Nación Árabe 36


Publicado en Nación Árabe, núm. 36, Otoño de 1998

Análisis AJUSTE ESTRUCTURAL EN ARGELIA

Las reformas económicas del FMI y Banco Mundial agudizarán la crisis económica argelina y condenarán al país a convertirse en una 'república petrolera'

Ajuste estructural en Argelia
Un diagnóstico equivocado para una difícil reforma

Aurèlia Mañé Estrada
Profesora del Departamento de Política Económica y Estructura Económica Mundial de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Barcelona (UA). En 1997 ha presentado su Tesis Doctoral El uso de la economía como instrumento de legitimación política en Argelia .El título original con el que este texto ha sido remitido a Nación Árabe es "La difícil reforma argelina: reflexiones acerca del Plan de Ajuste Estructural".

El verdadero objetivo del llamado "modelo de desarrollo argelino" (1965-1989) no fue alcanzar el desarrollo económico del país, sino legitimar la posición de aquellos que 'ocupan' el Estado argelino. Ello tuvo como resultado la creación de una economía rentista que ahora se pretende reformar con un Programa de Ajuste Estructural avalado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El diseño de este programa es similar al que se ha aplicado a las economías planificadas y centralizadas del desaparecido bloque de la Europa del Este. La aplicación de unas reformas económicas basadas en la analogía entre ambos sistemas, al no tener en cuenta la característica de rentista de la economía argelina, solo puede llevar a este país hacia una mayor crisis económica y condenar a una economía que parecía un modelo de éxito en los años 60 y 70 a convertirse en una "república petrolera".

Sin entrar ahora en detalles se puede decir que, desde mediados de los años sesenta, el modelo de desarrollo argelino propugnaba la creación de una economía independiente, articulada y autocentrada, a partir de una política de gasto de los ingresos obtenidos por la venta del petróleo en el mercado internacional. Éstos se destinaron básicamente a la edificación masiva y acelerada de unas industrias de base (siderurgia, construcción mecánica y eléctrica, etc.) y de un importante sector de los hidrocarburos de propiedad estatal, de los que se esperaba la generación de unos efectos de arrastre hacia adelante y atrás que incidirían en la diversificación del tejido económico, en el aumento del nivel de vida de la población y en el desarrollo de la sociedad argelina.

La legitimación del poder

Sin embargo, las necesidades de legitimación del poder argelino ocasionaron que el objetivo último de esta estrategia no fuera realmente el desarrollo económico, sino consolidar su posición política en la cúpula del Estado (*1); es decir, según la definición de Eisenstad (*2), el Gobierno argelino se rige por la lógica neopatrimonial, ya que percibe la economía como un recurso político para mantenerse en el poder el máximo tiempo posible. Ello ocasionó que, en última instancia, fuera más importante lograr el bienestar material de la población que la forma en que éste se lograba, lo que convirtió la estrategia de desarrollo en una política de distribución de la renta del petróleo, empleada para lograr apoyos o para evitar cualquier conato de oposición.
El instrumento para distribuir esta renta fueron los planes de desarrollo, que se limitaron a ser una autorización de inversiones en función de la evolución del precio del petróleo en el mercado internacional. Las prioridades sectoriales de estos planes reflejan que la mayoría de recursos -como media entre 1970 y 1986 se le destinó en concepto de formación bruta de capital fijo el 49.33% del PIB (Producto Interior Bruto) (*3)- se destinaron a la compra en el extranjero de unas industrias producto en mano y que no se prestó ninguna atención a la creación de un entorno en el que se pudieran desarrollar las capacidades de producción locales: infraestructuras, capital humano, actividades receptoras o generadoras de efectos de arrastre, etc. Ello fue la causa de que las industrias argelinas nunca funcionaran correctamente ni fueran capaces de satisfacer una creciente demanda interna. Las rigideces de la oferta interna y las penurias que éstas ocasionaron en el mercado llevaron a los dirigentes argelinos a otorgar monopolios de importación sectoriales a las grandes sociedades nacionales industriales para que pudieran adquirir en el extranjero todo aquello que no podían conseguir en el propio país, con la consiguiente transformación de la actividad de las grandes empresas industriales argelinas, que pasaron de ser unidades de producción a ser unidades de distribución. Estas podían obtener mayores beneficios revendiendo en el mercado local los bienes importados que realizando ellas mismas el proceso de producción. Por ejemplo, en una de las grandes sociedades nacionales argelinas, la SONACOME, la venta directa, sin transformación previa, de bienes importados representaba el 125% de la del output producido por esta sociedad (*4).

De esta forma, la política de industrialización argelina tuvo como resultado: a) un incremento del nivel de vida de la población, debido a la creciente salarización que supuso este modelo; b) la no diversificación de la economía, porque la mayoría de inversiones se destinó a un único sector productivo que, ante la ausencia de un entorno favorable para desarrollar su actividad, no ha podido evolucionar ni difundir sus efectos de arrastre; c) un aumento imparable de las importaciones y, con ello, el aumento de la dependencia del país del sector de los hidrocarburos; y, consecuencia de ello, d) las empresas que gozaban del monopolio de importación, en vez de ser unidades de producción, se convirtieron en unidades de distribución que vendían a precios subvencionados los bienes adquiridos en el extranjero a un sector privado que jamás fue ni legislado ni controlado por las autoridades (*5).

Así, paradójicamente, el mayor beneficiario de la política de industrialización estatalizada, planificada y centralizada fue el sector privado, que ha "realizado tasas de beneficio prodigiosas" (*6) que contrastan con los pobres resultados del sector público. Como acertadamente escribe Benachenou (*7), "el desarrollo sin control del sector privado repercute sobre los ingresos de las empresas públicas, porque no es muy difícil observar que parte del déficit que sufre el sector público se deben a la ventas que éste realiza al sector privado. (...). En el estadio actual de especialización (...) lo anterior es una transferencia de valor implícita, desde el momento en el que los precios de venta son inferiores al precio de (...) importación".

Resumiendo, la estrategia de desarrollo no fue capaz de transformar los ingresos obtenidos por la venta de un recurso natural en el exterior en un aparato productivo nacional y, en cambio, creó un sistema de distribución de la renta de los hidrocarburos mediante el suministro de importaciones desde las empresas estatales a los agentes del sector privado que los distribuyeron a la población. Este proceso repercutió positivamente en el bienestar material de los argelinos, pero incrementó la dependencia del país, porque los recursos financieros que teóricamente se destinaban al desarrollo, en la práctica, se dirigieron hacia la compra de bienes en el extranjero.

Por ello, cuando se analiza la evolución sectorial del PIB, no se observa ningún cambio estructural significativo en relación a la época inmediatamente anterior a la independencia. Lo que se refleja en la evolución del PIB desde mediados de los años sesenta hasta inicios de la década de los noventa es: a) los hidrocarburos son el mayor componente del PIB, siendo su participación máxima la del año 1974 -44,67%- y la mínima la de 1986 -19,51%. El resto de sectores con un peso importante en este agregado son aquellos no prioritarios en la estrategia de desarrollo argelina -por orden de importancia, estos son comercio, construcción y obras públicas, agricultura...; b) el cambio más importante que se ha de destacar es el de una cierta desindustrialización, ya que en 1969 el conjunto de actividades manufactureras representaban un 15,15% del PIB total y en 1989 un 11.38% del mismo; y, c) el sector privado mantiene una participación muy importante en el PIB, que se concentra fundamentalmente en las actividades comerciales, a pesar de que éste cada vez disminuye más sus inversiones. La aportación de este sector en 1969 representaba el 60,8% del PIB total sin hidrocarburos y en 1989 un 61,1% (*8).

Todo ello nos indica, una vez más, que la economía argelina no ha podido sustituir los hidrocarburos como única fuente de acumulación y, además, que tiene como único sector dinámico al privado comercial dependiente de las importaciones. Por ello, su evolución está determinada por el curso de los precios de los hidrocarburos en el mercado internacional, ya que no existe ninguna actividad económica interna susceptible de sustituir esta fuente de acumulación.

En otras palabras, las características de la economía argelina permiten que ésta entre en la clasificación de rentista y que el Estado argelino se pueda definir como distribuidor. Obviamente, todos los Estados tienen una función distributiva, pero como diría Luciani (*9) , la diferencia entre los Estado productores y los distributivos es que los segundos "dependen de unos ingresos foráneos, sólo requieren de estos para tener una economía nacional. El resto de Estados [los productivos] dependen de su propia economía".

Por ello, podemos definir el Estado argelino como distribuidor, en contraposición a uno productor. Existen varias definiciones de ello, pero la más apropiada es la de Beblawi (*10), ya que establece la relación entre Estado y economía. Para este autor una economía rentista tiene como origen un Estado distribuidor, y se define por tres aspectos: a) la renta puede no ser el único tipo de ingreso en la economía, pero es el predominante; b) el origen de la renta es externo, porque si el origen fuera interno querría decir que es la contrapartida de un sector productivo interno vigoroso; y c) una minoría de la población es la que genera la renta, mientras que la mayoría se beneficia de la distribución y el uso de la misma.

Si se tienen en cuenta estos tres factores, podemos afirmar que las condiciones necesarias para que exista una economía rentista son que los ingresos sean de origen externo y que sólo una minoría de la población participe en la generación de los mismos. Con ello, se establece que una economía es rentista no sólo porque tenga un importante sector exportador, sino porque la proporción de población empleada en él es mínima (en Argelia, en 1967 representaba un 0,34% de la población total ocupada del país y posteriormente no alcanzó el 3% (*11)). Este último aspecto es de vital importancia, ya que permite explicar la relación de causa-efecto entre economía y Estado. Este último es el encargado de que los ingresos que generan una minoría favorezcan a toda la población.

Así, cuando los ingresos provienen del exterior, como en el caso de Argelia, el régimen se convierten en el intermediario entre el mercado internacional y la población, pero es autónomo de esta última, ya que su fuente de poder no es interna, sino que reside en un flujo de capital externo. Por ello, su supervivencia política acaba residiendo en la capacidad de crear instrumentos de reparto de la renta del petróleo hacia la población.

Ello llevó a la creación de organismos nominalmente económicos, pero vacíos de contenido como la oficina del plan, las empresas estatales, el sistema bancario, etc., que se limitaron a ser los canales de distribución de los ingresos que el Estado obtenía por la venta de los hidrocarburos en el exterior. Como apunta Vandewalle (*12), "lo más importante fue reducir el poder que se otorgó a las instituciones del país. Estas se limitaron a ser vínculos distributivos entre el régimen y los consumidores -los clientes más importantes del régimen."

Con ello diríamos que la existencia y la supervivencia del sistema argelino reposa sobre una entrada masiva y constante de flujos de capital, que otorgan una importante fuente de ingresos a las finanzas estatales y que son distribuidas a la población mediante la creación de órganos nominalmente económicos. Así, mientras estos ingresos no se destinen a la creación de fuentes de excedente internas, se perpetúa la función distributiva y el poder del Estado, y se prosigue en la generación de una economía cada vez más rentista. La consecuencia de ello es que el poder argelino siempre ha sido autoritario pero débil, porque su legitimidad reposa en cuánto bienestar puede ofrecer a la población a partir de un factor incontrolable para él: el curso de los precios de los hidrocarburos en el mercado internacional.

En este sentido, y a pesar de las notables diferencias entre unos y otros países, la estructura económica de Argelia se asemeja mucho más a la de cualquier petromonarquía del Golfo (*13) que a la de un país subdesarrollado no petrolero, o a la de aquellos países con los que actualmente se la quiere comparar por haber establecido un modelo de economía planificada y centralizada: los países del extinto bloque soviético.

El diagnóstico del FMI

Definir la economía argelina como rentista tiene repercusiones importantes de cara al análisis de las reformas que en este momento se están llevando a cabo en Argelia, porque éstas han de tener en cuenta varios aspectos que no han sido considerados en los recientes planes de ajuste estructural que han avalado el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que se afirma que "la economía argelina está en una transición desde una economía centralizada y planificada a una de mercado" (*14) y que, para ello, la política macroeconómica ha de encaminarse hacia: "a) corregir las distorsiones en los precios y erradicar las penurias, b) eliminar el sector público (...), y c) asegurar un flujo constante y suficiente de capital extranjero, en concreto inversión directa" (*15).

El primer punto que hay que considerar es si se está realizando un diagnóstico adecuado de la situación de la economía argelina. Es decir, si realmente se está realizando una transición desde una sistema planificado y centralizado a uno de mercado.

¿Una economía planificada?

Hasta el momento hemos explicado que la política económica del régimen argelino se limitó a ser una política de distribución de la renta del petróleo por medio de los llamados planes de desarrollo. Teniendo en cuenta este elemento es muy difícil hablar de economía planificada en Argelia, si por ello entendemos, a semejanza de los países del bloque soviético, un ordenamiento global de la actividad económica. En este país la planificación se limitó a ser un reparto de medios financieros de desarrollo, pero no contempló otros elementos como son los objetivos de producción de las empresas, las relaciones entre ellas, la distribución de bienes y servicios, etc. Además, tampoco tuvo en cuenta a todos los sectores económicos: el sector privado, que entre 1969 y 1989 representó entre un 45% y un 62% del PIB argelino sin hidrocarburos (*16), estuvo totalmente excluido de los planes. Así, hablando en propiedad podríamos afirmar que existió una parcela de la economía argelina sujeta a la planificación, pero que, ante la ausencia de reglamentación de las relaciones de y entre empresas estatales y ante el desarrollo incontrolado del sector privado, el mercado aseguró buena parte de la distribución de recursos humanos y materiales y jugó una función importantísima en el reparto de ingresos y de recursos destinados al sector de bienes de consumo.

Cuando nos referimos al aspecto centralizado de la economía argelina las reflexiones son similares, pero deberíamos añadir algún matiz. Sólo el sector público estuvo sujeto a un régimen de centralización de las inversiones, porque el sector privado nunca dependió ni de los subsidios estatales ni de los préstamos bancarios para la financiación de su actividad. Como afirman Bernard y Solignac-Lecomte (*17), "los empresarios privados prefieren obtener fuentes de financiación ajenas al sistema bancario: antes prefieren reducir su actividad que dejar que éste 'interfiera' en sus asuntos". Siendo esto totalmente cierto, tampoco se puede negar, como ya se ha comentado, que se ha producido una transferencia de valor desde el sector público al privado. Por ello, deberíamos hablar de una centralización indirecta y, como en el caso de la planificación, parcial.

Estas específidades de la planificación y la centralización de la economía argelina impiden que ésta se pueda calificar como "una economía en transición desde una economía centralizada y planificada a una de mercado", como lo hacen el Banco Mundial y FMI. Sin embargo, tampoco podemos hablar propiamente de una economía de mercado. Lo único que se puede establecer es que en Argelia ha existido un híbrido de ambos sistemas. Desde este punto de vista, es evidente que el problema de la economía argelina no consiste -como mínimo, exclusivamente- en pasar de una economía planificada a una de mercado. El verdadero problema de este país es transformar una economía rentista en una productiva. Esto que implica modificar un Estado distribuidor, que impulsó un contrato social definido alrededor de la distribución de la renta de los hidrocarburos del Estado hacia la población, y crear un Estado productor que emane de la sociedad y en el que la población sea consciente de que es parte integrante de esta institución.
Para el paso de un Estado distribuidor, débil y autónomo, a un Estado productor, fuerte y legítimo, a medio y largo plazo, se han de producir dos cambios interrelacionados:

1. El Estado ha de depender de fuentes de financiación alternativas de la fiscalidad petrolera, que han de ser diversificadas y de origen interno. Se ha de producir una reforma fiscal para que la mayoría de la población contribuya al bienestar colectivo y para que el Estado dependa de aquélla. Con ello, se acabaría con el constreñimiento de un Estado autónomo y débil, incapaz de impulsar y regular el cambio institucional necesario para que este país alcance el desarrollo, y se establecerían las bases para la constitución de un Estado democrático.

2. Lo anterior es imposible sin el inicio de unas reformas económicas encaminadas a la creación y a la diversificación del tejido económico. Ello aseguraría una progresiva sustitución de los hidrocarburos como fuente de acumulación y que la mayoría de la población participara en la generación de este excedente.

Sin ambos factores es impensable una modificación estructural profunda de la economía argelina y la instauración de un nuevo contrato social que configure unas relaciones de equidad entre el Estado y la población.

A pesar de ello, tampoco se puede olvidar que en el momento actual los hidrocarburos son el sector con mayor peso en la economía y que son la principal -por no decir la única- fuente de financiación nacional. Por ello, el principal reto que se ha de afrontar es modificar la función que han tenido los hidrocarburos en Argelia. Es decir, lograr que los ingresos obtenidos por su venta se destinen realmente a la edificación de una economía nacional articulada para que el bienestar de los argelinos no tenga que depender de las fluctuaciones del precio de los hidrocarburos en el mercado internacional.

Si se tiene en cuenta que, a corto plazo, este es el objetivo que ha de cumplir cualquier reforma, lo que debemos pensar es si las propuestas del Banco Mundial y el FMI conducirán a un uso más productivo de los hidrocarburos, que revierta, a medio y largo plazo, en una diversificación del tejido económico y de los ingresos estatales.

Primero, se debe considerar si las reformas hacia la supresión del sector público van encaminadas hacia este objetivo.

La concreción de la eliminación del sector público se refleja en el programa de reestructuración/privatización de las empresas públicas argelinas. En 1994 éste se definía como una declaración de principios: "Los principales objetivos de la reforma estructural de las empresas públicas son: a) promover el desarrollo acelerado del sector privado, b) asegurar que la administración pública no interviene directamente en la actividad económica (...), c) incentivar la competencia empresarial, y d) asegurar una estructura de propiedad y de gestión propia de una economía de mercado" (*18). Poco a poco este programa ha ido tomando cuerpo y, en la actualidad, el Banco Mundial ha diseñado un programa para la privatización de las empresas públicas argelinas. Este se ha convertido en un programa de liquidación de las grandes empresas industriales, porque "actualmente, plantearse la privatización de las grandes empresas argelinas, (...) es totalmente irreal" (*19) y en un programa de privatización de otras 1.500 pequeñas.

Dejando ahora de lado el sector de los hidrocarburos, queda claro que este programa promulga la desaparición de lo que fue el símbolo del industrialismo argelino: las grandes industrias de base. Ya ha quedado claro que su contribución al producto agregado era mínima, pero sería conveniente plantearse qué puede ocurrir en Argelia, mientras no se modifique la esencia del Estado rentista, si se destruyen los canales de distribución de bienestar material. Máxime si se tiene en cuenta que el cierre de estas empresas supondrá echar a la calle unas 500.000 personas en un país donde las cifras oficiales sitúan la tasa de paro de 1996 en un 28% y donde, entre 1992 y 1996, la capacidad adquisitiva de los salarios ha disminuido un 18.80% y la del total de la renta disponible de las familias un 10.23% (*20) (a pesar de que el FMI (*21) establezca que en 1996, por primera vez en diez años ha aumentado el nivel real de vida de la población). Teniendo en cuenta estos datos y la terrible situación en la que ya se encuentra el país, proponer el cierre de estas empresas es impensable, a no ser que se prevean alternativas a la eliminación de las mismas.

Esto último nos lleva directamente a la cuestión de la inversión extranjera. Teniendo en cuenta que se prevé el cierre de las grandes sociedades nacionales argelinas nos hemos de plantear si se crearán nuevas empresas o si existen agentes privados interesados en la compra de las pequeñas empresas argelinas.

Las actividades que se incluyen en estas pequeñas unidades son industriales, agroalimentarias, turísticas y comerciales. Sin embargo, todo apunta a que por el momento el capital privado sólo acude a la compra de las actividades del sector terciario. El dinámico sector privado argelino, que tiene capacidad financiera para adquirir estas empresas, nunca ha tenido mentalidad productiva y, hasta ahora, se ha caracterizado por obtener pingües beneficios adquiriendo sus suministros y factores de producción en un mercado oficial subvencionado y vendiendo sus productos en un mercado libre -paralelo-, en el que podía llegar a obtener márgenes de beneficio del 300% (*22), lo que convierte en improbable que el sector privado se integre voluntariamente en un nuevo marco institucional, y si decide hacerlo tampoco parece que vaya a dirigir sus inversiones hacia el sector manufacturero, ya que, "(...) los pocos empresarios privados con un cierto peso, es decir, aquellos que podrían realizar inversiones a gran escala en actividades manufactureras, cada vez tienden más a abandonar sus unidades de producción para dirigirse hacia actividades de importación-exportación, que de hecho son sólo de importación" (*23).

Por ello, la única posibilidad de crear nuevas empresas o privatizar algunas poco apetecibles para los inversores privados nacionales viene de inversores extranjeros. En este caso, podemos hablar de dos tipos de agentes, los europeos y los del resto del mundo. En el primer caso, podrían estar interesados en estrategias de deslocalización de ciertas actividades manufactureras, como la textil. Pero la evolución de las inversiones europeas en el Magreb no indica que esta posibilidad sea factible. Por una parte, los inversores europeos destinan un porcentaje muy pequeño de sus capitales al Norte de Africa. En el año 1992 el total de las inversiones europeas en Túnez, Marruecos y Argelia fue de 785 millones de dólares, mientras que en los países de Visegrad alcanzó los 2.710. Por otra, estas inversiones están cambiando de orientación: cada vez se concentran menos en el textil y las actividades agroalimentarias y se dirigen hacia el sector inmobiliario, turístico y financiero (*24). Esta tendencia general del capital europeo en el Norte de Africa parece confirmarse en Argelia, donde los pocos inversores que no se dirigen hacia el sector de los hidrocarburos "han firmado contratos para gestionar hoteles públicos, (...) y para adquirir los servicios de las empresas (catering, transportes, etc.). Así como "(...) se les han concedido numerosos contratos en el sector inmobiliario, que ya habían sido concedidos a empresas públicas" (*25).

El segundo caso son los inversores no comunitarios. Los inversores no comunitarios nunca han prestado una gran atención a los territorios norteafricanos, como lo demuestra el hecho de que esta zona "es una de las regiones del mundo que ha recibido menos inversión directa extranjera"(en 1994, junto a Oriente Medio, el 3.7% del total mundial (*26)). Esta tendencia puede cambiar de cara al acuerdo de Asociación Euromediterráneo. Argelia lo firmará próximamente y, previsiblemente, éste concluirá en una zona de libre comercio en el año 2010. Con este acuerdo los inversores no comunitarios ven la posibilidad de implantarse en Europa, adquiriendo empresas argelinas a precios de saldo. Una muestra de ello es la reciente y sorprendente intención de Daewoo de invertir 1.000 millones de dólares en el sector manufacturero argelino (*27). A pesar de que las autoridades argelinas están vendiendo esta ventaja comparativa de su territorio, parece que no están teniendo en cuenta el impacto de esta opción de cara a la evolución futura de su tejido industrial.

Las autoridades de Túnez, país mejor preparado para esta integración y que en julio de 1995 ya firmó el acuerdo de asociación con la Unión Europea (UE), prevén que a consecuencia del mismo puedan llegar a destruirse un tercio de sus unidades de producción (*28). En el caso de Argelia, en el que ya no quedan muchas por destruir, su impacto puede ser aún más negativo y, en el mejor de los casos, llevar a la constitución de enclaves sin ninguna conexión con el mercado nacional.

Por todo ello, en el momento actual, no se puede afirmar que las opciones de eliminar el sector público y de favorecer la entrada de capitales extranjeros vayan a suponer una mejora en la evolución de la economía argelina.

Por ahora los resultados más visibles de las reformas son la destrucción del sector productivo. Si se analiza la evolución del PIB entre 1992 y 1996 se observa una pérdida de peso del sector manufacturero, que en 1996 sólo representaba el 8% del PIB y cuyos índices de producción han disminuido 20 puntos entre estos dos años. Por lo que se refiere al sector agrícola, después de un fuerte descenso entre 1993 y 1994, parece que éste experimenta una recuperación que se refleja en una tasa de crecimiento del 15,0% en 1995 y del 21,3% en 1996. Sin embargo, cuando se estudia esta evolución en términos reales, las modificaciones son menos espectaculares (*29).

Pero esta destrucción no sólo no ataca la esencia de la economía rentista -la dependencia de los hidrocarburos-, sino que la incrementa. Como veremos a continuación, de facto, las reformas llevan a que los hidrocarburos sigan siendo el único determinante de la evolución económica del país, con la salvedad de que el Estado cada vez dispondrá de menos ingresos para distribuir, al haberse acabado los años de bonanza petrolera y al haber pasado este sector a manos privadas. Es decir, estas propuestas no nos indican que realmente se vaya a producir un cambio que posibilite el paso de una economía rentista a una productiva: mientras se siga dependiendo de los ingresos de los hidrocarburos y el régimen los emplee con fines particulares -mantenerse en el poder- cualquier reforma que elimine elementos parciales del anterior sistema sin proponer uno nuevo esta condenada al fracaso.

Por este motivo se debería analizar si las reformas actuales están suponiendo un cambio importante en la propiedad y el uso de los hidrocarburos. En este caso sí que se puede afirmar que en estos últimos años se han producido cambios que han afectado la evolución de este sector:

a) Desde la firma en 1991 del nuevo código del petróleo, que permitía la entrada de empresas extranjeras en la prospección y explotación de los hidrocarburos argelinos, las previsiones más optimistas sobre la evolución de este sector se han visto superadas. Se calcula que para el año 2000 la producción de petróleo puede alcanzar el millón de barriles diarios y, por lo que se refiere al gas, la asociación de la SONATRACH con varias compañías europeas -BP, Total, Repsol y AGIP- ha convertido este país en el primer productor de la OPE, lo que significa que cuando se consideraba que "el maná petrolero se había terminado, el descubrimiento de nuevos yacimientos (...) y la apertura de los grifos de gas natural han transformado las previsiones" (*30).

b) A mediados de los noventa, los precios del crudo mantuvieron una tendencia alcista. El precio medio fue de 21,5 dólares el barril y las autoridades argelinas habían efectuado sus previsiones para el presupuesto de 1996 sobre la base de 17 dólares por barril (*31).

c) la devaluación del dinar argelino, que sólo en 1995, disminuyó un 50% su precio frente al dólar (*32), ha ocasionado que la contrapartida en moneda local de las exportaciones fuera más cuantiosa.

Ambos factores, además de la constante superación de su cuota en el seno de la OPEP ha supuesto una ganancia de 2.000 millones de dólares en los ingresos por exportaciones (*33), un impulso al crecimiento del PIB, en el que el sector de los hidrocarburos creció un 6.3% en 1996 (*34) y un buen año fiscal para un erario público en el que la mayor partida de los ingresos dependen de la fiscalidad petrolera -para el año 1994 estos representaban un 63.07% del total de ingresos (*35)- y en el que modificaciones del precio del barril del petróleo o del tipo de cambio pueden ocasionar variaciones importantes. Por ejemplo, según estimaciones del propio FMI (*36), una variación del 10% en el tipo de cambio dinar argelino/dólar puede suponer un incremento/descenso en los ingresos públicos equivalente al 2 ó 3% del PIB, y una variación en un dólar por barril un 1,5% del PIB.

Estos cambios muestran cuatro aspectos importantes de la nueva era de la economía argelina. Primero, los inversores extranjeros invierten en el sector energético. Segundo, el resurgimiento del sector de los hidrocarburos, junto con la ya apuntada destrucción de las actividades manufactureras y agrícolas, perpetúa la tendencia de la economía argelina: un creciente peso de los hidrocarburos y una desindustrailización cada vez más acentuada. Tercero, lo que los analistas del FMI y del Banco Mundial califican de progreso substancial, que se refleja en "un crecimiento del PIB de 4% en 1996, que se traslada, desde hace dos años, en un modesto, pero positivo, incremento de la renta per cápita; en un descenso de la inflación, entre 1995 y 1996, del 29.6% al 16.9% y en un superávit fiscal de un 3% del PIB y en un superávit, también, de la balanza por cuenta corriente de 200 millones de dólares" (*37), se debe, como siempre, al sector que ha determinado la evolución de la economía argelina: los hidrocarburos. Y cuarto, y último, la fiscalidad argelina está condenada a depender cada vez más de la fiscalidad petrolera y sobre el gas. Independientemente de que se realice una reforma fiscal (que por ahora se "ha basado fundamentalmente en un intenso ajuste fiscal" (*38), destinado a lograr un superávit presupuestario, pero con pocas modificaciones en el sistema impositivo vigente), si la principal actividad del país son los hidrocarburos los ingresos impositivos sólo podrán obtenerse de ésta, máxime si tiene en cuenta que la crisis económica y social en la que se encuentra inmerso el país incide negativamente en los ingresos personales y de las empresas y que, además, el futuro acuerdo con la UE anula la otra posible fuente de ingresos: las tasas aduaneras.

A modo de conclusión

Resumiendo, los únicos cambios significativos que se han producido son la definitiva desmantelamiento del sector público productivo y el paso de los hidrocarburos a manos de las multinacionales. Por ello, independientemente de los buenos resultados macroeconómicos de estos últimos años, se ha de prever una importante recesión en Argelia, porque la aún mayor concentración de la actividad económica en este único sector determina que las tasas de crecimiento argelinas sigan dependiendo de la demanda internacional de petróleo y gas y, en el momento actual, de unos precios, que después de unos años de relativa bonanza tenderán a la baja debido a: a) la política de cuotas de la OPEP, b) las futuras repercusiones del fin del embargo sobre Iraq y, sobre todo, c) la entrada en el mercado occidental de las inmensas reservas de las ex repúblicas soviéticas.

A pesar de estas previsiones, los dirigentes de los organismos de Breton Woods consideran que los buenos resultados macroeconómicos de los dos últimos años son la prueba de que:

1. Está justificado el clima de terror interno que esta viviendo Argelia, por que "Liamine Zeroual ha mostrado tener razón al rechazar cualquier compromiso político durante los últimos años. La recuperación económica contribuirá a aislar, aún más, el movimiento islamista del resto de la sociedad" (*39).

2. El paso a una economía de mercado que se lograría con la política macroeconómica propuesta por los organismos financieros internacionales, solucionará los problemas acumulados durante más de 30 años -por no decir desde finales del siglo XIX- tras el establecimiento del llamado pacto colonial. Es decir, que sus reformas son las adecuadas (*40).

Ambas afirmaciones son muy peligrosas de cara al futuro de Argelia, porque, por una parte, el diseño de las reformas sólo pretende modificar la cara visible del mal funcionamiento de la economía. Por ejemplo, pretende la eliminación del sector público, per se, sin tener en cuenta que su mal funcionamiento se debe a la existencia de un Estado distributivo o pretende atraer a la inversión extranjera sin tener en cuenta que las multinacionales sólo cuentan con maximizar sus beneficios y aumentar su competitividad en los mercados de origen, lo que puede suponer, como afirma Goloub (*41) una severa mutilación de la soberanía de los Estados nacionales. Y, por otra parte, los resultados de las reformas muestran que el único cambio importante que se ha producido ha sido reforzar la tendencia de la economía argelina, debilitando aún más su Estado. En este sentido parece que "la función más importante de los programas liberales de ajuste estructural son la solución para los problemas de estancamiento del capital internacional, ya que no están diseñados para solucionar los problemas del Tercer Mundo" (*42).

El hecho de que los hidrocarburos estén en manos de multinacionales agravará aún más las consecuencias sociales de esta crisis, porque los recientes acuerdos con las grandes multinacionales petroleras necesariamente llevaran a un cambio en la administración de los ingresos provenientes de los hidrocarburos y, por lo tanto, en la distribución interna de esta renta. Por ello, es previsible que afecte a la mayor partida de ingresos estatales y, por tanto a su instrumento de legitimación: la distribución de la renta del petróleo.

En el momento actual ya se observa la debilidad creciente del régimen en que sólo puede contar con la fuerza bruta para mantener su status. Incluso suponiendo que los representantes del Estado salgan vencedores del terrible conflicto que asola Argelia, el régimen no será capaz de hacer frente a las reformas que llevarían al país hacia una economía productiva y competitiva, habida cuenta los cambios habidos en estos últimos años no les han dotado de los instrumentos necesarios para ello, sólo les han reducido los que ya tenían.

El punto de vista de los dirigentes argelinos es que "hemos salido de una profunda crisis económica de diez años. Tenemos unos resultados extraordinarios, si se tiene en cuenta que nuestra economía acaba de sufrir un profundo ajuste, después de un grave estancamiento debido a la caída de los precios del petróleo, en 1986, que nos privó de la mitad de nuestros ingresos por exportación" (*43). Este clima de euforia puede condenar a Argelia a convertirse en una economía rentista en manos de multinacionales y, además de algunas ganancias personales de la llamada mafia militar-comercial, puede condenar a un país que parecía un modelo de éxito en los años sesenta y setenta a convertirse en una república petrolera. Ahora sólo resta esperar que los acuerdos con las multinacionales petroleras permitan al Estado argelino seguir obteniendo suficientes ingresos para mantener el nivel de vida de la población, ya suficientemente mermado a lo largo de todo este proceso.


Notas:

  1. Mañé Estrada, Aurèlia: El uso de la economía como instrumento de legitimación política en Argelia. Tesis Doctoral, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1997.
  2. Eisenstad, S: Traditional Patrimonialism and Modern New Patrimonialism. Sage Publications, 1973.
  3. Fuente: ONS, Statistiques n. 35 y n. 55 y elaboración.
  4. Liabes , Djillali: "The Algerian Companies and the Intersection of the Economy, the Polity and the Society" en El-Kenz, A (Dir): Algeria the Challenge of Modernity. Codersia Book Series, Londres, 1991. pp. 227-255.
  5. Liabes , Djillali: "Sur la bourgeoisie privée", Temps Modernes, 432-433, 1982, pp. 108-131.
  6. Henni, Ahmed: Essai sur l'économie parallele: cas l'Algérie. ENAG/Editions, Argel, 1991.
  7. Benachenou, A.: Planification et développement en Algérie 1962-1989. E.N. Argel, 1980. p.109.
  8. Fuente: ONS, Statistiques n. 35 y elaboración propia.
  9. Luciani, Giacomo: "Allocation vs. Production States: A Theoretical Framework" en Beblawi, Hazem y Luciani, Giacomo: The Rentier State. Croom Helm, Nueva York, 1987, pp. 63-82.
  10. Beblawi, Hazem: "The Rentier State in the Arab World", Arab Studies Quartely, 4, 1987, pp.51-52.
  11. Fuente: ONS, Collections Statistiques. Núm. 30.
  12. Vandewalle, Dirk: "Qadhafi's failed Economic Reforms: Markets, Institutions and development in a Rentier State" en Vandewalle, Dirk (Ed.), North Africa Development and Reform in a Changing Global Economy. St. Martin Press, New York, 1996, pp.207.
  13. Véase: Beblawi, Hazem y Luciani, Giacomo: The Rentier State. Croom Helm, Nueva York, 1987.
  14. Banco Mundial: The Democratic and Popular Republic of Algeria, Country Economic Memorandum: The transition to a Market Economy. Banco Mundial, 1994, pp.i.
  15. Op. Cit. Banco Mundial, pp.15.
  16. Fuente: ONS, Statistiques n. 35 y elaboración propia.
  17. Bernard, Chantal y Solignac-Lecomte, Henri: Transition and Adjustement in Algeria. Defining Market Structures for Small Private Firms. Documento de Trabajo (propuesto para publicación), 1996, pp.12.
  18. Banco Mundial: The Democratic and Popular Republic of Algeria, Country Economic Memorandum: The transition to a Market Economy. Banco Mundial, 1994, pp.vi.
  19. Banco Mundial: World Bank Agenda. Banco Mundial, Washington. D.C., 1996.
  20. Fuente: Banco Mundial: The Democratic and Popular Republic of Algeria, Country Economic Memorandum: The transition to a Market Economy. Banco Mundial, 1994, pp.vi.
  21. FMI: Informe Anual. FMI, 1997, pp.71-72
  22. Menouer, M: "L"autonomie de l'entreprise publique en Algérie. La fin de l'hegémonie étatique" en AA.VV.: Annuaire de l'Afrique du Nord. Ed. du CNRS, Paris, 1991.
  23. Ellyas, Akram: "Eclaircie économique pour le pouvoir algérien", Le Monde Diplomatique, mayo, 1997, pp.3.
  24. Talha, Larbi.: "Relations Europe-Maghreb: la question des investissements directs", Revue Tiers Monde, 136, 1993, pp. 928.
  25. FMI: Algeria Selected Economic Issues. FMI. Washington, D.C., 1996, pp.5-6.
  26. Joffé, George.: Foreign Investment and the Rule of Law. Documento de Trabajo, 1997, pp.5.
  27. Financial Times, 28 de agosto, 1996.
  28. Zaafrane, Hajedh. y Mahjoub, Azzem.: La Zone de Libre-Échange Euro-Méditerranéenne: défis économiques et impact social pour les PSEM. Documento de trabajo, 1997
  29. Fuente: FMI, Algeria Statistical Appendix. FMI, Washington. D.C., 1997.
  30. Jeune Afrique Économie, 226, 1996, pp.66.
  31. Goumeziane, Smail: "A nouveau le mirage pétrolier", Le Monde Diplomatique, setiembre, 1996, pp.4-5.
  32. Fuente: FMI: Algeria Selected Economic Issues. FMI. Washington, D.C., 1996.
  33. Ellyas, Akram: "Eclaircie économique pour le pouvoir algérien", Le Monde Diplomatique, mayo, 1997, pp.3.
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  35. ONS: Statistiques,1995.
  36. Fuente: FMI: Algeria Selected Economic Issues. FMI. Washington, D.C., 1996, pp.12.
  37. Banco Mundial: Algeria Country Profile. Banco Mundial, Washington, D.C., 1997.
  38. FMI: "Argelia: El programa de ajuste produce grandes beneficios", Boletín, 5 de agosto, 1996, pp. 252.
  39. Ellyas, Akram: "Eclaircie économique pour le pouvoir algérien", Le Monde Diplomatique, mayo, 1997, pp.3.
  40. FMI: "Argelia: El programa de ajuste produce grandes beneficios", Boletín, 5 de agosto, 1996, pp. 245-53.
  41. Goluob, Philippe. "Lendemains âcres en Asie du Sud-Est", Le Monde Diplomatique, diciembre, 1997, pp.15.
  42. Vandewalle, Dirk y Pfeifer, Karen: "Northe Africa as a Peripheral Region: Development and Reform" en Vandewalle, Dirk: North Africa, Development and Reform in a Changing Global Economy. St Martin Press, Nueva York, 1996, pp.22.
  43. Declaraciones de A. Harchaoui, Ministro de Finanzas argelino, citadas en Ellyas, Akram: "Eclaircie économique pour le pouvoir algérien", Le Monde Diplomatique, mayo, 1997, pp.3.



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