Palestina


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Palestina


Israel no podrá imponer
su voluntad por la fuerza

Editorial del diario palestino Al-Quds, 5 de marzo de 2001
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

"Cabría suponer que la larga experiencia que tiene Sharon con el pueblo palestino le habría convencido de que, sea cual sea su potencia, la fuerza militar no bastará para obligar a un pueblo que ha mantenido la cabeza bien alta durante los últimos cien años a arrodillarse, un pueblo que sigue aspirando a una paz justa que le restituya sus derechos y que garantice la seguridad y la estabilidad para todos los pueblos de la zona"

En las pasadas horas, hemos sido testigos de la más violenta operación de represión militar llevada a cabo por el Ejército israelí contra el pueblo palestino y los campamentos de refugiados en lo que llevamos de Intifada. Los excesos contra ciudadanos inocentes han tenido como resultado el asesinato de mujeres y niños, la destrucción de ambulancias y la muerte de un médico palestino de entre el grupo de médicos que se encontraba en el interior de uno de dichos vehículos, amén de decenas de heridos desangrándose hasta la muerte. Las dotaciones de las ambulancias han visto cómo se les prohibía el paso hacia los campamentos, convertidos en escenario de una guerra que las fuerzas israelíes (reforzadas con aviones, tanques y armamento pesado) libran contra una población palestina indefensa.

De las declaraciones del primer ministro israelí Ariel Sharon y de las características de esta campaña de represión israelí, queda claro que el propósito que persigue el Ejecutivo israelí es el de infligir el mayor número de pérdidas humanas posible a la parte palestina, para forzar su rendición, tras lo cual los palestinos, según las declaraciones de Sharon, acudirán en tropel a aceptar sus cómicas propuestas. Propuestas que ya son de sobra conocidas por parte palestina (como asegura el mismo Sharon); y, precisamente porque las conocen bien, los palestinos siguen luchando, para conseguir mucho más de lo que está contenido en las mismas.

Parece que para el gobierno israelí la cuestión se ha convertido en ver quién tiene la última palabra en esta sangrienta lucha que ha dejado cientos de muertos y miles de heridos en las filas de los dos lados. A este gobierno israelí no le preocupa ofrecer más paz y seguridad a los israelíes: el número de víctimas del lado israelí se ha multiplicado por ocho, comparado con el número de israelíes asesinados durante el mandato del anterior primer ministro, Ehud Barak. Han desaparecido ya los eslóganes de paz y seguridad que en su día esgrimiera Sharon: ni hay seguridad, ni existe un rayo de esperanza, por pequeño que sea, de que se puedan alcanzar ni la tranquilidad ni la paz bajo el actual gobierno israelí.

Cada vez se hace más evidente a los ojos del mundo entero, si es que el mundo le quedan ojos para ver y oídos para escuchar, que lo que pretende el primer ministro israelí es coaccionar al pueblo palestino y obligarle a que acepte los dictados que el ejército israelí pretende imponer por la fuerza, someterlo bajo un régimen de ocupación colonial, y obligarle a bajar la cabeza frente a la hegemonía y el colonialismo israelíes; pretende que el pueblo palestino se trague su dignidad nacional y su sentido de la humanidad. Y todo ello ocurre mientras la comunidad internacional mira sin que nadie de un paso, sin simpatizar siquiera con las aspiraciones de un pueblo que lleva haciendo frente al régimen de ocupación colonial más largo de la época contemporánea. Cabría suponer que la larga experiencia que tiene Sharon con el pueblo palestino le habría convencido de que, sea cual sea su potencia, la fuerza militar no bastará para obligar a un pueblo que ha mantenido la cabeza bien alta durante los últimos cien años a arrodillarse, un pueblo que sigue aspirando a una paz justa que le restituya sus derechos y que garantice la seguridad y la estabilidad para todos los pueblos de la zona.


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