La enfermedad de Arafat cierra
una era:
Hacia la creación de un gobierno y una dirección
nacional unificada palestina
Nota
del CSCA
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 5 de noviembre de 2004
"La
muerte de Arafat va a provocar un denodado esfuerzo por parte
del Cuarteto (EEUU, UE, Rusia y ONU) de buscar un dirigente palestinos
al que se pueda equiparar con un Karzai en Afganistán
o con el colaboracionista Alaui en Iraq. Así hay que
interpretar los recientes movimientos de Javier Solana en la
UE para revitalizar la Hoja de Ruta buscando, al mismo tiempo,
potenciar a aquellas figuras palestinas que mejor se acomodan
a las exigencias y proyectos tanto estadounidenses como israelíes
sobre la reordenación geoestratégica de Oriente
Medio. La solidaridad activa con la resistencia palestina, al
igual que con la iraquí, debe redoblarse en estos momentos
afirmando tanto sus reivindicaciones como sus aspiraciones nacionales
de independencia, soberanía y democracia".
El presidente de la Autoridad
Palestina está en coma. Arafat ha sido el símbolo
del nacionalismo palestino, el hombre que logró unificar
a todos los palestinos en torno a su figura y que, tras los Acuerdos
de Oslo, logró convertirse en el primer presidente democráticamente
elegido por el pueblo palestino. Es indudable que políticamente
el presidente Arafat goza del apoyo de una importante parte de
la población palestina; no obstante, esa misma mayoría
está convencida de que su estilo de gobierno ha permitido
la corrupción y el escaso avance en los derechos nacionales
palestinos, como se puso de manifiesto a finales del año
pasado cuando ido carta blanca al nuevo gobierno palestino, encabezado
por Ahmad Qurai, en el que se rechazaba expresamente la demanda
de las principales organizaciones palestinas nacionalistas
e islámicas- en pro de un gobierno plural de unidad y
emergencia, acorde con la situación en los Territorios
Ocupados.
La situación ahora no
mueve al optimismo. El plan israelí de retirada de Gaza,
aprobado el mes pasado por el parlamento israelí, contradice
las exigencias de paz y legalidad internacional. No es más
que una maniobra estratégica a largo plazo, un nuevo despliegue
que le permitirá controlar las fronteras de Gaza, su espacio
aéreo y sus accesos marítimos pese a revestir el
plan de "retirada" y de "desmantelamiento"
de 21 asentamientos con una población total de unos 8.000
colonos. Pero con la situación clínica de Arafat,
el gobierno de Israel se puede encontrar ahora ante un dilema:
si la persona que sustituya al presidente Arafat es uno de los
denominados "moderados" que le rodean, Abu Mazen, Ahmed
Qureia, Nabil Sha'at y otros, la lógica de esta medida
habrá desaparecido y Sharon tendría que presentar
otro plan y/o sentarse de nuevo a negociar.
Pero ¿negociar qué
y con quién? No es probable que se vaya más allá
de la Hoja de Ruta y, de hecho, los primeros movimientos se han
iniciado ya por parte de la Unión Europea y su representante
en política exterior, Javier Solana. En este plan de la
UE se recoge uno de los puntos principales de esta Hoja de Ruta:
la reforma interna de la AP lo que, en la poráctica, significa
el reemplazo de Arafat por un dirigente más moderado y
mejor visto por EEUU e Israel. Pero a pesar de ello, y para que
se vaya en algún sentido que satisfaga las aspiraciones
nacionales palestinas, el famoso Cuarteto (EEUU, UE, Rusia y
ONU) debería cumplir con su deber controlando el proceso
plazos de tiempo para cumplir los compromisos estipulados-
a través de una fuerza internacional. Al mismo tiempo,
tendría que producirse la reorganización de las
filas patrióticas palestinas y la consolidación
de su unidad para continuar la batalla contra la agresión
y la ocupación, así como garantizar las bases de
la resistencia a través de un proceso de reforma global
sobre la base de la participación colectiva.
Ya en el mes de marzo, las
organizaciones que forman parte de la OLP aprobaron un documento-programa
en el que se exhorta a consolidar el consenso nacional para continuar
la Intifada hasta alcanzar su objetivo estratégico, que
es expulsar a los invasores israelíes de todos los territorios
ocupados desde junio de 1967, evacuar los asentamientos, establecer
un Estado Palestino independiente totalmente soberano con Jerusalén
como capital y el derecho de los refugiados a retornar a sus
hogares según la resolución 194 de Naciones Unidas.
El programa define con exactitud
los medios a emplear en la lucha para llegar a ese objetivo incluyendo
la resistencia legítima, evitar que los civiles sean tomados
como blanco de ambas partes en conflicto y exhortar, además,
a crear una dirección nacional unificada que logre la
participación de todos en la toma de decisiones. También
llama a activar las instituciones de la OLP, fortalecer su papel
de dirección colectiva y establecer un gobierno de unidad
nacional en el que participen todas las fuerzas patrióticas
e islámicas. Hamas acaba de hacer pública su disposición
a formar parte de una dirección nacional palestina colectiva
que conduzca la lucha palestina en ausencia de Arafat y con la
finalidad de prevenir el caos y una hipotética guerra
civil entre las diferentes organizaciones palestinas.
Para fortalecer la resistencia
palestina en su lucha contra la ocupación israelí
hay que alentar la reforma democrática global, que garantice
la reconstrucción de las instituciones nacionales, erradique
la corrupción y reparta de forma equitativa la carga económica
entre los diferentes sectores del pueblo palestino.
Desde la solidaridad internacional,
hay que redoblar los esfuerzos para impedir que con la desaparición
por enfermedad, o muerte, de Arafat cuajen los denodados esfuerzos
por parte del Cuarteto (EEUU, UE, Rusia y ONU) de buscar un dirigente
palestino al que se pueda equiparar con un Karzai en Afganistán
o con el colaboracionista Alaui en Iraq. Así hay que
interpretar los recientes movimientos de Javier Solana en la
UE para revitalizar la Hoja de Ruta buscando, al mismo tiempo,
potenciar a aquellas figuras palestinas que mejor se acomodan
a las exigencias y proyectos tanto estadounidenses como israelíes
sobre la reordenación geoestratégica de Oriente
Medio. La solidaridad activa con la resistencia palestina, al
igual que con la iraquí, debe redoblarse en estos momentos
afirmando tanto sus reivindicaciones como sus aspiraciones nacionales
de independencia, soberanía y democracia.
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