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Intervención de José Antonio García Santaclara, galardonado con el premio “José Lorca” a la promoción y defensa de los derechos de la Infancia, en el acto de entrega

Interpretando el sentir mayoritario de esta tribu (…) la aportación económica del premio la donamos íntegramente a los niños y niñas palestinos para su proyecto de escuela de la comunidad beduína de Jahalim, de Jerusalén este y Jericó.

El pasado 15 de Noviembre se hizo entrega del IV Premio "José Lorca" que otorga el Institutu Asturianu d'Atención Social a la Infancia por su trayectoria en defensa de los derechos de niñas y niños a nuestro compañero y amigo José Antonio García Santaclara. “Santaclara” desempeña actualmente labores de dirección de la Fundación Siloé, organización que trabaja en la atención y mejora del bienestar de menores, personas enfermas y marginadas por nuestra sociedad. El premio fue entregado en el acto desarrollado en la Procuraduría de la Xunta Xeneral por la titular de la Conseyería de Bienestar Social y Vivienda del gobierno de Asturies Noemí Martín González, la Procuradora María Antonia Fdez. Felgueroso y por la directora del Instituto de Gloria Fernández.

José Antonio García Santaclara

La casa tejida

Consejera de Bienestar Social y Vivienda del Principado de Asturias.
Directora del Instituto Asturiano de Atención Social a la Infancia, Familias y Adolescencia.
Miembros integrantes del Jurado de la IV Edición del Premio del Principado de Asturias “José Lorca” a la promoción y defensa de los derechos de la infancia.
Amigas y amigos,
saludo vuestra presencia y compañía, razón para sentirme bien hoy, aquí, amén de algunas razones más, que seguidamente mencionaré.
Aunque un tanto confundido, que no confuso, quiero en primer lugar expresaros a las personas que integráis el jurado del premio José Lorca, mi sincero agradecimiento por esta distinción que tan generosamente me habéis concedido.
Es un privilegio para mí que el premio que me otorgáis, lleve el nombre de José Lorca, fiscal de menores. Persona de gran calidad humana y profesional, José Lorca permanece entre nosotros como ejemplo a seguir  en la defensa y promoción de los derechos de la infancia.
Hoy, en torno a este premio y a los derechos de los niños y niñas, quiero recordarle y que le recordemos con cariño y gratitud, como a un buen amigo que se fue y que está.
Otra de las razones cruciales para una razonable satisfacción, es el hecho de que este premio se centra y tiene su origen y finalidad única y exclusivamente en la defensa y promoción de los derechos y bienestar de los niños y niñas.
Un acto como este, no cabe que pueda ser en términos absolutos, atribuido a una sola persona, en mi caso con más razón, y así se expresa con muy buen criterio y equidad, en la decisión del jurado, cuando se habla de “labor de equipo” y “trayectoria y compromiso personal” con los derechos y bienestar de los más pequeños.
Por mi historia, parece que he sido durante algún tiempo un experto en la práctica de lo que considero “mi forma de movilidad ascendente”, para algunos “inadaptabilidad descendente”, que me llevó de manera casi permanente a colaborar con diversidad de proyectos, gentes e instituciones y aún muy recientemente, a la Palestina ocupada, la del olivo, de los muros y alambradas. No fui solo, me acompañaron amigos, y con nosotros viajó una paloma palestina, crucificada en los alambres del gheto más extraño de este tiempo, y con la paloma vinieron las miradas de tantos y tantos niños sin niñez, con sus derechos violados en la inviolable dignidad del niño, porque la dignidad de cada ser humano, por fortuna, no está en manos de ningún gobierno.
Ciertamente estos últimos años, casi 30, he desarrollado mi trabajo a favor de la infancia, casi al cien por cien, a través de la Fundación Siloé, con su gente quiero compartir en primer lugar este premio. Pienso de manera muy especial en algunas personas, las menos, que han hecho y compartido conmigo desde el inicio de Chavales, esta larga andadura en la hermosa, gratificante y noble tarea del cuidado, educación y atención a la infancia del Principado de Asturias.
Es de sobra conocido el sabio proverbio de África que dice “para educar a un niño hace falta toda la tribu”; en la ciudad global decimos: “para educar a todos los niños hacen falta todas las tribus”, que sabe y suena a deseo ardiente y reivindicación urgente de: “educación universal para todos los niños, desde la pluralidad ideológica y religiosa, la laicidad y el respeto a la diversidad humana”.
Consecuentemente y por coherencia, este premio que hoy recibo, sin partirlo ni repartirlo, lo comparto con todas las tribus:
Con todos vosotros y vosotras y lo que representáis: Instituto de Atención a la Infancia, Observatorio de la Infancia y organizaciones que trabajáis en la atención y educación de los menores y con todas las familias.
Con las mujeres de “ojos grandes del mundo”, las de corazón en las manos y pies, las de corazón pensante, porque allí donde hay mujeres que se unen, o no, se hace sostenible el desarrollo y se crea tejido social, y los niños y niñas crecen felices.
Con los hombres “de ojos grandes”, que también los hay, que ya comparten con las mujeres el cuidado y la crianza de los hijos y las tareas de la casa; con el deseo de que sean cada vez más numerosos
Un recuerdo para las mujeres palestinas de las familias, de las guarderías y escuelas, de los hospitales y de los comités, y para sus niños, con ellas y ellos, también compartimos este premio
Hemos compartido el premio con medio mundo y aún está entero, así que pensamos en otros niños palestinos, los de las comunidades beduinas de Jahalim, del desierto de Judea, de Jerusalén Este y de Jericó. No tienen escuela, ni recursos económicos para construirla, ni permiso de la autoridad “incompetente”, opresora y ocupante: el gobierno de Israel.
Interpretando el sentir mayoritario de esta tribu, los que aquí somos, todos vosotros y yo mismo, la aportación económica del premio, la donamos íntegramente a éstos niños para su proyecto de escuela. Estamos abiertos a otras posibles aportaciones voluntarias.
Emma Goldman dice: “todavía nadie ha descubierto el enorme potencial de empatía, bondad y generosidad que se esconden en el alma de un niño. Una educación auténtica debería centrar sus esfuerzos en intentar descubrir ese gran tesoro.”
Sólo cuando nuestra fe y nuestro credo sean en el gran tesoro de bondad y amor de los niños, dejará de haber millones de niños que no pueden realizar su humanidad.
Sólo entonces  germinarán las semillas de la paz.
Se trata de acortar el largo trecho que separa el ideal de la realidad, y la realidad es que: millones de niños son víctimas de la mayor de las violencias, el hambre, de abusos de todo género y de la explotación más inhumana y eso “no es prioridad para los gobiernos”, porque los niños no interesan, o sí interesan, para combatir en las guerras, para mano de obra barata en jornadas agotadoras, etc.
Hace algún tiempo, el obispo y teólogo de la liberación Pedro Casaldáliga, en respuesta a la preocupante preocupación de algunos en el Vaticano, al parecer, por la creciente ola de relativismo en la sociedad, afirmaba: “sólo hay dos absolutos, Dios y el hambre”. No cabe el debate de si primero Dios o el hambre, primero siempre el hambre, porque allí donde se sacian el hambre y la sed, está Dios. Y si los que sufren el hambre son los niños, me apunto al relativismo de todo lo demás.
La situación de la infancia a nivel planetario, lo que hacemos, omitimos, o permitimos que se esté haciendo: la multitud de niños, humanidades destrozadas que van cayendo por los márgenes de nuestra  sociedad neoliberal, burocrática y competitiva, debe interrogarnos acerca de nuestros relativos y de nuestros absolutos. 
Lo que más urge salvar en ésta época y lo que cuenta, es el gran tesoro de la infancia. En él tenemos la llave de la paz.
Luchar por los niños no equivale a cualquier trabajo, ocupación o empleo, ES MISIÓN.