Palestina


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Una vez más, Israel y EEUU pretenden derrotar la heroica resistencia del pueblo palestino mediante la aniquilación y el exilio

Nota de CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 9 de mayo de 2002

En su dinámica cíclica, Israel impone un retroceso a la cuestión palestina para devolverla al mismo punto al que siempre ha estado abocada según los designios del sionismo: el aniquilamiento y el exilio mediante la ocupación. En aplicación del Informe Tenet, EEUU aboga por la creación de un nuevo sistema que garantice la seguridad de Israel mediante la supervisión de la CIA

El primer ministro de Israel ha conseguido, tras meses de asedio brutal impunemente ejecutado contra el conjunto de la población palestina de los Territorios Ocupados, avanzar en su táctica de dar un fin militar a la Intifada y minimizar hasta su aniquilación al liderazgo político de la AP. La mediación interesada de EEUU ha vuelto a brindar a Arafat una única vía de salida para garantizar su subsistencia física -no está tan claro si política- poniendo un precio a su excarcelación del cuartel general de la AP en Ramala: el enjuiciamiento militar de un sector de la resistencia palestina que le ha acompañado en su encierro y la extradición de algunos combatientes encerrados en la basílica de Belén.

Símbolo histórico del pueblo palestino, Arafat fue seriamente criticado por amplios sectores de población palestina al haber transigido hasta la renuncia en las negociaciones con Israel en el marco de Oslo y al haber impuesto un sistema político a través de la AP en las entonces Áreas Autónomas que nada tenía que ver con el proyecto democrático que ha reivindicado históricamente el movimiento nacional palestino. La Intifada y el proceso de restauración de la unidad palestina frente a la ocupación israelí ha permitido que el acuartelamiento de Arafat a manos del ejército de Israel en estos últimos meses haya simbolizado el de todo el pueblo palestino y es por ello que todos los sectores políticos palestinos han mostrado su apoyo al dirigente palestino por encima de las críticas a su gestión como negociador y presidente de la AP. Con ello, el pueblo palestino ha dado un nuevo ejemplo de unidad nacional frente a Israel. Ello le ha valido a Arafat para restaurar el respaldo popular palestino en un momento de máxima debilidad. Sin embargo, esta nueva salida "negociada" pero impuesta por Israel y aceptada por la AP y por el propio Yaser Arafat, no puede dejar de valorarse muy negativamente por ciertos sectores políticos y populares palestinos. El FPLP en su último comunicado condenaba la determinación de Arafat de enjuiciar ante un tribunal militar, como se ha hecho, a los combatientes palestinos acusados de asesinar al ministro de Turismo israelí Rahavam Ze'evi.

A ello hay que sumar el significado político que se deriva de la liberación limitada de Arafat: Israel a través de su primer ministro Sharon ya ha expresado -y así lo ha transmitido ante la Administración Bush- que no aceptará la interlocución de Arafat en ningún posible arreglo político. Por su parte, Bush, renovando para Palestina la campaña contra el terrorismo, aboga por la creación de un sistema supervisado por EEUU a través de la CIA que garantice la seguridad israelí y que resuelva, de paso, el vacío político que de lugar la neutralización de la AP, en un ejemplo más del respaldo norteamericano a Israel. Ello servirá, sin duda, para legitimar la desaparición de la AP, devaluar más aún el papel de Arafat y liquidar el marco de Oslo como Sharon ha determinado desde su acceso al poder. A cambio, Israel podrá seguir impulsando impunemente su proyecto colonizador mediante el control militar del territorio palestino ocupado y el asedio a la población hasta conseguir un nuevo desalojo masivo que generará más refugiados. Un nuevo ciclo marcado por Israel se cierra así sobre la cuestión palestina.

El Estado de Israel ha caracterizado su historia desde 1948 y, especialmente desde 1967 por imponer una dinámica cíclica a la cuestión palestina que permitiera ejecutar un programa definido y planificado para desarrollar el proyecto sionista en Palestina desde una única premisa: la anulación de los derechos palestinos sobre su tierra y su destino colectivo como pueblo. Esa dinámica cíclica ha estado marcada por la determinación de crear hechos consumados mediante la violencia militar y las prácticas administrativas orientadas a la desposesión palestina de la tierra, al exilio y al fomento de la judeización mediante la colonización del territorio palestino previamente desalojado. Fue la determinación palestina de resistir el proyecto sionista y de reclamar sus derechos nacionales -a través de la primera Intifada- lo que obligó a modificar las tácticas israelíes para consolidar ese proyecto imponiendo un falso arreglo que implicó el reconocimiento del pueblo palestino y de su liderazgo político en la figura de Yaser Arafat. Diez años de falso proceso negociador de Oslo -enmarcado en las nuevas coordenadas globalizantes y neoliberales del nuevo orden regional promovido por EEUU- han servido a los designios de Israel con el respaldo incondicional norteamericano, de la UE y de los regímenes reaccionarios árabes, para imponer una paz a su medida: el pueblo palestino ha revivido en estos últimos años la intensificación del programa sionista en Cisjordania y Gaza mientras sus derechos internacionalmente reconocidos se diluían en la retórica de una paz fraudulenta que era más una rendición del liderazgo palestino -a través de la falsa soberanía de la AP en una entidad cantonalizada, dependiente de Israel y sometida al subdesarrollo y a la pobreza- que un arreglo negociado en pie de igualdad.

La segunda Intifada -expresión popular que ha devuelto a Israel y a la comunidad internacional la permanencia y actualidad del movimiento nacional palestino- quebró ese falso arreglo instalando al propio liderazgo palestino en una posición extremadamente delicada. Fue la AP y su liderazgo simbolizado en la figura de Arafat quienes, buscando su propia subsistencia política, sucumbieron a las presiones de Israel -primero bajo el primer ministro laborista General Barak y después del General Sharon- al aceptar una vez más ser el brazo ejecutor de la represión interna palestina enmarcada en el discurso "contra el terrorismo" que el gobierno israelí ha sabido tan eficazmente utilizar en beneficio del sionismo especialmente desde el 11 de septiembre y del cual ha sido víctima, finalmente, el propio Arafat.

Es aquí donde radica la última expresión del fraude cometido contra el pueblo palestino en diez años de proceso de paz: un año y ocho meses de asedio militar y estrangulamiento económico progresivamente intensificado hasta la barbarie por parte del ejército de Israel contra la Intifada palestina, han hecho retroceder a la cuestión palestina a su lugar de origen desde la creación del Estado de Israel en 1948 y desde el inicio de la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania en 1967. El proyecto sionista de Israel, utilizando las tácticas de "halcones" y "palomas" representadas en las distintas tácticas -siempre sionistas- de los gobiernos del Likud y el Laborismo (o de ambos bajo la designación de gobiernos de unidad nacional), ha tratado en este tiempo de imponerse por todos los medios posibles: mediante la hegemonía militar avalada por la ayuda de EEUU, mediante el aprovechamiento de las coyunturas regionales para aplicar la normalización de sus relaciones con los estados árabes reaccionarios y, en los últimos diez años, en el marco del nuevo orden regional, mediante la imposición de una noción de paz que ha pretendido resolver en falso e interesadamente el problema palestino neutralizando las legítimas aspiraciones nacionales del pueblo palestino.

El gobierno de unidad nacional representado en las figuras de Sharon y Peres no ha hecho sino reeditar la dinámica cíclica a la que Israel ha sometido a la cuestión palestina durante décadas. Ni siquiera la escandalosa y dramática agresividad con que el ejército israelí se ensaña contra la población palestina actúa hoy como elemento diferenciador o es ajena a la practica histórica de Israel: la masacre de Yenin tiene su antecedente en la de Qana'a, en la de Sabra y Chatila y en tantas otras hasta llegar a Deir Yasin en 1948, y todas ellas pretenden cumplir un mismo objetivo: aniquilar la presencia humana y la memoria palestina y forzar a la población palestina a reeditar cíclicamente el forzado exilio colectivo.

Israel, y con él EEUU y la comunidad internacional, pretenden pasar página como tantas otras veces en el pasado como si nada hubiera ocurrido en estas últimas semanas, en estos últimos meses, en los últimos diez años. Frente a ello, otra realidad actuante confluye con el pasado: la realidad viva de la resistencia palestina y su determinación por alcanzar sus aspiraciones nacionales, por acabar con la ocupación ilegal israelí y por poner fin a un proyecto colonial -el sionista- que además de negar la existencia de todo un pueblo lo condena al exilio. Si la catástrofe humanitaria palestina que ha desencadenado impunemente la brutalidad militar de Israel en los TTOO en estas últimas semanas es causa de la máxima condena y repulsa y debe ser expuesta a la exigencia del enjuiciamiento de sus responsables -el gobierno de Israel y su máximo dirigente Sharon- no es menos cierto que el ejemplo del sacrificio colectivo palestino adquiere en esta época trágica una noción que sitúa al movimiento nacional palestino en un proceso de regeneración histórica.



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