Nación Árabe 36


Publicado en Nación Árabe, núm. 36, Otoño de 1998


Argelia: El poder contra la prensa independiente

Nabila Amir
Redactora de Al Watan

La prensa, definida como el Cuarto Poder, se ve investida de una responsabilidad que no puede asumir. Perseguida por todas partes, ve sus propia relaciones tensarse entre sus diferentes confrontaciones. Los diferentes Códigos [sobre la Información] no definen los límites de la libertad de prensa, de ahí proviene además todo el embrollo jurídico que emborrona completamente la relación entre los medios de comunicación y la justicia. Numerosos problemas entre la joven prensa independiente en Argelia y los tribunales han tenido lugar estos últimos años.

En 1992, el cotidiano Le Matin fue prohibido por un período de más de dos meses. Este periódico había publicado en uno de sus números una información proveniente de un alto responsable del Gobierno italiano según la cual este país se aprestaba a suspender sus créditos a Argelia como consecuencia del nombramiento de Belaïd Abdesselam. El periódico fue acusado de "atentar contra los intereses de la Nación". Un año después, es decir, el mes de Enero de 1994, Omar Belhouchet, director de Al Watan y cuatro periodistas más, entre ellos una mujer, fueron detenidos y encarcelados durante una semana en Serkadji y el periódico suspendido durante quince días. En un artículo titulado "Horrible crimen en Laghouat: cinco policías asesinados", el autor del artículo relató las circunstancias del ataque a un cuartel de la policía por un grupo terrorista. Entre los seis motivos de inculpación contra los periodistas, se consideraron los de "atentar contra la seguridad del Estado y divulgación de informaciones prematuras". Después de este asunto, el cotidiano Al Watan ha sido conducido más de una veintena de veces ante los tribunales. Además, en 1994, este mismo periódico escapará de una suspensión de más de veinte días por divulgación de informaciones subversivas aludiendo "atentado a la seguridad del Estado y al orden público e incumplimiento de las reglas de ética profesional y de defensa de los intereses de la nación".

El artículo incriminado detallaba la compra por parte de Argelia de nueve helicópteros antiguerrilla destinados a combatir a los maquis integristas. Los arrestos y persecuciones judiciales contra la prensa independiente no cesaron ahí. En efecto, el 10 de Diciembre de 1995, interviene lo que se ha dado en llamar "El affaire Liberté". Este periódico fue suspendido durante quince días. El director Abrous y un periodista fueron puestos a disposición judicial y condenados a cuatro meses de prisión por "atentado a las instituciones".

Estas medidas se tomaron en respuesta a la publicación en la página Radar, de una información relativa a la eventual nominación del general Mohamed Betchine al ministerio de Defensa.
Otro asunto que ha marcado también los anales de la prensa independiente es la suspensión del cotidiano La Tribune durante seis meses y la condena a penas de prisión con prórroga de Chawki Amari, caricaturista, del primer responsable de esta publicación y de la redactora jefe, sin olvidar el cierre del periódico. Esta vez, "atentar contra el emblema nacional", será la única inculpación considerada contra nuestros colegas. "Hay voluntad de politizar este asunto", confirma una abogado de la defensa. Según ella, el Ministerio de los Muyahidines [combatientes de la guerra de Liberación contra Francia] no está autorizado a constituirse en parte civil. Resalta igualmente que el procurador de la República debe ajustarse a la ley, incluso si recibe ordenes [del Gobierno]. "Si el ministro de Justicia ordena encarcelar a todas las personas que están en esta sala de audiencia, ¿el procurador, va a ejecutarlo?", se pregunta. Para un buen número de abogados las medidas de suspensión y cierre de La Tribune no tienen fundamento ya que no están recogidas ni por el código de la información ni por el código penal.

Otras dos acciones han sido dirigidas contra Al Watan, el arresto de Y.B., cronista, y la condena de Omar Belhouchet a un año de prisión por haber hecho declaraciones a una cadena extranjera; el inculpado ha realizado una apelación. Según la abogada Bourayou, la justicia no tiene el derecho a suspender un periódico que es una empresa con cometido de servicio público. Se da el mismo caso en el arresto de periodistas. Bourayou añade que la relación entre la justicia y la prensa en todos los regímenes liberales ha sido siempre hostil. "La forma de intervención de los unos y los otros difiere. El periodista busca a toda costa arrancar informaciones en manos de la justicia y esta última tiene la obligación de guardar el secreto. Y, por supuesto, es así como comienza el problema entre la prensa y la justicia" ha declarado. La libertad de expresión en Argelia está amordazada. Los poderes públicos utilizan todos los medios para impedir el desarrollo de una prensa independiente que molesta.

En vista de los múltiples casos citados, constatamos que la libertad de expresión tiene límites muy restringidos. Según los profesionales del sector, el código de información en Argelia es considerado como un código penal repetido. Por otra parte, su revisión se retrasa.

(Artículo publicado en el diario argelino Al Watan el 13 de agosto de 1998. Traducción del francés de Pilar Montero, N.Á.)


Informe LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN PAÍSES ÁRABES

Túnez: El derecho a callarse
Una prosperidad bajo vigilancia

Taoufik Ben Brik
y Denis Willians
Periodistas

En 1990, una encuesta sobre la información en Túnez le había cerrado las puertas de los periódicos de su país. Ocho años más tarde, un artículo sobre la represión policial, aparecido el 12 de junio en el periódico francés 'La Croix', le valió una breve interpelación. A Taoufik Ben Brik, periodista independiente, corresponsal de numerosos medios de comunicación extranjeros, se le pidió el 18 de junio que cambiase de profesión. El secretario de Estado del interior en persona le sugirió ­cortésmente- que presentase "un proyecto relativo a una nueva actividad en tres días". Corresponsal de la agencia SYFIA desde hace siete años, Taoufik Ben Brik ha sufrido ya todo tipo de presiones debido a sus artículos. Hablar del problema del aceite de oliva, del aumento de precios o de la masacre de la fauna tunecina por parte de los emires árabes, en resumen hacer su trabajo de periodista, es exponerse en Túnez a graves inconvenientes. El año pasado, las autoridades le retiraron su pasaporte durante varios meses cuando debía ir a Francia para seguir un curso. En junio de 1997, la Asociación Mundial de Periodistas ha excluido a Túnez por haber "fallado en la defensa de la libertad de expresión". Taoufik Ben Brik, desea solamente ser un periodista.

Túnez, donde es fácil vivir bien y broncearse, esconde cada vez peor su otra cara: la de un país bajo control donde los ciudadanos son obligados a olvidar hasta sus derechos. Un día cualquiera en Túnez.....

El día no ha caído todavía. En la vieja ciudad árabe, los adolescentes avanzan, golpeando con sus zapatillas de deporte las puertas de hierro de las tiendas. Sus patadas resuenan en este dédalo de callejuelas. Tres policías. Los jóvenes se detienen. Se diría que dos mundos se deslizan el uno sobre el otro. Simpatía o prudencia, saludan a la patrulla: Salam aleikoum( "que la paz sea con vosotros"). Por toda respuesta, insultos.

Uno de los policías, gris de cansancio, llama por la radio a un colega no lejos de allí: "No tendréis los periódicos de hoy?" El tiempo de hojear las páginas interiores a la luz de sus linternas y una nueva llamada: "¿No tendréis una o dos pilas para nuestras linternas?". Los policías de Túnez se aburren en estas guardias interminables. A veces, alguno de ellos, extenuado, se adormece en un rincón del jardín.

Pero la mayor parte del tiempo, los agentes de seguridad están con el "¿Quién vive?". Sobre todo los fines de semana. Los jóvenes pueden ser controlados hasta diez veces al día. Yassine y Wasime, a quienes les gusta salir a la calle con sus amigos después de las seis de la tarde lo saben. "Podría ocurrir en cualquier país, la Nigeria del general Abacha o la Birmania de los militares", apoya Tahar Gagoura, dirigente del movimiento estudiantil tunecino que ha sufrido durante los últimos cinco años los rigores de la maquina policial.

Estamos, sin embargo, en Túnez, un país orgulloso de su estabilidad que se presenta a sí mismo como un remanso de paz donde se vive bien. "El pan y la seguridad" están relativamente asegurados. La tasa de pobreza es inferior al 6%, el crecimiento anual superior al 5%. Con una renta per cápita de 2000 dólares al año, Túnez es uno de los países africanos cuyos indicadores macroeconómicos son más seguros.

El zoo y la jungla

El gran poeta tunecino Ouled Ahmed se ha forjado un gran éxito comparando la sociedad tunecina con un zoo en el que los animales estarían más o menos bien alimentados por sus guardianes. La gacela ya no teme ser devorada por el león, pero paga el precio con su libertad. En contraposición, Ouled Ahmed presenta la sociedad argelina como una jungla, sin duda llena de peligros pero tan hermosa con su vegetación exuberante y la embriagadora libertad de las grandes bestias, soberbias tanto en la caza como en el reposo. Más allá de esta seductora metáfora, el poeta sueña con un mundo perfecto, un zoo sin jaulas, una jungla donde las gacelas no tuvieran que temer al león...

¿Porqué tal desconfianza hacia los ciudadanos?. Los efectivos de la policía han sido multiplicados por cuatro desde la llegada al poder del presidente Ben Ali, hace diez años. La policía se ayuda en su tarea de vigilancia cotidiana de la sociedad, por millares de informadores, de comités de barrio creados por las autoridades en las cuatro esquinas del país. La policía interviene en la composición de los consejos municipales, de los despachos directivos de células de la Unión Constitucional Democrática, el partido en el poder, de las asociaciones culturales y deportivas e incluso de ciertas organizaciones llamadas no gubernamentales.

"Si tu no eres uno de ellos, yo lo soy".. Esta ocurrente frase, la utiliza el tunecino para cortar toda discusión subversiva, por si su interlocutor fuese un colaborador a sueldo de la Dakhilia, la todopoderosa administración policial.

Para Salah, sociólogo y militante de los derechos del hombre, a quién han retirado desde hace casi un año su pasaporte, "el régimen se esfuerza por todos los medios en hacerte interiorizar la autovigilancia, el autocontrol, el miedo".

Pierre Sané, secretario general de Amnistía Internacional habla de "una estrategia para hacer interiorizar el miedo por parte de los ciudadanos". "Túnez es un Estado policial" estimaba la Federación Internacional de los Derechos del Hombre en un comunicado publicado el 11 de febrero pasado, después de la condena a tres años de prisión del vicepresidente de la Liga Tunecina para la Defensa de los Derechos del Hombre. Esta última, en un comunicado, revelaba el 28 de abril pasado "que varios miembros del comité directivo son objeto desde hace varias semanas de forma injustificable de controles y acorralamiento policiales incesantes, estas medidas se extienden incluso a otros militantes, entre ellos antiguos dirigentes y responsables actualmente de algunas secciones".

El olvido de los derechos

Cuando abandonas el país es cuando realmente comienzas a darte cuenta de que la vida aquí es anormal. "Lo que es anormal se convierte en normal para nosotros", dice A.Z., un maestro que ha preferido guardar el anonimato. Los tunecinos, cuyo horizonte se resume desde hace años en un espacio ultrapolicial repleto de vehículos todo terreno, ya están acostumbrados. La anécdota siguiente dice mucho de esta costumbre. Los escolares a quienes se había pedido representar un símbolo de su país en lugar de la estatua de Ibn Jaldún (el padre de la sociología árabe) dibujaron una furgoneta de policía.

Estos famosos baga, de un azul siniestro, peinan la capital en todos los sentidos. Es una noche de mayo cualquiera. Un vehículo de policía se dirige a toda velocidad en dirección a Ennasser, uno de estos barrios de nueva construcción que han transformado el corazón de Túnez. Ennasser no es más que un vasto lugar de trabajo con sus millares de alojamientos en construcción. Es el Eldorado de los Mramajia, jornaleros venidos de las regiones más desheredadas de Túnez en busca de un empleo. Para sorprender a los clandestinos, la furgoneta da la vuelta bruscamente en una callejuela próxima a la inmensa explanada. La muchedumbre se aparta. La baga derrama policías y perros lobo para rodear la zona.
Fácilmente reconocible con su saco sobre los hombros y sus botas de obrero, un joven desciende la gran avenida de Ennasser sin desconfiar. Hasta que no tropieza con dos policías no se da cuenta de la trampa. Papeles: el desgraciado rebusca frenéticamente es sus bolsillos en busca de una pieza de identidad. La mayoría de las víctimas de estos controles no saben incluso si están en regla. Los policías miran rápidamente los papeles, suponiendo que sepan leer, antes de confiscarlos. Aturdido, el joven se queda allí esperando dócilmente que los policías capturen a otras personas.

En pocos minutos, se forma un grupo de hombres nerviosos. A un lado y otro de la calle gritan que tal y tal han sido detenidos y que hay que hacer algo para que los suelten. Pero sus compañeros, todavía libres ¿escuchan su mensaje, demasiado contentos de poder escapar lejos de la zona peligrosa?.

Los detenidos son colocados en fila delante de la valla, después inflados a patadas y puñetazos dentro de la baga. El conductor cierra la puerta y verifica que esté bien echado el cerrojo. Dirección a Bouchoucha, el centro de arrestos. Allí, la policía tomará su tiempo en hacer la elección. Unos serán enviados al servicio militar, otros serán condenados por vagabundeo y expulsados a sus lugares de origen. Sólo los más afortunados, porque tienen un pariente o un jefe bien situado, serán puestos en libertad. En este clima de controles permanentes ¿quién conoce todavía sus derechos?

(Artículo publicado en el diario Liberation el 16 de julio de 1998. Traducido del francés por Pilar Montero, N.Á.)



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