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Túnez. La protección popular de la revolución… ahora!

Una condición para la victoria y la futura opción árabe socialista

Durante los años 80, se repetía una y otra vez la retórica del milagro tunecino, antes de que las corporaciones multinacionales barrieran el excedente y se marcharan de Túnez a lugares más baratos en mano de obra.

Adel Samara, Ramallah ocupada
http://kanaanonline.org/ebulletin-en/,   23 de enero de 2011
Traducción: Andrea Arteche

El pueblo tunecino comenzó el Año Nuevo de un histórico y maravilloso modo revolucionario. No hay duda de que es la revolución del pobre, del explotado, del políticamente y socialmente oprimido. Ésta es la esencia de clase de una revolución real que alza las siguientes cuestiones. En primer lugar, ¿cuáles son los elementos de esta revolución del pueblo?. ¿Quiénes son los que inundan las calles?. ¿Son distintos a los trabajadores, los campesinos, los estudiantes y la clase media?. ¿Si no son elementos de clase social, es “turba” y “vagabundería” (utilizando el término clásico árabe ‘Aawam wa Ghawgha’a)?
¿Contra quién tuvo lugar la revolución? ¿Era únicamente contra Ben Ali, o contra su partido dirigente? ¿O está en contra de una clase social y de una alianza de clases y fracciones de estructura local mafiosa, compradores parásitos, burócratas y comerciantes? Esta estructura es de relaciones profundas y, sobre todo, con intereses en las empresas extranjeras, con preferencia de las francesas y estadounidenses, empresas que absorben el excedente producido por trabajadores y trabajadoras tunecinas.
Que las personas que inundaban las calles no levantaran eslóganes políticos, ello no niega su realidad de clase, puede que su conciencia de clase política no estuviera aún altamente cristalizada. Pero ocurre lo contrario, es decir, se confirma que el régimen dictatorial triunfa en anticiparse y hundir (tajweef) la conciencia política de las clases populares a través de una total eliminación de toda forma de oposición, fundamentalmente de los partidos políticos (tajrif). La meta del dictador no es sólo extender su gobierno sino que va más allá, subyugando a las masas en la creencia de que si se sublevan y el régimen colapsa, permanecerán al borde del caos por no tener un partido político que los dirija [1]. La situación social más peligrosa surge  cuando no hay partidos políticos que guíen, dirijan y eduquen a las clases, especialmente en el momento de la Intifada.
Las clases populares tunecinas puede que no alcen eslóganes contra el capitalismo o por la emancipación de las mujeres, pero ello no niega que estén contra el capital y por la emancipación de las mujeres. Las mujeres han estado en el centro de las masas en las calles. Los momentos más maravillosos de la revolución es que debilita el poder del capital y el patriarcado. Cuando el pueblo controla calles y fábricas, ningún hombre puede mandar a su hija que se quede en casa. Recordemos la lección de la traicionada primera Intifada palestina.
Pero volviendo a los eslóganes: cada momento produce su eslogan. Los eslóganes se desarrollan con los gritos enfadados primeros que surgen de la protesta por la libertad, y que al final culminan en derrocar el régimen. Por ello, en nuestros primeros artículos sobre la revolución de Túnez, se incentiva al pueblo a ocupar las calles para que después, los eslóganes progresen en el desarraigo del régimen y la ocupación de la fábrica.

Misión aún no conseguida
La lucha aún continúa. La contrarrevolución aún apoya al poder. Incluso cuando el primer ministro dimite del partido dirigente, aún no queda claro si el ejército protege a las fuerzas de seguridad o al resto del régimen. El término de “ejército patriótico” es vago al no existir evidencia de que el dictador no haya puesto en la cúpula militar a sus propios partidarios. Puede que el ejército no intervenga brutalmente porque los principales puestos ministeriales están en las manos de la vieja guardia, y no hay partidos fuertes que cubran el hueco. Debemos pues ser conscientes de que el ejército podría aún ser el último resorte del régimen como partido y como clase social.
Tampoco está claro aún que Estados Unidos y Francia dieran a Ben Ali la orden, y no el aviso, de marcharse. En caso de que esto fuera cierto, ello significaría que Estados Unidos está corrigiendo las órdenes dadas a sus agentes. Lo contrario sería el “consejo” que, hace unos años, H. Kissinger dio al régimen argelino:  matar a 500 personas durante el primer día de la Intifada, lo cual sería suficiente para pararla, como él indicó. La respuesta del régimen argelino fue matar incluso más de lo que Kissinger recomendó.
Al no haberse aún conseguido la misión, las masas no deberían abandonar las calles, sino que deberían además ocupar las fábricas, fortalecer los comités populares, comités de vecinos para proteger sus hogares y propiedades. Esta es la mejor preparación para una larga huelga así como para la desobediencia civil, en caso de que el ejército apoyase los vestigios del pasado régimen. Estas actividades son los principales elementos del poder del pueblo.
Es el poder y la autoridad de la “Protección Popular” el modelo que fue desarrollado en la primera Intifada palestina contra el Régimen Ashkenazi Sionista (RAS) de Israel. El poder de la Protección Popular es la única fuerza que puede confrontar el robo de la contrarrevolución de la revolución, ya sea por herencia o por golpe de estado. Únicamente con este poder las masas estarán siempre preparadas a movilizarse y defender su revolución, y será el mejor medio de probar la preparación del ejército de proteger a las masas cuando marchen hacia el palacio presidencial. Es un poder que debe provenir de las tres principales corrientes oprimidas, a saber, nacionalistas, islamistas y socialistas. Durante la transformación de hoy en día, debemos ser conscientes de que todos aquellos que llaman a la calma es porque no quieren que nada cambie, ¡y se quedan satisfechos con la sigilosa huída de Ben Ali!

¿Quien es el enemigo del pueblo?
De nuevo decimos que si la revolución no se posiciona contra una clase social o una coalición de clase, incluso contra las clases internas y externas, entonces ¿quién lo hace?. En primer lugar y esencialmente, la revolución está contra la coalición de la clase dirigente, contra las clases dirigentes compradoras árabes, el RAS y las clases dirigentes del oeste capitalista. Se posiciona contra esta estructura que absorbe el excedente a escala mundial, incluido Túnez, y que hoy se convierte en el punto de confrontación. Cada uno de estos enemigos interfiere a su propia manera. El RAS [2]interfiere a través de cuadrillas para matar, los regímenes árabes a través de la amargura de Gaddafi, y los regímenes imperialistas enviando policía secreta experta en terroristas, ONG que compran y sobornan, y medios de comunicación que permanecen silenciosos hasta el colapso de Ben Ali. Y en cuanto a los medios de comunicación occidentales, es suficiente referirse al titular sucio y racista de Le Monde de París: “Hasta los árabes se sublevan”.

La dimensión nacionalista árabe
El último siglo, y milenio, acabaron mientras la nación árabe estaba siendo arrastrada entre la Patria Árabe, tras la destrucción de Irak, y la resistencia directa que debilitaba la base económica del imperio de sangre. Más de un millón de iraquíes habían sido masacrados por EEUU y sus seguidores, en busca de más petróleo; el mundo se sorprendía por la resistencia del campo de refugiados palestino de Jenin contra el ejército sionista y su máquina militar racista; Líbano era dirigido por Hezbollah que derrotaba al ejército sionista, y la imperecedera resistencia de Gaza se entregaba a ese mismo ejército.

Hoy Túnez comienza el Nuevo Año con una revolución popular.
El tema central de hoy en día es que la tierra o patria árabe,  es decir, la nación árabe, está implicada en una guerra defensiva contra el capitalista occidental que perpetúa su agresión. Una agresión que comienza con el colonialismo occidental, continúa a través del imperialismo y la globalización actual, y nunca se detendrá mientras el capitalismo siga presente. La derrota del imperialismo, del sionismo y del comprador árabe es la contribución que se ha de entregar a la humanidad, lo cual nunca se conseguirá sin la alianza democrática conjunta entre la izquierda árabe, los nacionalistas y los islamistas [3]; y sólo este frente civilizado y responsable es capaz de realizar esta entrega.
La revolución tunecina es una confirmación directa del divorcio absoluto entre el latente nacionalismo popular [4] (al-Sha’abi) y el nacionalismo oficial de los regímenes dirigentes (al-Rami). Son campos contradictorios. Por ello, dos actitudes han cristalizado hacia la revolución tunecina:
Las masas comienzan a aprender sus propias lecciones.
Y los dirigentes intentan lo mismo.
Lo cual significa que lo que viene ahora es una lucha social panarabista. Parece que es el imperativo. Debemos apoyar la tarea de ayudar a la humanidad a destruir la tiranía del capital y probar que la cuna de la civilización es la salvadora de la civilización.

El mito del milagro tunecino
Durante los años 80, se repetía una y otra vez la retórica del milagro tunecino, antes de que las corporaciones multinacionales barrieran el excedente y se marcharan de Túnez a lugares más baratos en mano de obra. En los años 90, grandes cantidades de inversión directa e indirecta extranjera ocupaba Túnez, destruyendo su industria y agricultura local, lo cual condujo a una profunda absorción del excedente y un incremento del desempleo. Muchos economistas occidentales convencionales, e incluso de izquierda, alabaron entonces el llamado milagro de Costa de Marfil de los 80, ¡que hoy vemos dónde ha terminado! Samir Amin fue el único pensador que negó tal manipulación.
El régimen de Ben Ali jugó el papel de la economía de trickle-down, con la privatización, la corrupción y el incremento en la recaudación de impuestos. La campaña del régimen contra las masas se fundó en la creencia de que la sociedad está políticamente muerta, basando sus políticas en la ecuación de la separación absoluta entre la economía y la política.
El principal desarrollo fue que el régimen falló en considerar la emersión y expansión de cientos de miles de jóvenes graduados, con una educación y un conocimiento que les incentivó a la protesta. Este fenómeno de jóvenes graduados es una tradición lograda por el nasserismo de Egipto, que ha permitido a jóvenes de clase media estudiar libremente. Este “spectro nasserista” es la principal amenaza de los dirigentes compradores ya que, al mismo tiempo que este espectro apoyaba a los islamistas en Egipto, se convertía al mismo tiempo en una forma de populismo que ha guiado la revolución en Túnez.
Por último decir que es aún pronto para predecir hacia donde se dirige Túnez. El régimen no ha colapsado aún, y la contrarrevolución está maniobrando con el terror de la policía, la manipulación y la conspiración. Para garantizar la victoria de la revolución, las tres principales corrientes deberían escuchar más a las masas para guiar la revolución y establecer el poder revolucionario en paralelo, y contra el falso nuevo gobierno. Esta alternativa es el único modo de proteger la revolución y continuar hacia delante hasta que los reaccionarios se rindan y acaten todas las demandas del pueblo, como por ejemplo, la evacuación del palacio.
Hoy la patria árabe se abre a distintas alternativas. La revolución tunecina debe continuar y debe también protegerse para conseguir la libertad, el poder del pueblo, la democracia, el desarrollo y el socialismo.
Notas:
[1] Éste es el único significado de la declaración, pobre y amarga, de Gaddafi al sostener que Ben Ali (Al-Zain) era lo mejor para Túnez.
[2] Lo que el pueblo ha descubierto, y podría descubrir incluso más aún, del terror sionista en Túnez es una clara confirmación de que está contra la nación árabe. Es por ello que la contradicción con el RAS es antagonista.
[3] Algunos falsos marxistas, como el grupo de Hawatmeh del Frente Democrático para la Liberación de Palestina, comenzaron la agitación contra los islamistas tunecinos. Este es el mejor ejemplo de una izquierda oportunista que busca la bendición de la izquierda imperialista occidentalizada. Por un lado, no son capaces de diferenciar el fundamentalismo de los islamistas revolucionarios y, por otro lado, son incapaces de entender que la democracia, que OCCIDENTE está debatiendo, no debería negarse en un lugar y aceptarse en otro. ¡Dejemos que las masas decidan!
[4] Como nación en lucha, con varias invasiones, colonialismo, intercambio desigual, etc., la nación árabe se divide en un nacionalismo de clases populares que lucha por la unidad de la gente árabe, la libertad, el desarrollo y el socialismo, por un lado, y un nacionalismo de clases dirigentes que es externalizado y dependiente de Occidente, represivo y opuesto a la unidad de nuestra nación.
Nota de CSCA: El CSCA no se hace responsable de los posibles juicios de valor que se transmiten en este artículo por parte del autor hacia miembros de diferentes facciones políticas palestinas.