El nuevo equilibrio del terror
Mohamed Sid-Ahmed*
Texto publicado en Al-Ahram Weekly
Online, núm. 579,
semana del 28 de marzo al 3 de abril de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
Lanzar un ataque militar
contra Iraq no será sólo una repetición
de la jugada afgana, sino que abrirá además las
puertas a dimensiones novedosas en el panorama de los conflictos
mundiales
Mientras la cumbre árabe de Beirut se prepara para
la jornada de clausura y se dispone a emitir una resolución
final, hoy sería bastante útil distanciarnos del
desarrollo de los acontecimientos del día a día
y contemplar el panorama con la esperanza de obtener una mejor
perspectiva de hacia dónde nos dirigimos.
El Cairo ha recibido con satisfacción la más
reciente intervención norteamericana conminando a Sharon
a que retire sus tropas de las áreas autónomas
palestinas reocupadas por Israel, aún cuando la retirada
haya sido solamente parcial [1]
. Sin embargo, la intervención de Washington se ha producido
para alcanzar un objetivo diferente al que persigue Egipto. Los
esfuerzos de El Cairo por alcanzar un alto el fuego tienen como
objetivo la creación de un ambiente propicio para la resolución
del problema palestino y la puesta en marcha de una acuerdo final
que ponga fin al conflicto árabe-israelí. El repentino
interés de Washington por forzar un alto el fuego se basa
en motivaciones bien distintas, a saber: la necesidad de eliminar
el obstáculo más importante en el camino de un
ataque contra Iraq para derrocar a Saddam Hussein. El Cairo interpreta
las deliberaciones de la cumbre de Beirut como un esfuerzo por
parte de los Estados árabes por romper el actual estancamiento
del proceso de paz de Oriente Medio. Washington ve la región
como un eslabón importante en la tarea global de erradicar
el terrorismo.
La Administración Bush considera que su campaña
contra el régimen iraquí es continuación
de la campaña contra los talibán afganos. Si eliminaron
al mulá Omar y el régimen talibán fue derribado,
también se puede eliminar a Saddam Hussein y derrocar
al régimen iraquí. Pero el casus belli que
se invocó para justificar la primera empresa no es aplicable
al segundo caso. Si bien no cabía duda de que el régimen
talibán cobijaba a Osama Bin Laden y su organización,
Al-Qaeda, no hay pruebas de que Saddam Hussein estuviera
implicado en los ataques del 11 de septiembre contra Nueva York
y Washington, a pesar de que se hayan empleado enormes recursos
para intentar implicarlo. Se llegó a rumorear que Mohamed
Atta, el supuesto líder del escuadrón terrorista
que voló la primera de las Torres Gemelas, se habría
reunido con el cónsul iraquí en Praga poco antes
de los ataques. Pero todo resultó ser un caso de confusión
de identidades, puesto que el Mohamed Atta en cuestión
no tenía nada que ver con su tocayo terrorista.
Pese a la ausencia total de cualquier tipo de vinculación
del régimen iraquí con los acontecimientos del
11 de septiembre, Bush considera que existen suficientes pruebas
circunstanciales que justifican un ataque contra Iraq, país
que, junto con Irán y Corea del Norte, forma parte de
ese "Eje del Mal" que patrocina el terrorismo global
y que en consecuencia deben ser tratados drásticamente.
En realidad, no son los únicos países que deben
enfrentarse a dicha acusación. El diario Los Angeles
Times informaba hace algunas semanas de que el Pentágono
está preparando una serie de planes de contingencia que
contemplan la posibilidad de utilizar armamento nuclear no sólo
contra los tres países que conforman el "Eje del
Mal", sino contra otras naciones como China, Rusia, Libia,
y Siria. Responsables del Pentágono han asegurado públicamente
que también se están investigando maneras de modificar
las actuales cabezas nucleares de las que disponen para destruir
búnkeres y otros objetivos "difíciles"
que ciertos países como Iraq podrían utilizar para
esconder armamento nuclear, químico y biológico.
"Con estos siete países algunos de los cuales
son objetivos recientes en su punto de mira, EEUU está
haciendo que aumenten las probabilidades de utilizar armamento
nuclear en su política", afirmaba Daryl Kimball,
director ejecutivo de la Asociación por el Control Armamentístico
(en inglés, Arms Control Association).
Nueva política nuclear
El informe clasificado sobre la "posición nuclear
revisada", que de algún modo llegó a manos
del LA Times, marca una nueva etapa en la más que
problemática relación que el mundo mantiene con
el armamento nuclear. El giro dado por Washington de una estrategia
de contención nuclear hacia una línea de actuación
"preventiva" choca frontalmente con las políticas
de no proliferación y los tratados internacionales de
control armamentístico adoptados por EEUU. La nueva estrategia
proviene de la base de que la capacidad nuclear ya no es algo
restringido a unos pocos elegidos, como ocurría hasta
hace poco. Durante las últimas décadas, la tecnología
necesaria para la producción de este tipo de armamento
se ha extendido, los costos de producción han disminuido,
y las posibilidades de obtener este tipo de armamento "directamente
salidos de fábrica" han aumentado gracias a las fallas
de seguridad existentes en los países antiguamente dominados
por los soviéticos. Poco después vinieron las pruebas
nucleares de Paquistán e India, que dejaron muy claro
que los intentos por evitar la expansión del armamento
nuclear topan cada vez con mayores dificultades. Ahora, EEUU
desafía abiertamente a grandes potencias como China o
Rusia, aunque a priori no pueda caracterizar a ninguno de los
dos países como potencias hostiles.
Anteriormente, ya fuimos testigos de una confrontación
entre dos superpotencias nucleares a lo largo de todo el periodo
de la Guerra Fría, una etapa caracterizada por un "equilibro
del terror" también conocido como la doctrina de
la Destrucción Mutua Asegurada o MAD (en
inglés, "loco"). EEUU tenía la capacidad
de destruir la URSS 30 veces, mientras que la URSS podía
hacer lo mismo con EEUU 20 veces. Pero como sólo se muere
una vez, hubo de establecerse un equilibrio, pese a la desigualdad
entre las partes. Por ello, a pesar de o quizás
gracias a la amenaza de la destrucción mutua total,
el mundo sobrevivió.
Hoy en día, la ecuación es más peligrosa
porque en un mundo unipolar no hay ningún actor que sirva
de contrapeso al único polo existente ni, consecuentemente,
existe ningún mecanismo que pueda eliminar el terror nuclear.
Con la nueva estrategia nuclear de Bush, la amenaza del terrorismo
no emanará tan sólo de los escalones más
bajos de la comunidad mundial, sino también de su cima.
La ecuación es de una importancia especialmente crítica
en Oriente Medio, con Israel como potencia nuclear no declarada
que no está sujeta a ningún tipo de control. Dado
que Israel no admite que posee armamento nuclear, no puede establecerse
ningún tipo de negociación para controlar su arsenal.
EEUU interviene en Oriente Medio no para obligar a Israel a unirse
al Tratado de No Proliferación, sino más bien al
contrario, para permitir que Israel siga adelante sin tener que
rendir cuentas a nadie. Así, el abismo entre los Estados
a quienes les está permitido "nuclearizarse"
y los Estados a los que se les impide alcanzar este estatus va
haciéndose cada vez más profundo. El presidente
egipcio Hosni Mubarak ha pedido en más de una ocasión
que Oriente Medio se desnuclearice por completo. Pero hasta el
momento, los planes de Mubarak han caído en saco roto.
Así las cosas, lanzar un ataque militar contra Iraq
no será sólo una repetición de la jugada
afgana, sino que abrirá además las puertas a dimensiones
novedosas en el panorama de los conflictos mundiales. La Administración
norteamericana se ha erigido a sí misma no sólo
en árbitro del terrorismo y autoridad suprema que dictamina
quién es terrorista y quién no, sino también
en juez sobre quién puede poseer armamento nuclear y quién
no puede tenerlo. Para la Administración norteamericana,
la globalización es sinónimo del derecho exclusivo
de EEUU de decidir sobre todas y cada una de las cuestiones que
afectan al planeta. Ese fue precisamente el caso de la guerra
lanzada contra Iraq tras la invasión de Kuwait, y ese
el también el caso con su disposición a reconocer
un Estado palestino. Pero cuando se trata de cuestiones más
controvertidas, como por ejemplo el terrorismo o el "Eje
del Mal" (especialmente en lo referido a Iraq), EEUU actúa
por su cuenta.
En la cuestión del control armamentístico, la
política norteamericana ha sido muy similar a la adoptada
con los acuerdos de Oslo respecto a la cuestión palestina.
Se persiguen acuerdos en los pequeños detalles relativos
a cuestiones parciales y transitorias, pero se evita discutir
sobre cuestiones importantes. Cuando se trata de discutir sobre
control armamentístico, el objetivo de EEUU no es eliminar
por completo este tipo de armamento, sino conseguir que sean
un mínimo de estructuras estatales "de confianza"
las que sigan controlando el armamento nuclear, mientras el resto
de la comunidad internacional se ve privada de este privilegio.
Esta postura discriminatoria se justifica como necesaria con
el objetivo de justificar el hecho de que estas armas no caigan
en manos de terroristas. Pero con la proliferación nuclear
en vías de expansión porque la ciencia y
el progreso no se detienen esta justificación ya
no se tiene en pie.
Éste es un tema que nos ofrece una pequeña idea
de cuán importante podría ser el problema de una
intervención militar contra Iraq. No se trata solamente
de un ángulo más del problema de Oriente Medio:
es una cuestión que subyace en el propio proceso de globalización
actual.
1. Este texto
fue publicado con fecha de 28 de marzo de 2002, y es por tanto
previo a la actual campaña israelí de reocupación
de los Territorios palestinos (Nota de CSCAweb)
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