Paremos la guerra contra Iraq


*Javier Sádaba es Catedrático de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

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Fundamentalismo cristiano

Javier Sádaba*

26 de febrero de 2003. CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

"Los distintos Estados de este mundo y las personas que habitamos la tierra estamos bajo el mando cuasiinfalible de un Estado todopoderoso que alarga su mano hasta cualquier lugar del planeta. Y a veces más allá del planeta. Contrasta lo que acabo de exponer con la generalizada idea, bien adobada por la propaganda consciente e inconsciente, de que el único fundamentalismo es el que proviene del mundo árabe, más ciertos nacionalismos. Es la típica manera falaz de argumentar: se oculta lo que se es, trasladando al enemigo los defectos propios. Pero, insisto, el fundamentalismo está en casa. No es extraño que, frente a la probable invasión de Iraq, EEUU tenga excelentes aliados en España y en Italia. En el gobierno de estos Estados y en sus alrededores se sientan neofundamentalistas cristianos. Una corriente contracorriente que no deja de crecer, al menos en los puestos cercanos al poder."

El fundamentalismo tiene muchas caras pero hay una que lo retrata: la seguridad desde la que habla. El fundamentalista no se limita a justificar sus ideas o sus acciones, cosa que todo el mundo ha de hacer sino que, sentado en la roca firme de su fundamento, juzga a los demás con arbitraria superioridad. El fundamento puede ser Dios, un libro, un líder, una palabra o el dinero. En los últimos tiempos han abundado las descripciones del fundamentalismo islámico. No seré yo quien niegue que las religiones monoteístas, al menos en uno de sus ejes, tienden, y es lo menos que se puede decir, al fundamentalismo. Pero, como también se ha escrito, el fundamentalismo tiene muchas ramas y en Occidente está también muy arraigado. No olvidemos que la misma palabra fundamentalismo nació en los EEUU. Y hoy los dirigentes de la nación más poderosa del planeta se muestran orgullosos de ser los bendecidos por Dios. Más aún, y es ése el auténtico rostro, su fundamentalismo se manifiesta en la obcecada concepción que tienen de su misión en el mundo, en la arrogancia de sus actos, en la mirada entre protectora e imperial al resto de los humanos.

No deja de ser curioso (o, más que curioso, paradójico) que en un mundo en el que, como consecuencia sobre todo del avance científico, el laicismo va ganando adeptos, el fundamentalismo se perpetúe en los puestos de mando. Concretamente en EEUU se ha establecido lo que podríamos llamar el Papado de Occidente. Su presidente, listo o tonto (más bien lo último), sabio o ignorante (más bien lo último), gobierna como si lo hiciera ex cathedra. Es la infalibilidad del poder que además se adorna con los atributos de democracia y libertad. Se objetará que son atributos auténticos puesto que se trata de países en los que el gobernante es el representante de los ciudadanos que libremente lo eligen. Es cierto que tal es la formalidad de elección pero eso no obsta para que, de hecho, el fundamentalismo económico y el poder militar que le acompaña funcionen a la manera de una verdad sagrada. Los símbolos al uso ­himno, moneda, leyes, etc. - no hacen sino santificar lo que sucede, lo que se impone, lo que se vive y se hace vivir. Los distintos estados de este mundo y las personas que habitamos la tierra estamos bajo el mando cuasiinfalible de un Estado todopoderoso que alarga su mano hasta cualquier lugar del planeta. Y a veces más allá del planeta. Contrasta lo que acabo de exponer con la generalizada idea, bien adobada por la propaganda consciente e inconsciente de que el único fundamentalismo es el que proviene del mundo árabe, más ciertos nacionalismos (algunos de estos últimos serían muy cercanos). Es la típica manera falaz de argumentar: se oculta lo que se es, trasladando al enemigo los defectos propios. Pero, insisto, el fundamentalismo está en casa.

No es extraño que, frente a la probable invasión de Iraq, EEUU tenga excelentes aliados en España y en Italia. En el gobierno de estos Estados y en sus alrededores se sientan neofundamentalistas cristianos. Una corriente contracorriente que no deja de crecer, al menos en los puestos cercanos al poder. Lo malo (malo para ellos si fueran coherentes) es que están consiguiendo que los cristianos minoritarios de Oriente sean, día a día, desplazados por el fundamentalismo musulmán al que no hacen sino dar carnaza.

Es bien sabido que Iraq ha sido uno de los países con mayor libertad de cultos. El partido Baas, panárabe y socialista, que se fundó en los cuarenta y tomó el poder en los sesenta, ha acabado en manos de Sadam Husein en los setenta. Desde entonces Sadam manda como jefe absoluto en ese país de tanto colorido religioso. Tal colorido interesará a cualquiera que se interese por el estudio de las religiones. Porque a la minoría musulmana sunní, y la mayoría chií en el sur, hay que añadir la minoría cristiana. Estos cristianos, conocidos como asirios o asioriocaldeos, son seguidores de Nestorio. Supongo que Nestorio no sonará casi nada a los oídos actuales. Pero ha tenido una importancia considerable en el ya largo recorrido del cristianismo. Fue condenado en el Concilio de Éfeso por sostener que en Cristo había dos personas, una divina y otra humana. Y es que la cristología trataba de encontrar la cuadratura del círculo: afirmar que Cristo era hombre como usted o como yo y Dios (no como usted y como yo). Hay además otras peculiares comunidades. Una de ellas es la de los mandeos, residuo gnóstico que se remite a San Juan Bautista y que cuenta con sus propios adeptos. Los cristianos en concreto están situados en las capas más cultas de la sociedad. Últimamente van perdiendo número y fuerza. No sólo por la situación económica que obliga a emigrar a muchas personas sino porque la presión occidental está movilizando a los sectores más radicales musulmanes, rompiendo así el tradicional laicismo del partido Baas. De esta manera el fundamentalismo cristiano no hace favor alguno a sus compañeros de fe (aunque no todos los asirios obedezcan al Papa de Roma). Y, más allá de asirios o musulmanes, el fundamentalismo cristiano está poniendo de manifiesto que le da igual el contenido de una religión que, en sus inicios, se fundió con la paz. Lo que se ha convertido en el nuevo Dios en Mamón, Moloch o cualquier fetiche que huela a dinero. La historia, nos contaron hace aún poco tiempo, ha acabado porque la democracia occidental es imparable. ¡Qué ingenuidad!. La historia la quiere parar el fundamentalismo vergonzante. Eso sólo indica que pronto encontrará la horma de su zapato. Como decían los escolásticos, todo lo que es violento no puede durar. Esperemos que así sea.



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