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* Salman Abu Sitta es palestino residente entre Kuwait e Inglaterra. Ingeniero de profesión, su condición de refugiado de 1948 le ha llevado a dedicar su vida al estudio y la documentación del desalojo masivo perpetrado por el sionismo en Palestina desde 1947. Entre sus muy numerosas obras de investigación destacan el informe titulado 'Al-Nakba, 1948: Registro de las poblaciones desalojadas en Palestina' (1997) en el que se recoge la compilación de las investigaciones desarrolladas por el propio autor así como por historiadores palestinos y del grupo de los denominados "nuevos historiadores" israelíes, o 'El fin del conflicto palestino-israelí: De refugiados a ciudadanos en casa' (2001). Sus aportaciones siguen siendo esenciales muy particularmente porque demuestran que, en contra de lo que afirma interesadamente la política oficial del Estado de Israel y de EEUU, de amplios sectores oficiales de la comunidad internacional, e incluso de ciertos sectores oficiales de la élite árabe y palestina, es viable y posible satisfacer el Derecho al Retorno internacionalmente reconocido por la resolución 194 de NNUU a los refugiados palestinos sin que por ello se haya de desalojar Palestina de sus actuales pobladores judíos israelíes. A esta viabilidad y posibilidad reales se ha de sumar que solo mediante el cumplimiento legal de tal derecho, podrá el pueblo palestino realizar sus aspiraciones nacionales de constituir un Estado árabe palestino en Palestina.
El texto arriba presentado forma parte del volumen 'El Derecho al Retorno. El problema de los refugiados palestinos', una compilación de textos reunidos por Faruk Mardam-Bey y Elias Sanbar de próxima aparición en castellano por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo 2004 y traducido por Juan Vivanco. Este texto ha sido cedido por sus editores a CSCAweb como presentación del libro.

De Salman Abu Sitta pueden verse en CSCAweb: Carta de Salman Abu Sitta a Yaser Arafat: mantener la exigencia del derecho al retorno de los refugiados | "Refugiados palestinos: El derecho al retorno sigue vivo" | Palestina: El derecho al retorno
Véase también en castellano Al-Nakba (el Desastre): el desalojo sionista de Palestina, editado por el CSCA en 1998, basado en el estudio del autor y prologado por Pedro Martínez Montávez. En CSCAweb: Refugiados palestinos: El desalojo sionista de Palestina

El derecho al retorno.
El problema de los refugiados palestinos

Faruk Mardam-Bey y Elias Sanbar *

CSCAweb (www.nodo50.org/csca),
14 de abril de 2004
Salman Abu Sitta, 'El Derecho al Retorno. El problema de los refugiados palestinos' (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2004, ISBN: 84-87188-92-9)
Traducción: Juan Vivanco

Este libro se propone entablar un debate sobre la cuestión más espinosa del conflicto árabe-israelí, la del derecho al retorno de los refugiados palestinos. Es bien sabido que este derecho, más aún que el estatuto de Jerusalén -al que hemos dedicado una obra colectiva- congrega en su contra a la opinión pública israelí y, en general, judía, que lo percibe como una amenaza mortal, mientras que los palestinos lo consideran inalienable, tanto en sus implicaciones materiales como en su dimensión simbólica, y reclaman sin cesar que sea reconocido por Israel. Unos y otros, de todos modos, son conscientes de que el derecho al retorno les remite al momento crucial de su historia común: el año 1948, en que nació Israel y desapareció Palestina. Por eso nos ha parecido más necesario que nunca discutir con rigor y serenidad sobre el asunto, abordar con franqueza unos temas que habían llegado a ser tabúes, la expulsión y el despojo de los palestinos, y reflexionar sobre los principios de una solución justa y duradera del problema de los refugiados. Más allá de las inevitables polémicas que suscitará nuestro planteamiento, estamos convencidos de que está en juego la paz y la seguridad en todo el Oriente Próximo así como la profunda y anhelada reconciliación entre israelíes y palestinos, entre judíos y árabes.

Para empezar recordaremos tres aspectos fundamentales y casi siempre omitidos del derecho al retorno. El primero se refiere al derecho internacional: en 1948 la Asamblea General de NNUU, en la resolución 194, "resuelve que los refugiados que deseen volver a sus casas y vivir en paz con sus vecinos, deben ser autorizados a hacerlo lo antes posible". En la misma resolución se especifica que aquellos que no deseen regresar a sus hogares deben ser indemnizados. Los cinco miembros permanentes de NNUU, incluido Estados Unidos, confirmaron año tras año esta decisión de la Asamblea General, de modo que el principio del retorno parecía indiscutible aunque Israel se empecinara en negarlo. Curiosamente, al acometerse el proceso de paz fue cuando los estadounidenses, y tras ellos los occidentales, empezaron a decantarse por la postura israelí. El segundo aspecto que cabe destacar es más directamente político.

Es evidente, al menos desde los Acuerdos de Oslo y el reconocimiento mutuo entre palestinos e israelíes, que la reclamación del derecho al retorno, al que nunca han renunciado los primeros, no podía entrañar un afán de destruir a Israel, ni subvertirlo, ni acabar con su carácter judío. Se planteaba en una situación nueva, basada en el principio de la partición de la Palestina histórica en dos Estados soberanos. Por lo tanto, agitar esta reclamación, como hicieron los forjadores de opinión tras el fracaso de las negociaciones de Camp David, cual si formara parte de oscuros designios de los palestinos dirigidos a aniquilar a Israel, sólo sirve para sustentar temores irracionales y para ayudar a la derecha israelí, interesada en liquidar el proceso de paz. Por último, en el plano simbólico, a nadie se le escapa que sólo el reconocimiento de este derecho demostraría que los israelíes reconocen la inmensa injusticia cometida con los palestinos. Las formas de aplicar el derecho, por supuesto, dependerán de lo que acuerden las dos partes.

Todo esto parece hoy tan lejano que por el solo hecho de mencionarlo nos podrían acusar de una falta total de realismo. Pero si no queremos que el terrorismo, la venganza ciega y la anarquía se apoderen de Oriente Próximo, debemos examinar de nuevo la historia del conflicto árabe-israelí empezando por lo que pasó realmente en 1948, llamado por los palestinos al-Nakba (la Catástrofe, el Desastre o simplemente la Desgracia). La primera parte de este libro lo aborda desde cuatro ángulos distintos. Nur Masalha muestra que el traslado de la población palestina a los países árabes es una idea fija del sionismo desde Herzl. Walid Khalidi, pionero de la investigación histórica en este ámbito, analiza el Plan Dalet aplicado por las fuerzas armadas judías a partir del 1 de abril de 1948 para hacerse con el control de casi toda Palestina y despoblarla antes de que se produjera la retirada británica (el 15 de mayo), sin dar tiempo a intervenir a los ejércitos árabes. Salman Abu Sitta aporta datos concretos sobre el número de localidades despobladas, de palestinos desplazados, sobre la superficie de las tierras que poseían y los motivos del éxodo. Después, Dominique Vidal propone una síntesis de los trabajos de los "nuevos historiadores" israelíes y se detiene en los tres embustes que han desmentido más o menos tajantemente: el de la relación de fuerzas entre los beligerantes de 1948, el de la política supuestamente pacífica de los dirigentes israelíes y por último, el peor de todos: la partida voluntaria de los palestinos.

La segunda parte, titulada "Historial", empieza con una reseña circunstanciada del principal fondo de archivo sobre los refugiados, el del OOPS (UNRWA, en su sigla inglesa), con datos sobre unos cuatro millones de personas que viven en los campamentos de Cisjordania, Gaza, Jordania, Líbano y Siria. Los autores, Salim Tamari y Elia Zureik, destacan la importancia excepcional de estos documentos, cuyo número se acerca a los 80 millones. El artículo de Jalal Al Husseini trata sobre este organismo, cuya labor va mucho más allá de la ayuda humanitaria, pues se ha convertido en una suerte de garante internacional del derecho al retorno o a la compensación. El número de refugiados que hoy viven fuera de la Palestina histórica (Israel y Territorios Ocupados), según el análisis demográfico de Youssef Courbage, es de 3,5 millones de una población global de 7,7 millones. Para llegar a estas cifras primero ha calculado el volumen global de la diáspora partiendo de la población de 1948 y sumándole el crecimiento demográfico hasta 2000; después ha analizado los datos país por país, o por grupos de países. Por su parte, Hana Jaber destaca lo que tienen en común los campamentos, pese a estar repartidos por cuatro países, y describe su evolución social, política y urbana desde su creación hasta la aparición de la Autoridad Palestina. Por último, Ussama Halabi explica la suerte que han corrido en Israel los "bienes de los ausentes" y hace un repaso de las leyes promulgadas para confiscar las tierras árabes y transferir su propiedad al "pueblo judío".

En la tercera y última parte Monique Chemillier-Gendreau examina el derecho al retorno desde el punto de vista histórico, político y jurídico, haciendo hincapié en la necesidad de partir de los hechos para definir los modos de aplicación de la norma internacional. Michael Fischbach, probablemente el especialista actual mejor informado, se ocupa de la cuestión de la indemnización y analiza la experiencia de la Comisión de Conciliación de NNUU para Palestina, creada por la famosa resolución 194 de la asamblea general, con una mención de sus archivos, donde se guardan datos precisos sobre los bienes perdidos por unos 750.000 palestinos. Sobre las consecuencias demográficas de la aplicación del derecho al retorno, Philippe Fargues examina tres posibilidades: un retorno simbólico, un retorno dentro de las fronteras del estado palestino y un retorno a Israel. Las tablas, los mapas y los gráficos que sostienen su demostración permiten sacar conclusiones mucho más matizadas que las habituales. Apoyándose en estos datos Elias Sanbar hace hincapié en la necesidad de distinguir entre el reconocimiento del derecho al retorno y la negociación de su aplicación. El ensayo que supusieron las conversaciones de Taba en enero de 2001 demuestra que puede haber una solución negociada, siempre que las dos partes se lo propongan.

Se habrá comprendido que este libro no se propone únicamente defender la posición palestina sobre los refugiados (bien fundada, como se puede comprobar), sino también, a pesar del desastre actual, transmitir un mensaje político: si Israel reconoce el derecho al retorno, lejos de poner en peligro su futuro, se asegurará por fin una presencia normal en Oriente Próximo. Queremos expresar nuestro caluroso agradecimiento a todos los autores que han colaborado, así como al Consejo de embajadores árabes en Francia, que ha inspirado el proyecto de este libro y nos ha ayudado en todas las etapas de su realización.

* Farouk Mardam-Bey y Elias Sanbar, palestinos, son los compiladores de la obra 'El derecho al retorno. El problema de los refugiados palestinos' publicada por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo y de próxima aparición.

Enlaces relacionados

Refugiados palestinos


Palestina: Un país borrado del mapa

Salman Abu Sitta*

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 14 de abril de 2004
Salman Abu Sitta, 'El Derecho al Retorno. El problema de los refugiados palestinos' (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2004, ISBN: 84-87188-92-9)
Traducción: Juan Vivanco

"El sionismo, en esencia, es un proyecto elaborado en el extranjero y apoyado con armas y dinero que consiste en adueñarse de Palestina y sustituir a la mayoría nacional palestina por una minoría judía. Se trata de una 'limpieza étnica' en buena parte lograda, lo que ha dado pie, irónicamente, al mito de una Palestina 'tierra sin pueblo' destinada a los judíos, 'pueblo sin tierra'. Por lo tanto, 'al-Nakba' (la Catástrofe) no es ningún accidente de la guerra de 1948 ni tampoco su principal resultado, sino un proceso llevado a cabo pacientemente y sin descanso hasta nuestros días"

El sionismo, en esencia, es un proyecto elaborado en el extranjero y apoyado con armas y dinero que consiste en adueñarse de Palestina y sustituir a la mayoría nacional palestina por una minoría judía. Se trata de una "limpieza étnica" en buena parte lograda, lo que ha dado pie, irónicamente, al mito de una Palestina "tierra sin pueblo" destinada a los judíos, "pueblo sin tierra".

Por lo tanto, al-Nakba (la Catástrofe de 1948) no es ningún accidente de la guerra de 1948 ni tampoco su principal resultado, sino un proceso llevado a cabo pacientemente y sin descanso hasta nuestros días.

Las cifras aplastantes de al-Nakba dan una idea de su magnitud. En 1948 la minoría judía era de 600.000 personas, 150.000 descendientes de los 56.000 judíos palestinos de 1920 y otros 450.000 inmigrantes que habían entrado ilegalmente en Palestina durante el mandato británico. Esta minoría expulsó de 780.000 a 800.000 palestinos, convirtiéndolos en refugiados. El 85% de los habitantes palestinos del país que sería Israel fueron expulsados de 531 ciudades y pueblos. Hoy en día más de dos tercios del pueblo palestino son refugiados. Los judíos, que al principio poseían el 6% de las tierras de Palestina, elevaron este porcentaje al 78% en 1948 y al 100% en 1967, tan sólo por la fuerza aplastante de las armas. Desde que Palestina cayera en su poder su propósito ha sido y sigue siendo deshacerse de la población que permanece allí [1].

Este propósito se expresó de varias formas:

1. Mucho antes de la guerra de 1948 los sionistas planearon el asentamiento de 150.0000 inmigrantes nuevos. El Fondo Nacional Judío instó a la Haganá a ocupar varios pueblos y expulsar a sus habitantes para apoderarse de sus tierras [2].

2. La mitad de los vecinos fueron expulsados antes de que los soldados de los ejércitos regulares árabes acudieran en su ayuda. Antes y durante la guerra de 1948, Israel lanzó 30 operaciones militares y perpetró no menos de 35 matanzas notorias [3] para desencadenar el éxodo de los palestinos. Los refugiados que intentaron regresar a Palestina para buscar a algún pariente, recuperar sus enseres u ocuparse del ganado o de sus tierras fueron tratados como infiltrados y asesinados sin contemplaciones.

3. Inmigrantes en "estado de frenesí" [4] cometieron saqueos y robos. Después vinieron la destrucción sistemática de los pueblos palestinos [5], la de las cosechas y el incendio de las mieses [6].

4. Aunque la política de expulsión venía de atrás, salió a la luz cuando el conde Folke Bernadotte, mediador de Naciones Unidas, declaró estar horrorizado por el éxodo y la expulsión de más de 500.000 palestinos en junio de 1948, después de la creación del Estado judío. Israel siempre se ha negado a permitir el regreso de los refugiados.

5. A continuación se creó un complejo entramado legal para justificar la expropiación de 18.600 kilómetros cuadrados (el 92% de Israel) de tierras palestinas [7]. Para asegurarse de que los palestinos expulsados no regresaran y reclamaran sus posesiones, les declararon ausentes: al estar el dueño ausente, Israel podía expropiarle.

6. A esta superficie tan grande de tierras disponibles y a la existencia de refugiados cuyo único afán era volver a sus hogares, se vino a sumar, a principios de la década de 1950, la inmigración de 700.000 judíos procedentes de los países árabes -donde llevaban siglos conviviendo en paz con sus vecinos. Los recién llegados ocuparon las casas vacías de los palestinos expulsados. Todas estas acciones tenían un solo propósito: evitar el regreso de los refugiados, lo cual convertía a Palestina, realmente, en una tierra sin su pueblo.

La máquina de destrucción

Para crear "una tierra sin pueblo" era indispensable la destrucción física del paisaje palestino. Borrar los pueblos palestinos del mapa fue una tarea ininterrumpida desde 1948 hasta la guerra de 1967. Después de esta fecha las destrucciones se extendieron a Cisjordania y la Franja de Gaza, de otra forma. Ben Gurión fue el gran promotor de esta política. Temeroso del juicio de la historia, por lo general evitó las órdenes escritas y explícitas y buscó otros medios [8]. Los pueblos se arrasaban con distintos pretextos. Por ejemplo, Yosef Weitz, uno de los principales dirigentes del Fondo Nacional Judío, pidió al ejército que destruyese Butaymat porque codiciaba las tierras del pueblo, parte de las cuales habían sido adquiridas por el Fondo [9]. Lo mismo ocurrió con Indur, Quniya, Ma'lul y Muyaidil. Las casas de Ayn Zaytun fueron derribadas para amedrentar a los habitantes de Safad, la ciudad vecina [10] que cayó días después, el 9 y 10 de mayo de 1948.

En realidad todo empezó en la primera fase de la conquista con la destrucción sistemática de los pueblos situados en la franja costera que va de Haifa a Tel Aviv y en el corredor que va de Tel Aviv a Jerusalén. Antes de que terminase el mandato británico y se fundase el Estado de Israel, todos los pueblos entre Netania y Zichron Yaakov (Zammarin) fueron arrasados excepto dos, Furaydis y Jisr al-Zarqa. Aunque el ejército tenía previsto destruirlos, se conservaron para alojar a los palestinos que no podían ser expulsados. De modo que todos los pueblos situados al norte de Tel Aviv fueron "limpiados étnicamente". En la llanura de Sharón no sólo se derribaron las casas sino que los habitantes del kibbutz local se apropiaron de todo lo que tuviese valor -ganado, bombas de agua, canalizaciones- y de las hortalizas. Lo que no podían aprovechar, lo destruían [11]. Muchos de estos pueblos habían mantenido buenas relaciones con los judíos, algunos incluso habían firmado "acuerdos de paz" y aceptado las leyes del nuevo Estado judío. Pero con escasas excepciones, esto no les libró de correr la misma suerte que los demás.

La destrucción de casas era anterior a la ruptura de hostilidades entre árabes y judíos. Ya en diciembre de 1947 los sionistas empezaron a aplicar una política -conocida como "política de represalias"- que consistía en sembrar el terror entre la mayoría árabe del país. En diciembre se dinamitaron casas en Abu Kabir (un suburbio de Jaffa), Deir Ayub y Jisas [12]. Doce personas, en su mayoría mujeres y niños, perecieron bajo los escombros.

Pero la destrucción de casas formaba parte de operaciones más amplias cuyo propósito, por supuesto, era expulsar a los palestinos de sus pueblos. En febrero de 1948 los judíos atacaron el pueblo de Saasaa, en Galilea, derribaron las casas y mataron a 60 habitantes. Estas acciones se hicieron rutinarias: antes de cada operación militar israelí se perpetraba por lo menos una matanza. En abril de 1948 estas prácticas se englobaron en el Plan Dalet, ejecutado para conquistar la Palestina árabe, "destruir los pueblos y expulsar a su población"[13]. Antes de que el mandato británico llegase a su fin los sionistas habían hecho "limpieza étnica" de siete pueblos situados en el corredor de Jerusalén y 17 en el oeste de Galilea, fuera de los límites del Estado recomendados por el Plan de Partición. En el oeste de Galilea las órdenes eran: "atacar, capturar y matar a todos los hombres, e incendiar" los pueblos de Kabri, al-Najr, Um al-Faray, al-Zib y al-Basa [14]. En este último la matanza se produjo dentro de la iglesia, donde se habían refugiado los vecinos. El pueblo de al-Gabisiya mantenía buenas relaciones con los judíos y algunos de sus habitantes incluso les pasaban información. No les sirvió de nada: los sionistas mataron a once y expulsaron al resto. En la primavera de 1949 regresaron, pero fueron expulsados de nuevo en dos ocasiones. En 1955 los israelíes derribaron sus casas y no les permitieron restaurar la mezquita que estaba dañada [15].

Para impedir el regreso de los refugiados se declaró otra guerra a los palestinos, esta vez económica. Durante el verano de 1948 los nuevos dueños quemaron las mieses que no habían podido recolectar [16]. Estas agresiones formaban parte de la guerra total planeada por Ben Gurión. Los objetivos de la guerra económica eran: reforzar la economía del Yisuv con nuevos ingresos, aportar dinero fresco a la tesorería, impedir el regreso de los refugiados y destruir el modo de vida de los palestinos. El saqueo de los huertos árabes empezó en el Néguev en mayo de 1948, donde los judíos también cosecharon trigo en 400.000 dunum (40 hectáreas) de tierras palestinas.

La expulsión de los palestinos, la destrucción de sus casas y la "limpieza étnica" a gran escala se reanudaron con vigor a mediados de agosto de 1948, después de que las fuerzas israelíes lograran las primeras victorias frente a los ejércitos regulares árabes que habían acudido en ayuda de lo que quedaba de Palestina. Los tres pueblos que se mantenían al norte de Jaffa (Iyzim, Ayn Gazal y Yaba) cayeron en julio de 1948, con las consiguientes demoliciones de casas y matanzas (en el pueblo vecino de Tantura dos meses antes habían sido asesinadas 250 personas, jóvenes en su mayoría). En octubre y noviembre de 1948 las operaciones Hiram y Yoav, destinadas a ocupar, respectivamente, el sur de Galilea y Palestina, fueron responsables de 10 de las 35 matanzas [17]. Una vez más la población que quedaba fue expulsada y las casas sistemáticamente destruidas [18].

Antes de junio de 1948 se derribaban casas por "motivos militares", y lo hacía el ejército. Más tarde los israelíes, envalentonados por su victoria sobre la población civil y la desunión de las fuerzas árabes, se entregaron a toda clase de desmanes. Los primeros en sacar ventaja de esta situación fueron los habitantes de los kibbutz. El vandalismo, los robos y los desmantelamientos de casas redujeron muchos pueblos a paredes desnudas [19]. En las ciudades era distinto. En general las casas no se destruían pero los saqueos eran igual de sistemáticos. El ejército, los jefes del Mapai, partido gobernante, y los ladrones improvisados se juntaron en este frenesí de pillaje [20].

Después de junio de 1948 la destrucción de pueblos pasó a ser una política oficial. Yosef Weitz, del Fondo Nacional Judío, recomendaba la demolición de pueblos a gran escala sobre todo los que no sirvieran para alojar a inmigrantes judíos. También después de esta fecha el Fondo Nacional Judío ordenó destruir 12 pueblos [21] mientras el ejército, en su avance, destruía otros, evidentemente sin ninguna necesidad militar. Como sabía que eso era un crimen de guerra -el recuerdo de la segunda guerra mundial aún estaba reciente- Ben Gurión se cuidaba mucho de impartir órdenes de destrucción por escrito. Delegaba ese cometido en otros: el Fondo Nacional Judío, la Agencia Judía, el ejército... Fue más lejos aún. Notificó al ejército que estaba "prohibido destruir, incendiar, expulsar [...] salvo durante el combate"[22]. Nadie se preocupó de precisar el sentido de estas palabras. De todos modos, tampoco obedeció nadie esta orden de Ben Gurión ni se dio el caso de que alguien fuera juzgado por haberla incumplido o por haber cometido crímenes de guerra, en especial matanzas [23]. En mayo de 1949 el servicio de Obras Públicas retiró los escombros de 41 pueblos [24]. Las palas excavadoras pasaron primero por el corredor de Jerusalén y la llanura del sur. Se conservaron algunas construcciones de piedra en buen estado para aprovecharlas en el futuro, y también las mezquitas, las iglesias y los santuarios dañados, aunque sólo se autorizó la reparación de las primeras [25]. Con esta limpieza brutal del paisaje palestino muchos objetos y restos valiosos se perdieron, fueron robados o destruidos [26].

Las destrucciones continuaron durante las décadas de 1950 y 1960. En octubre de 1966 Israel ejecutó un plan de "nivelación de pueblos" en Galilea [27].

Después de la guerra de 1967 Israel conquistó toda Palestina, el Sinaí (Egipto) y el Golán (Siria). Los israelíes, sin freno alguno, pues ya no temían las sanciones internacionales, se dedicaron a destruir los pueblos árabes en todo el territorio. Los monumentos árabes o islámicos que carecían de interés para Israel fueron destruidos, como el Kawkab al-Hawa de Cesarea, cuando no les adjudicaron una falsa identidad histórica israelí, como en al-Madi o en Ain Hawd [28].

Situación actual de los pueblos

Las armas y las excavadoras arrasaron el paisaje. ¿Hasta qué punto? Entre 1987 y 1990 Ghazi Falah [29] dirigió un estudio de campo sobre 418 pueblos. Los resultados se recogen en la tabla 4. Como señala Falah, el 67,2% de las destrucciones de pueblos obedecían a tres criterios. En unos lugares se hicieron plantaciones, sobre todo de limoneros; en otros se construyeron estanques de piscicultura; otros acabaron siendo escombreras. En los montes las casas eran de piedra, más difíciles de derribar, y algunas tenían un valor histórico. En el llano y la costa, en cambio, eran de adobe, fáciles de destruir y además se hallaban en zonas densamente pobladas de judíos. El gran enemigo de los israelíes en su destrucción del paisaje palestino es la chumbera: rebrota con facilidad y es muy difícil de erradicar. Todavía se pueden ver chumberas entre las rocas y en los bosques que plantó el Fondo Nacional Judío para disimular los emplazamientos de los pueblos. Los visitantes palestinos a menudo reconocen estos emplazamientos por las chumberas, testigos vivos de al- Nakba. Resulta paradójico que las plantaciones destinadas a ocultar los emplazamientos de los pueblos destruidos protejan las construcciones, como las paredes, que aún se tienen de pie, e impidan que las excavadoras completen su obra destructora.

El 33% restante de pueblos parcialmente destruidos tienen una distribución irregular según la geografía y la topografía. Las casas intactas pueden ser las que se encuentran en mejor estado o fuera de los límites del pueblo. Algunas habían sido ocupadas antes de 1948 y luego abandonadas. Las mejores casas se conservaron y a veces se remozaron o ampliaron, como sucedió con las mansiones ciudadanas, que alcanzaban precios de venta elevados precisamente por ser de "estilo árabe". En cuanto a los edificios religiosos y de valor cultural, o bien se conservaban -sobre todo si se podía inventar para ellos un origen histórico israelí- o bien se abandonaban. Falah y Benvenisti [30] han hecho estudios al respecto.

Por una repoblación de los pueblos destruidos

En el aspecto demográfico, 55 años de exilio para los palestinos y de colonización judía no han cambiado mucho las cosas en Palestina. Esta afirmación puede parecer sorprendente, pues el
número de judíos se ha multiplicado por ocho. En efecto, el crecimiento y la inmigración, a partes iguales, han hecho pasar la población judía de 600.000 a 5 millones.

Aunque los israelíes han conquistado y desalojado Palestina prefieren vivir agrupados en un medio urbano, con todas las comodidades modernas, bien abastecidos. Las zonas donde se concentran son más o menos las mismas que en 1948.

Hoy en día el 77% de los israelíes viven en el 15% del territorio israelí [31] y el 21% viven en las que fueran ciudades palestinas, o "ciudades de desarrollo" donde el nivel de vida es bajo. Pobladas de judíos orientales y rusos de inmigración reciente, las ciudades de desarrollo adolecen de unas condiciones económicas deficientes y un paro elevado. Luego está el 2% restante, los habitantes de los kibbutz y los moshav, unos 160.000 israelíes que controlan, con el ejército, el 85% del territorio de Israel. Aunque la clase dirigente israelí salió de los kibbutz, hoy están en plena decadencia, tanto ideológica como económica. Las tierras palestinas que antaño les adjudicaron están en venta. Lo que hace tan sólo una década parecería inconcebible hoy es casi una realidad. Las fincas palestinas expoliadas en 1948 que habían pasado a pertenecer "para siempre" al "pueblo judío, dondequiera que esté", se están vendiendo como bienes raíces a cualquier comprador, siempre que sea judío. Pero la desaparición de los kibbutz no supone una pérdida para la sociedad israelí en términos económicos o demográficos ya que su contribución agrícola total al producto interior bruto no pasa del 2%. Pero esta desaparición podría tener un significado enorme: la reparación de las pérdidas sufridas por los palestinos en 1948 y así por fin prevalecería la paz.

Si examinamos ahora los emplazamientos de los pueblos vacíos, veremos que el 90% lo siguen estando. Sus antiguos habitantes podrían volver y reconstruir sus casas. ¿Qué ha sido del 10% restante, es decir, aquellos que de uno u otro modo se han visto implicados en la colonización judía? Son 57 pueblos de un total de 531. En cada uno de los distritos de San Juan de Acre, Nazaret, Safad y Tiberíades sólo hay un pueblo "afectado". En los sectores de fuerte concentración judía, por supuesto, hay más pueblos "afectados". Son 12 en el distrito de Haifa, 9 en el de Ramleh, 6 en el de Gaza, 8 en el de Tulkarem, 5 en el de Jerusalén y 13 en el de Jaffa. En términos de densidad de población judía hay 38 pueblos en una zona de densidad muy alta, 5 en una zona de densidad mediana y 14 en una zona de densidad baja. Cuarenta y nueve pueblos están en zona judía y 8 en zona palestina. La mayoría de estos pueblos (43 de 57) se encuentran en tierras árabes, 9 en tierras donde los judíos poseen parcelas indivisas y 5 en tierras concedidas por el gobierno. El regreso de los palestinos a estos pueblos no acarrearía el desalojo de los judíos, a diferencia de lo ocurrido con los palestinos en 1948.

¿Se ha construido en los pueblos palestinos "afectados"? De 57 pueblos, 34 se han reconstruido por completo -9 en el distrito de Jaffa, 7 en el de Tulkarem, 5 en el de Haifa y otros 5 en el de Jerusalén. Las mayores dificultades se presentan en los pueblos que suman dos desventajas: en su terreno se han construido edificios nuevos y están enclavados en zonas de elevada densidad judía. En esta situación se encuentran 24 pueblos, tan sólo el 5% de los que se han despoblado a partir de 1948. Dicho de otra forma: todos los refugiados palestinos excepto el 10% podrían regresar sin dificultad a sus pueblos. Las zonas más delicadas son el distrito de Jaffa, rodeado de suburbios de Tel Aviv y con 110.607 palestinos desterrados (según el censo de 1998), y el distrito de Jerusalén, pero en este caso no por la densidad de la población judía, sino por su estatuto especial. En este distrito los palestinos desterrados ascienden a 45.703. En total suman 156.310 refugiados palestinos -el 3% del censo total- para los que sería preciso hallar una solución especial.

Notas:

1. Nur Masalha, Expulsion of the Palestinians: The Concept of "Transfer" in Zionist Political Thought, 1882-1948, The Institute for Palestine Studies, Washington DC, 1992; Nur Masalha, A Land Without People: Israel, Transfer and the Palestinians, 1949-1996, Faber and Faber, Londres, 1997; Nur Masalha, Imperial Israel and the Palestinians: The Politics a Expansion, Pluto Press, Londres, 2000.
2. Meron Benvenisti, Sacred Landscape: The Buried History of the Holy Land since 1948, University of California Press, 2000, pp.: 69 y 134.
3. S. H. Abu Sitta, The Palestinian Nakba 1948: The Register of Depopulated Localities in Palestine, The Palestinian Return Centre, Londres, 2000, pp.: 16-20.
4. Tom Segev, 1949, TheFirst Israelis, Henry Bolt, Nueva York, 1998, pp.: 68-91. El autor de las notas, el escritor judío Moshé Shilansky, afirma: "Todos sucumbieron a la codicia. Individuos, grupos, comunidades, hombres, mujeres y niños, todos y todas se desenfrenaron. Puertas, ventanas, dinteles, ladrillos, tejas, baratijas, piezas de máquinas...". Véase también David Ben Gurion, WarDiary, en las fechas del 10 de febrero, 1 de junio y 15 de julio de 1948.
5. Meron Benvenisti, op. cit. , pág. 165; Benny Morris, The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947-1949, Cambridge University Press, 1989; Michael Palumbo, The Palestinian Catastrophe, Londres, 1987.
6. Benny Morris, op. cit., pp.: 171-174; Benny Morris, 1948 and After, Clarendon Press, Oxford, 1990, pp.: 175-183.
7. S. Abu Sitta, Confiscation of the Palestinian Refugees' Property and the Denial of Access to Private Property, memorándum presentado al comité de derechos sociales, económicos y culturales de Naciones Unidas, sesión BADIL, 14 de noviembre de 2000, Ginebra. Véanse también John Quigley, Palestine and Israel: A Challenge to Justice, Durham, 1990, y George E. Bisharat, "Land, Law and Legitimacy in Israel and the Occupied Territories", The American University Law Review, vol. 43, pp.: 467-591.
8. Meron Benvenisti, op. cit., pág. 122.
9. Ibid., pág. 134.
10. Ibid., pág. 130.
11. Ibid., pág. 135-137.
12. Ibid., pág. 102.
13. Ibid., pág. 111.
14. Ibid., pág. 139.
15. Ibid., pp.: 139-140.
16. Benny Morris dedica un capítulo a este asunto, 1948 and After, op. Cit., capág. 6, pp.: 173-190.
17. Véanse los pormenores de las matanzas y sus fechas en la obra de Abu Sitta citada más arriba en la nota 3.
18. Meron Benvenisti, op. cit., pág. 153.
19. Ibid., pág. 166.
20. Tom Segev, op. cit, pág. 69.
21. Meron Benvenisti, op. cit., pág. 166.
22. Ibid., pág. 150.
23. Benny Morris escribe: "Andando el tiempo, la publicación de nuevos documentos, entrevistas a testigos o protagonistas directos han revelado las matanzas de civiles árabes y prisioneros de guerra de los israelíes [...]. Las peores atrocidades, las más sanguinarias, se cometieron sin duda alguna durante la guerra de independencia de 1948 [...]. No hubo ni un solo soldado u oficial judío castigado por participar en ellas. [...]. Con la suficiente perspectiva, resulta evidente que lo que se produjo en Palestina en 1948 fue una suerte de limpieza étnica perpetrada por los judíos en las zonas árabes". Véase Benny Morris, "The Arab-Israeli War", pp.: 28-37, en Roy Gutman y David Rieff, eds., Crimes of War, W. W. Norton, Nueva York, 1999.
24. Meron Benvenisti, op. cit , pág. 167.
25. Véase David Ratner y Jalal Bana, "Forgotten Mosques Set for Renaissance", Haaretz, 31 de diciembre de 2000, y Larry Derfner, "Where are the Mosques of 1948", Jerusalem Post, 22 de mayo de 2001.
26. Véase Trude y Moshe Dothan, People of the Sea: The Search for the Philistines, Macmillan, 1992. Según los autores: "Muchos objetos fueron a parar a la colección privada [de Moshé Dayan] ". Dayan era un ladrón empedernido de objetos de valor y "estaba bien relacionado con los marchantes de antigüedades" (pp.: 202-203). Otro soldado israelí que se hacía pasar por arqueólogo, Yigal Yadin, robó muchos objetos e inventó la "teoría" de Masada, hoy muy desacreditada. Las obras de cimentación de las construcciones israelíes, aunque sólo profundizaran un metro, sacaron a la luz y destruyeron muchos restos valiosos. Los Dothan cuentan que trataron de impedir la destrucción de vestigios históricos en Tell Mura, cerca de Ashdod, durante las obras de la carretera del puerto nuevo (pág. 121). Después de 1967 hubo una afluencia masiva de objetos excavados ilegalmente en Cisjordania (pág. 199).
27. Meron Benvenisti, op. cit, pág. 168.
28. Ibid., pág. 170.
29. Ghazi Falah, "The 1948 Israeli-Palestinian War and its Aftermath: The Transformation and De-Signification of Palestine's Cultural Landscape", Annals of the Association of American Geographers, junio de 1996, vol. 86, n.º 2.
30. Véase Falah, op. cit., pp.: 274 y 277; y Meron Benvenisti, op. cit., pp.: 287-289 y 208.
31. Para la distribución detallada de los judíos en Israel, véanse Abu Sitta, "The Return of the Refugees is the Realistic Solution", Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre los refugiados palestinos, Unesco, París, 26-27 de abril de 2000; S. Abu Sitta, "Between Domestication and Resettlement: The Battle of Spurious Scholarship", Al-Hayat (en árabe), Londres, 6 de agosto de 1997, pág. 7; Abu Sitta, "The Feasability of the Right of Return", en The Palestinian Exodus, capág. 7, a cargo de Ghada Karmi y Eugene Kotran, Ithaca, Londres, 1999, pp.: 171-196, y
www.arts.mcgill.ca/mepp/prrn/papers/abusitta.html. Véanse también Abu Sitta, "The Return of the Refugees: The Key of Peace", en el vínculo www.arts.mcgill.ca/mepp/prrn/ papers/abu-sitta