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Israel y la trama libanesa

Artículo publicado en Nación Árabe, núm. 43, Invierno de 2001

El reciente anuncio del Primer Ministro israelí Ehud Barak de convocar elecciones anticipadas ha vuelto a poner al sur de Líbano en estado de máxima tensión. En primer lugar, porque las demostraciones de fuerza de la todopoderosa maquinaria de Israel dentro del territorio libanés siempre han tenido un gran impacto sobre el electorado de aquel país. Y, en segundo lugar, porque hay razones fundadas para sospechar que el militar que es Barak tratará de forzar una huida hacia delante en el caso de que las negociaciones de paz con los palestinos, anunciadas para la segunda quincena de diciembre de 2000, no deparen resultados positivos. Un fracaso en la nueva ronda supondría un golpe definitivo para el proceso de paz por lo que respecta a Barak, quien ya no tendría margen suficiente para presentar sus avales de líder de la paz. En ese caso, uno de los guiones posibles en escritorio de Barak podría incluir una escalada bélica con Siria a través de las siempre malparadas tierras libanesas.

Según informes recogidos por la prensa occidental, británica en concreto (Sunday Times, del 17 de febrero, 2000), los altos mandos del ejército han aconsejado a Barak que se prepare para una posible guerra con Siria y Hizbolá, que ha efectuado una serie de acciones relámpago durante la Intifada palestina. Las posiciones militares se han reforzado en los Altos del Golán ocupados y la flota de submarinos ­parte de los cuales se encontraban en aguas del Golfo a mediados de diciembre con cabezas nucleares en su interior­ han sido puestos en estado de alerta. Además, los últimos refuerzos militares aportados por EEUU y otros países occidentales demuestran sin ningún género de dudas que el régimen de Tel Aviv está tomando en consideración la baza de las armas.

Por supuesto, los responsables israelíes con el mismo Barak y su ministro Ben Alí a la cabeza han hecho hincapié en las indudables intenciones agresivas de Siria y el continuo apoyo prestado por Damasco a Hizbolá. Según las autoridades israelíes, los milicianos de Hizbolá han recibido recientemente armas provenientes de Irán a través del territorio sirio y han reforzado sus posiciones en la frontera. La conexión Teherán-Hizbolá ha llevado a algunos dentro de Israel a hablar de un hipotético conflicto regional a gran escala que englobaría a Irán, Iraq y todos aquellos países enemigos. Israel ha comunicado ya a Damasco que la hace responsable de cualquier nueva acción emprendida por Hizbolá desde territorio libanés mientras continúa esgrimiendo la ya cansina psicosis de la seguridad y las conspiraciones árabes e islámicas.

La pregunta que muchos se hacen, sobre todo tras observar la bestialidad de los soldados israelíes y el cierre indiscriminado de pueblos y ciudades en la doliente Palestina, es por qué, pese a las amenazas de Barak ("Israel atacará Siria y Líbano si no se libera a los rehenes en el plazo de unas horas"), no ha habido una respuesta contundente (es decir, bombardeos sobre Beirut y otras ciudades importantes, destrucción de centrales eléctricas y carreteras, etc) tras el apresamiento por parte de Hizbolá de tres soldados y un coronel en la reserva en octubre y la muerte de otro militar en noviembre. Sin duda alguna, el deseo de no avivar más aún la llama de la Intifada palestina tuvo mucho que ver con el raro derroche de contención israelí. Más aún, en un movimiento que demuestra su intención de aparecer ahora más que nunca como víctima inocente, Israel presentó ante el consejo de seguridad de Naciones Unidas (NNUU) una protesta oficial por las acciones de Hizbolá. Ahora bien, la persistencia de la Intifada y un nuevo revés en la ronda negociadora palestina darían a Barak la ocasión perfecta para dar rienda suelta a la ya conocida efectividad de la aviación israelí en Líbano.

Hizbolá, por su parte, condiciona la liberación de los cuatro rehenes a la devolución de la zona de Chabaa y la puesta en libertad de presos libaneses y árabes en Israel. Chabaa es un reducido territorio que Beirut y Hizbolá dicen que pertenece a Líbano mientras que Israel insiste en que se trata de un enclave sirio ocupado junto con El Golán en 1967 y que sólo debe debatirse en unas hipotéticas negociaciones con Damasco. Lo curioso de todo este asunto es que Siria ha reconocido públicamente la libanidad de Chabaa e incluso ha presentado ante NNUU mapas y documentos que, según ella, así lo demuestran. En cuanto a lo segundo, Hizbolá ha solicitado la excarcelación de destacados representantes de la corriente islámica, entre ellos Abdel Karim Obaid y Mustafa ad-Diryani. El caso de estos dos hombres es, también, curioso: los comandos israelíes los apresaron (hace 11 y seis años respectivamente) en territorio libanés para utilizarlos en un posible intercambio por el piloto Ron Arad (o en el peor de los supuestos, su cadáver), desaparecido en una incursión. Nunca se les ha acusado de ningún delito en concreto pero el peculiar sistema judicial israelí siempre se las ha arreglado para legitimar su arresto alegando la hipótesis del canje. Poco antes del fin de ramadán (diciembre), ciertos rumores apuntaron la posibilidad de un intercambio inminente supervisado por el gobierno alemán, que había venido haciendo de intermediario entre las dos partes, si bien los israelíes comenzaron a hablar de una nueva y singular fórmula de trueque: los mapas donde se detallan con precisión los campos de minas que dejaron en el sur de Líbano (unas 130.000, según estimaciones de NNUU, que han provocado más de diez muertos desde la retirada en mayo de 2000) a cambio de los cuatro militares. El ejército israelí había entregado a NNUU mapas con indicaciones tan ambiguas que nadie sabe a ciencia cierta dónde están las minas.

El aumento de tensión en el sur de Líbano coincide además con dos cuestiones de orden interno libanés. La primera, las presiones ejercidas desde diversos ámbitos occidentales sobre Beirut para que despliegue sus tropas en la zona y acabe con la libertad de movimientos de Hizbolá. El gobierno libanés arguye que su misión no consiste en hacer de gendarme de las fronteras israelíes y menos cuando parte del territorio nacional sigue ocupado. Por ello, solicita que sean los cascos azules quienes se encarguen en exclusiva del asunto. La segunda, la polémica en torno a la permanencia de las tropas sirias, suscitada desde diversos sectores políticos y sociales, en especial el patriarca maroní Nasrallah Sfayr y varios partidos de la oposición. El gobierno se ha negado a la propuesta alegando que la presencia del ejército sirio (unos treinta mil efectivos) es necesaria. Asimismo, los representantes de las comunidades musulmanas emitieron un comunicado conjunto en contra de la llamada del patriarca maroní. De este modo, la discusión ha terminado derivando en otro rifirrafe de tintes confesionales mientras el ciudadano de a pie no acaba de explicarse exactamente para qué están allí los soldados sirios, quiénes son los líderes religiosos para dirimir asuntos políticos y hasta cuándo seguirán los cazas israelíes violando el espacio aéreo nacional.