Bagdad, a la espera de la
guerra
Carlos Varea*
Bagdad, 22 de febrero de 2003. CSCAweb
(www.nodo50.org/csca)
Bagdad presenta en estos
días la imagen de su normal ajetreo, el ir y venir laborioso
de sus habitantes. No hay presencia militar alguna, excepto y
muy discreta: uno o dos soldados- ante edificios oficiales. No
se aprecian tampoco especiales preparativos para su defensa.
El Pentágono prevé que la invasión de Iraq
tendrá su escenario central en el asalto y ocupación
de Bagdad, la capital iraquí, una ciudad extensa, con
más de 750 barrios y cuatro millones de habitantes. Como
en 1991, serán atacados intensivamente objetivos civiles,
muy particularmente y en primer lugar los centros de producción
de energía eléctrica. Uno de ellos puede ser la
central de Dora, que hemos visitado en estos días.
Durante la
guerra del Golfo de 1991, la fuerza multinacional que atacó
Iraq seleccionó objetivos civiles cuya destrucción
pudiera causar el mayor daño posible a la población
civil, desmantelar sus medios básicos de subsistencia
cotidiana e inducir con ello, tras el barrido aéreo del
país por bombardeos masivos, la sublevación de
la población contra el gobierno iraquí. Así,
en las primeras horas de bombardeo, la aviación occidental
estadounidense, británica y francesa esencialmente-
atacó centrales eléctricas y presas hidroeléctricas,
plantas potabilizadoras de aguas, centros civiles de telecomunicaciones,
medios de transporte y vías de comunicación y puentes
Bagdad quedó partida en dos por el Tigris-, carreteras,
vías férreas, puertos navales y aeropuertos), silos,
centros sanitarios, etc., causando, según informes de
Naciones Unidas inmediatos a la guerra (aquellos elaborados por
Ahtissari y Aga Khan), una destrucción de 22 mil millones
de dólares sólo en infraestructura civil y una
cifra de muertos nunca oficialmente determinada. Tras ello, ya
durante la ofensiva terrestre en Kuwait y en la región
de Basora, las emisoras de la CIA y de las fuerzas armadas estadounidenses
y británicas indujeron el movimiento de población
iraquí (especialmente en el sur del país) hacia
puntos de concentración donde pudieran recibir asistencia
sanitaria, alimentos y agua por parte de los ejércitos
occidentales, induciendo así oleadas de refugiados y favoreciendo
las revueltas al norte y sur de Iraq.
El Pentágono prevé que la invasión de
Iraq tendrá su escenario central en el asalto y la ocupación
de Bagdad, la capital iraquí, una ciudad extensa, con
más de 750 barrios y más de cuatro millones de
habitantes. La Administración Bush estima que, ante el
potencial bélico (especialmente aéreo y balístico)
que EEUU y sus aliados pueden desplegar contra Iraq durante las
primeras horas de guerra y ante las facilidades otorgadas por
los países vecinos (Turquía, Jordania y Kuwait)
para la invasión terrestre de Iraq desde varios puntos,
el gobierno iraquí centrará la defensa en Bagdad,
procurando prolongar una muy desigual contienda con el objetivo
de que, una vez iniciada la agresión, la opinión
pública internacional logre parar la guerra si esta se
prolonga.
Así, si la destrucción durante la guerra de
1991 se localizó en Basora (según testimonios de
delegaciones internacionales que visitaron la ciudad tras la
guerra, esta ciudad parecía haber sufrido el impacto de
un ataque nuclear), en el caso de que se desencadene el asalto
final contra Iraq los bombardeos se centrarán ahora en
Bagdad. Los planes militares estadounidenses filtrados a la prensa
señalan que Bagdad puede recibir en los primeros tres
días de esta nueva guerra diez veces más potencial
de fuego que el sufrido durante toda la Operación Tormenta
del Desierto en 1991. Los bombardeos intensivos por medio
de aviación y misiles han de procurar conmocionar a la
población y anular la capacidad de resistencia civil y
militar a la ocupación de la ciudad.
Normalidad plena en Bagdad
Bagdad presenta en estos días la imagen de su normal
ajetreo, el ir y venir laborioso de sus habitantes. No hay presencia
militar alguna, excepto y muy discreta: uno o dos soldados-
ante edificios oficiales. No se aprecian tampoco especiales preparativos
par su defensa, tan solo en algún barrio sacos terreros
en algunas encrucijadas o esquinas aún sin ocupar.
El gobierno iraquí ha adelantado hasta seis cupones
mensuales de la cartilla de abastecimiento vigente en el país
desde que el Consejo de Seguridad (CS) impusiera las sanciones
en agosto de 1990, con lo cual las familias iraquíes disponen
ya de víveres para medio año. La cartilla gubernamental
de abastecimiento incluye productos alimenticios básicos
(harina, azúcar, sal, aceite o margarina, arroz, te, etc,
pero no carne ni huevos), además de productos de higiene
personal (jabón) y doméstica (detergente), junto
con cerillas. Con ello se ha podido evitar problemas de acaparamiento
y desabastecimiento. Las tiendas de Bagdad parecen bien provistas
de productos básicos (verduras y frutas, y huevos esencialmente;
en menor medida, de carne), pero caros para los bolsillos de
la mayoría de las familias, sin que se aprecie aglomeración
o ansiedad alguna para su adquisición ante la previsión
de guerra.
Como en 1991, serán atacados intensivamente objetivos
civiles, muy particularmente y en primer lugar los centros de
producción de energía eléctrica. En cualquier
sociedad mínimamente desarrollada y dependiente de la
tecnología, la vida diaria, en todos sus aspectos, depende
del suministro eléctrico. Sin electricidad la ciudad quedará
paralizada y su población en una situación de extrema
precariedad. Especialmente grave es que si se interrumpe el suministro
eléctrico, de manera inmediata y aunque no cayera una
sola bomba en una planta de tratamiento de aguas, se impediría
tanto la potabilización del agua del río Tigris
del que la ciudad depende- como la purificación de
las aguas residuales que regresan a este río que recorre
y divide en dos partes Bagdad. Si apenas se ha logrado recuperar
hasta la mitad los niveles de suministro de agua potable previos
a la guerra de 1991 debido a las restricciones que el embargo
impone en el suministro de piezas de recambio y productos químicos
(cloro y sulfato de aluminio), el corte del suministro eléctrico
impedirá por completo proveer de agua potable a los habitantes
de Bagdad. Ello determinará que se agudice la expansión
epidémica de enfermedades infecciosas por la contaminación
de las aguas, que afectarán especialmente a los niños
y niñas, cuyas defensas inmunológicas y su nivel
alimentario se han visto gravemente afectados por 12 años
de sanciones económicas, y ello aún hoy en día,
pese a la puesta en marcha desde 1997 del programa "petróleo
por alimentos", tal y como reiteran los informes de las
agencias humanitarias de NNUU y el propio Kofi Anan. No casualmente
el precio de las botellas de agua mineral se ha duplicado en
los últimos días, único síntoma de
que la guerra puede ser inminente.
Entre otros aspectos de la vida cotidiana, también
se verá afectada la atención sanitaria, y ello
en un momento de máxima urgencia: no todos los centros
sanitarios y hospitales disponen de generadores eléctricos.
La calefacción o la refrigeración, la conservación
de los alimentos o de las medicinas también dependen del
suministro eléctrico.
La central eléctrica de Dora
Cuatro altas chimeneas marcan la localización de la
central eléctrica de Dora (un barrio de Bagdad), situada
en un recodo del río Tigris, del centro de la ciudad,
a unos veinte minutos por carretera. Junto a ella se encuentra
una planta de potabilización de agua, a la que suministra
electricidad, que vierte las aguas ya tratadas del río
Tigris a la red que abastece agua a la población de Bagdad.
La central de Dora fue construida en 1978 y ampliada en 1983,
y es la mayor de Bagdad. En ella trabajan 530 personas, en tres
turnos consecutivos. Es una central mixta de gas y petróleo,
con cuatro turbinas de 160 megavatios cada una, que suministran
energía eléctrica a 20.000 familias de Bagdad,
aproximadamente a un cuatro de millón de personas, una
cantidad que podría duplicarse si entraran en funcionamiento
las otras dos turbinas que ahora no están operativas.
La generación y el suministro eléctrico como
otros servicios básicos, como el agua, por ejemplo- son
exclusivamente públicos en Iraq y extremadamente baratos:
cada kilovatio consumido le cuesta a una familia iraquí
30 dinares (un euro o un dólar son 2.300 dinares).
La central de Dora fue atacada al inicio de la guerra de 1991,
en el segundo día de bombardeos, primero con bombas de
filamentos de silicio (que provocan cortocircuitos en los sistemas
eléctricos y que pueden contemplarse en el "Museo
de la Guerra y la Reconstrucción" de Bagdad) y después
con misiles convencionales. Los ataques destruyeron la central
en un 60%, sin ocasionar víctimas entre sus trabajadores.
En un mes había sido reconstruida.
Previsiblemente, también en las primeras horas o días
de esta nueva guerra de 2003 que parece avecinarse, la central
eléctrica de Dora será atacada por EEUU y sus aliados.
Y lo será, siendo como es un objetivo civil, a fin de
causar premeditadamente el mayor daño posible a los habitantes
de Bagdad y golpear su capacidad de resistencia, destruyendo
la infraestructura pública del país y, con ello,
desmantelando los medios de subsistencia cotidiana de su población.
La destrucción de Dora afectaría de manera inmediata,
directa y grave a la supervivencia de decenas de miles de habitantes
de Bagdad, muy particularmente a los niños y niñas.
No serán daños colaterales de la guerra:
serán víctimas directas de la guerra de EEUU y
sus aliados. Un asesinato con premeditación.
Y tras la guerra, si ésta se llevara a cabo y concluyera
victoriosamente para EEUU, el negocio de la reconstrucción
de Iraq, como ya ha ocurrido en otros escenarios bélicos
en el transcurso de la última década. Los planes
estadounidenses anunciados para la postguerra (el Plan Marshall
para Oriente Medio presentado por Colin Powell) prevén
que la fuerza ocupante una administración militar
transitoria- gestione los ingresos petrolíferos
iraquíes para reconstruir el país. Empresas estadounidenses
sin duda, o quizás incluso el propio ejército de
ocupación reconstruirán la central de Dora y otros
centros civiles destruidos, mientras las grandes ONG internacionales,
desplazando a unas Agencias de NNUU (OMS, UNICEF, PNUD...) que
se han mostrado en estos años demasiado críticas
respecto a los defectos del embargo, procurarán prestar
a la población iraquí los servicios que la destrucción
de la infraestructura pública del país les ha hurtado.
Negocio sobre negocio. Iraq será entonces un país
plenamente recolonizado.
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