Ninguno de los países árabes se
encuentra entre los posibles beneficiarios de condonaciones de su deuda
externa
La deuda externa árabe:
Arma de control político de EEUU
Robert Naiman
Publicado en Nación Árabe,
núm. 42, otoño de 2000
La página web 'Jubileo2000-Reino Unido' ha registrado 57 países
con campaña de jubileo para la cancelación en el año
2000 de la deuda externa impagable de los países más pobres (1). Ningún país árabe,
del Norte de África o de Oriente Medio, aparece en la lista (2). Esto nos debería sorprender. La deuda
externa ha sido una pesada carga para muchos países árabes.
En su conjunto el servicio de la deuda supone el 14% del valor de las exportaciones
(3). En Líbano, por ejemplo, este servicio
comporta el 47% del presupuesto del Estado (4).
Jordania, Túnez y Marruecos (además de otro país no
árabe, Turquía) gastan más en el pago de la deuda que
en educación y aquélla supone más del doble que el
gasto en sanidad. Sudán y Yemen se hallan entre los 41 considerados
como 'Países Pobres con Fuerte Endeudamiento' (PPFE) según
el Banco Mundial; Marruecos es uno de los 11 países identificados
por Jubileo 2000-Reino Unido como urgentemente necesitados de una cancelación
de deudas.
Dado que la mayoría de los PPFE se hallan en el África
Subsahariana, se puede pensar que los países de Oriente Medio y el
Norte de Africa tienen poco que ganar con el éxito de la campaña
del Jubileo 2000, que puede beneficiar sólo a los países más
pobres, mientras que áreas como Latinoamérica, que sólo
tienen en la lista de PPFE a Bolivia, Nicaragua y Honduras, tienen una campaña
de Jubileo muy activa, incluso en países de alto ingreso como
Brasil. A los progresistas les tiene que gustar la idea del compromiso del
mundo islámico en un movimiento en pos de la justicia económica
que hasta ahora ha sido capitalizado por las distintas iglesias cristianas.
Hasta ahora ha habido unas pocas iniciativas en esta región: una
estrella del periodismo comprometido como la escritora egipcia Nawal al-Sa`adawi
ha hecho un llamamiento a los países africanos para que se abstengan
de pagar sus deudas con Occidente.
La campaña para la cancelación de la deuda tiene, sin embargo,
profundas implicaciones para la población de Oriente Medio. Supone
una contestación al papel global del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y del Banco Mundial, y refuerza las perspectivas de oposición
al modelo económico propuesto e impuesto al mundo en vías
de desarrollo por el FMI y las autoridades económicas de EEUU en
interés de Wall Street y de las empresas multinacionales. Si los
que promueven la campaña para la cancelación de la deuda tienen
éxito y fuerzan al FMI y al Banco Mundial a cancelar la deuda provocarán
un cambio en las relaciones del FMI -controlado por Estados Unidos- y los
restantes países. Por eso, la cancelación de las deudas cuenta
con la decidida oposición del FMI, del Banco Mundial y del Departamento
del Tesoro estadounidense, pese a que todos saben que la deuda es impagable,
porque estas instancias comprenden que la cancelación terminaría
con su posibilidad de imponer sus programas de medidas a los países
en desarrollo. Desde el punto de vista del FMI y del Tesoro estadounidense
la cancelación sería un precedente peligroso: como se argumentaba
durante la Guerra Fría con la teoría del dominó
(la caída de un país en las garras del comunismo arrastraría
a los países vecinos), cada país podría pedir mas libertad
de maniobra y unas condiciones de trato más ventajosas.
Controlando a los países pobres
Las negociaciones actuales sobre esta deuda impagable proporcionan un
mecanismo de control sobre los países pobres, que se convierten en
prisioneros del FMI. Los PPFE que se sometan al programa del FMI y del Banco
Mundial para la suavización de la deuda deben poner en práctica
el plan de ajuste estructural de seis años del FMI. Al cabo de ese
tiempo pueden ver reducida su deuda. Si los que proponen una cancelación
de las deudas consiguen una reducción significativa de la misma,
el poder del FMI sobre los países pobres se romperá o al menos
reducirá: los programas de austeridad del Fondo, los planes de privatización
del Banco Mundial y la insistencia machacona tanto por el FMI como por EEUU
en la desregulación de los flujos comerciales y de capital -lo que
se considera de un modo engañoso reformas económicas
por la prensa estadounidense- son generalmente considerados perjudiciales
para el crecimiento y desarrollo de los países más pobres
(5). Pero si el Fondo tuviera que admitir
que sus medidas no han funcionado con los países más pobres,
esto implicaría que su modelo -una caótica mezcla de medidas
desreguladoras justificadas por una teoría económica simplista,
un monetarismo extremado (por ejemplo, con tasas de interés muy altas)
y demanda de acceso a los mercados de las multinacionales y bancos occidentales-
no cumple los intereses de los países en desarrollo (6).
Según el modelo actual incluso los países que tras seis
años de ajustes estructurales se hagan merecedores del aliviamiento
de su deuda no la verán cancelada, sino meramente reducida a un nivel
sostenible. En la práctica esto significa para el Banco Mundial y
el FMI que los países paguen tanto como puedan. Según la definición
de sostenibilidad del Banco Mundial era sostenible para Irlanda exportar
carne durante la hambruna de 1847 -impuesta por el Reino Unido- porque era
físicamente posible. Por su parte los militantes contra la deuda
han argumentado que la sostenibilidad tiene que considerar la capacidad
de los gobiernos de proporcionar a sus poblaciones las necesidades básicas.
Los países de Oriente Medio han reclamado, o quizás debería
decir rogado, que se cancele la deuda. La recompensa de Egipto por su participación
en la movilización de EEUU durante la guerra contra Iraq fue una
significativa cancelación de deuda por parte del FMI, EEUU y otros
países. El ejemplo egipcio ilustra tres hechos esenciales. Primeramente
que la cancelación de 1991 permitió una estimulación
de la economía de Egipto (7);
un editorial del Journal of Comerce hacía notar que "desde
1991 la economía egipcia está en auge, al librarse de la carga
de la pesada deuda" (8). En segundo
lugar, los obstáculos a la cancelación de la deuda son esencialmente
políticos. Cuando hubo interés, no faltaron los recursos para
la cancelación de la deuda egipcia ni nadie se llevó las manos
a la cabeza clamando que renunciar a las cualidades moralizadoras de lar
reformas económicas era establecer un peligroso precedente. EEUU
anceló, él solo, 7.000 millones de dólares
(9); en comparación, la deuda total de los PPFE con
el FMI es valorada en 7.800 millones (10) y la deuda total de estos con EEUU en 6.800 millones.
(11) Por último, los acuerdos
actuales son peligrosos no sólo para Oriente Medio sino para todo
el mundo. La participación de Egipto en la coalición en la
Guerra del Golfo supuso un apoyo político decisivo para EEUU, que
pudo proclamar que su política contaba con el apoyo de un país
clave del mundo árabe y musulmán. El apoyo de Egipto a EEUU
puede haber rebajado la oposición generalizada a las políticas
estadounidenses en el mundo arabomusulmán, Europa, Rusia e incluso
en el mismo EEUU. La historia hubiese sido bastante distinta si Egipto no
hubiese sido comprado con la cancelación de su deuda. Las consecuencias
de la Guerra del Golfo en la región incluyen unas profundas y duraderas
divisiones entre los países árabes, disminuyendo la posibilidad
de acciones comunes, el corte de los envíos de dinero de los trabajadores
árabes en los países del Golfo, una terrible guerra con Iraq
y sus secuelas de años de sanciones económicas y serias dificultades
para la economía de Jordania, resultado de su sometimiento al embargo
de Occidente a su principal socio comercial, Iraq.
En mayo pasado, cuando el rey Abdallah de Jordania imploró a EEUU
y sus colegas del G-7 la cancelación de la mitad de la deuda de 7
mil millones de dólares con Occidente, encontró buena acogida.
El rey adujo el tratado de paz con Israel y su papel como valedor de la
política de EEUU en la región. De hecho EEUU ha cancelado
más de 700 millones de dólares de deuda jordana desde que
este país firmó en 1994 la paz con Israel. Nadie está
en contra de la paz, pero es bueno recordar el significado político
del tratado de 1994: Jordania, como todos los países árabes
a excepción de Egipto desde 1979, estaba teóricamente en guerra
con Israel tras el armisticio de 1973. La posición oficial de los
árabes, con la excepción de nuevo de Egipto, era que la paz
con Israel (o más propiamente las relaciones normales, ya que todos
comprendían que no había opción militar posible) sería
posible una vez se resolvieran algunos asuntos importantes, comenzando por
las demandas palestinas y la devolución de Gaza, Cisjordania, Jerusalén
Este, los Altos del Golán y el sur de Líbano. Jordania nunca
fue una amenaza para Israel y firmando el tratado de 1994 rompió
la unidad de acción de los países árabes y aceptó
el marco que EEUU ofrece de la región, debilitando así la
posición de los Estados árabes y en especial de los palestinos,
que para algunos ya estaba en aquel tiempo en su punto más bajo.
Aun así, en julio de 1999 el Journal of Comerce informaba
que Jordania había renegociado un millón de dólares
de deuda y hacía notar que "la no cancelación es el precio
que Jordania tiene que pagar por su posición durante la crisis del
Golfo en 1990-91. Su aparente apoyo al presidente iraquí Sadam Husein
y las actitudes ambivalentes hacia la alianza encabezada por EEUU han tenido
un alto precio para ella. Otros países que apoyaban a EEUU, como
Egipto, fueron recompensados con un cuantioso perdón de deuda"
(12).
El FMI, cártel de acreedores
El FMI juega un papel similar al que la OTAN desempeña en el terreno
militar: con una fachada multilateral se convierte en la ejecutora de las
políticas de EEUU. Para reducir el poder de EEUU hay que reducir
el poder del FMI. Actualmente cada país subdesarrollado negocia por
separado con EEUU, el Fondo y el G-7. El FMI funciona como un cártel
de acreedores, en parte porque no hay un cártel de países
deudores para contrapesar. Recientemente, en Zimbawe, Nawal al Sa`adawi
y Chulwe Beyani del Foro y Red Africanos sobre el Desarrollo y la Deuda
hacían un llamamiento para poner en marcha tal cártel. "No
debemos pagar más", decía la escritora al-Sa`adawi, mientras
Beyani pedía "una negativa a pagar colectiva", observando
que "no hay nada que puedan hacer si nos negamos a pagar colectivamente"
y remarcaba "tenemos que hacerlo unidos, porque individualmente los
países no pueden hacer nada" (13).
Muchos piensan que, con un Oriente Medio todavía formalmente gobernado
en buena parte por dictadores o reyes, el FMI y el Banco Mundial pueden
jugar un papel progresista en la región. Esta idea nace de la desesperación.
Las instituciones financieras internacionales controladas por Occidente
se han revelado como perfectamente compatibles con las dictaduras. Son incluso
simbióticas con ellas. La comprensión de que "no hay
ocupación buena" se puede aplicar tanto a la militar de Israel
como a la del FMI.
Aunque algunos pueden considerar la acción colectiva del Sur infantil
y trasnochada, lo cierto es que no hay otra alternativa posible que la acción
colectiva. Ciertamente, el mundo va a cambiar poco con las conversaciones
que puedan llevarse a cabo entre las ONG y el FMI y Banco Mundial sobre
el buen gobierno. Además, las alianzas entre activistas de
los países del Sur y del Norte han obtenido buenos resultados en
asuntos, desde la deuda a las minas terrestres. Los recursos económicos
empleados por el FMI y el Banco Mundial para imponer sus políticas
han sido atacados. El Congreso de EEUU se muestra escéptico en la
financiación de estas instituciones (14)
y en cuanto a los bonos del Banco Mundial, que sirven para la financiación
del 80% de los activos de esta institución, son vulnerables al boicoteo
(15) .Como dice Frederick Douglass:
"El poder no da nada sin exigencia. Nunca lo ha hecho ni nunca lo hará".
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