Palestina

 

Publicado en Nación Árabe, núm. 44, Primavera de 2001

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El BM y el informe de la pobreza en Palestina

N.Á.

Como ocurre a veces, un estudio serio se ha visto casi convertido en venerable documento histórico por la aceleración de los acontecimientos. En enero de este año se publicaba por el Banco Mundial (BM) Poverty in the West Bank and Gaza (Accesible en la dirección electrónica del BM), investigación sobre la pobreza en los Territorios Ocupados (TTOO) durante los años 1996 a 1998. La pregunta es cómo se puede tardar dos años en publicar un informe de coyuntura económica como éste. Y, por si la tardanza fuera poco, la Intifada de los últimos meses ha vuelto el documento poco actual. Pero no son estos los únicos defectos del informe. Como es frecuente en los estudios de algunas instituciones económicas internacionales, hay un empeño en analizar la realidad desgajándola de sus connotaciones políticas y sociales, convirtiéndose el trabajo a veces en un puro ejercicio deductivo a partir de las variables macroeconómicas. Aunque existan en el informe algunas alusiones a la realidad del conflicto israelo-palestino, éstas son siempre tan tamizadas que se desvirtúa el peso que tienen los distintos factores que condicionan la pobreza en Palestina.

La pobreza, según la institución financiera internacional, afectaba en 1996 al 27% de los habitantes de los Territorios Ocupados, TTOO (17% de los cisjordanos y 46% de los gazanos). En 1998 la proporción era del 15% en Cisjordania y del 37% en Gaza, y en el conjunto de Palestina del 23,2%. Por lo tanto, la reducción del número de pobres había sido mucho más importante en Gaza que en Cisjordania. Estas cifras de pobreza son mayores que las que corresponden a un país de renta media-baja, entre los que se encuentra Palestina.

Resulta evidente que el factor fundamental que causa la pobreza en los Territorios es la ocupación israelí y que la reducción del índice de la pobreza que se ha producido entre 1996 y 1998 (prolongable a los dos años siguientes, en los que la situación económica de Palestina ha continuado mejorando) es sencillamente el aflojamiento de la tenaza israelí sobre los palestinos. De todos los condicionantes el más importante es, sencillamente, el mayor número de permisos reglamentarios o extraoficiales concedidos a los palestinos para trabajar en Israel. La reducción del número de desempleados en los TTOO se ha debido fundamentalmente a esta causa y, en menor medida, al empleo creado por Autoridad Palestina (AP). Por último, la iniciativa privada de dentro de los Territorios ha tenido un papel mucho menos positivo en la creación de empleo y la reducción de la pobreza. El papel decisivo de los puestos de trabajo en Israel se refuerza por ser éste un empleo mucho mejor remunerado (aproximadamente el doble) que el de los otros dos agentes. La iniciativa privada palestina es la peor fuente cuando valoramos la calidad del empleo, ya que se trata de trabajos peor pagados que los de Israel y más precarios que los que proporciona la AP. Hay que advertir que el íntimo contacto en que viven las economías palestina e israelí es perjudicial para la primera, entre otras cosas porque el nivel de precios en los TTOO es casi el mismo que el de Israel, mientras que los salarios son notablemente más bajos: salarios tercermundistas, precios de Primer Mundo, más pobres.

Sentadas estas bases, cabe esperar una mejor explicación de las causas de la atonía del sector privado palestino, que son en primer lugar las dificultades de los empresarios de Gaza y Cisjordania para competir con los israelíes (los altos costes de tramitación de permisos de paso, la limitación del acceso a materias primas y bienes intermedios de bajo coste, las restricciones al acceso a determinados mercados, etc.), aunque también cuenten las generadas por la propia incapacidad jurídica de la AP de crear una reglamentación legal convincente y favorable. Con las constricciones a las que Israel somete a las mercancías procedentes de los TTOO, le resulta mucho más caro la exportación al productor palestino que al israelí. Por otro lado, la prolongada inseguridad de un proceso de paz llevado a trancas y barrancas provoca que la inversión extranjera en los Territorios se mantenga al mínimo.

Se puede concluir que económicamente el proceso de Oslo ha sido muy negativo para Palestina. Como ejemplo citemos que la población palestina parada era del 5% antes del inicio de los acuerdos y del 20% en los años siguientes. Otro signo de subordinación de la economía palestina a la de Israel es el creciente número de trabajadores que en el periodo de estudio del informe (1996-98) encontró trabajo en los asentamientos judíos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén. En estas condiciones resulta fácil a los negociadores israelíes presionar para que los asentamientos sigan en su sitio.

Por si fuera poco esta dependencia estructural tan propia de un bantustán (la riqueza se genera fuera del territorio), en los momentos de crisis extraordinaria -como los creados por la nueva Intifada-todo lo logrado en la reducción de pobreza se viene abajo. Cuando se producen los cierres continuos de los últimos meses el número de empleados palestinos en Israel se reduce rápidamente y las cifras de paro palestino se disparan. La evolución del número de días de cierre y de las cifras de paro, empleo en Israel y número de hogares bajo el umbral de la pobreza es elocuente. En 1996 con 100 días de cierre aproximadamente el índice de desempleo en el total de los TTOO era del 21% y trabajaban en Israel el 16% de la fuerza de trabajo de Cisjordania y el 8 % de la de Gaza. En 1999 los días de cierre fueron aproximadamente 10 (usamos valores aproximados dada la disparidad de las fuentes), los parados palestinos totales eran el 11,6% y la proporción de la fuerza de trabajo que trabajaba en Israel y los asentamientos era del 25% en Cisjordania y del 15% en Gaza. Aunque resulta difícil valorar de un modo exacto lo que se habrá destruido de todo esto en los meses que de levantamiento, se pueden avanzar algunos datos provisionales. Hace meses NNUU cifraba en ocho millones de dólares la pérdida diaria por el bloqueo de los Territorios, fundamentalmente por la reducción de las actividades económicas ordinarias, sin incluir por lo tanto las destrucciones de infraestructuras, edificaciones y maquinarias, y los daños personales. Y con el nuevo gabinete Sharon la situación se ha vuelto más apurada, como han denunciado organizaciones educativas o sanitarias, que lanzan llamamientos dramáticos a aliviar la situación de sitio casi total. El bloqueo en que viven conduce a la paralización general de las actividades productivas. De este modo, el empleo palestino en Israel ha caído del 22% a mediados de 2000 al 9% en enero de este año, y el paro ha subido hasta el 40%, según datos del Palestinian Central Bureau of Statistics.

Recientemente, una breve nota publicada en la página electrónica del Banco Mundial arrojaba estimaciones más sombrías sobre la destrucción económica y el crecimiento de la pobreza en los primeros meses del levantamiento. Para el BM el número de trabajadores palestinos con acceso al mercado israelí se habría reducido a 25.000 (de 125.000 antes), la reducción total de PIB por durante los últimos meses de 2000 habrá sido del 11% y el aumento del porcentaje de palestinos viviendo bajo el umbral de la pobreza habría ascendido del 21% (la cifra hasta la que se habría reducido en septiembre de 2000) al 28,3%. En unas estimaciones a más largo plazo y persistiendo las condiciones de conflicto y asedio que se daban a fines de 2000, el BM calcula una proporción de pobres del 43,7% de la población de Palestina para finales de 2001.

Este sombrío panorama se puede oscurecer aun más si juzgamos muy difícil -como hace el informe del BM- que sea posible en condiciones normales la reducción de la pobreza en el futuro si el marco demográfico (alto crecimiento, superior al 3,5%) y políticoeconómico actuales continúan. Es decir, en el caso de la perpetuación del marco de Oslo o de otro similar, es poco probable que la economía palestina alcance los niveles de crecimiento necesarios para que se reduzca el número de pobres: "Si se quiere reducir el número de pobres en el periodo 1998-2003, se requiere una tasa de crecimiento del PIB de 6,7% o superior. Si la economía crece un 2,5% al año y no se produce una redistribución de la renta, el número de pobres puede aumentar en un 63%. Si la economía crece anualmente un 4,6% el número de pobres aumentará en un 26%, pero su proporción con el resto de los grupos de renta se mantendrá en los niveles actuales". Aunque sea posible para una economía emergente crecer a ritmos tan elevados como el 4,5% o superiores, resulta improbable en el caso de Palestina, amordazada por el ocupante israelí.