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Crimen y castigo de Israel: "Podemos actuar como dementes"

Michel Warchawski, cofundador y miembro de Alternative Information Center-AIC

El pasado jueves, 22 de enero, Michel Warchawski, miembro fundador del Alternative Information Center (AIC) de Jerusalén, participó en la librería asociativa madrileña Traficantes de Sueños en un acto conmemorativo del final de la agresión israelí contra Gaza, hace ahora un año, organizado por la Red Estatal de Solidaridad con Palestina y dentro de una gira por cuatro ciudades europeas (Ginebra, Paris, Bruselas y Madrid) para hablar de la situación actual en Palestina y de la resistencia dentro de Israel. Lucas Antón transcribe aquí el contenido de la conferencia y parte del debate suscitado

Transcripción y Traducción: Lucas Antón

Afirmó Jesús Núñez[1] en su presentación sobre las perspectivas del conflicto palestino-israelí que no iba a poder permitirse el optimismo y debía mostrarse bastante pesimista. Si esperaban ustedes que yo ofreciese un contraste de equilibrio que proporcione nuevas esperanzas u otras razones, me temo que he de confesar que tampoco puedo ser más positivo, y habré de proseguir en una línea parecida. Por eso, y por dar algún título a esta breve charla, me gustaría recurrir al célebre título de Dostoievski, Crimen y castigo.

El crimen, primero

Empecemos por el crimen: creo que todos ustedes pudieron ser testigos del mismo; igual que todo el mundo y en todo el planeta, pudieron verlo en vivo y en directo por televisión. No hacía falta ser experto en la zona, ni siquiera era necesario tener interés en el conflicto: cualquiera, hombre o mujer, en los países del hemisferio norte o del sur, pudo verlo con sus propios ojos. Precisamente mañana se presenta aquí mismo la película To Shoot an Elephant, [2] dirigida por Alberto Arce y un equipo de periodistas no profesionales, con los que tuvimos el placer de colaborar sobre el terreno en el AIC, y que delata a las claras la brutalidad de la embestida. 

El caso es que en los mismos días de la agresión contra Gaza quedó de manifiesto la intensidad del sufrimiento producido. Y ahora habría que hacer balance, sangriento balance, de lo sucedido un año atrás en la zona. Porque dio la impresión de que el ataque no lo guiaba ninguna razón en particular y que hace falta tiempo para encontrarle justificaciones. Entra dentro de lo razonable buscarlas de modo que nos proporcionen elementos de respuesta, puesto que lo esperable era que la violencia fuese funcional, aun cuando pueda haber formas de violencia que no lo sean. 

Lo que quiero decir es que en Gaza pudimos ver una violencia que no parecía estar destinada a conseguir un logro concreto, a responder a una finalidad, una meta, un objetivo claramente definido. Será por eso que no tengo más remedio que acudir las declaraciones de la ministra de Asuntos Exteriores de Israel, Tzipi Livni, cuando declaró: "Si algo prueba esto, es que podemos actuar como dementes". Que podemos hacer cualquier locura, que no nos detendremos ante nada, ante ninguna frontera, ningún límite, ninguna consideración. Ese era el mensaje, y debemos tratar de descifrar cuál es su contenido.

De modo que voy a tratar de dar algunos elementos de respuesta, ya que no dispongo de la respuesta, así en singular. Hablemos para ello, en primer lugar, de Gaza. ¿Qué es Gaza? Y aún más, ¿qué es Gaza para la opinión pública israelí? No digo para el gobierno de Israel sino para la opinión israelí. Gaza no es un país ni un lugar con más de un millón y medio de personas, con hombres, mujeres, ancianos, niños, sanos o enfermos, tontos o listos; no es una sociedad, ni siquiera un paisaje o un territorio. Gaza es una cosa...un algo, una entidad, todo lo más.

Cuando yo era más joven que ahora, en los años 60, se usaba en hebreo la expresión "vete a Gaza" en lugar de "vete a la mierda" o "vete al infierno". Y ese algo es lo que Israel define oficialmente como "entidad terrorista hostil". Como digo, no un lugar ni una sociedad, ni siquiera una agrupación de seres humanos sino una amenaza. Y por supuesto, ante una amenaza cualquier gobierno israelí responsable, que se precie, tiene no ya el derecho sino la obligación de actuar para destruirla. Gaza es una bomba y frente a una bomba lo que procede es eliminarla, desactivarla o evitar que estalle. 

Si pasamos de las declaraciones políticas al inconsciente israelí, Gaza es también algo más: es el recuerdo de 1948, un enorme, inmenso campo de refugiados que nos trae a los ojos las imágenes de aquellos a los que expulsamos en 1948. Y por eso mismo, una doble amenaza: la de ese recuerdo y asimismo la de su posible retorno, una amenaza que tendrá consistencia mientras Gaza siga siendo lo que hoy es.

Pero volvamos al plano de la política, pues Gaza fue también el último ejemplo de “acción preventiva global permanente” de los dirigentes "neocon", en el sentido de Israel y los Estados Unidos. Recuerden que el ataque se produjo cuando Obama ya había sido elegido presidente, pero aún no había tomado posesión del cargo. El gobierno israelí enviaba así un mensaje al nuevo dirigente, dejando claro que no había terminado la "guerra global contra el terror" en la que somos actores importantes, le gustase o no a la administración entrante. 

Recordemos que la retórica de Obama contenía elementos potencialmente aterradores para Israel. Obama estaba hablando -y esto ya meses antes de su discurso en El Cairo- de términos como "pacificación", "multilateralismo", etc. Era preciso dejar bien sentado entonces lo que bien expresaba Tzipi Livni, supuestamente un elemento moderado de la élite política de Israel: cuidado, que somos unos dementes y podemos hacer cualquier locura. El ataque contra Gaza era una nítida demostración de esto mismo.  

El segundo rasgo a considerar, que supone un cambio decisivo, es que la agresión fue apoyada por el conjunto de la sociedad israelí, salvo contadas y marginales excepciones. Puede parecerlo ahora, pero no era algo tan evidente. Durante la década de los años 50, durante todos los años 60, el apoyo a las guerras de Israel era generalizado en la sociedad. Se trataba de una sociedad totalitaria, es verdad. No totalitaria porque sufriera un régimen de represión política sino porque no había fisuras en ese apoyo ni tampoco en la sociedad política, con la acostumbrada salvedad de voces muy minoritarias y de los partidos árabes. 

Pero hete aquí que en los años 80 se produjo un cambio espectacular provocado por la guerra del Líbano, y por razones que no tengo tiempo ahora de entrar a valorar en detalle. Lo que sí se puede verificar es que, en 1982, Israel lanzó un ataque contra su vecino, el Líbano, que terminó por producir una tremenda fractura en el seno de la sociedad israelí, en su centro mismo, desde el apoyo de la opinión pública hasta el mismísimo ejército. Y sobre todo, dio paso a un debate existencial profundo sobre toda una serie de cuestiones: ¿qué es Israel?, ¿qué papel debería tener la religión en este Estado?, ¿qué Israel puede existir en Oriente Medio?, ¿puede esta nación ser una democracia judía?, etc., etc., etc. 

Hizo posible además la aparición del movimiento por la paz, que en un momento dado llegó a representar a una cierta mayoría de la sociedad israelí. Un movimiento compuesto por una variedad de posturas y opciones, pero que fue en conjunto enormemente positivo, no importa lo críticos que podamos ser con sus facciones y sus frutos. Recordemos que obligó al ejército israelí a abandonar finalmente el Líbano, forzó el reconocimiento de la OLP y la apertura de negociaciones. 

No es casual que de este clima de intensa división interna de la sociedad israelí dijera un destacado periodista que había constituido una virtual "guerra civil". Sin llegar a esas exageraciones, lo cierto es que la hendidura fue profunda. 

En cambio, las reacciones de la mayor parte de la opinión pública israelí en los últimos años se han distinguido por un intento de volver a crear ese clima de unidad nacional perdida como consecuencia del conflicto del Líbano. Y de hecho, el mandato de Ehud Barak, varios años después del asesinato de Rabín, vino a ser esencialmente esto mismo: un esfuerzo por restaurar el espíritu de unidad, pero forjado en la lucha, y no por cierto como un intento de atraerse a los votantes de la derecha sino, muy al contrario, de convencer a su propio electorado para que respaldara la política de ocupación y agresión. Para llevar a cabo una suerte de reconquista de todo aquello, por mínimo o limitado que fuera, que hubieran conseguido los palestinos. No sólo los territorios, las ciudades, las aldeas, los campos, sino cualquier ganancia simbólica, lo que exigía incluso hacerles retroceder en el llamado "proceso de paz" a la casilla de salida. Como una forma de recobrar esa base de consenso nacional en Israel, de modo que respaldase plenamente la agresión contra Gaza. 

Castigos diversos

Y ahora, después de hablar del crimen, viene el momento de hablar del castigo. ¿Castigo para quién? Para empezar, para la franja moderada del electorado israelí. El resultado de las últimas elecciones es que en la actualidad el espectro político israelí se divide entre la extrema derecha y la extremísima derecha (a veces pienso que Ehud Barak pertenece a esta última, pero mejor no entro en detalles). Ya no queda izquierda en Israel, ni siquiera en el sentido israelí de "izquierda": se ha evaporado sin dejar rastro. 

En un artículo escrito con dolor, Gideon Levy, uno de los comentaristas críticos más lúcidos y respetados de Israel, concluyó que la izquierda se había desvanecido para muchos años, y que se tardarían diez, veinte o más, dos generaciones por lo menos, en reconstruirla y regenerarla. Que no cabía esperar posturas críticas, salvo las muy marginales y las de los árabes israelíes, que pusieran en tela de juicio la política de Israel. 

Otro castigo, uno más entre varios, es el que supone el actual gobierno: nunca se había visto en el país un gabinete compuesto por gente tan zafia y brutal, por elementos tan corruptos como para recordar a una banda de gángsteres, de delincuentes de poca monta. Ni siquiera en la época de Sharon, un derechista, un "guerrero" que al menos poseía una cierta visión política.

El valor central de este gobierno es la zafiedad, y esto les hace extremadamente peligrosos. Algunos de ustedes recordarán ese chusco episodio reciente cuando se convocó al embajador de Turquía para endosarle un rapapolvo, y cómo nuestro Viceministro de Exteriores, otro personaje de una supina vulgaridad [Danny Avalon] [4], se jactaba de haberlo humillado. Cómo le obligamos a presentarse en el Ministerio y allí, sentado en un asiento más bajo que el de sus interlocutores, con una sola bandera sobre la mesa, la nuestra, se le instruyó sobre la maldad de su gobierno.

Y esto tratándose de Turquía, que es nuestro aliado estratégico más importante en la zona, de un país central para la OTAN, de un país que junto a Israel e Irán -hasta la caída del Sha, claro está- formaba una tripleta esencial para la política occidental.  

Por supuesto, un par de días más tarde, nuestro gobierno se vio obligado a disculparse por esta metedura de pata, pero lo que queda es la sensación de que podemos jugar a nuestro antojo e interpretar el papel de matón del barrio, el delincuente del vecindario, tan valiente a la hora de asesinar incluso a mujeres y niños. Y esto constituye un problema en la región, pues nuestros vecinos, los que comparten el barrio, se han dado cuenta del peligro que representamos como elemento desestabilizador.    

¿Debemos, por tanto, ser completamente pesimistas a la hora de abordar las posibilidades de desactivar al agresor, de pacificar la zona, en un sentido geográfico amplio? Aquí sí tengo algo estimulante que decir.

En primer lugar, me parece que no debemos subestimar la importancia de la movilización. La movilización contra la guerra de Gaza fue ingente, colosal...en todo el mundo. Y estamos hablando de una movilización espontánea, antes incluso de que se pusiera en marcha la maquinaria de los partidos y las organizaciones de solidaridad. La gente se echó a la calle en cuanto supo la noticia y vio las imágenes, en las manifestaciones más populosas celebradas desde él último ataque al Líbano. Además, si tomamos el pulso de la calle árabe, aún más, de todo el universo musulmán, o sea, de los países que rodean a Israel, también aquí asistimos a una movilización sin precedentes. Una protesta contra ese vecino que hace invivible el barrio, contra ese inadaptado que no deja en paz a algunos de sus residentes. 

Hablamos de algo que a su vez coloca en una situación muy delicada a los gobiernos de la zona, árabes y/o musulmanes, que en estos últimos años multiplicaron con generosidad sus ofrecimientos de negociación, de reanudar relaciones pacíficas. Estos gobiernos se encontraron de pronto con que no podían justificar esa política ante sus respectivos pueblos. Gobiernos que se habían ofrecido a pasar página, a dejar atrás -aunque sin olvidar-, la "Nakba", [5] así como tantas guerras, muertes y humillaciones, ¿qué respuesta podían dar ante la última matanza? 

Porque, además, y esto se aplica lo mismo a los países árabes que a los europeos, donde las movilizaciones fueron también masivas, lo que vimos fue una ausencia total de política por parte de las instancias gobernantes. A la Unión Europea le encanta hablar de la falta de democracia en el mundo árabe. Pero, ¿dónde estaba la democracia en esos momentos -también en Europa - cuando a una opinión social mayoritaria le respondía la inacción de los gobiernos?, ¿dónde estaba la democracia cuando las encuesta de opinión europeas llevan confirmando sistemáticamente en los últimos 25 años la existencia en la UE de una amplia mayoría que quiere garantizar los derechos básicos de la población palestina? No hablamos de una franja de opinión antiisraelí, que no es el caso, sino de una mayoría que exige con claridad el fin de la represión y la colonización por parte de Israel.

Es curioso que durante las semanas del ataque a Gaza, un político europeo destacado, Bernard Kouchner, ministro de Relaciones Exteriores y Europeas de Francia, no dijera una palabra digna de mención sobre el particular. Y todavía más que algunas semanas más tarde intentase entrar en Gaza y solicitara para ello permiso a las autoridades israelíes. Hablamos de alguien que no manifestó discrepancias ni hizo críticas ni emitió condenas ni pidió sanciones. Solicitó únicamente visitar Gaza después del ataque. 

Como era de esperar, los israelíes le desairaron negándole la entrada, pero ni siquiera esto cambió su actitud, la de un ministro importante e impotente de un país poderoso de la Unión Europea: Kouchner regresó a Europa, silencioso y sumiso, con el rabo entre las piernas.

Buena nueva en tres letras: BDS

Ahora bien, después de todo, sí tengo una buenísima noticia que darles, una buena nueva que puede resumirse en solo tres letras: BDS. Y ¿qué es esta BDS qué ha suscitado una campaña internacional tan relevante? Pues, sencillamente, las siglas de boicot, desinversión y sanciones contra Israel. 

Por primera vez nos encontramos con un llamamiento unánime del conjunto de la sociedad civil palestina, de personalidades, organizaciones, sindicatos, partidos políticos, en favor de una estrategia de BDS. Recuerden que estamos hablando de un mecanismo que ya se empleó con éxito en el caso del apartheid sudafricano hace más de veinte años. Y podríamos decir que los efectos que allí tardó diez años en conseguir se han logrado en el caso palestino en un periodo mucho más breve, entre tres y cinco años, podríamos decir. 

Por primera vez disponemos de un arma claramente contraofensiva, que no se limita a la información, la agitación y la denuncia de la enormidad del sufrimiento y la injusticia.
En la actual situación, la estrategia de BDS es una forma de imponer, de hacer que Israel pague un precio por su política. Es una excelente, una magnífica campaña que da la oportunidad de actuar a todo el mundo, a cada uno de nosotros. En el caso de las sanciones, presionando para que las impongan los gobiernos, las instituciones internacionales o comunitarias. 

En lo que toca a la desinversión, ya me imagino que no estoy hablando a un auditorio de acaudalados inversores, pero eso no quita para que, por propia iniciativa o por intermedio de otros organismos, se ejerza una presión eficaz. Véase el caso de los sindicatos -me viene a la cabeza el ejemplo de Noruega- o de las iglesias, muchas de las cuales tienen relación con empresas israelíes o que comercian con Israel.                    

En fin, son mucho los planos de acción, pero el más directo y próximo a nosotros es el del boicot, que se centra, por ejemplo, en la relación que mantenemos con nuestro supermercado, lo que nos llevará a no comprar naranjas de Jaffa ni aguacates "Carmel". Una campaña que está en nuestra mano difundir en nuestro círculo más cercano o más amplio, porque esos productos israelíes están teñidos de sangre y apestan a dolor.      

BDS significa enviar un mensaje claro al Estado de Israel y también a la sociedad israelí: que mientras no mantenga un comportamiento civilizado en el vecindario de Oriente Medio, mientras no respete la convención de Ginebra ni las resoluciones de las Naciones Unidas, pagará un alto precio por ello y se lo haremos pagar todos.

Mi mensaje es, pues, éste: no tengáis miedo, y aplicad el BDS, por más que os respondan con acusaciones de antisemitismo, que es la única falacia que podéis esperar. Israel os dirá que respeta la convención de Ginebra e intentará convenceros de que se atiene a la política de la Unión Europea.

El antisemitismo es el último recurso que le queda al argumentario proisraelí. Y es también una forma de chantaje consistente en decir: "No se te ocurra abrir la boca, porque si se te pasa por las mientes acusarnos de crímenes de guerra o de violaciones de derechos humanos, antisemita es lo primero que vamos a llamarte. Sí, ya sabemos que nos habláis de los palestinos, pero son una simple excusa, y por debajo percibimos el aliento de un viejo conocido, esa antiquísima filosofía europea que quiere exterminar a todos los judíos y no dejar uno vivo".

Pues bien, no aceptemos que nos arrinconen en esa esquina. Comprendo que hay mucha gente que es sensible al mero hecho de que se produzca esa acusación, como me ha dicho a veces algún periodista: "no es ya que yo no sea antisemita, es que no quiero siquiera que se pueda sugerir que lo soy". 

De acuerdo entonces, hagamos dos cosas: concedámonos un momento y hagámonos, hágase cada uno personalmente la pregunta de marras: "¿Seré yo antisemita?". Reflexionemos unos minutos y examinemos nuestra conciencia, veamos los recovecos de nuestras actitudes mentales: ¿odio a los judíos y les deseo algún por mal por el hecho de serlo? ¿Puedo pensar claramente sobre esto como puedo pensar respecto a los chinos o los negros?"

Y una vez hecho este examen de conciencia, dejemos claro ante todo el mundo que no toleraremos ninguna tentativa de chantaje, porque nuestra respuesta será sólo, por decirlo, mal y pronto: "que te den". 

 

Respuestas a algunas cuestiones del público asistente

Quisiera contestar primero a la pregunta que se interesa por saber cuál es el poder de los colonos en el Israel actual. La respuesta es que el de los colonos es el grupo de presión más importante de los últimos diez años ante el gobierno israelí. No uno de los más importantes: el que más, como pudo serlo antes el complejo militar-industrial israelí o el ejército. 

Ahora bien, no se trata de que sean los cabilderos más influyentes sino que son hoy los que hacen la política. Son el gobierno y están en todas las instituciones. Dicho de otro modo: hoy el gobierno israelí representa las aspiraciones y las necesidades de los moradores de los asentamientos. Precisamente, por eso, podríamos decir, es por lo que hay una crisis en las propias instituciones del movimiento de los colonos. 

Respecto al estado actual del movimiento anticolonial, contra la ocupación, me gustaría volver al comentario de Gideon Levy sobre las dos generaciones que hacen falta para reconstruirlo. Yo no estoy de acuerdo con una afirmación como ésa, cuya manera de considerar el tiempo me parece temeraria. 

¿Dos generaciones? Las cosas van mucho más rápidamente  ¿Quién puede decirnos lo que será el mundo en pocos decenios, qué poder conservarán los Estados Unidos, qué papel tendrán China o India, que hará incluso la mismísima Europa con su incapacidad para definir una política coherente? No se pueden hacer previsiones tan irreales a la vista de cómo pasa el tiempo.

Por eso, igual que digo que no hay que dejarse paralizar por las acusaciones de antisemitismo, afirmo que no hay que achantarse por los alaridos del machito del barrio que va diciendo a voz en cuello: "No será el mundo el que nos ordene lo que tenemos que hacer", un eco de aquella  jactancia de Golda Meir cuando proclamó: "No importa lo que diga el mundo, lo único que cuenta es lo que los judíos decidamos". Mentira cochina. 

La verdad es que Israel es un país extremadamente pequeño y extremadamente dependiente, dependiente para empezar y sobre todo de los Estados Unidos y Europa, y me interesa destacar que, en lo que respecta a las relaciones comerciales, más importante es la Unión Europea, socio comercial que absorbe un tercio de las exportaciones de Israel. Ahí tenemos, por tanto, herramientas para ejercer presión sobre gobiernos e instituciones europeas para que hagan lo propio con Israel. 

Por último, permítanme dos conclusiones, un par de observaciones sobre BDS (y hago notar que en Israel también nosotros hacemos campaña,  propiciando el boicot desde dentro). 

En primer lugar, al boicot, a la desinversión y las sanciones se le ha de añadir la lucha contra la impunidad. Así pues, resumámoslo como BDS + NI. Es decir, mucho BDS y nada de impunidad. Ha de formar parte de la campaña de sanciones públicas la exigencia de llevar a los tribunales a los responsables de crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad en Israel. Quiero recordar que muy pronto va a reunirse en Barcelona el Tribunal Russell y es muy importante que tenga el máximo eco, en España y en todas partes. Esto forma parte de una campaña mucho más amplia, y al igual que hemos visto ante el Tribunal Penal Internacional a criminales de Ruanda, Bosnia-Herzegovina u otras partes de la antigua Yugoslavia, tenemos la esperanza de que se actúe algún día con Israel.  

En segundo lugar, es de gran importancia tomar esta campaña como un esfuerzo de largo aliento. Para que tengan éxito, las sanciones y otras medidas necesitan una condición: que funcionen a largo plazo. No se lograrán victorias para mañana, y no hay que confiar en tener éxito dentro de tres meses, después de los cuales desfalleceremos decepcionados. Hay que adaptar el ritmo de nuestras expectativas y operar en un lapso mucho más prolongado. Esto significa que pasaremos de ser atletas del sprint a corredores de media o larga distancia, corredores de fondo. Muchas gracias.
       
[1] Participaron en el acto junto a Warchawski Jesús Núñez, Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria, e Isaías Barreñada, investigador asociado del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, que definieron  gráficamente la presente situación de Palestina al describirla como un entorno que ha pasado de ser un territorio ocupado lleno de enclaves israelíes a un paisaje israelizado salpicado de enclaves palestinos.

[2] To Shoot an Elephant, película de Alberto Arce y Mohammad Rujailah, cuyo título se basa en una obra de George Orwell, recoge de primera mano y desde el interior de la Franja de Gaza la experiencia de la población civil sometida al tormento de los bombardeos y la invasión israelí. Para más información y/o adquirir el documental véase www.toshootanelephant.com o escríba a toshootanelephant@eguzkibideoak.info

[3] Gideon Levy, reputado columnista del diario israelí Haaretz. Una selección de sus artículos en castellano puede leerse en la página www.rebelión.org.

[4] Danny Ayalon, viceministro de Asuntos Exteriores, convocó al embajador de Turquía, Ahmet Oguz Chelikkola, a principios de este mes de enero para entregarle una nota de protesta por el episodio de la serie televisiva turca El callejón de los lobos en el que aparecen agentes del Mossad que secuestran a niños turcos. El Ministerio de Exteriores israelí declaró que “esas escenas, combinadas con la retórica antiisraelí de las autoridades turcas suponen una amenaza a la comunidad judía de Turquía, a los diplomáticos y turistas israelíes”. En lugar de recibir al diplomático en el Ministerio, sus funcionarios convocaron al embajador en la exigua oficina de Avalon en el Parlamento, retiraron la banderita turca de la mesa, dejando sólo la israelí, le hicieron esperar, se negaron a estrecharle la mano y le sentaron en un sofá bajo, frente a las sillas altas de Avalon y dos de sus asistentes, invitando a fotógrafos, cámaras y reporteros a ser testigos de la escena. “Es importante dejar claro que le hicimos sentarse más bajo, y nosotros quedamos más elevados y con una sola enseña”, declaró Avalon, según fuentes de la prensa turca e israelí. "Sólo nos respetarán los demás cuando se enfrenten a nuestra determinación". Como respuesta, Turquía llamó a consultas a su embajador en Tel Aviv exigiendo una disculpa. Avalon hubo de presentar excusas lamentando el incidente.
[5] Nombre que recibe la catástrofe palestina de 1948.

Michel Warchawski, veterano activista israelí de origen francés también conocido como Mikado, es uno de los fundadores del Alternative Information Center, ONG palestino-israelí que reúne a  antisionistas de ambos lados desde 1984. Warchawski, nacido en Estrasburgo en 1949, fue dirigente de la LCR (y antes, del Matzpen) y ha publicado varios libros sobre el conflicto como Toward an Open Tomb: The Crisis of Israeli Society (2004), On the Border (2005) y The 33 Day War: Israel's War on Hezbollah in Lebanon and Its Consequences (con Gilbert Achcar). Tiene varios libros traducidos al castellano. Entre ellos, La revolución sionista ha muerto. Voces israelíes contra la ocupación (1967-2007), Editorial Bellaterra, Barcelona, 2008; e Israel-Palestina: la alternativa de la convivencia binacional, Libros de la Catarata, nº 36, Madrid, 2002.