Palestina


*Uri Avnery es uno de los fundadores de la Gush Shalom (Coalición por la Paz) israelí. Nacido en Alemania, emigró a Palestina en 1933 y se unió al movimiento clandestino Irgún. En 1948, como miembro de una unidad de comandos israelíes, resultó herido en el frente egipcio. Como periodista y activista político lleva trabajando desde hace mucho tiempo en pro de los derechos palestinos y en 1982 cruzó a línea del frente para reunirse con Arafat en el momento más álgido del sitio de Beirut.

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PALESTINA


Algo huele mal

Uri Avnery*

Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 23 de abril de 2002

Aún cuando se confirme solamente una pequeña parte de la atrocidad de la que se habla, nos tendremos que hacer la siguiente pregunta: ¿qué se pretendía con esto? ¿Por qué los líderes civiles y militares decidieron lidiar con el campamento de Jenín de este modo? Y la única respuesta que encuentro es la siguiente: en Jenín, los palestinos decidieron resistir y luchar. La violación de Jenín tenía por objeto mandar a los palestinos el siguiente mensaje: ésta será la suerte que corra todo aquel que se resista el Ejército israelí

Entre todos los que estuvieron presentes en el campamento de refugiados de Jenín, existe únicamente un punto de acuerdo: una semana después de que el combate terminara, periodistas extranjeros, soldados israelíes, representantes de NNUU, reporteruchos israelíes de tres al cuarto, miembros de organizaciones humanitarias y propagandistas del gobierno hablan del hedor insoportable que emanan los cuerpos en descomposición y que persiste por todas partes.

Aparte de eso, nadie puede ponerse de acuerdo en ninguna otra cuestión. Los palestinos hablan de una masacre de proporciones tales que la convierten en un segundo Sabra y Chatila. El Ejército israelí habla de duros combates, en el transcurso de los cuales "el Ejército más humanitario del mundo" no hirió intencionadamente a un solo civil. Los palestinos hablan de cientos de muertos; el Ministerio de Defensa israelí afirma con rotundidad que el número de muertos asciende, exactamente, a 43.

Así que, ¿cuál es la verdad? Y la respuesta, muy simple, es que nadie lo sabe. De hecho, nadie puede saberlo. La verdad yace enterrada bajo los escombros, y desprende un olor atroz.

Sin embargo, algunos hechos son incontestables, y bastan para llegar a algunas conclusiones.

Primero: durante las dos semanas de combates, el Ejército no permitió que ningún periodista israelí o extranjero entrase en el campamento. Ni siquiera después de que los combates hubiesen concluido, ningún periodista pudo entrar en el campamento, con la excusa de que sus vidas corrían peligro. Pero los periodistas no le habían pedido al Ejército que les salvaran la vida. Estaban dispuestos a arriesgar sus vidas, como todo periodista o fotógrafo hace en todas las guerras que cubre.

El sentido común más elemental bastaría para pensar que, si uno le niega por la fuerza el acceso a los periodistas, entonces es que tiene algo que esconder.

Segundo: durante los combates y después de los mismos, no se permitió que las ambulancias y equipos de rescate se acercasen a la zona. Los que intentaron aproximarse, recibieron disparos. El resultado fue que los heridos se desangraron hasta morir en las calles del campamento, aún en aquellos casos en que sus heridas no revestían gravedad. Esto constituye un crimen de guerra, son órdenes "claramente ilegales". Según la ley israelí, y aún más según el derecho internacional y las convenciones de las que Israel es firmante, está prohibido que los soldados obedezcan este tipo de órdenes.

No existe diferencia alguna si quienes murieron en estas acciones eran civiles u "hombres armados", si se trataba de una sola persona o de cien. Como táctica de guerra, es inhumana.

Algunos periodistas han intentado justificar el empleo de estas tácticas, argumentando que habían visto "con sus propios ojos" ambulancias palestinas que transportaban armas. Aún cuando un incidente como ese se hubiera producido, sigue sin poder justificar el empleo de estos métodos, bajo ninguna circunstancia (hasta el momento, solamente se ha podido probar un caso: esta semana, reporteros israelíes informaban orgullosos de que soldados israelíes habían utilizado una ambulancia para acercarse a una casa en la que se escondía una persona "buscada").

Tercero: después de que hubiesen concluido los combates, y hasta ahora, los equipos de rescate y de desescombro han visto cómo les era prohibida la entrada para retirar los escombros y los cadáveres o quizás, para poder salvar a alguien que permaneciera con vida bajo los escombros.

Nuevamente, la excusa era que los cuerpos podían estar cargados con bombas. ¿Y qué? Si equipos locales y extranjeros desean arriesgar sus vidas por un propósito tan noble, ¿por qué debería impedírseles que lo hicieran?

Cuarto: durante todos los días en los que hubo combates, no se permitió la entrada de medicamentos, agua o comida en el campamento. Yo mismo participé en una marcha organizada por pacifistas israelíes que intentaron, una vez acabados los combates, acompañar a un convoy de camiones cargados de provisiones. Los camiones pudieron cruzar los controles, pero poco después nos enteramos de que las provisiones habían terminado siendo descargadas en un campamento militar y que solamente cuatro pudieron alcanzar su destino.

¿Qué indica todo esto? Cualquier persona objetiva llegaría a la conclusión de que el Ejército quería evitar a cualquier precio la entrada de testigos en el campamento. El Ejército sabía que con ello daría lugar a interminables rumores sobre una masacre terrible, pero prefirió eso a que se supiera la verdad. Cuando uno toma medidas tan extremas para esconder algo, entonces no se puede quejar de los rumores.

Y hete aquí que llegamos a la cumbre del cinismo, consistente en impedir el acceso a un lugar y después decir que nadie tiene derecho a hablar de lo que allí ocurrió, porque no lo ha visto con sus propios ojos.

La prueba más irrecusable de lo ocurrido es el hecho de que, inmediatamente después de que se pusiera fin a los combates, máximos responsables del Ejército y del gobierno comenzaron a discutir posibles vías para intentar evitar la reacción de shock que se produciría tanto en Israel como en el extranjero cuando se supiera lo ocurrido. No ha sido esta una discusión secreta, sino pública, una discusión que ha tenido lugar en programas de debate de los medios de comunicación. Todos lo hemos oído.

Las decisiones adoptadas han sido tremendamente efectivas en Israel, y al mismo tiempo han sido totalmente ineficaces en el exterior. Yo estaba en Inglaterra cuando las noticias sobre lo ocurrido comenzaron a difundirse: cubrían las portadas de todos y cada uno de los más influyentes periódicos británicos. El titular de la portada del Times decía: "En el interior del campamento de la muerte". Debajo, una enorme fotografía se completaba con la crónica de una corresponsal de guerra "super-star" que afirmaba que, en ninguna de las guerras de las que había informado (Bosnia, Kosovo, Chechenia, etc.) había visto algo tan terrible como esto. En casi todos los países europeos la reacción ha sido la misma.

Sin embargo, en Israel, la maquinaria propagandística del gobierno (maquinaria en la cual todos los medios de comunicación se hallan integrados por voluntad propia), ha hecho todo lo posible por preparar por adelantado a la opinión pública. Ya antes de nada se dijo que los palestinos estaban a punto de difundir una mentira horrenda, que iban a apilar un montón de cadáveres en las calles (¿de dónde los iban a sacar?). Llegaron al punto de afirmar que los palestinos habían demolido sus propias casas con sus familias dentro para que comenzasen las calumnias.

El Ejército "limpió" parte del campamento, retirando los cadáveres y de algún modo poniendo orden entre las ruinas. Allí fue donde trajeron a los periodistas obedientes y a los inocentes visitantes extranjeros. Allí, los visitantes se encontraron con militares muy humanos que les aseguraron que allí no se había producido masacre alguna. Después de todo, solamente se había destruido una parte muy pequeña del campamento, tantos por tantos metros, nada, de verdad, no ha sido nada... Me recuerda a los métodos empleados por ciertos regímenes.

El resultado es que una vez más se ha creado un abismo entre los israelíes y el resto del mundo. Por todo el planeta, muchas personas han expresado su horror ante el hecho de que hayan sido precisamente judíos (de entre todas las personas) quienes hayan sido capaces de cometer tales acciones. Por su parte, los judíos se reafirmaron en su creencia de que todos los goyim (esto es, todos los no judíos), son antisemitas.

Espero que haya una investigación internacional seria de lo ocurrido, y que la verdad (sea cuál sea) salga a la luz. Pero aún cuando se confirme solamente una pequeña parte de la atrocidad de la que se habla, nos tendremos que hacer la siguiente pregunta: ¿qué se pretendía con esto? ¿Por qué los líderes civiles y militares decidieron lidiar con el campamento de Jenín de este modo?

Y la única respuesta que encuentro es la siguiente: en Jenín, los palestinos decidieron resistir y luchar. La violación de Jenín tenía por objeto mandar a los palestinos el siguiente mensaje: ésta será la suerte que corra todo aquel que se resista el Ejército israelí. Al mismo tiempo, la violación de Jenín podría haber ocasionado un nuevo éxodo como el provocado por Deir Yassin.

Solamente un loco creería que con esto terminará la resistencia frente a la ocupación.


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