solo contempla la rendición ante Israel,
se vende a cambio del silencio y el acatamiento árabe
para que la Administración de EEUU pueda actuar libremente
contra Iraq.
Nota:
1. Nakba, en árabe, "Desastre": denominación
de la destrucción y ocupación sionistas de Palestina
y del consecuente primer éxodo palestino tras la fundación
del Estado de Israel y la primera guerra árabe-israelí
en 1948.
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