El contenido de los Acuerdos firmados
durante los gobiernos de Rabin y Peres permite hoy a Netanyahu
la paralización del proceso de negociación con
los palestinos
Un proceso de ¿paz?
La negociación, en vía muerta
Carlos Varea
Miembro del Comité de Solidaridad
con la Causa Árabe
El proceso de negociación
entre la OLP e Israel puede caracterizarse por la combinación
de un sólido formato publicitario y un ambiguo contenido
político. Los principales documentos del proceso (Oslo
I y II), elaborados bajo los Gobiernos laboristas de Rabin y
Peres, han otorgado a Netanyahu la posibilidad de paralizar o
revertir el proceso si considera que la 'seguridad' o los intereses
de Israel no están suficientemente garantizados. Así,
tras el triunfo electoral del Likud, Arafat y los negociadores
palesti-nos sufren la gravosa herencia de Rabin y Peres. Si en
tiempo de éstos el 'espíritu' del proceso de paz
parecía poder subsanar las deficiencias de los sucesivos
acuerdos palestino-israelíes, ahora, con Netanyahu como
primer Ministro, la literalidad de los textos firmados por Arafat
concede a Israel pleno margen de maniobra y convierte a la Autoridad
Palestina en un sujeto subsidiario del proceso, sin apenas capacidad
de maniobra. La imagen informativa inicial de interlocutores
en pie de igualdad, en una negociación equilibrada, encarnada
en el apretón de manos de Rabin y Arafat ante Clinton
en la Casa Blanca en septiembre de 1993, con la que el proceso
se inaugurara y que se resumía en el lema 'la paz de los
valientes', se ha esfumado para siempre.
En declaraciones realizada al diario israelí Ha'aretz
el 12 de junio de 1993, Yaser Arafat reconocía la existencia
de conversaciones secretas entre la OLP e Israel, celebradas
al menos durante todo el año en Oslo, la capital noruega,
con cuyo nombre se bautizará el primer acuerdo palestino-israelí
derivado de tales negociaciones. Veinte meses después
de la Conferencia de Paz de Madrid de octubre de 1991, la OLP
e Israel anunciaban que la diplomacia secreta de Oslo,
desarrollada paralelamente a las 10 rondas de negociación
pública palestino-israelí (1), habían dado como resultado
un acuerdo bilateral que se plasmaría en la denominada
'Declaración de principios sobre los acuerdos transitorios
de autogobierno [palestino]', que sería el documento que
Yaser Arafat, en representación de la OLP , y el primer
Ministro israelí Isaac Rabin firmarían en presencia
del presidente norteamericano Clinton en Washington el 13 de
septiembre de 1993. El acuerdo estipulaba que Israel retiraría
su Ejército de la Franja de Gaza y de la ciudad cisjordana
de Jericó como etapa previa de un proceso transitorio
de autonomía palestina, al que habría de seguir
un acuerdo definitivo sobre la totalidad de los territorios palestinos
ocupados desde 1967.
Con anterioridad, el 6 de mayo de ese año, un documento
israelí recogía por primera vez por escrito el
término 'Consejo ejecutivo palestino'(2), designación de una futura autoridad
palestina transitoria en los Territorios Ocupados. En un clima
de extremo deterioro de la situación en los Territorios
Ocupados (ese mes de mayo son muertos por el Ejército
de ocupación 37 palestinos, siete de ellos niños),
la denominada Opción Gaza-Jericó Primero
había sido ya esbozada en los medios de comunicación
israelíes e internacionales, al tiempo que Peres -ministro
de Exteriores- y Rabin -primer Ministro- reiteraban por entonces
el desinterés israelí en mantener la ocupación
de Gaza, un pequeño territorio con la densidad de población
más alta del mundo, sin viabilidad económica y
quebradero de cabeza represivo por su conflictividad (en Gaza
había prendido la mecha de la Intifada).
La Declaración de Principios, el Acuerdo Oslo I o la
Opción Gaza-Jericó Primero (de las tres formas
se denominará al documento firmado en Washington) incluye
en su texto las tres claves o características fundamentales
que marcarán el posterior desarrollo de la negociación
palestino-israelí, incluido su actual colapso:
-Primera, su secuenciación temporal (3), postergando para un etapa final la
negociación sobre el estatuto definitivo de los Territorios
Ocupados y, con ello, de los temas medulares del conflicto: fronteras
y soberanía, el futuro de Jerusalén, y el desmantelamiento
de los asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania.
-Segunda, la ambigüedad de sus contenidos y objetivos
finales, pues si bien el proceso tiene un calendario cerrado
y bien definido, que debería concluir en mayo de 1999,
carece tanto de un marco referencial estricto como de un esquema
concreto de resolución del conflicto, al no incluir reconocimiento
alguno previo y explícito de los derechos nacionales palestinos.
-Tercera, su reversibilidad o, como ocurre desde hace al menos
año y medio, la posibilidad de su paralización,
ello en función de los intereses y consideraciones de
Israel, en concreto, los relativos a su seguridad, palabra
y concepto fetiche para los sucesivos Gobiernos laboristas y
del Likud, con la que justificarán una y otra vez incumplimientos
de acuerdos previos y reiterados retrasos en el calendario del
proceso.
Posguerra del Golfo y Conferencia de
Madrid
Buena parte de esta indeterminación que caracteriza
a la Declaración de Washington deriva de las condiciones
en las que arranca el proceso, dos años atrás.
Recordémoslas brevemente antes de revisar Oslo I y los
posteriores acuerdos.
Concluida la Guerra del Golfo contra Iraq, EEUU impone el
inicio de una negociación árabe-israelí
como primera escenificación de lo que el Presidente Bush
había denominado Nuevo Orden Mundial en su discurso
ante el Congreso norteamericano, en el verano de 1990. Concluida
la Guerra del Golfo, Bush recupera esta imagen y la regionaliza.
En un nuevo discurso ante las cámaras legislativas norteamericanas,
el 6 de marzo de 1991, hablará concretamente de un Nuevo
Orden Regional para Oriente Medio.
Este Nuevo Orden Regional habrá de caracterizarse por
la escisión del área mediterránea (Palestina/Israel,
Jordania, Líbano y Siria, además de Egipto) del
área árabigo-peninsular (Península y Golfo
Arábigos). Como proyectos claramente disociados pero complementarios,
en la primera de estas dos áreas se procurará imponer
un proceso de normalización política e integración
económica árabe-israelíes por medio del
proceso de paz; en la segunda, un férreo control neocolonial
sustentado en el mantenimiento de la presión sobre Iraq
(prolongación del embargo y agresiones militares sucesivas),
su militarización extrema (estacionamiento de tropas occidentales,
rearme de las petromonarquías árabes y,
más recientemente, acuerdos militares turco-israelíes)
y su extrema inestabilidad (por ejemplo, con la creación
del enclave kurdo-iraquí y el nuevo papel en él
de Turquía).
Respecto a la primera zona, la Conferencia de Paz de Madrid
de octubre-noviembre de 1991 marca el inicio de ese proceso de
negociación árabe-israelí. Promovida por
la Administración Bush bajo el lema de "Paz por territorios",
el modelo de conferencia de Madrid puede considerarse el antitético
del modelo de Conferencia Internacional de Paz para Oriente Medio
solicitada por el conjunto de los Estados árabes y la
OLP antes de la guerra contra Iraq y respaldada formalmente,
pero sin compromiso real, por la comunidad internacional hasta
aquel momento. Por diversas razones, el esquema de negociación
que se inicia en Madrid introduce necesariamente condiciones
negativas para la adecuada resolución del conflicto entre
árabes e israelíes y, sobre todo, entre palestinos
e israelíes.
En primer lugar, la negociación carece de supervisión
internacional por parte de Naciones Unidas (NNUU): EEUU oficia
como exclusivo promotor del proceso, tan sólo con el protocolario
apoyo de la Unión Europea y de una Unión Soviética
a punto de convertirse nuevamente en Rusia de la mano de un ya
periclitado Gorbachov. Y carecerá por ello igualmente
de un marco referencial adecuado, el conjunto de las resoluciones
y decisiones de NNUU (de su Consejo de Seguridad -al menos- pero
también de su Asamblea General) relativas al conflicto
árabe-israelí y los derechos nacionales palestinos.
Así, las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad
(CS) son consideradas como punto de arranque de la negociación,
no como el mínimo incuestionable de obligado cumplimiento
por ambas partes (4);
incluso en documentos norteamericanos preparatorios de la Conferencia
los Territorios árabes Ocupados -palestinos, libaneses,
sirios y jordanos- son denominados Territorios en disputa
(5).
En segundo lugar, la negociación se fragmenta en mesas
bilaterales entre Israel y cada Estado árabe, con lo cual
se debilita la posición global árabe frente a un
Israel reforzado estratégicamente tras la destrucción
de Iraq y el mantenimiento de las sanciones económicas.
Cada interlocutor árabe, en función de su debilidad,
procurará cerrar cuanto antes su acuerdo con Israel,
para evitar perjuicios añadidos. Por contra, temas estratégicos,
que son medulares del conflicto y de su resolución -el
futuro de los refugiados, los recursos de la región (el
agua, en concreto), la cooperación económica, la
seguridad regional y la militarización de la región,
etc.- se remiten a mesas multilaterales con participación
de terceros países y organismos internacionales.
Finalmente, la cuestión palestina queda marginada.
La representación palestina se enmascara en la delegación
jordana y, lo que es más grave, se escinden a los palestinos
del interior, los residentes en Gaza y Cisjordania, de los refugiados
de la diáspora, que son más de la mitad del pueblo
palestino.
La Declaración de Washington
Refiriéndonos ya a la literalidad del documento, hay
algunos aspectos que merecen ser resaltados del texto de la Declaración
de Washington, Oslo I u Opción Gaza-Jericó Primero
de septiembre de 1993.
En primer lugar, Israel no aparece en ningún momento
como país o fuerza ocupante. Por el contrario, se aprecia
en el texto una legitimación del control de Israel sobre
Gaza y Cisjordania, al aparecer explícitamente como parte
con derechos adquiridos sobre estos territorios. Por ejemplo,
en relación al agua, una cuestión clave en la zona
y que subyace a buena parte de su conflictividad (6), Israel recibe la garantía de
"[...] la utilización equitativa de los recursos
comunes en el transcurso de la fase interina y posteriormente
[a ésta]", "sobre la base de los derechos al
agua de cada parte[...]" (apartado 1 del anexo III de la
Declaración) (7).
Apréciese que un recurso natural de un territorio bajo
ocupación militar es considerado común al
ocupante (Israel) y al ocupado (los palestinos), teniendo ambos
derechos reconocidos sobre él.
Las competencias que los israelíes transfieren al Consejo
palestino de Gaza y Jericó (posteriormente denominado
Autoridad Palestina, AP) son meramente administrativas ("educación
y cultura, sanidad, asuntos sociales, impuestos directos y turismo",
artículo 6, apartado 2), además del establecimiento
de una policía palestina para control interior de la población
palestina. En los denominados "Anexos verbales" adjuntos
a la Declaración se señala que la jurisdicción
de este Consejo palestino no incluye "Jerusalén,
las implantaciones [asentamientos o colonias israelíes],
los emplazamientos militares, y los israelíes", reiterándose
que la "retirada del gobierno militar [israelí de
Gaza y Jericó] no impedirá que Israel ejerza los
poderes y responsabilidades no transferidos al Consejo [palestino]".
El primer acuerdo palestino-israelí prefigura así
un modelo que se reiterará en posteriores documentos:
un reparto de competencias entre la AP e Israel a ejercer sobre
los territorios y la población palestinos, reservándose
el segundo los resortes efectivos de la soberanía política
y -como más adelante veremos- también económica.
Quien presidiera la delegación palestina en la Conferencia
de Paz de Madrid, Haider Abdel Shafi, hoy la figura más
relevante y respetada de la oposición interna a la autocracia
de la Autoridad Palestina y al devenir posterior del proceso
de paz, señalaba muy tempranamente que el texto de Washington
"[...] encierra el reconocimiento implícito de dos
entidades distintas en los Territorios Ocupados, la entidad Israel-colonias
de poblamiento y la entidad palestina, constituida por los pueblos
y ciudades árabes" (8).
Esta apreciación de Abdel Shafi es completamente pertinente.
El carácter pernicioso del texto firmado en Washington
en septiembre de 1993 no se deriva tanto de que en él
se posponga la negociación de los temas claves del conflicto
palestino-israelí (la cuestión de la soberanía)
a una etapa final del proceso, sino que desdibuja y desvirtúa
el contenido estratégico de la propia negociación
y de su objetivo -la independencia palestina- al equiparar los
derechos de ambas partes por medio de una doble pirueta: explicitar
los derechos adquiridos de Israel -que se libera de su
naturaleza de potencia ocupante- y escamotear la mención
de los derechos inalienables e internacionalmente reconocidos
del pueblo palestino -que pierde su caracterización como
población bajo ocupación. Con ello, una cuestión
estricta de retirada incondicional de territorios ocupados y
conservados por la fuerza, en suma, de soberanía y de
ejercicio de autodeterminación, se transmuta en otra bien
distinta de gestión compartida de un territorio en litigio,
en una formulación que, más que Rabin, será
su ministro de Exteriores Peres quien reiterará con su
idea de "superposición de autoridades" sobre
un mismo espacio geográfico y poblacional (9).
El 'espíritu' y la letra
Así, la forma y el contenido de la negociación
van inseparablemente cogidos de la mano: la Conferencia de Madrid
sacralizó la negociación bilateral entre Israel
y los distintos agentes árabes por separado (la OLP, Siria
más Líbano, Jordania), sin un estricto marco de
legalidad y una mediación equitativa internacionales que
evitaran que el resultado de la negociación quedara a
merced de la correlación de fuerzas entre las partes,
extremadamente desigual. Y en la Declaración de Washington,
en el primer texto firmado por palestinos e israelíes,
como resultado de este desequilibrio entre unos y otros, quedarán
bien definidos los límites estratégicos, las líneas
rojas de la negociación futura. Resultado: aplicando
la literalidad del documento de Washington, lo que en él
está escrito y lo que no está, Israel ha podido
controlar hegemónicamente desde 1993 y en todo momento
el ritmo del proceso y la ejecución o paralización
de sus sucesivas fases, su contenido.
Muchas veces se ha afirmado, también desde el propio
campo de los negociadores palestinos, que las deficiencias en
el texto de la Declaración de Washington, en concreto,
la falta de referencia alguna a los derechos nacionales palestinos
(10), quedaban
compensadas con lo que se llamó el espíritu
del acuerdo. Sin embargo, las declaraciones del primer Ministro
israelí Rabin antes y después de la firma en Washington
de la Declaración, siempre fueron explícitas sobre
cuál era la comprensión israelí del proceso
de negociación con los palestinos, dejando pocas dudas
al respecto.
A finales de abril Rabin había declarado al diario
israelí Yedioth Aharonot que "no habrá
ni Gran Israel ni Estado palestino", ni un retorno a
las fronteras de 1967; es decir, que no habría devolución
de la totalidad de los Territorios Ocupados. Rabin reiteraba
entonces un criterio estratégico laborista: "No queremos
anexionar [a Israel] a más de dos millones de palestinos
[residentes en Gaza y Cisjordania], pero no es cuestionable un
retorno a las fronteras del 6 de junio de 1967" (11). La misma víspera
de la firma del documento en Washington, el día 12 de
septiembre, Rabin adelantó ante la cadena de televisión
norteamericana CNN la supervisión israelí del proceso
de autonomía y su reversibilidad en caso de un deterioro
de la situación en los territorios bajo administración
palestina: "Vamos a negociar una retirada gradual de ciertas
zonas [de los Territorios Ocupados] y observar hasta que punto
la policía palestina es capaz de garantizar la seguridad
[...]. Nuestro Ejército es fuerte: si en un momento dado
la situación degenera, podremos retomar el control" (12). Tras la ceremonia
de Washington, idéntico planteamiento ante el Parlamento
israelí, con referencias concretas a los temas que más
preocupan a los palestinos: la capitalidad israelí de
Jerusalén incuestionable y mantenimiento de los asentamientos,
de los cuales, aclara Rabin, "ninguno será desmantelado"
(13). Dejando al
margen la cuestión -irrelevante, a mi entender- del estilo
personal de unos y otros, la diferencia entre el binomio Peres-Rabin
y Netanyahu radica en que al segundo le han correspondido las
fases posteriores de la negociación con los palestinos,
en las que de la indeterminación de los textos ha sido
preciso pasar a su aplicación concreta sobre el terreno.
Y pocas dudas podían ya albergarse entonces sobre la
solidez del compromiso de EEUU -su infinita tolerancia- con Israel
y sobre qué papel estaba dispuesto a jugar la Administración
Clinton como mediador en fases posteriores de la negociación.
La Conferencia de Paz de Madrid de octubre de 1991 fue promovida
por la Administración republicana del Presidente Bush
a fin de afianzar la hegemonía norteamericana en el conjunto
de Oriente Medio tras la destrucción de Iraq. Por su parte,
el Gobierno israelí del Likud del primer Ministro Isaac
Shamir se avino a participar en la Conferencia desconfiando del
lenguaje altisonante de los norteamericanos, pero atento a la
favorable correlación de fuerzas derivada de la guerra
y a la extremadamente débil posición de los aliados
árabes de Iraq -Jordania y la OLP- pero igualmente de
aquéllos integrantes de la coalición multinacional
-Siria y Egipto.
En 1993, tras los triunfos electorales de Rabin y de Clinton,
la sintonía entre EEUU e Israel es máxima, y la
identificación de objetivos -políticos y económicos,
tácticos y estratégicos- en relación con
el proceso de negociación y al futuro del conjunto de
Oriente Medio casi completa. Rabin viaja en dos ocasiones durante
1993 a Washington, antes (en marzo) y después (en noviembre)
de la firma del Acuerdo Oslo I. Si durante la primera de estas
dos visita Clinton se había comprometido a "minimizar"
los riesgos que Israel pudiera correr por el establecimiento
de un acuerdo de paz con los árabes (14), en la segunda de ellas, en plena
resaca de la ceremonia de Washington, el Presidente norteamericano
no tendrá vergüenza alguna en afirmar bien alto:
"Renuevo el compromiso inquebrantable de EEUU en el mantenimiento
y reforzamiento de la superioridad cualitativa de Israel en materia
de seguridad [frente a los Estados árabes]" (15). Esta renovación
de la alianza entre ambos países tiene un aspecto particular:
la Administración Clinton no solo aumentará en
estos años la ayuda financiera de EEUU a Israel (16), sino que autorizará
la venta a Israel de material militar estratégico antes
prohibido, en 1994, el avión de combate F-15E, en 1998,
sistemas antimisiles.
La puesta en marcha de la autonomía
en Gaza y Jericó
Frente a sus imprecisiones o carencias en materia política,
la Declaración de Washington contiene una explícita,
extensa y detallada formulación en materia económica,
vertebrada en torno a la integración económica
palestino-israelí (anexo tercero, donde se decide establecer
un 'Comité permanente de cooperación económica'
bilateral) y regional (anexo cuarto, que incluye la previsión
de "[...] un programa de desarrollo regional promovido por
el G7 [Grupo de países más industrializados]".
Oslo I anticipa a la resolución negociada del conflicto
palestino-israelí sobre Gaza y Cisjordania la anexión
económica de estos territorios e Israel. Se hurta así
al pueblo palestino el diseño colectivo del modelo socioeconómico
que, tras el fin de la ocupación, habría de dotarse
a sí mismo en el marco de una nueva realidad democrática.
Antes incluso de concretarse esta puesta en marcha de la primera
fase de autonomía palestina para Gaza y Jericó,
la OLP e Israel firman acuerdos económicos desiguales
que limitarán la autonomía económica de
la futura Palestina (sea cual sea su grado de soberanía
política) y que prefiguran un modelo de desarrollo liberal
en lo económico, que el propio Arafat resume tan desafortunadamente
con la frase "nuestro principal trabajo ahora es convertir
a Palestina en un nuevo Singapur" (17). La insultante corrupción económica
que reina en la actualidad en los Territorios Autónomos
Palestinos (TAP), protagonizada por los principales negociadores
palestinos y la casi totalidad del Gobierno de Arafat, encuentra
aquí su primera explicación.
En diciembre de 1993, la OLP y el Gobierno Rabin llegan a
un Acuerdo de libre comercio entre los territorios palestinos
y el Estado de Israel, que posteriores documentos ratificarán.
El acuerdo, además de firmarse en un momento de crispación
en la negociación política y de deterioro represivo
en los Territorios Ocupados, elude la contradicción que
supone que los acuerdos comerciales firmados por Israel con la
EFTA, la UE y EEUU no incluyan los productos palestinos, que
no pueden por tanto acceder en igualdad de condiciones a los
mercados de los países desarrollados. Un segundo acuerdo
económico, el de París de 29 de abril (temporalmente
válido durante el período interino de autonomía
para el conjunto de Gaza y Cisjordania, a excepción de
Jerusalén), establece que Israel y la AP realizarán
una misma política de importación, si bien los
palestinos podrán importar productos de los países
árabes en cantidades limitadas y a precios previamente
acordados con los israelíes (18).
Ambos textos ratifican la realidad económica impuesta
por la ocupación, el tránsito asimétrico
entre los territorios palestinos e Israel: productos manufacturados
en una dirección, hacia Palestina, mano de obra en la
contraria, hacia Israel -por lo demás, en paulatina restricción
por las autoridades israelíes desde que se iniciara la
negociación, a partir de la cifra de 120.000 trabajadores
palestinos en 1990 (19).
Tras la firma de Oslo I en Washington, en los primeros días
de noviembre palestinos e israelíes negocian en Taba (Egipto)
el repliegue israelí y la puesta en marcha de la autonomía
palestina en Gaza y Jericó. Previsto para el 13 de diciembre,
el repliegue israelí habrá de posponerse debido
a las discrepancias entre la OLP e Israel y al fracaso de la
reunión entre Rabin y Arafat del 12 de diciembre en El
Cairo. El desencuentro se debe a cuestiones de seguridad, principalmente,
a discrepancias en relación al control de las fronteras
entre las áreas autónomas palestinas, Israel y
los Estados árabes vecinos (Egipto y Jordania).
Las negociaciones se reanudaron el día 10 de enero
de 1994, tras el primer incumplimiento del calendario previsto.
Finalmente, con cinco meses de retraso, el 4 de mayo se firma
en El Cairo un nuevo documento para la puesta en marcha efectiva
de la autonomía palestina para Gaza y el área de
Jericó. Un acuerdo previo sobre cuestiones de seguridad,
firmado el 9 de febrero también en la capital egipcia,
facilita la firma de este segundo documento de El Cairo, al resolver
a favor de Israel tres temas claves: el control fronterizo Gaza-Egipto
y Jericó-Jordania, la dimensión del área
de Jericó que pasará a control palestino y la seguridad
de los asentamientos en la Franja de Gaza, de la cual solamente
el 40% ha de pasar a control palestino.
El documento de El Cairo (20)
concreta el reparto desigual de competencias entre las autoridades
palestinas e israelíes, radicalizando la escisión
territorial y demográfica de la que hablaba Abdel Shafi.
La jurisdicción del futuro organismo autónomo palestino
(que habrá de tener 24 miembros) no incluye ni las áreas
de repliegue israelí (instalaciones militares y asentamientos)
ni a los ciudadanos israelíes. "Israel continuará
asumiendo la responsabilidad de la defensa contra las amenazas
exteriores, incluida la responsabilidad de proteger la frontera
egipcia y la línea jordana, la defensa contra las amenazas
exteriores marítimas o aéreas, así como
la responsabilidad de la seguridad global de los israelíes
y de las colonias." (artículo 8, apartado 1). Por
contra, las competencias palestinas quedan restringidas, también
en el terreno de la representatividad exterior: "La autoridad
palestina no tendrá poderes ni responsabilidades en el
terreno de los asuntos exteriores, incluido el establecimiento
de embajadas en el extranjero, consulados u otro tipo de misiones"
(artículo 6, apartado 2.a). Ciertamente, la AP puede establecer
relaciones y acuerdos económicos con países y organismos
internacionales o nacionales (artículo 5, párrafo
2.b), pero estas restricciones a la representatividad exterior
palestina limitan políticamente tal posibilidad.
Oslo II: ampliación de la
autonomía palestina
En un nuevo aliento publicitario, tras el apretón de
manos de Arafat y Rabin ante la Casa Blanca, el Ejército
israelí abandona Gaza en la madrugada del 18 de mayo de
1994. Un mes después, Yaser Arafat regresa a Palestina.
Y dos años después de la firma en Washington de
la Declaración de principios u Oslo I, el 28 de septiembre
de 1995, Rabin y Arafat regresan a la capital federal norteamericana
para firmar un nuevo documento, otra vez en presencia de Clinton,
para la ampliación de la autonomía en Cisjordania:
Oslo II o Acuerdo de Taba, nombre de la ciudad egipcia donde
se ultimó.
Si Oslo I determinó el establecimiento de un régimen
de autonomía en Gaza y Jericó, Oslo II divide el
territorio de Cisjordania en tres áreas las denominadas
Zonas A, B, y C-, establecidas en función
de la nueva realidad demográfica que la ocupación
ha creado desde 1967: más de 150 asentamientos y alrededor
de 350.000 colonos, la mitad de ellos residiendo en Jerusalén
Este, una Cisjordania anexionada al Estado de Israel (es decir,
formalmente, ya no ocupada) en más del 70% de su extensión
(21).
Oslo II previó tres repliegues de Cisjordania. El primero
de ellos definió y dibujo la división de Cisjordania
en las anteriormente mencionadas Zonas A, B
y C. Los dos siguientes siguen sin estar negociados y
nunca se ha hablado de un repliegue israelí total de la
Zona C, donde se sitúan los asentamientos. La
primera de las tres fases de Oslo II establecía la salida
israelí fuera de las siete grandes ciudades palestinas
de Cisjordania, exceptuando Jerusalén: Jenín, Nablús,
Tulkarem, Qalqilia, Ramallah, Belén y Hebrón. Esta
denominada Zona A corresponde al 3% del territorio de
Cisjordania y al 20% de su población, espacio y población
que en la actualidad, además del 40% de Gaza, controla
la AP. Tras la salida de las ciudades cisjordanas. La Zona
B incluye 450 pueblos y pequeñas ciudades de Cisjordania
(27% del territorio, 70% de la población), área
en la cual la AP asumiría solo funciones civiles, manteniendo
Israel el control exclusivo de la seguridad. Finalmente, la Zona
C (70% de Cisjordania, despoblada) incluye las áreas
de interés económico y militar, las carreteras
y, como hemos dicho, los asentamientos judíos -sin incluir
los de Jerusalén.
El Ejército israelí concluyó su repliegue
de las seis primeras ciudades mencionadas más arriba en
diciembre de 1995, tras el asesinato del primer Ministro Rabin
y habiéndole sustituido Simón Peres (22); pero la existencia de una colonia
de judíos ultraortodoxos en el mismo centro urbano de
Hebrón retrasó la salida de esta ciudad hasta el
fin de semana del 18 al 19 de enero de 1997, ya bajo el nuevo
Gobierno de Netanyahu, cuando inicialmente estaba prevista para
mayo del año anterior
(23). Las fuerzas de ocupación israelíes
abandonaban el 80% de Hebrón, quedando la ciudad dividida
en dos (24).
El objetivo concreto de Oslo II fue compaginar el establecimiento
de las mínimas condiciones para la celebración
de las elecciones legislativas y presidenciales palestinas (25), la salida del Ejército
israelí de las grandes ciudades palestinas, con la preservación
de la seguridad de los asentamientos judíos y el control
israelí sobre la tierra y los recursos cisjordanos. Oslo
II configura así un nuevo escenario local: por un lado,
el alivio de la carga que para Israel suponía mantener
la ocupación de los grandes núcleos urbanos palestinos,
densamente poblados, con graves problemas infraestructurales
y muy conflictivos; por otro, el reparto de funciones y responsabilidades
con un nueva Autoridad Palestina legitimada por las urnas.
La solución prevista en Oslo II es una fórmula
cómoda para el laborismo israelí, que comprende
la resolución de la cuestión palestina, no en función
de un nuevo trazado de fronteras, sino de un reparto de atribuciones
entre una autoridad palestina administrativa e Israel. Así
lo expresó muy claramente el primer Ministro Rabin en
la presentación del acuerdo ante el Parlamento israelí
el 5 de octubre de 1995, un mes antes de morir asesinado. Refiriéndose
a la futura entidad palestina indicó: "Queremos que
sea una autoridad, menos que un Estado, bajo la cual los palestinos
gobiernen independientemente sus vidas" (26), para concluir que no habrá,
al término del proceso de negociación, una retirada
a las fronteras previas a la guerra de 1967 (la Línea
Verde), es decir, una retirada completa de Gaza y Cisjordania.
Concluido el repliegue israelí de las ciudades cisjordanas,
los resultados finales de la prolongada negociación sobre
Hebrón, así como el contenido de dos cartas
de garantías firmadas por el Secretario de Estado
norteamericano Warren Christopher y dirigidas a Arafat y Netanyahu
(27), arrojan luz
sobre la evolución posterior del proceso de negociación
Israel-AP y su actual estancamiento. Las mencionadas cartas hacen
referencia a la continuidad del proceso y a tres nuevos repliegues
israelíes a efectuar. El Ejército israelí
debía realizar estos redespliegues (28) en Cisjordania entre marzo de 1997
y agosto de 1998, según un nuevo calendario que suponía
un retraso de un año en relación con el establecido
en Oslo II pero que mantenía la fecha final del proceso
prevista en la Declaración de Washington, mayo de 1999
(29).
La consternación interna palestina surgió tras
conocerse que el acuerdo de Hebrón y las dos cartas norteamericanas
no incluían el porcentaje de territorio cisjordano total
que Israel debería haber desalojado al término
de sus repliegues. El acuerdo de Hebrón y los documentos
norteamericanos reafirmaban así el criterio central del
texto de Oslo II: la extensión de cada nuevo redespliegue
israelí será competencia exclusiva del Gobierno
israelí, que determinará unilateralmente su amplitud
y cuándo realizarlo, sin obligación alguna de negociación
con la AP y ateniéndose tan solo a sus propios criterios
de seguridad, reiterado argumento éste que empleará
Netanyahu para justificar la paralización del proceso
(30).
Arafat ha indicado que la AP controlará prácticamente
el 90% de Cisjordania cuando se alcance el acuerdo definitivo
con Israel, previsto como hemos indicado para mayo de 1999. La
realidad es muy distinta a punto de finalizar 1998: la AP controla
hoy el 3,5% de Cisjordania (31),
apenas un ligero incremento desde el repliegue de Hebrón,
momento a partir del cual Netanyahu ha venido insistiendo, según
cuál fuera su auditorio, que el porcentaje de territorio
cisjordano que los palestinos controlarán al iniciarse
la negociación sobre el estatuto definitivo de los Territorios
se situará entre el 10 y el 50%. A lo largo de 1998, frente
a la presión de la Administración Clinton, el Gobierno
Netanyahu ha rechazado un nuevo redespliegue que supusiera un
10%.
La cantonalización de Palestina
Para los críticos palestinos al proceso, el Partido
Laborista israelí habría procurado durante el período
de gobierno de Rabin-Peres aplicar el denominado Plan Allon
(32) sin haber
hecho ninguna concesión de fondo en su negociación
con la OLP y la AP. En sus sucesivas formulaciones, el Plan Allon
ha sido la piedra angular de la política estratégica
del laborismo israelí desde el inicio de la ocupación
de Gaza y Cisjordania en 1967: garantizar el dominio de las áreas
de interés estratégico (militar, económico
o de expansión poblacional) de los Territorios Ocupados,
aceptando una autonomía administrativa limitada para los
palestinos residentes en sus núcleos urbanos cisjordanos
y en Gaza, áreas de imposible anexión a Israel
por su alta concentración poblacional. Con ello Israel
pretende evitar el desequilibrio demográfico que supondría
la incorporación de la población palestina de Gaza
y Cisjordania a Israel, un Estado definido desde su fundación
-hace ahora medio siglo- como de mayoría judía,
como un Estado étnico. Se trata, en suma, de escindir
a la población palestina de su territorio, anexionar la
tierra y sus recursos sin su población.
La clave del control territorial de Cisjordania es su colonización,
un proceso sostenido desde 1967 y que, violando la supuesta lógica
-el espíritu- del proceso de paz, se ha acelerado
desde el inicio de la negociación palestino-israelí
en 1991, durante todo el período de gobierno laborista
e incluso tras la firma de la Declaración de Washington.
En 1993, tras los triunfos electorales de Rabin en Israel y de
Clinton en EEUU, y a fin de desbloquear la concesión de
nuevos fondos el nuevo Gobierno laborista suscribió con
la nueva Administración demócrata el compromiso
de no construir nuevos asentamientos (compromiso que no incluye
Jerusalén Este, formalmente Estado de Israel)(33), pero no de paralizar
la construcción de los previamente aprobados, de finalizar
la de aquéllos que estaban en marcha o de incrementar
la población de colonos en los ya construidos, un proceso
que se ha denominado densificación (34). Dos ejemplos de ello, correspondientes
-es preciso insistir- al período de gobierno laborista,
demuestran esta voluntad de permanencia israelí en los
territorios palestinos: según datos de la Administración
norteamericana, Israel invirtió en 1993 437 millones de
dólares en los asentamientos de los Territorios Ocupados;
solo en el año transcurrido desde el acuerdo de Washington
la población de los asentamientos aumentó un 10%
(el 20% en los de Gaza), e Israel confiscó 670 Km2 de
terrenos palestinos para ampliar las colonias y abrir nuevas
carreteras entre ellas (35).
El mapa de Cisjordania que surge así de la puesta en
marcha de la autonomía palestina coincide notoriamente
con las sucesivas actualizaciones del Plan Allon (36): un rosario desarticulado de cantones
árabes, verdaderos ghettos rodeados por el Ejército
de ocupación (recordemos el exacto término redespliegue),
aislados entre sí por anillos y corredores de asentamientos
y autopistas de alta velocidad de uso exclusivo para los israelíes,
un retículo que fragmenta la geografía real de
Cisjordania y frustra cualquier posibilidad de continuidad territorial
sobre la cual los palestinos puedan edificar un Estado viable.
Netanyahu tiene toda la razón cuando afirma hoy que
la lógica de proseguir la colonización de Gaza
y Cisjordania la ha heredado de anteriores gobiernos laboristas,
si bien su Gobierno sí ha autorizado la creación
de nuevos asentamientos (agosto de 1996) con el objetivo de aumentar
el número de colonos hasta medio millón en el año
2000 (sin contar los de Jerusalén). De hecho, existe ya
un más o menos explícito consenso nacional
entre el bloque Likud y el Partido Laborista sobre las condiciones
no negociables y los límites efectivos de una retirada
final del Ejército israelí de Cisjordania (37). En esta línea,
el 14 de enero de 1998, el Gobierno israelí describía
el marco que debería respetar el acuerdo final entre Israel
y la AP en función de los "intereses vitales y nacionales
de Israel": Israel mantendrá bajo su control una
franja a lo largo de Línea Verde, la totalidad del valle
del Jordán, el límite municipal ampliado de Jerusalén
(que ya incluye el 40% de Cisjordania)(38), los asentamientos judíos,
las infraestructuras (agua, electricidad y transportes), las
zonas militares y estratégicas, las carreteras y las áreas
de circunvalación y los "lugares sagrados del pueblo
judío". La entidad palestina resultante -llámesela
como se quiera, Estado o no- estará desmilitarizada y
carecerá de competencias soberanas en política
exterior. En suma, conservar bajo control israelí la casi
totalidad de Cisjordania, limitando las prerrogativas de la AP
a las propias de una autoridad administrativa encargada de gestionar
el día a día de la población árabe
de Gaza y Cisjordania.
Consideración final: desarrollo
y democracia
Emerge así, en una formulación meridiana, la
lógica israelí subyacente en el proceso de negociación
con los palestinos, una lógica que no es distinta de la
que alentó el proyecto sionista para Palestina en 1947-48
o la política efectiva del Estado de Israel desde 1967
en Gaza y Cisjordania: escindir a la población de su territorio...
por un método u otro. Nunca ha sido más cierto
en esta región del mundo que la política -la negociación-
es la continuación de la guerra por otros medios.
Los regímenes árabes implicados en el denominado
proceso de paz que se inauguró en Madrid en 1991,
se avinieron a negociar entonces con Israel -apresuradamente
y sin garantías, por separado y sin coordinación-
tan sólo para garantizar su propia supervivencia: aquí
reside su mínimo margen de maniobra. En una región
que, tras la Guerra del Golfo, está política y
económicamente desestructurada, los dirigentes árabes
apostaron su precario mantenimiento en el poder, sin legitimación
popular alguna, a la carta única de la aceptación
de la imposición norteamericana de normalización
plena de relaciones con Israel e integración económica
de la región en la economía mundial, que ha de
realizarse siguiendo las recetas antisociales del Fondo Monetario
Internacional. La dinámica interna en estos países
(el ejemplo de ello es Jordania) es, irremediablemente, el incremento
de la represión.
Este es también el caso de Palestina. La única
carta que le restaba a la dirección de la OLP jugar tras
emerger de la Guerra del Golfo como aliada del derrotado Iraq
y con una población que sufría los efectos del
derrumbe del mercado laboral interárabe y el asedio financiero
a los Territorios Ocupados tras el esfuerzo titánico de
la Intifada, fue negociar con Israel el legado de la resistencia
palestina a cambio de ser aceptada como interlocutor, para poder
así entrar en una partida de la que temía ser definitivamente
excluida. Para Israel reconocer a una OLP que en 1993 ya solo
aspiraba a representar a los palestinos de Gaza y Cisjordania
fue una mínima concesión que, por el contrario,
le reportaba grandes beneficios: con ello, primero, se legitimaba
un proceso de negociación a todas luces muy provechoso
y, segundo, se desbarataba -como así ha sucedido- toda
oposición palestina y árabe al mismo. A partir
de ese momento, aceptadas las reglas de tan desigual proceso,
la OLP, antaño un movimiento de liberación nacional
que representaba a la totalidad del pueblo palestino, se transmuta
en una Autoridad Palestina, con competencias de nivel municipal,
que ha de negociar el futuro de los palestinos del interior amparándose
en unos documentos que, uno tras otro, han ido acotando paulatinamente
su margen de maniobra, ya de partida muy limitado.
La lógica del proceso ha sido así implacable
con el conjunto del pueblo palestino. Si para los cuatro millones
de palestinos de la diáspora el proceso de negociación
sencillamente les ha robado la esperanza, para los del interior,
los residentes en Gaza y Cisjordania, sus supuestos beneficiarios,
les ha robado su dignidad, al tiempo que ha determinado un empeoramiento
aún mayor de su vida cotidiana. Tras la firma de la Declaración
de Washington, el presidente del Fondo Monetario Internacional
explicó públicamente que el proceso de negociación
entre la OLP e Israel debía ser -literalmente- engrasado
con dinero para que así fuera mejor aceptado por los palestinos
de Gaza y Cisjordania. Mezquina y, finalmente, falaz consideración:
si los palestinos de Gaza y Cisjordania dejaron bien claro durante
los años de la Intifada cuáles eran sus objetivos
nacionales (39),
su situación tras cinco años de Oslo I es insoportable.
Un informe de la Unión Europea (UE) de enero de 1998 daba
cuenta de una reducción del 35% del PNB palestino, la
duplicación del paro hasta alcanzar el 42% de la población
activa, la reducción a un tercio de las inversiones privadas
desde 1993... a pesar de la ayuda internacional (40). La explicación de estos datos
la daba la propia UE: los habitantes de Gaza y Cisjordania viven
hoy asediados por el Ejército de ocupación en la
constelación de guetos de la autonomía palestina,
en ellos controlados por 36.000 policías palestinos, en
una de las tasas más altas del planeta de policía
por ciudadanos.
Edward Said, intelectual palestino residente en EEUU y caracterizado
por su moderación, siempre partidario de una solución
binacional al conflicto palestino-israelí e intermediario
durante años entre la OLP y EEUU, ha resumido la negociación
palestino-israelí de manera palmaria: la dirección
de la OLP ha firmado, simplemente, el Versalles palestino
(41), y con ello
ha dilapidado décadas de resistencia, heroísmo,
abnegación y reconocimiento internacional a unos derechos
que, siendo por ello inalienables, han sido escamoteados ante
millones de espectadores en ceremonias televisadas, como si de
sesiones de prestidigitación se hubiera tratado.
Notas:
- El equipo negociador palestino
en Oslo estuvo integrado por Mahmoud Abbas -Abu Mazen-,
Hamad Krech -Abu Ala-, Hassan Asfour y Yasser Abed Rabbo.
Nabil Al Shaath era el portavoz palestino en las negociaciones
públicas.
- La Declaración de
Washington pudo ser firmada por Arafat gracias al previo reconocimiento
mutuo entre la OLP e Israel formalizado en sendas cartas de Arafat
y Rabin del 9 de septiembre. En la suya, Rabin señalaba
que el Gobierno de Israel reconocía a la OLP como el representante
del pueblo palestino. Por su parte, la de Arafat incluía
cinco consideraciones: el reconocimiento "del derecho de
Israel a vivir en paz y seguridad", la aceptación
de la OLP de las resoluciones 242 y 338 del CS, el compromiso
de la OLP con el proceso de paz, la renuncia a todo tipo de violencia
y oposición al proceso, y la declaración de "inoperantes
y no válidos" los puntos de la Carta Nacional Palestina
que niegan el derecho a la existencia del Estado de Israel.
- El artículo 5 de la
Declaración establecía un calendario que ha sido
totalmente incumplido. La fase transitoria, de cinco años,
debía iniciarse tras la retirada israelí de Gaza
y Jericó, prevista para el 13 de diciembre de 1993, tres
meses después de la firma del acuerdo. El estatuto definitivo
debía empezarse a negociar lo más tardar a los
tres años de iniciada esta fase transitoria. Las elecciones
palestinas -legislativas y presidenciales- en el conjunto de
Gaza y Cisjordania serían convocadas "lo más
tarde nueve meses después de la entrada en vigor de la
Declaración", en julio de 1994. Previa a su celebración,
el Ejército israelí sería "replegado
fuera de las zonas [árabes] pobladas" de Gaza y Jericó
(no hay referencia al conjunto de Cisjordania), tras acuerdo
negociado con los palestinos (anexo II, apartado 1).
- La resolución 242
fue aprobada por el Consejo de Seguridad tras la guerra árabe-israelí
de 1967. Al igual que la posterior 338, aprobada tras la guerra
de 1973, la resolución 242 exige la retirada israelí
de los territorios árabes ocupados militarmente (Gaza
y Cisjordania -incluido Jerusalén Este- el Sinaí
egipcio y el Golán sirio, además de pequeñas
extensiones jordanas) y el reconocimiento árabe del derecho
de Israel a la existencia y la seguridad.
- Concretamente en el documento
presentado a israelíes y palestinos por Warren Christopher,
secretario de Estado norteamericano, en agosto de 1993.
- Véase Izquierdo Brichs,
Ferrán, 1998, "El agua en la Cuenca del Jordán,
pieza clave de la negociación árabe-israelí",
Nación Árabe, número 34.
- El texto de la Declaración
ha sido traducido y publicado en Nación Árabe
número 21, febrero de 1994, versión incluida en
el anexo documental del libro de Edward W. Said Gaza y Jericó:
Pax Americana, editorial Txalaparta, Tafalla, 1995.
- Imprecor, 373, octubre de 1993.
- Puede leerse tal formulación,
por ejemplo, en su libro Oriente Medio, año cero,
publicado en castellano por la editorial Grijalbo, 1994.
- Por ejemplo, Nabil Al Shaath
en su entrevista en Revue d'Etudes Palestiniennes, del
otoño de 1993 (n. 49), habla de "excepciones temporales"
al referirse a la postergación de las reivindicaciones
centrales palestinas.
- World Report, 2, 8, del 15 al 30 de abril de 1993.
- Le Monde, 14 de septiembre de 1995.
- Le Monde, 17 de septiembre de 1993.
- Le Monde, 13 de marzo de 1993.
- Le Monde, 14 de noviembre de 1993.
- En 1993, 3.000 millones de
dólares, 1.800 en ayuda militar, el 22% de toda la ayuda
exterior norteamericana. Al año siguiente, EEUU incrementará
su ayuda a Israel ante los supuestos "riesgos a la seguridad"
que el proceso de negociación con los árabes comporta.
250 millones de dólares suplementarios fueron aprobados
por la Administración Clinton para mejorar y acondicionar
la red de carreteras e instalaciones militares que han de garantizar
la seguridad de los asentamientos de las áreas que quedan
bajo control israelí en Gaza y Jericó (Washington
Report on Middle East Affairs, 12, 6, marzo de 1994). En
la actualidad Israel recibe anualmente sólo de EEUU 5.000
millones de dólares, más de 10 veces la cantidad
donada a los Territorios Autónomos Palestinos por el conjunto
de la comunidad internacional.
- Frase pronunciada por Arafat
en su discurso ante empresarios y políticos reunidos en
Davos (Suiza) en el foro 'Asegurar la paz en Oriente Próximo',
organizado por el Fondo Económico Mundial en enero de
1994 (El País, 31 de enero de 1994).
- Por este acuerdo, la AP podrá
establecer una autoridad monetaria con ciertas prerrogativas
de Banco Central, pero no emitir moneda propia, siendo el shekel
israelí, el dólar y el dinar jordano las monedas
a utilizar en los TAP. La AP establecerá sus impuestos
directos, mientras que Israel transferirá a las autoridades
palestinas el 75% de las retenciones sobre los salarios de los
palestinos que trabajan en Israel, una medida incumplida hasta
el día de hoy.
- Sobre el impacto de la ocupación
en la economía de Gaza y Cisjordania pueden consultarse
las obras de Sara Roy -quien ha acuñado al respecto el
término des-desarrollo- "The Gaza Strip: a
case of economic de-development" en Journal of Palestine
Studies, 1, 1987; "Critical effects of the occupation"
en Arab Studies Quarterly, Washington, invierno de 1988;
y "The political economy of despair"en Journal of
Palestine Studies, 3, 1991; además de "Israeli
obstacles to the economic development in the Occupied Palestinian
Territories", editado en 1992 por el organismo Jerusalem
Media an Comunication Centre, Jerusalén.
- Parcialmente publicado en
Nación Árabe, número 22, julio de
1994, pp. 37-39.
- Según datos de la
organización norteamericana Foundation for Middle East
Peace, recogidos en International Herald Tribune,
3 de octubre de 1998.
- Rabin fue muerto el 4 de
noviembre en Jerusalén por el extremista judío
Yigal Amir.
- Benjamín Netanyahu,
candidato por la coalición Likud, venció por reducido
margen al primer Ministro laborista Simón Peres en las
elecciones de mayo de 1996. Peres, tras haber sustituido al asesinado
Rabin como primer Ministro, postergó el repliegue de la
ciudad hasta después de las elecciones.
- Israel conserva la quinta
parte de Hebrón (donde residen 20.000 de los 140.000 árabes
que en ella viven) para proteger a 450 colonos judíos.
El hecho de que este grupo de colonos extremistas resida en el
mismo centro de Hebrón explica la tensión permanente
que vive la ciudad y los enfrentamientos reiterados entre la
población palestina de una parte y los colonos y el Ejército
israelí de otra. El pasado 7 de octubre, se colocó
en el barrio de Hebrón de Tel Roumeida la primera piedra
de un segundo asentamiento.
- Inicialmente previstas para
el 13 de julio de 1994, se celebraron el 20 de enero de 1996.
- Diario israelí Haarez
del 6 de octubre, reproducido en Challenge de diciembre
de 1995.
- Ni Arafat ni Netanyahu hicieron
público el contenido de ambas cartas, aun cuando fueron
ampliamente filtradas a la prensa internacional.
- En el original, redeployments.
Este término se contrapone claramente con el de retirada
completa.
- Netanyahu procuró
inicialmente hacer coincidir un único repliegue de Cisjordania
con esta fecha final en la que el acuerdo sobre el estatuto definitivo
de los Territorios -aquél que incluirá la resolución
de las cuestiones claves: Jerusalén, soberanía,
fronteras, asentamientos- había de haberse alcanzado.
- Por ejemplo, el primer redespliegue
propuesto por el Gobierno Netanyahu tras la salida de Hebrón,
en marzo de 1997, consistía en un traspaso de competencias
de un 7% de la Zona B a la A, y de un 2% de la C a la B, propuesta
rechazada por la Autoridad Palestina.
- Le Monde, 10 de enero de 1998.
- Yigal Allon, militar, dirigente
del Partido Laborista, viceprimer ministro israelí y ministro
de Asuntos Exteriores, da su nombre al proyecto que preconiza
el control militar y demográfico israelí de Cisjordania
por medio de la creación de asentamientos judíos
en los Territorios Ocupados.
- Jerusalén Este fue
anexionada al Estado el 28 de junio de 1967 y declarada "capital
eterna de Israel" el 31 de julio de 1980.
- El ministro israelí
de la Vivienda, general Ben Eliezer, reconocía abiertamente
que "En ciertas colonias situadas a lo largo de la Línea
Verde, en terrenos que hemos decidido no devolver y cuyo control
consideramos necesario para nuestra seguridad, continuaremos
construyendo [viviendas]" (Le Monde, 5 de octubre
de 1994). La Línea Verde es la línea de
armisticio de la guerra de 1948 que separaba hasta 1968 el Estado
de Israel de Gaza y Cisjordania.
- Una actualizada revisión
de la colonización de los Territorios Palestinos durante
el proceso de negociación y de la lógica de dominación
territorial y demográfica que incluye puede encontrarse
en Alvarez-Ossorio, Ignacio, 1997, "La paz truncada: los
asentamientos israelíes en Gaza, Cisjordania y Jerusalén",
Nación Árabe, números 31/32. En Cisjordania
el proceso de colonización prosigue sobre los dos ejes
Norte-Sur de la Línea Verde y del valle del Jordán,
y en torno a Jerusalén, áreas unidas entre sí
y con el Estado de Israel por medio de corredores transversales.
- Véase el mapa de Palestina
que se deriva del Acuerdo 'Oslo II' publicado en Le Monde
Diplomatique de diciembre de 1995, o el número 29
de Nación Árabe, otoño de 1996, editado
como desplegable.
- Véase al respecto
el denominado Documento Beilin-Eitan o "Acuerdo nacional
[Likud-Laborista] para las negociaciones sobre el estatuto final
con los palestinos", traducido en Nación Árabe,
1997, números 31/32.
- Véase en este número
de Nación Árabe el texto relativo al proyecto
israelí de ampliación del área metropolitana
de Jerusalén.
- Pueden recordarse leyendo
los comunicados del Mando Unificado de la Infifada-OLP publicados
en el volumen Intifada. La voz del levantamiento palestino,
editorial Txalaparta, Tafalla, 1991.
- Informe reproducido en Europe,
número 2068/2069, de 23 de enero de 1998. Anteriormente,
el Programa de NNUU para el Desarrollo daba cuenta en su informe
anual de 1997 que la renta per cápita palestina
se había reducido un 25% desde 1992 y que dos tercios
de los palestinos de Gaza y Cisjordania viven por debajo del
nivel de la pobreza (Middle East International, 29 de
agosto de 1997)
- En castellano la editorial
Txalaparta ha publicado de Said su colección de artículos
sobre el proceso de paz en Gaza y Jericó: Pax Americana,
y Palestina: paz sin territorios, Tafalla, 1995 y 1997,
respectivamente.
- La contribución norteamericana
en este tema ha sido imponer a la AP la mediación
de la CIA, que hay podido así penetrar todos los aparatos
de seguridad palestinos.
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