Ayúdennos a parar la
guerra contra Iraq
Scott Ritter*
7 de octubre de 2002, The Guardian.
Traducción de Paloma Valverde, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"La cuestión
esencial en esta crisis entre Iraq y EEUU va más allá
del derrocamiento del régimen iraquí. Representa
el primer estudio sobre el terreno de la mejora de una nueva
'estrategia de la seguridad nacional' que establece una doctrina
de unilateralidad, la cual se capitaliza en lo económico
y en lo militar, y que pretende mantener a EEUU como un única
superpotencia".
Como oficial del Cuerpo de Inteligencia de la Marina de EEUU,
y como afiliado al Partido Republicano que votó por George
Bush en las últimas elecciones presidencias, tengo que
admitir que sentí dudas y una cierta inquietud cuando
diputados del Partido Laborista inglés me pidieron que
participara en una marcha multitudinaria contra la guerra en
Londres.
Por mi forma de pensar, las manifestaciones multitudinarias,
independientemente de la justicia de la causa, eran el teatro
de la política de los izquierdistas, y algo a lo que no
debía unirme. Ha quedado demostrado que estaba totalmente
equivocado. Ese día, la efusión del deseo democrático
no sólo provino de la izquierda, sino de todas las corrientes
de la sociedad británica. Enviaron un mensaje al gobierno
Blair, un gobierno cada vez más alejado de la opinión
pública: El apoyo unilateral del Reino Unido a EEUU no
se va a tolerar. Este mensaje tuvo, unos días después,
una respuesta de parte del partido Laborista, en el congreso
anual celebrado en Blackpool. La democracia en acción
es buena. Al otro lado del Atlántico, en EEUU, estaba
a punto de comenzar en el Congreso un debate sobre conceder o
denegar al presidente Bush los poderes que le permitirían
comenzar la guerra contra Iraq, incluso si tal acción
fuera unilateral y sin el apoyo de las Naciones Unidas (NNUU).
Para muchos estadounidenses, incluido yo, la concesión
de tales poderes representa una dejación de la responsabilidad
constitucional del Congreso que, de acuerdo a la Constitución,
es el único órgano que puede declarar la guerra.
Hay un senador, al menos, Robert Byrd, de Virginia, que ha reconocido
esto y ha señalado su deseo de emprender un debate obstruccionista.
El senador Byrd es famoso por llevar siempre consigo una copia
de la Constitución en el bolsillo de la camisa y exhibirla
en el Senado para recordar a sus Señorías que las
bases de la sociedad estadounidense se encuentran allí.
¿Dónde están las manifestaciones multitudinarias
para apoyar esta lucha? ¿Dónde están las
voces escandalizadas por lo que es un asalto frontal a la Constitución
de EEUU? La democracia silenciada es terrible.
La Constitución siempre me ha guiado como ciudadano
estadounidense en mis actos. Establece que EEUU es una nación
de leyes, y establece los ideales que nosotros, estadounidenses,
debemos luchar por conseguir como nación. Como oficial
de los marines juré defender la Constitución de
todos sus enemigos, nacionales y extranjeros.
Fue un juramento que me tomé muy en serio y estoy dispuesto
a dar mi vida por la defensa de la Constitución, algo
que demostré durante mi vida militar, incluyendo mis servicios
en la operación Tormenta del Desierto. No soy pacifista,
pero me opongo a la carrera del presidente Bush hacia la guerra
contra Iraq en este momento. Como firmantes de la Carta de NNUU,
los estadounidenses hemos aceptado atenernos a unas leyes internacionales
que explícitamente deciden las condiciones bajo las cuales
una nación puede declarar la guerra. Todas [las naciones]
precisan estar bajo la autoridad del Consejo de Seguridad [de
NNUU], ya sea que se invoque el artículo 51 (autodefensa)
o cualquier resolución del Capítulo VII [1]
de la Carta de NNUU.
El caso del presidente Bush simplemente no ha demostrado estar
en ninguna de las dos situaciones. Reiteradamente, el presidente
Bush ha manifestado que Iraq no ha cumplido con sus obligaciones
de desarme y que ello supone una amenaza para la paz y la seguridad
internacional. El presidente Bush declaró que Iraq debe
permitir que los inspectores retornen al país, sin condiciones
y con libertad absoluta en todos los lugares. La negativa al
retorno de los inspectores, desde su expulsión en diciembre
de 1998, ha conducido en muchos círculos a temer que Iraq
haya utilizado este tiempo para reconstruir sus programas de
armas de destrucción masiva desmantelados bajo la supervisión
de NNUU; temor que ha demostrado recientemente el gobierno del
Reino Unido en su dossier sobre los programas de armas iraquíes.
Sin inspectores en Iraq era imposible saber con certeza lo que
el régimen de Sadam Husein estaba preparando; y dada la
trayectoria de mentiras de Iraq sobre esas armas en el pasado,
las suposiciones de EEUU y otros países estaban justificadas.
Pero ahora Iraq está de acuerdo en permitir incondicionalmente
la vuelta de los inspectores y acatar las leyes, así como
aceptar las resoluciones existentes del Consejo de Seguridad
sobre desarme. Por fin se nos brinda la posibilidad de conocer
la verdad después de años de especulaciones sobre
la amenaza potencial que suponen las armas de destrucción
masiva de Iraq y también la oportunidad de resolver esta
crisis internacional de forma pacífica.
Eliminar a Sadam Husein
Pero el presidente Bush rechaza el sí por respuesta.
Los actos de la Administración Bush descubren el mito
de que en esta guerra se tiene que luchar contra la amenaza que
suponen las armas iraquíes de destrucción masiva.
Ha quedado claro que el objetivo es la eliminación de
Sadam Husein. Y aquí es donde yo tengo un conflicto. La
Carta de NNUU prohíbe el derrocamiento de regímenes.
La Constitución de EEUU declara que los acuerdos internacionales
firmados por EEUU tienen rango de leyes nacionales. EEUU ha firmado
la Carta de NNUU. Por ello, el derrocamiento de un régimen
no es sólo una violación de las leyes internacionales,
es inconstitucional.
Hay un medio de afrontar la necesidad de cambiar un régimen
que se considera una amenaza internacional para la paz y ese
medio es NNUU. Si el presidente Bush realmente quiere un cambio
de régimen en Bagdad, entonces debe luchar por conseguir
una acusación contra Sadam Husein y la cúpula dirigente
en un tribunal internacional por crímenes contra la humanidad,
algo que no debe ser muy difícil de probar dado el récord
del llamado "Carnicero de Bagdad" (y algo que otros
miembros de NNUU apoyarían, sin duda, como alternativa
a la guerra). Pero conseguir un juicio en un tribunal internacional
requiere que EEUU reconozca la primacía de las leyes internacionales,
algo a lo que la Administración Bush no está dispuesta.
La cuestión esencial en esta crisis entre Iraq y EEUU
va más allá del derrocamiento del régimen
iraquí. Representa el primer estudio sobre el terreno
de la mejora de una nueva 'estrategia de la seguridad nacional',
publicada el mes pasado, que establece una doctrina de unilateralidad,
la cual se capitaliza en lo económico y en lo militar
y que pretende mantener a EEUU como un única superpotencia
para imponer nuestros deseos al resto del mundo, incluso mediante
la acción militar preventiva. Esta estrategia es un rechazo
a la comunidad internacional y supone volver la espalda a las
leyes internacionales.
Esta nueva doctrina estadounidense de Bush de la unilateralidad
apesta a imperialismo, el poder contra el cual los estadounidenses
luchamos hace más de 200 años. En las calles de
Washington DC no hay manifestantes que protesten contra este
asalto frontal a la democracia estadounidense. ¿Las calles
de Londres volverán a llenarse de gente en contra de esta
violación de las leyes internacionales? Eso espero, porque
los británicos pueden ser líderes con su ejemplo
enviando un mensaje a sus compañeros demócratas
de EEUU: cuando el gobierno tome acciones en nombre del pueblo,
la voluntad del pueblo no puede ignorarse, y no será ignorada.
Nota de CSCAweb:
1. Capítulo
VII: Acción en caso de amenazas a la paz.
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