Algo huele mal
Uri Avnery*
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca),
23 de abril de 2002
Aún cuando se confirme
solamente una pequeña parte de la atrocidad de la que
se habla, nos tendremos que hacer la siguiente pregunta: ¿qué
se pretendía con esto? ¿Por qué los líderes
civiles y militares decidieron lidiar con el campamento de Jenín
de este modo? Y la única respuesta que encuentro es la
siguiente: en Jenín, los palestinos decidieron resistir
y luchar. La violación de Jenín tenía por
objeto mandar a los palestinos el siguiente mensaje: ésta
será la suerte que corra todo aquel que se resista el
Ejército israelí
Entre todos los que estuvieron presentes en el campamento
de refugiados de Jenín, existe únicamente un punto
de acuerdo: una semana después de que el combate terminara,
periodistas extranjeros, soldados israelíes, representantes
de NNUU, reporteruchos israelíes de tres al cuarto, miembros
de organizaciones humanitarias y propagandistas del gobierno
hablan del hedor insoportable que emanan los cuerpos en descomposición
y que persiste por todas partes.
Aparte de eso, nadie puede ponerse de acuerdo en ninguna otra
cuestión. Los palestinos hablan de una masacre de proporciones
tales que la convierten en un segundo Sabra y Chatila. El Ejército
israelí habla de duros combates, en el transcurso de los
cuales "el Ejército más humanitario del mundo"
no hirió intencionadamente a un solo civil. Los palestinos
hablan de cientos de muertos; el Ministerio de Defensa israelí
afirma con rotundidad que el número de muertos asciende,
exactamente, a 43.
Así que, ¿cuál es la verdad? Y la respuesta,
muy simple, es que nadie lo sabe. De hecho, nadie puede saberlo.
La verdad yace enterrada bajo los escombros, y desprende un olor
atroz.
Sin embargo, algunos hechos son incontestables, y bastan para
llegar a algunas conclusiones.
Primero: durante las dos semanas de combates, el Ejército
no permitió que ningún periodista israelí
o extranjero entrase en el campamento. Ni siquiera después
de que los combates hubiesen concluido, ningún periodista
pudo entrar en el campamento, con la excusa de que sus vidas
corrían peligro. Pero los periodistas no le habían
pedido al Ejército que les salvaran la vida. Estaban dispuestos
a arriesgar sus vidas, como todo periodista o fotógrafo
hace en todas las guerras que cubre.
El sentido común más elemental bastaría
para pensar que, si uno le niega por la fuerza el acceso a los
periodistas, entonces es que tiene algo que esconder.
Segundo: durante los combates y después de los mismos,
no se permitió que las ambulancias y equipos de rescate
se acercasen a la zona. Los que intentaron aproximarse, recibieron
disparos. El resultado fue que los heridos se desangraron hasta
morir en las calles del campamento, aún en aquellos casos
en que sus heridas no revestían gravedad. Esto constituye
un crimen de guerra, son órdenes "claramente ilegales".
Según la ley israelí, y aún más según
el derecho internacional y las convenciones de las que Israel
es firmante, está prohibido que los soldados obedezcan
este tipo de órdenes.
No existe diferencia alguna si quienes murieron en estas acciones
eran civiles u "hombres armados", si se trataba de
una sola persona o de cien. Como táctica de guerra, es
inhumana.
Algunos periodistas han intentado justificar el empleo de
estas tácticas, argumentando que habían visto "con
sus propios ojos" ambulancias palestinas que transportaban
armas. Aún cuando un incidente como ese se hubiera producido,
sigue sin poder justificar el empleo de estos métodos,
bajo ninguna circunstancia (hasta el momento, solamente se ha
podido probar un caso: esta semana, reporteros israelíes
informaban orgullosos de que soldados israelíes habían
utilizado una ambulancia para acercarse a una casa en la que
se escondía una persona "buscada").
Tercero: después de que hubiesen concluido los combates,
y hasta ahora, los equipos de rescate y de desescombro han visto
cómo les era prohibida la entrada para retirar los escombros
y los cadáveres o quizás, para poder salvar a alguien
que permaneciera con vida bajo los escombros.
Nuevamente, la excusa era que los cuerpos podían estar
cargados con bombas. ¿Y qué? Si equipos locales
y extranjeros desean arriesgar sus vidas por un propósito
tan noble, ¿por qué debería impedírseles
que lo hicieran?
Cuarto: durante todos los días en los que hubo combates,
no se permitió la entrada de medicamentos, agua o comida
en el campamento. Yo mismo participé en una marcha organizada
por pacifistas israelíes que intentaron, una vez acabados
los combates, acompañar a un convoy de camiones cargados
de provisiones. Los camiones pudieron cruzar los controles, pero
poco después nos enteramos de que las provisiones habían
terminado siendo descargadas en un campamento militar y que solamente
cuatro pudieron alcanzar su destino.
¿Qué indica todo esto? Cualquier persona objetiva
llegaría a la conclusión de que el Ejército
quería evitar a cualquier precio la entrada de testigos
en el campamento. El Ejército sabía que con ello
daría lugar a interminables rumores sobre una masacre
terrible, pero prefirió eso a que se supiera la verdad.
Cuando uno toma medidas tan extremas para esconder algo, entonces
no se puede quejar de los rumores.
Y hete aquí que llegamos a la cumbre del cinismo, consistente
en impedir el acceso a un lugar y después decir que nadie
tiene derecho a hablar de lo que allí ocurrió,
porque no lo ha visto con sus propios ojos.
La prueba más irrecusable de lo ocurrido es el hecho
de que, inmediatamente después de que se pusiera fin a
los combates, máximos responsables del Ejército
y del gobierno comenzaron a discutir posibles vías para
intentar evitar la reacción de shock que se produciría
tanto en Israel como en el extranjero cuando se supiera lo ocurrido.
No ha sido esta una discusión secreta, sino pública,
una discusión que ha tenido lugar en programas de debate
de los medios de comunicación. Todos lo hemos oído.
Las decisiones adoptadas han sido tremendamente efectivas
en Israel, y al mismo tiempo han sido totalmente ineficaces en
el exterior. Yo estaba en Inglaterra cuando las noticias sobre
lo ocurrido comenzaron a difundirse: cubrían las portadas
de todos y cada uno de los más influyentes periódicos
británicos. El titular de la portada del Times
decía: "En el interior del campamento de la muerte".
Debajo, una enorme fotografía se completaba con la crónica
de una corresponsal de guerra "super-star" que afirmaba
que, en ninguna de las guerras de las que había informado
(Bosnia, Kosovo, Chechenia, etc.) había visto algo tan
terrible como esto. En casi todos los países europeos
la reacción ha sido la misma.
Sin embargo, en Israel, la maquinaria propagandística
del gobierno (maquinaria en la cual todos los medios de comunicación
se hallan integrados por voluntad propia), ha hecho todo lo posible
por preparar por adelantado a la opinión pública.
Ya antes de nada se dijo que los palestinos estaban a punto de
difundir una mentira horrenda, que iban a apilar un montón
de cadáveres en las calles (¿de dónde los
iban a sacar?). Llegaron al punto de afirmar que los palestinos
habían demolido sus propias casas con sus familias dentro
para que comenzasen las calumnias.
El Ejército "limpió" parte del campamento,
retirando los cadáveres y de algún modo poniendo
orden entre las ruinas. Allí fue donde trajeron a los
periodistas obedientes y a los inocentes visitantes extranjeros.
Allí, los visitantes se encontraron con militares muy
humanos que les aseguraron que allí no se había
producido masacre alguna. Después de todo, solamente se
había destruido una parte muy pequeña del campamento,
tantos por tantos metros, nada, de verdad, no ha sido nada...
Me recuerda a los métodos empleados por ciertos regímenes.
El resultado es que una vez más se ha creado un abismo
entre los israelíes y el resto del mundo. Por todo el
planeta, muchas personas han expresado su horror ante el hecho
de que hayan sido precisamente judíos (de entre todas
las personas) quienes hayan sido capaces de cometer tales acciones.
Por su parte, los judíos se reafirmaron en su creencia
de que todos los goyim (esto es, todos los no judíos),
son antisemitas.
Espero que haya una investigación internacional seria
de lo ocurrido, y que la verdad (sea cuál sea) salga a
la luz. Pero aún cuando se confirme solamente una pequeña
parte de la atrocidad de la que se habla, nos tendremos que hacer
la siguiente pregunta: ¿qué se pretendía
con esto? ¿Por qué los líderes civiles y
militares decidieron lidiar con el campamento de Jenín
de este modo?
Y la única respuesta que encuentro es la siguiente:
en Jenín, los palestinos decidieron resistir y luchar.
La violación de Jenín tenía por objeto mandar
a los palestinos el siguiente mensaje: ésta será
la suerte que corra todo aquel que se resista el Ejército
israelí. Al mismo tiempo, la violación de Jenín
podría haber ocasionado un nuevo éxodo como el
provocado por Deir Yassin.
Solamente un loco creería que con esto terminará
la resistencia frente a la ocupación.
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