Egipto: más elecciones, menos
democracia
Publicado en Nación Árabe,
núm. 43. Invierno de 2001
Las últimas elecciones legislativas egipcias arrojan nueva luz
sobre los derroteros por lo que se quieren encauzar los lastres que arrastra
el régimen de Hosni Mubarak, agudizados tras casi veinte años
de presidencia. Todas las Asambleas del Pueblo de este periodo han sido
declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional (TC): las de
1985 y 1987 por discriminación en el sistema electoral de los candidatos
independientes; las de 1990 y 1995 por procedimientos de la Ley electoral,
como la exigencia de carné electoral o la supervisión de los
comicios por el ministerio del Interior. La sentencia del TC de julio de
2000 a cuya publicación oficial se adelantó Mubarak disolviendo
la Asamblea y convocando unas elecciones en cualquier caso previstas para
finales de año dio la razón a un repetida demanda de
la oposición, que exigía la supervisión judicial de
los comicios. A la vista de este imperativo, las elecciones se tuvieron
que celebrar en tres tandas (18-24 de octubre, 29 de octubre - 4 de noviembre,
y 8-14 de noviembre del 2000), de manera que se posibilitara la cobertura
de todos los colegios por parte del exiguo número de jueces egipcios.
La reforma del sistema electoral había hecho abrigar esperanzas
de una mayor transparencia, y con ello una verosímil pluralidad política
en la composición de la Asamblea del Pueblo el Partido Nacional
Democrático (PND), liderado por Mubarak, obtuvo el 68% de los escaños
en 1987, el 86% en 1990 y el 94% en 1995. A la vista de los resultados de
2000, es evidente que el régimen ha sabido sortear los escollos de
la supervisión judicial y mantener su absoluta hegemonía en
el parlamento: PND 87,5% de los escaños, 7,5% oposición, y
5% independientes reales. La estrategia más evidente ha sido el paso
a la candidatura independiente de militantes del PND que no salieron elegidos
para las listas del partido. Hasta un 72% del total de candidatos de estas
elecciones se presentaba como independiente. Dos días antes de acabados
los comicios, el presidente Mubarak respaldó unas declaraciones previas
del ministro del Interior defendiendo el derecho de los diputados elegidos
como independientes a volver al partido de su militancia antes de los comicios.
Si bien en la práctica es lo que había venido ocurriendo en
otras Asambleas anteriores, el espaldarazo presidencial a esta maniobra
ha levantado la crítica de parte de la prensa árabe, que ha
llegado a calificar las elecciones egipcias como unos "planes de inversión".
Si el nepotismo y los escándalos de corrupción que vienen
salpicando al PND, incluido el entorno más inmediato del presidente,
parecían que podían haber hecho mella en el electorado, en
realidad lo que han hecho es configurar esta otra forma de incursión
política que asegura el respeto del Parlamento a todos los clanes
familiares y clientelistas en que se mueve la economía egipcia. De
ahí la importancia de los candidatos independientes, atentos
al reparto de las secretarías de los comités permanentes de
la Cámara, seis de las cuales han ido a parar a conocidos empresarios.
Así, la relativa debacle del PND en las dos primeras rondas (obtuvo
111 escaños de los 256 en liza, y varios altos cargos del anterior
Gabinete, incluidos dos ministros, no fueron elegidos) se vio parcialmente
compensada con la suma de sus independientes afines, alcanzando juntos 4/5
del total de escaños. En cualquier caso, la intervención del
régimen se encargó de detener las posibles ínfulas
de la oposición en la última ronda. La relativa buena imagen
del comportamiento de las fuerzas de seguridad durante las dos primeras
rondas en las anteriores elecciones legislativas de 1995 hubo cerca
de 400 muertos se vio truncada por los numerosos altercados en los
distritos de El Cairo y alrededores, los últimos en votar. Las fuerzas
de seguridad cercaron los distintos colegios electorales, si bien absteniéndose
de entrar en los recintos, lo que hubiese supuesto la anulación de
las votaciones por parte de los jueces supervisores. El despliegue militar
disuadió a la población no sólo de votar, sino incluso
de transitar por unas calles en las que la policía hizo la vista
gorda a las provocaciones de los grupos de militantes simpatizantes con
el partido del régimen. Numerosos candidatos de partidos de la oposición
denunciaron las presiones recibidas para que desistieran de acudir a las
urnas. Los enfrentamientos se saldaron con al menos 10 muertos y varios
centenares de heridos.
La nueva Asamblea del Pueblo contará además con 10 diputados
por designación presidencial, que tradicionalmente han sido nombrados
intentando compensar a dos grupos infrarrepresentados: mujeres (en la actual
Asamblea hay cuatro por este sistema, a sumar a las siete electas) y cristianos
(cuatro por designación presidencial y tres electos). Más
de la mitad de la población egipcia son mujeres, y entre un 6 y un
9% es cristiana. Esta limosna presidencial explica también el triunfo
de los islamistas, grupo mayoritario de la oposición (17 escaños
de 33) pero que, sin embargo, no cuenta con partido político. Es
notorio el interés del régimen en integrar simbólicamente
a una parte del islamismo, al que sin embargo no se le reconoce su carácter
político. El Partido del Trabajo, formación que tras su giro
islamista en 1989 había venido acompasando su política con
los Hermanos Musulmanes (la Coalición Islámica obtuvo tan
sólo 3 escaños en 1995), fue declarado ilegal el pasado mayo,
aduciendo prácticas antidemocráticas en su funcionamiento
interno; de hecho, era el único partido egipcio con una sostenida
campaña de oposición política al régimen de
Mubarak. Los Hermanos Musulmanes, desprovistos de este paraguas utilizado
en anteriores comicios, se han presentado como independientes en estas elecciones,
dando muestras de un talante mucho más contemporizador que en ocasiones
pasadas; por ejemplo, en su feudo tradicional, el barrio cairota de Imbaba,
durante la campaña electoral retiraron de sus lugares habituales
los emblemas con el lema de la Asociación "El islam es la solución",
y tras las irregularidades de los comicios, el líder de los Hermanos
Musulmanes, Ma'mun al-Hudaybi, ha declinado presentar recursos masivos.
Habrá que ver si la Asociación finalmente, como ha anunciado,
vuelve a presentar su demanda para ser reconocida como partido político
lo cual impide la constitución dado su carácter confesional
y qué subterfugios administrativos y legales se emplean para que
no se la reconozca como tal dada su notable presencia en la Asamblea del
Pueblo.
Mientras que el Partido Naserista (dos escaños) y la izquierda
representada por el Reagrupamiento Nacional Progresista Unionista (seis
escaños) han consolidado su anterior presencia e incluso contarán
con el apoyo de algunos simpatizantes de sus filas que han sido elegidos
como independientes, el Wafd, tradicional partido liberal egipcio,
ha visto defraudadas las expectativas que había puesto en el nuevo
sistema electoral (tenía ocho escaños en 1995 y ha logrado
siete en el 2000). En líneas generales, la nueva Asamblea del Pueblo
egipcia apunta hacia un progresivo desmantelamiento del sistema de partidos
ideado en la era Sadat y madurado en el primer decenio del mandato de Mubarak.
El nuevo sistema que ahora cobra cuerpo se pretende, como en el resto de
la vida política egipcia (incluida la espinosa cuestión de
la sucesión de Mubarak), menos politizado y más estamentalmente
organizado: dará lugar a más elecciones, pero a menos democracia.
Porque se está legitimando lo que venía siendo práctica
del Ejecutivo: la consultocracia, la consulta no vinculante del gobernante
a aquellos de sus súbditos mejor situados, más cómoda
si hasta el mismo Legislativo responde a un principio estamentario y no
político. |