Palestina


*Uri Avnery es uno de los fundadores de la Gush Shalom (Coalición por la Paz) israelí. Nacido en Alemania, emigró a Palestina en 1933 y se unió al movimiento clandestino Irgún. En 1948, como miembro de una unidad de comandos israelíes, resultó herido en el frente egipcio. Como periodista y activista político lleva trabajando desde hace mucho tiempo en pro de los derechos palestinos y en 1982 cruzó a línea del frente para reunirse con Arafat en el momento más álgido del sitio de Beirut. Partidario de los Acuerdos de Oslo, es columnista del diario israelí Ma´ariv, en el que apareció este artículo, reproducido por The Guardian el martes 16 de abril de 2002.

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PALESTINA


Los héroes inmortales de Yenín

Uri Avnery*

The Guardian, 16 de abril de 2002
Traducción: Pablo Carbajosa, CSCAweb (www.nodo50.oirg/csca)

"La guerra de Sharon no sólo está fracasando en su intento de aportar mayor seguridad a Israel sino que está poniendo los cimientos de una nueva nación y un nuevo Estado palestino"

Al día siguiente del Primer Congreso Sionista de Basilea, Theodor Herzl escribió en su diario: "He fundado en Basilea el Estado de los judíos". Esta semana Ariel Sharon podía haber anotado en su diario: "En Yenín he fundado el Estado de los palestinos".

Por supuesto, no es que fuera ese su empeño. Su intención consistía en destruir la nación palestina, sus instituciones y su dirección política de una vez por todas, sin dejar otra cosa que pedazos y despojos, ruinas humanas de las que poder deshacerse en cualquier parte.

En la práctica ha sucedido algo bastante diferente. Enfrentados al asalto de la mayor maquinaria militar de la región y a las armas más modernas del mundo, sumergidos en un mar de sufrimiento, rodeados de cuerpos, la nación palestina enderezó su espalda como nunca lo había hecho.

En el pequeño campo de refugiados cercano a Yenín, un grupo de luchadores palestinos de todas las organizaciones se reunió con vistas a una batalla defensiva que habrá quedado en el corazón de todos los árabes. Es la Massada palestina, como la denominó un oficial palestino, aludiendo a la legendaria resistencia de los restos de la gran rebelión judía contra Roma en el año 71 d.C.

Cuando ya no se pueda mantener a los medios de información alejados por más tiempo y se dé publicidad a las imágenes del horror, pueden aparecer dos posibles versiones: Yenín como historia de una masacre, una segunda Sabra y Chatila, y Yenín, el Stalingrado palestino, una historia de inmortal heroísmo. Seguramente ha de prevalecer la segunda.

Las naciones se fundan sobre el mito. Yo crecí con los mitos de Massada y de Tel-Chai. Con ellos se formó la conciencia de la nueva nación hebrea (en Tel-Chai, en 1920, un grupo de defensores judíos fueron muertos en un incidente con luchadores sirios que se oponían a los franceses). Los mitos de Yenín y del complejo de Arafat en Ramala formarán la conciencia de la nueva nación palestina.

Un robot militar primario, que todo lo ve en términos de potencia de fuego y recuento de bajas no puede entender esto. Pues ya Napoleón, con su genio militar, advirtió que en la guerra las consideraciones morales cuentan en tres cuartas partes, y el equilibrio de fuerzas es responsable del otro cuarto.

David contra Goliat

¿Cómo queda la guerra de Sharon de acuerdo con esta perspectiva? Por lo que se refiere a las fuerzas reales, el balance está claro. Unas cuantas docenas de israelíes caídos, y muchos cientos de palestinos muertos. Un Israel indemne y una horrible destrucción en Palestina. El objetivo consistía, según se proclamo, en "destruir la infraestructura de terror". Está definición carece en sí misma de sentido: la "infraestructura de terror" existe en las almas de millones de palestinos y decenas de millones de árabes, cuyos corazones estallan de rabia. Cuantos más combatientes y suicidas cargados de bombas mueren, más combatientes y suicidas están dispuestos a tomar su lugar. Hemos visto los "laboratorios de explosivos", con sacos de materiales que se pueden conseguir en las tiendas israelíes. El Ejército israelí se muestra orgulloso de haberlos descubierto por decenas. Pronto serán cientos.

Cuando docenas de heridos yacen en las calles y se desangran lentamente hasta morir porque el Ejército dispara a cualquier ambulancia que vea moverse se crea un odio espantoso. Cuando el Ejército entierra en secreto cientos de cuerpos de hombres, mujeres y niños, se crea un odio espantoso. Cuando los tanques destruyen casas, derriban postes de electricidad y revientan las cañerías, dejando tras de sí a miles de personas sin hogar y haciendo que los niños beban de los charcos, con ello se crea un odio espantoso.

El niño palestino que es testigo de esto con sus propios ojos se convierte en el suicida cargado de explosivos de mañana. De este modo crean Sharon y su jefe de estado mayor, Shaul Mofaz, la infraestructura terrorista.

Mientras tanto, han puesto los cimientos de la nación y el Estado palestinos. Su pueblo ha podido ver a los luchadores de Yenín y los considera héroes mucho mayores que los soldados israelíes protegidos dentro de sus tanques. Han visto a su líder en imágenes de televisión que ya son historia, con el rostro iluminado por una solitaria vela, en una oficina sitiada y a obscuras, dispuesto a morir en cualquier momento, y lo ha comparado con los hedonistas ministros israelíes que se sientan e sus despachos lejos del frente, rodeados de legiones de guardaespaldas. Así es cómo se engendra el orgullo nacional.

Nada bueno saldrá para Israel de esta aventura, y nada bueno salió de las anteriores aventuras de Sharon. Su concepción era estúpida, su puesta en práctica ha sido cruel y sus resultados serán desastrosos. No traerá paz ni seguridad ni resolverá problema alguno, sino que aislará a Israel y pondrá en peligro a los judíos de todo el mundo.

Al final, sólo se recordará una cosa: cómo nuestra gigantesca máquina militar atacó al pequeño pueblo palestino y como el pequeño pueblo palestino y su líder resistieron. A los ojos de los palestinos, y no sólo a los suyos, parecerá una extraordinaria victoria, la victoria de un moderno David contra Goliath.


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