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"Debe achacarse al ministro de Defensa [Ariel Sharon] la responsabilidad por haber desestimado el peligro de actos de venganza y derramamiento de sangre de parte de las Falanges contra la población de los campamentos de refugiados, y por haber fracasado en tomar en cuenta este riesgo cuando decidió hacer efectivo este ingreso. Además, debe imputarsele responsabilidad por no haber ordenado las medidas apropiadas para evitar o reducir el peligro de masacre, como condición previa al ingreso de las Falanges a los campamentos."

Informe de la 'Comisión Kahan' sobre la responsabilidad de Ariel Sharon en las matanzas de Sabra y Chatila (extractos)

Traducción: Emilio D. Abraham (Nimrod Translations Ltd.)

El Informe de la denominada "Comisión Kahan" fue elaborado en 1983 por una grupo de jueces israelíes que recibieron el mandato del gobierno de Israel el 28 de septiembre de 1982 para investigar los hechos y factores relacionados con las masacres de refugiados palestinos y civiles libaneses en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila durante los días 16 al 18 de septiembre de ese mismo año, tras la entrada del ejército israelí en la capital libanesa, Beirut, en cuya periferia sur se ubican ambos campos. La Comisión estuvo integrada por el presidente del Tribunal Supremo israelí, Itzjak Kahan, que ejerció como su presidente y que dio nombre por ello a la Comisión; Aaron Barak, juez de la Corte Suprema de Israel; Iona Efrat, general en la reserva del ejercito israelí. El texto íntegro del Informe esta publicado en La semana Publicaciones, Ltda., Jerusalén, 1983 [CSCA]

La responsabilidad indirecta del ministro de Defensa Ariel Sharon (pp. 107-113)

"(...) La advertencia enviada al ministro de Defensa según el artículo 15 (a) anunciaba que podría ser perjudicado si la Comisión determinaba que ignoró o desestimó el peligro de actos de venganza o derramamientos de sangre perpetrados por las fuerzas libanesas contra la población palestina de los campamentos de refugiados, y que no ordenó la adopción de medidas para sacar a las fuerzas libanesas de los campamentos tan pronto como fuera posible, y para proteger a la población de los campamentos cuando le llegaron informaciones acerca de los actos de asesinato o excesos que estaban siendo perpetrados por las fuerzas libanesas.

"En su testimonio ante nosotros y en las declaraciones que diera a conocer previamente, el ministerio de Defensa también adoptó la posición que nadie había imaginado que las Falanges [libanesas, partido de la extrema derecha maronita aliada de Israel] ejecutarían una masacre en los campamentos y que fue ésta una tragedia imposible de prever. El ministro de Defensa enfatizó en su testimonio, y alegó en su defensa, que el director de la Inteligencia militar -que pasó algún tiempo junto a el y con quien mantuvo contacto tanto en los días previos al ingreso de las Falanges en los campamentos como así también en el momento de este ingreso- no le previno del peligro de una masacre, y que no recibió ninguna advertencia de parte del [servicio secreto israelí] Mossad, organismo responsable por el enlace con las Falanges que aemás manejaba información especial acerca el carácter de esta fuerza.

"Es cierto que ni la Inteligencia militar ni el Mossad hicieron ninguna advertencia sobre lo que ocurriría si las Falanges entraban a los campamentos, y nos referiremos a este tema cuando tratemos las responsabilidades del director de la Inteligencia militar y del jefe del Mossad. Pero en nuestra opinión, aún si tal advertencia, es imposible justificar la desestimación del ministro de Defensa del riesgo de una masacre. No repetiremos aquí lo que ya ha sido señalado más arriba acerca del difundido conocimiento de la ética combatiente de las Falanges, sus sentimientos de odio contra los palestinos, y los planes de sus dirigentes sobre el futuro de los palestinos cuando los susodichos dirigentes asumieran el poder. Además este conocimiento general, el ministro de Defensa poseía informes especiales gracias a sus considerables [cantidad de] reuniones con los jefes falangistas antes del asesinato de Bashir [Gemayel, recién nombrado presidente de El Líbano, aliado de Israel].

"El dar a las Falanges la posibilidad de penetrar a los campos de refugiados sin tomar medidas para la supervisión continua y concreta de sus acciones allí, podría haber creado un grave peligro para la población civil de los campamentos aún si tal posibilidad se les hubiera dado antes del asesinato de Bashir. Es así que este peligro ciertamente podría haber sido anticipado - y era imperativo haberlo previsto- precisamente tras el asesinato de Bashir. El hecho de que no era claro cuál organización había causado la muerte de Bashir carecía de importancia, dada la conocida estructura de mentalidad entre los grupos combatientes en El Líbano. En las circunstancias prevalecientes luego del asesinato de Bashir no eran necesarias facultades proféticas para saber que existían peligros concretos de actos de asesinato cuando las Falanges fueran introducidas dentro de los campamentos sin que esa operación el EDI [Ejército de Defensa de Israel, ejército israelí] estuviera junto a ellas, y sin que el EDI fuera capaz de mantener una supervisión efectiva y continua de sus actividades. La sensación de tal peligro debería haber estado presente en la conciencia de cada persona allegada al tema, y ciertamente en la conciencia del ministro de Defensa, que tomó parte tan activa en todo lo relacionado con esta guerra. Su participación en la guerra fue muy intensa y el contacto con las Falanges estaba bajo su constante supervisión. Si el ministro de Defensa, al decidir el ingreso de las Falanges a los campamentos sin la participación del EDI en la operación, no pensó realmente que tal resolución acarrearía que efectivamente ocurrió, la única explicación posible para ello es que desestimó cualquier tipo de recelo posible acerca de lo que podía esperarse, ya que las ventajas -que ya hemos hecho notar- que se obtendrían del ingreso de las Falanges a los campamentos lo distrajeron de la adecuada consideración de esta instancia.

"Como político responsable de los asuntos de seguridad de Israel, y como ministro que tomó parte activa en la dirección de los movimientos políticos y militares de la guerra del Líbano, era obligación del ministro de Defensa el tomar en cuenta todas las consideraciones razonables a favor y en contra del ingreso de las Falanges a los campamentos, y no desestimar completamente los serios y graves peligros de tal acción, es decir, que las Falanges podían cometer atrocidades y que era necesario anticipar esta posibilidad tanto como obligación humanitaria como asimismo para evitar el daño político que implicaría. De boca del propio ministro de Defensa sabemos que esta consideración en última instancia no le interesó y que el asunto no fue discutido ni examinado en ninguno de sus aspectos en las reuniones y discusiones mantenidas por el ministro de Defensa. Somos de la opinión de que el ministro de Defensa cometió un grave error cuando ignoró el peligro de actos de venganza y derramamiento de sangre por parte de las Falanges contra la población de los campamentos de refugiados.

"Hemos dicho más arriba que no afirmamos que la decisión de hacer que las Falanges entraran a los campamentos no debería haber sido tomada bajo ninguna circunstancia. Nos parece que no podríamos hacer ninguna reclamación por ello al ministro de Defensa, si tal decisión hubiera sido tomada luego de haber sido examinadas todas las consideraciones relevantes. Sin embargo, si la resolución fue tomada con conciencia del riesgo que había de dañar a los habitantes, existía la obligación de adoptar medidas que garantizaran la efectiva y constante supervisión del EDI sobre las actividades de las Falanges en el lugar, de tal manera que se evitara el peligro, o que al menos se lo redujera considerablemente. El ministro de Defensa no expidió ninguna orden relativa a la adopción de tales medidas. No nos explayaremos aquí sobre qué providencias debieron tomarse, sino que consideraremos esto más adelante. Por lo que le toca a la responsabilidad del ministro de Defensa, es suficiente dejar sentado que no expidió ninguna orden al EDI para adoptar las medidas adecuadas. Igualmente, en sus reuniones con los comandantes falangistas, el ministro de Defensa no hizo ningún intento por señalarles la gravedad del peligro contenido en que sus hombres cometieran actos de asesinato. Aunque no es seguro que estas observaciones por parte del ministro de Defensa hubieran evitado la masacre o hubieran tenido algún efecto sobre los comandantes falangistas que, en aras de sus propios intereses políticos, debieran haber impuesto una supervisión adecuada sobre su gente, para que no excedieran las operaciones regulares de combate. Se ha relatado más arriba que pocas horas después del ingreso de las Falanges a los campamentos, algunos de los soldados preguntaron qué hacer con la gente que había caído en sus manos, y que las respuestas que se les dieron no solamente no los prohibían dañarlos, sino que inclusive se les incitó a ello. Constituye una suposición altamente razonable el que, si los comandantes que dieron esa respuesta hubieran oído del ministro de Defensa o de comandantes falangistas de mayor rango una orden clara y explícita prohibiéndoles dañar a civiles y explicando el perjuicio que ello causaría a las Falanges, sus respuestas a estas preguntas hubieran sido diferentes.

"De haber sido evidente al ministro de Defensa que no podía ejercerse ninguna supervisión real sobre la fuerza falangista que entró a los campamentos con el asentimiento del EDI, su deber debería haber sido evitar ese ingreso. La utilidad del ingreso de las Falanges a los campamentos fue totalmente desproporcionada al daño que causaría su entrada en el caso de descontrolarse. Una buena cantidad de gente que oyó del ingreso de las Falanges a los campamentos era consciente de ello antes aún de escucharse los primeros informes de la masacre. En efecto, el jefe del Estado Mayor compartía la misma opinión, lo cual puede deducirse de su respuesta a la pregunta sobre si hubiera expedido órdenes de tomar medidas adicionales o si se hubiera conformado con las que se tomaron en la práctica en caso de creer que las Falanges cometerían excesos, Replicó de la siguiente manera (pág. 1.677):'No, si hubiera previsto que esto iba a ocurrir, o si alguien me hubiera advertido que esto podía acontecer, ellos no hubieran entrado a los campamentos'.

"En respuesta a otra pregunta, sobre si hubiera tomado medidas adicionales, el Jefe del Estado Mayor respondió:'Ellos no hubieran ingresado en los campamentos. Yo no les hubiera permitido hacerlo'.

"Preguntado sobre si no hubiera permitido a las Falanges entrar a los campamentos a pesar del deseo de que operaran junto con el EDI y le evitaran bajas, el jefe del Estado Mayor dijo:'Entonces quizás hubiéramos actuado de manera diferente, cerrando los campamentos, rodeándolos, o haciéndolos rendirse en una semana o en unos días mas, o bombardeándolos con todo nuestro poderío, con aviones o artillería. Si por mí fuera, si hubiera anticipado que esto iba a ocurrir, o si se hubiera hecho una advertencia de esta índole, ellos no hubieran entrado en los campamentos'.

"Y el jefe del Estado Mayor agregó que, de haber sospechado o temido que ocurriera lo que ocurrió, 'ellos de ninguna manera hubieran entrado a los campamentos, no se hubieran ni acercado a los campamentos'. Citamos aquí estas observaciones para demostrar que, a pesar de la utilidad que representaba hacer que las Falanges ingresaran a los campamentos, esta medida hubiera debido ser descartada de no haber podido ser evitada una masacre utilizando los métodos a disposición del EDI.

"No aceptamos el argumento que el ministro de Defensa no debía temer que las Falanges cometerían actos de asesinato porque en su aspecto exterior aparecían como un ejército disciplinado y organizado. Del orden de la organización militar de las Falanges no podía inferirse que su actitud hacia la vida humana y hacia la población no combatiente había cambiado básicamente. De su organización militar quizás podía colegirse que los soldados atenderían las órdenes de sus comandantes y que no romperían la disciplina. Pero en última instancia, debería haberse tomado la precaución que los comandantes fueran imbuidos con la conciencia de que no habrían de cometerse excesos, dando a sus hombres órdenes inequívocas a tal efecto. Las advertencias de rutina que los comandantes del EDI impartieron a las Falanges, del mismo tipo que las que expiden regularmente a las tropas del EDI, mal podían haber tenido efecto alguno.

"Debemos subrayar aquí que es ostensiblemente desconcertante que el ministro de Defensa no hiciera partícipe para nada al primer ministro de la decisión de hacer que las Falanges ingresaran en los campamentos.

"Somos de la opinión que debe achacarse al ministro de Defensa la responsabilidad por haber desestimado el peligro de actos de venganza y derramamiento de sangre de parte de las Falanges contra la población de los campamentos de refugiados, y por haber fracasado en tomar en cuenta este riesgo cuando decidió hacer efectivo este ingreso. Además, debe imputarse responsabilidad al ministro de Defensa por no haber ordenado las medidas apropiadas para evitar o reducir el peligro de masacre, como condición previa al ingreso de las Falanges a los campamentos. Estos errores representan un serio incumplimiento a las obligaciones que atañen al cargo de ministro de Defensa.

"No creemos que deba imputársele responsabilidad al ministro de Defensa por no ordenar la expulsión de las Falanges de los campamentos cuando llegaron hasta él los primeros informes acerca de los asesinatos allí cometidos. Como se detalla anteriormente, tales informes llegaron inicialmente al ministro de Defensa en la tarde del viernes, pero al mismo tiempo había escuchado del jefe del Estado Mayor que la operación de las Falanges había sido detenida, que se les había ordenado abandonar los campamentos, y que su partida tendría efecto a las 05.00 del sábado. Los pasos preventivos bien pudieron parecer suficientes al ministro de Defensa en aquel momento, y no era su obligación ordenar que se tomaran medidas adicionales, o hacer que la salida se adelantara, paso éste que era de dudosa posibilidad."

Justificación del ingreso de las Falanges y responsabilidad directa de éstas (pág. 85)

"(...) La decisión de permitir el ingreso de las Falanges dentro de los campamentos fue tomada con la intención de evitar mas pedidas en la guerra de El Líbano; ceder ante la opinión publica en Israel, enojada con las Falanges porque estaban gozando de los frutos de la guerra sin tomar parte de ella; y aprovechar los servicios profesionales y capacidades de las Falanges en identificar terroristas y descubrir escondrijos de armas. No existió ninguna intención por parte de ningún elemento israelí de dañar a la población no combatiente de los campamentos. () "Antes de entrar a los campamentos, y también después, las Falanges solicitaron del EDI apoyo en la forma de fuego de artillería y tanques, pero su petición fue rechazada fue rechazada por el Jefe del Estado Mayor para evitar dañar a los civiles. Es verdad que los cañones de los tanques del EDI fueron dirigidos contra los focos de fuego dentro de los campamentos.()Por ello, es nuestra conclusión que la responsabilidad directa por la perpetración de actos de asesinato descansa en las fuerzas falangistas."

Ambigüedades sobre responsabilidad directa e indirecta (pp. 88-99)

"()El argumento consiste en que no se debe achacar ninguna responsabilidad a Israel por hechos perpetrados fuera de sus fronteras cometidos por miembros e la comunidad cristiana contra palestinos de aquel país, o por musulmanes ubicados dentro de la zona de los campamentos (). No podemos aceptar esta posición. Si se nos hace ciertamente evidente que aquellos que decidieron el ingreso de las Falanges dentro de los campamentos deberían haber previsto - por la información que tenían a su disposición, y por las cosas que eran de dominio publico- que existía el peligro de una masacre, y que no se tomaron medidas que pudieran haber evitado este peligro, o al menos, reducir en gran medida la posibilidad de que fueran cometidas acciones de este tipo; entonces, quienes tomaron las decisiones y quienes las implementaron son indirectamente responsables por lo que en ultima instancia ocurrió, aun si no era su intención que esto aconteciera y si desestimaron simplemente el anticipado riesgo. Una responsabilidad indirecta similar recae también sobre aquellos que sabían de la decisión. Era su deber advertir del peligro en virtud de sus cargos y posiciones, y no cumplieron con esta su obligación ().Tampoco es posible absolver de dicha responsabilidad indirecta a aquellas personas que, cuando recibieron los primeros informes de lo que estaba aconteciendo en los campamentos, no corrieron a evitar la continuación de las acciones de las Falanges, ni hicieron todos los esfuerzos en su poder para evitarlas.() Puede ser que desde una perspectiva legal el tema de la responsabilidad no sea inequívoco, en vista de la falta de claridad con respecto al status del Estado de Israel y de sus fuerzas en territorio libanés. Si en el momento de los acontecimientos el territorio de Beirut Occidental puede ser considerado como territorio ocupado () entonces es deber del ocupante, de acuerdo con las reglas usuales y de costumbre de la ley internacional, hacer todo lo posible para asegurar el bienestar y la seguridad del publico. Aunque estas normas legales fueran invalidas con respecto a la situación en la cual se encontraba el gobierno de Israel y las fuerzas operando bajo su control que allí se hallaban en el momento de los hechos, por lo que se refiere a las obligaciones que se aplican a toda nación civilizada y a la reglas éticas aceptadas por los pueblos civilizados, aun así el problema de la responsabilidad indirecta no puede ser ignorado.(...)

"Tanto el primer ministro como el ministro de Defensa [de Israel] basaron la participación de las Falanges en el ingreso a Beirut Occidental sobre la resolución del gabinete [israelí] adoptada en la sesión del 15 de junio.() Una cuestión diferente es si la decisión de hacer que las Falanges entraran a los campamentos estaba justificada bajo las circunstancias que se crearon. De la descripción de los acontecimientos arriba citados y de sus testimonios ante nosotros, nos queda claro que esta decisión fue tomada por el ministro de Defensa con la concurrencia del jefe del Estado Mayor (). En nuestra opinión, todos aquéllos que tuvieron algo que ver con los acontecimientos en El Líbano deberían haber sentido aprehensión acerca de una masacre en los campamentos si las fuerzas falangistas se disponían a entrar en estos sin que el EDI ejerciera una supervisión y escrutinio concretos y efectivos sobre ellas.(...)

"Al mismo tiempo, por lo que hemos dicho anteriormente, queda claro que la decisión del ingreso de las Falanges en los campamentos fue tomada sin considerar el peligro -que quienes tomaron y ejecutaron la decisión estaban obligados a prever como probable-- que las Falanges cometerían masacres y pogroms contra los habitantes de los campamentos, y sin un examen de los métodos para evitar este riesgo. Igualmente, por curso de los acontecimientos queda claro que cuando comenzaron a llegar los informes acerca de las actividades de las Falanges dentro de los campamentos, no se les presto la atención apropiada, no se extrajeron de ellos las conclusiones adecuadas, ni se tomaron las enérgicas e inmediatas medidas para frenar a las falanges y dar un alto a sus actividades."