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Presentaciación de la entrega del Premio “José Lorca” a José Antonio Garcia Santaclara

Susana González García. Fundación Siloé

Es difícil resumir una trayectoria tan dilatada. A lo largo de los años, recuerda al gorrión, que no puede estar en un sitio porque su espíritu inquieto lo lleva siempre a nuevos destinos.

http://www.fundacionsiloe.org/  15 de Noviembre de 2010

Santaclara

Hoy me toca el difícil papel de presentar, en pocas palabras, a “Santa” (como familiarmente le llamamos) una persona cuya forma de hacer le ha hecho merecedor este año de la distinción del Premio “José Lorca”. Conociéndole, sé que ha aceptado la distinción por el sentido del deber y por respeto a la Institución y pese a la publicidad que reporta y a la solemnidad de la entrega, “Santa” piensa, como Machado, que todo narcisismo en un vicio feo y ya un viejo vicio.
Es difícil resumir una trayectoria tan dilatada. A lo largo de los años, recuerda al gorrión, que no puede estar en un sitio porque su espíritu inquieto lo lleva siempre a nuevos destinos. Hablar de su vida es, primero, hablar de un sacerdocio algo tardío y de un cura atípico que tiene su iglesia en la calle pero también, hablar de su vida, es recorrer geografías, cambiarse de ropa y hacer paradas en distintos sitios del camino:
- en San Juan de Dios donde trabajo con enfermos mentales y quedo muy influido por el loco de Granada Juan Ciudad alias “Juan el de Díos”
- en el teléfono de la esperanza,
- en París, donde las experiencias que guarda en su memoria están siempre a flor de piel, trabajó con inmigrantes y entró en contacto con el padre Gilbert y la Asociación Siloé.
 - en el hospital psiquiátrico de Oviedo, en la cárcel ….
- Y en la Asociación Chavales en libertad cuya llegada supuso la incorporación, en la atención de menores, de técnicas de intervención social y educativa dentro de un proyecto residencial alternativo -en aquella época- a los internamientos de menores en grandes instituciones. De su actividad en Chavales destacaría muy resumidamente:
La organización y desarrollo de unas jornadas sobre La problemática del menor en Asturias que se celebraron, el 8 de marzo de 1985 en Perlora,  a instancias de la Directora Regional de Acción Social, hoy Procuradora General del Principado de Asturias. Se consiguió por primera vez en la región reunir a todos los profesionales que trabajaban con menores privados de un ambiente familiar en instituciones públicas y privadas. La respuesta a esta convocatoria fue masiva, y  supuso el inicio de una nueva forma de abordar la intervención con los menores, así como la necesidad de profesionalizar la intervención. Para los profesionales que vivieron ese momento, significó un antes y un después en la atención a los menores en Asturias y en los procedimientos de intervención educativa.
Es a partir de este momento cuando “Santaclara” estructura organizativamente a la Asociación Chavales y se van articulando los proyectos educativos, dotando a Gijón, en el año 1986, de cinco hogares funcionales y un proyecto de trabajo --en invernaderos--
“Santa” siempre puso mucho énfasis en “cuidar el proceso de cada menor”, insistía constantemente, “porque no somos todos iguales, cada uno tiene derecho a la diferencia”, “somos nosotros, la Asociación y quienes la conforman, los que debemos buscar las fórmulas de responder a sus necesidades individuales…”,
La preocupación constante de Santaclara de “adecuar las organizaciones sociales a las necesidades de las personas”, lo llevó a plantear la creación de nuevos recursos y así surgen los centros de Día y los Hogares del Programa de Sol a Sol en la Fundación Siloé.
De toda su amplia trayectoria me gustaría destacar tres aspectos de su personalidad: Primero, su carácter siempre comprometido. En este sentido se ha mantenido eternamente inconformista, defendiendo siempre la misma causa: “a los más desfavorecidos por una sociedad opulenta”.
Un ejemplo de esto es que hoy continua dedicando su quehacer a los que están en la cárcel o que salen y entran de ella, a los enfermos de Sida, (incluso cuando esta enfermedad era rechazada y marginada socialmente) a las personas discapacitadas y en su último proyecto continúa trabajando por las personas que padecen mayor estigma social: los enfermos mentales. Pero muy meritoriamente hoy queremos reconocerle su especial atención (y con que inimaginables y escasos recursos) a niños y jóvenes en situación de riesgo y desprotección dándoles educación, apoyo humano, casa y afecto; en suma todo ese conjunto de comportamientos que permiten a las personas vivir con dignidad en un ámbito de solidaridad y de respeto.
El segundo aspecto que yo resaltaría en el quehacer de “Santa” es su espíritu incansable, optimista y un trabajo hecho con una muy importante dosis de amor. “Santa” nos enseño, a los que trabajamos con él,  que no hay que conformarse con lo que nos muestra la superficie y que hay que descender hasta conocer la realidad del otro. En muchas ocasiones esto nos ha hecho sufrir con las injusticias, el dolor y las profundas heridas de las personas, especialmente los niños; pero también hemos disfrutado con las personas luchadoras y con capacidad de resistirse en la adversidad.
Y por ultimo Santa es de esas personas cuya profesionalidad se distingue,  no por un tecnicismo académico, sino por una dimensión afectiva y personal. Ha fatigado las páginas de Thomas Merton y piensa, como él, que "no somos ángeles ni estatuas", somos personas. Y es ésa humanidad, de cuerpo y alma, su estandarte más preciado.
Precisamente por todo ello, es importante, aunque sea de forma episódica y excepcional, poner de relieve lo que es un extraordinario ejemplo de conducta, actitud ética y cívica poniendo en marcha, sin dejarse amilanar por la dificultades, por la incomprensión, por la falta de recursos económicos y de personal algo tan noble y necesario como los recursos del Programa Chavales, que a lo largo de más de 30 años han ofrecido una pedagogía de la ternura ( “como él suele decir”) a más de 800 niños asturianos.

Primero, su carácter siempre comprometido. En este sentido se ha mantenido eternamente inconformista, defendiendo siempre la misma causa: “a los más desfavorecidos por una sociedad opulenta”.
Continua dedicando su quehacer a los que están en la cárcel o que salen y entran de ella,  trabaja, en la ardua y complicada tarea, de acompañar a los enfermos de Sida, cuando esta enfermedad era rechazada y marginada socialmente. Ha respondido a las necesidades de las personas discapacitadas y en su último proyecto continúa trabajando por las personas que padecen mayor estigma social: los enfermos mentales. Pero muy meritoriamente hoy queremos reconocerle su especial atención (y con que inimaginables y escasos recursos) a niños y jóvenes en situación de riesgo y desprotección con escaso o nulo apoyo familiar y social dándoles educación, apoyo humano, casa y afecto; en suma todo ese conjunto de comportamientos que permiten a las personas vivir con dignidad en un ámbito de solidaridad y de respeto.