Más de lo que los ojos
ven
Hassan Nafaa*
Al-Ahram Weekly, núm. 608, 17 a 23 de octubre de 2002
Traducción: Loles Oliván CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"¿Qué
opciones le quedan, pues, a Iraq a la luz de las actuales circunstancias?
Sobre todo, en este tiempo crucial, el régimen iraquí
debe basar sus decisiones en cálculos precisos y juiciosos.
No debe sucumbir a sueños ociosos ni falsas esperanzas.
Simultáneamente, sea lo que sea lo que el régimen
decida, ello no absolverá ni a la comunidad internacional,
ni a los gobiernos árabes, ni a los pueblos árabes
de asumir sus responsabilidades en caso de que la guerra se produzca."
Las repercusiones de una guerra dirigida por EEUU contra Iraq
se dejarán sentir mucho más allá de las
fronteras de los dos países. Iraq, como objetivo, sufrirá
daños drásticos perceptibles de inmediato. Sin
embargo, una campaña militar contra Iraq hará estallar
una serie de reacciones en cadena que a largo o corto plazo afectarán
críticamente las balanzas de poder regional e internacional.
Por encima de todo, si EEUU pone sus manos sobre el petróleo
iraquí estará en tal posición de dominio
internacional como para reconfigurar el mapa político
regional de modo que se asegure sin oposición alguna los
recursos de la zona.
Muchas potencias regionales e internacionales abrigan tan
profundas sospechas sobre las intenciones y los motivos de Washington
que a pesar de la disparidad de sus propias metas, están
unidas por el común interés de evitar que EEUU
utilice la crisis iraquí para intensificar su hegemonía
global por medio del monopolio del control del petróleo
del Golfo. Al mismo tiempo, sin embargo, a esas fuerzas les preocupa
ser percibidas como apoyos de un régimen temerario y arrogante
cuyo record es difícilmente defendible. En consecuencia,
el movimiento para verificar los esquemas de EEUU hacia Iraq
está determinado, hasta cierto punto, por el comportamiento
de Bagdad y por su habilidad para abarcar los contornos de la
actual configuración regional e internacional que, desde
comienzos de los años 90, han cambiado considerablemente.
La agenda secreta
La brecha entre los objetivos declarados de Washington respecto
a Iraq y lo que parece estar en su agenda secreta se ha hecho
ostensiblemente visible. EEUU ha declarado reiteradamente que
su único objetivo es desarmar a Iraq de armas de destrucción
nuclear. Ciertamente, Washington no ha ocultado su deseo de descabezar
al régimen iraquí. Sin embargo, justifica tal deseo
en los términos de su objetivo declarado. EEUU mantiene
que es imposible desarmar a Iraq mientras el presidente Sadam
Husein permanezca en el poder porque no cooperará verdaderamente
con los inspectores internacionales de desarme sino que intentará
engañarles. Sin embargo, un gran sector de la opinión
pública de todo el mundo, especialmente gente de procedencia
política e intelectual más objetiva, siguen sin
convencerse, particularmente porque hasta ahora EEUU ha fracasado
en convencer sobre la evidencia de sus metas. De hecho, según
avanza la crisis, los que mantienen esta posición se han
convencido progresivamente de que Iraq ya no constituye una amenaza
contra la seguridad de nadie, incluso aunque duden de que Iraq
se haya deshecho de su armamento de destrucción masiva.
Esas fuerzas se inclinan más a creer que la agenda de
EEUU tiene más que ver con consideraciones [de política]
interna, por un lado, y con aspiraciones imperialistas, por otro,
que con el arsenal de Bagdad. En el mundo árabe, a la
opinión pública le parece cada vez más claro
que nunca que EEUU pretende re-dibujar el mapa político
de la región de modo útil a sus intereses y más
favorable a los intereses de Israel para un arreglo de paz.
Debido a que la campaña de EEUU contra Iraq deriva
su primer ímpetu de los halcones de la Administración
Bush, [dicha campaña] contiene un considerable grado de
arrogancia y provocación. Por ello, no sorprendió
que ese grupo [de halcones] insistiera inicialmente en
que EEUU tenía el derecho de usar todos los medios posibles
(incluida la fuerza militar) para derrocar al régimen
de Iraq sin tener ni buscar un nuevo mandato ni del Consejo de
Seguridad (CS) de Naciones Unidas (NNUU) ni del Congreso [estadounidense].
Naturalmente, este atrevimiento provocó tal protesta,
tanto en EEUU como en el extranjero, que la Casa Blanca se vio
forzada a hacer una concesión táctica. Buscaría
la aprobación del CS de NNUU y del Congreso a sus planes
sin alterar lo esencial de sus objetivos estratégicos.
Así, el presidente de EEUU dedicó toda su intervención
ante la Asamblea General de NNUU este año a la crisis
iraquí. Iraq -proclamó Bush- constituye un peligro
único, no solo para la seguridad de EEUU y la seguridad
de sus vecinos, sino para la paz y la seguridad de todo el mundo.
[Bush] urgió al CS que estuviese a la altura de este reto.
Sin embargo, el hecho de que los cargos que presentó contra
Bagdad fueron más allá del marco de las armas de
destrucción masiva hasta incluir todo (desde violaciones
de los derechos humanos al robo de propiedades kuwaitíes)
sirvió para proporcionar a los observadores la evidencia
de que la primera meta de Washington era echar al régimen
de Iraq.
Contra el telón de las crecientes sospechas sobre los
designios de EEUU, la comunidad internacional comenzó
a moverse para capitalizar la reciente retractación de
su posición respecto a NNUU. La comunidad internacional
comenzó entonces a presionar para que se aceptasen dos
principios fundamentales: el primero, que [la cuestión
de] las armas de destrucción masiva debería ser
el criterio prioritario para la intervención internacional
y, segundo, que el recurso a la fuerza contra Iraq, en el caso
de que rechazase el cumplimiento de las demandas de los inspectores
de desarme, requeriría una segunda resolución del
CS de NNUU expresamente para tal propósito. Ciertamente,
la declaración de Bagdad a cerca de que [Iraq] estaba
preparado para aceptar sin condiciones el retorno de los inspectores
de armamento de NNUU, y los subsiguientes esfuerzos para alcanzar
un acuerdo con el equipo negociador de NNUU para tal fin, sacó
el viento de las velas de los halcones de Washington al
menos, de momento.
Si los esfuerzos de Bagdad alentaron la posición de
aquellas fuerzas que tratan de impedir la prevista guerra y contener,
aunque solo sea de manera temporal, el furor del toro estadounidense,
los belicistas de Washington no iban a tirar la toalla tan fácilmente.
Haciendo uso de todos los medios a su disposición -los
legítimos y otros- trataron de socavar los intentos de
restringir el enfoque sobre Iraq a las armas de destrucción
masiva. Como no hay diferencia fundamental entre las palomas
y los halcones de la extremista Administración
de Washington actual, al respecto de sus objetivos estratégicos,
se re-distribuyeron los papeles. A los denominados palomas
se les ha asignado la misión de buscar las medidas formales
necesarias que garanticen la pátina de legitimidad imprescindible
para levar a cabo las metas que los halcones ya habían
definido.
Los 'triunfos' de Washington
Mediante esas tretas, la Administración de EEUU se
ha marcado un número de triunfos. Triunfó,
en primer lugar, prevaleciendo sobre NNUU al posponer el envío
del equipo de inspectores a Iraq, a pesar del acuerdo que Bagdad
había firmado con el director del equipo de inspecciones
[Hans Blix] y con el director general de la Agencia Internacional
de la Energía Atómica (AIEA) y, de acuerdo con
el cual, Iraq había otorgado todas las condiciones necesarias
para garantizar la minuciosidad y eficacia del proceso de inspecciones.
No había base legal para ese aplazamiento. Segundo, parece
que EEUU se las arregló para alterar la posición
de Hans Blix. Tras una reunión con ex representantes oficiales
estadounidenses, Blix anunció que apoyaba la emisión
de una nueva resolución del CS. Haber hecho públicas
estas declaraciones fue simplemente una infracción inmoral
por parte de su oficina; como funcionario de NNUU, Blix no debe
recibir instrucciones de nadie más que del secretario
general de NNUU.
En tercer lugar, la Administración de EEUU logró
asegurar un casi unánime mandato del Congreso [de EEUU]
para lanzar la guerra contra Iraq, sin hacerlo depender de una
resolución del CS de NNUU. No hace falta decir que la
decisión del Congreso constituye una flagrante quiebra
del Derecho Internacional y una provocación deliberada
contra la comunidad internacional. Más aún, el
Congreso exigió un gran soborno por su cooperación.
A cambio del mandato del Congreso, Bush firmó una ley
de reconocimiento de Jerusalén como capital indivisible
y eterna de Israel. La moneda utilizada en este intercambio aporta
la última prueba de que las sensibilidades árabe
y musulmana son las últimas consideraciones que la Administración
de EEUU tiene en cuenta. Todo esto ha preparado el terreno para
la resolución sobre Iraq que ahora solo espera el voto
del CS de NNUU. Si se aprueba dicha resolución tal cual
está [redactada], se habrá dado a EEUU autoridad
absoluta y exclusiva para manejar la crisis iraquí a su
antojo.
El borrador de la resolución [presentada]ante el CS
representa, no una respuesta equitativa a una amenaza a la paz
y seguridad internacionales, sino un intento flagrante de imponer
la voluntad de Washington sobre la comunidad internacional. Se
ha interpuesto ante NNUU un peligroso reto que podría
conducir a su colapso absoluto si fracasa en contestarlo eficazmente.
La resolución está intencionadamente redactada
para provocar que Iraq la desafíe y delata la determinación
de EEUU de golpear al país del Golfo tanto como pueda.
No solamente reclama que Iraq proporcione toda la información
que posee sobre armas ilegales y programas de armamento, sino
también sobre "programas que [Iraq] declara son para
propósitos que no tienen que ver con la producción
de armas o con sus materiales". En otras palabras, la responsabilidad
de demostrar que Iraq no posee armas de destrucción masiva
recae no sobre el comité de inspectores sino sobre el
gobierno de Iraq. En caso de que Iraq provea información
falsa, o pase por alto información, o fracase en su cumplimiento
con el comité de inspecciones o con cualquier parte de
la resolución, ello justificará el uso de la fuerza
según se estipula en el párrafo 10.
Más adelante, se requiere a Iraq que permita al equipo
de inspectores entrevistar a cualquier representante, científico
o cualquier otro personal relacionado con los programas de armamento
iraquíes. El comité [de inspecciones] tiene derecho
a obtener los nombres de todas las personas relacionadas con
esos programas y las entrevistas que se requieran podrán
tener lugar en Iraq o en el exterior y sin presencia de representantes
oficiales iraquíes. Estos párrafos (3 y 4) dan
credibilidad a los rumores de que EEUU intenta drenar a Iraq
de sus científicos y técnicos y apropiárselos
para si tras garantizarles la ciudadanía estadounidense.
Se espera de Iraq que acepte la presencia de las fuerzas de
NNUU para acompañar al equipo de inspectores. [Iraq] deberá
dar a esas fuerzas acceso sin restricciones a cualquier lugar
-incluidos los palacios presidenciales- sin previo aviso. Deberá
asimismo otorgar [a las fuerzas de NNUU] el derecho de declarar
zonas de acceso prohibido y usar varios tipos de aviones. Iraq,
en otras palabras, debe doblegarse a las inspecciones bajo la
amenaza de las armas.
Para añadir al insulto la injuria, la resolución
declara que cualquiera de los miembros permanentes del CS tiene
derecho a estar representado en el equipo de inspecciones con
todos los derechos acordados para el resto de los miembros del
equipo. Este párrafo (5) es un escándalo legal
y ético porque confunde la demarcación entre los
poderes y las funciones de los miembros permanentes del CS y
los poderes y funciones de los expertos designados por el secretario
general para llevar acabo las resoluciones de NNUU.
De aprobarse la resolución en su actual redacción,
EEUU habrá logrado asegurarse para si el derecho a colocar
un delegado -a espiar- para informar directamente a Bush en lugar
de a Kofi Annan.
La opciones de Iraq
La máquina militar de EEUU se está aproximando
a Iraq, con o sin un nuevo mandato del CS a la medida de EEUU.
Frente a este panorama y ante el actual equilibrio de poder,
poco puede hacer la comunidad internacional salvo abstenerse
de emitir una resolución que sancionaría lo que
equivale a una abierta agresión. Desgraciadamente, las
presiones son de tal calado que los compañeros de Washington
en el CS encontrarán difícil hacer uso de su derecho
al veto. Igualmente, parece que lo más que podrán
hacer los gobiernos árabes será abstenerse de participar
ofreciendo apoyo logístico para un ataque. Sin embargo,
existen ya indicios de que algunos gobiernos árabes, si
no están planeando un papel activo en el combate, ofrecerán,
voluntariamente o bajo presión, facilidades a las fuerzas
estadounidenses.
¿Qué opciones le quedan pues a Iraq a la luz
de las actuales circunstancias? Únicamente tiene dos alternativas.
Puede luchar con todo el poder y recursos que posea con la esperanza,
quizá, de llevar el campo de batalla a las ciudades, donde
el enemigo sufriría pérdidas cuantiosas, y resistir
hasta que las presiones árabes, islámicas e internacionales
crezcan lo suficiente como para alterar la balanza de poder [que
pueda] influir en la guerra.
La otra opción es que el régimen renuncie en
interés de la seguridad y el futuro del pueblo iraquí.
Sin embargo, haciendo eso, debería estipular supervisión
internacional -y no de EEUU- para unas elecciones libres y justas
que garantizasen las riendas del poder a un gobierno que represente
al pueblo iraquí y no a un gobierno 'por poderes' de EEUU.
Las ventajas de la primera opción es que daría
origen a circunstancias propicias para un movimiento de resistencia
masiva árabo-islámico. Tal movimiento podría
formar la plataforma apropiada, si no la única, para quebrar
la arrogancia de EEUU y rescatar a la región de una larga
y oscura época de dominación estadounidense-israelí.
La ventaja de la segunda opción es que ahorraría
las energías del pueblo iraquí para la batalla
que todavía está por venir.
En ambos casos, el régimen iraquí debe demostrar
tanta flexibilidad y auto control como pueda. Debe evitar cualquier
intento de provocar la incitación del pueblo [árabe]
contra los gobiernos árabes, incluyendo a aquellos que
se sabe están inclinados a favorecer la posición
de EEUU. El gobierno iraquí no ganará nada con
tales intentos. En cualquier caso, los pueblos son plenamente
conscientes de las posiciones de quienes les gobiernan y no perdonarán
a sus gobernantes por ayudar directa o indirectamente una injusta
agresión dirigida por EEUU. Solo a los pueblos les corresponde
pedir cuentas a sus gobiernos. Esta ya no es la edad en que se
incita a la acción de las masas haciendo sonar altavoces.
Los pueblos se mueven por consideraciones mucho más complejas.
Es suficiente recordar, a este respecto, que la muerte de Muhamed
al-Dorra agitó los sentimientos del mundo bastante más
poderosamente que lo hicieron nunca los discursos y la retórica
palestina.
Sobre todo, en este tiempo crucial, el régimen iraquí
debe basar sus decisiones en cálculos precisos y juiciosos.
No debe sucumbir a sueños ociosos ni falsas esperanzas.
Simultáneamente, sea lo que sea lo que el régimen
decida, ello no absolverá ni a la comunidad internacional,
ni a los gobiernos árabes ni a los pueblos árabes
de asumir sus responsabilidades en caso de que la guerra se produzca.
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