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Mayumaná: motivos para un boicot

Alejandro Fierro, periodista y miembro de la Plataforma Solidaridad con Palestina, Valladolid

El pasado miércoles, 8 de septiembre de 2009, cerca de un centenar de personas se concentró frente al teatro Calderón de Valladolid, convocadas por la Plataforma Solidaria con Palestina. El motivo era protestar contra la actuación de la compañía israelí Mayumaná, contratada por el Ayuntamiento para representar su espectáculo “Momentum” durante las Ferias y Fiestas de la ciudad.

Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina-RESCOP

protesta

El pasado miércoles, 8 de septiembre de 2009, cerca de un centenar de personas se concentró frente al teatro Calderón de Valladolid, convocadas por la Plataforma Solidaria con Palestina. El motivo era protestar contra la actuación de la compañía israelí Mayumaná, contratada por el Ayuntamiento para representar su espectáculo “Momentum” durante las Ferias y Fiestas de la ciudad. La acción de repulsa se inscribía en la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra el Estado de Israel por su ocupación ilegal de Palestina, la vulneración reiterada de los derechos humanos –tortura y asesinato incluidos- de l@s palestin@s y el incumplimiento sistemático de la legalidad internacional. Durante la concentración, que se llevó a cabo durante la primera de las seis actuaciones que la compañía tiene previstas en Valladolid, se leyó un comunicado, repartido también a los viandantes, en el que se explicaban los motivos del boicot. Además, dos miembr@s de la Plataforma se introdujeron en el teatro y desde el graderío superior lanzaron octavillas informativas minutos antes de que comenzara la representación.

En los días previos a la acción se constató la existencia de un profundo debate en torno a la legitimidad de boicotear a artistas israelíes que no se hubieran pronunciado sobre el conflicto palestino y que se limitaran a ofrecer sus expresiones artísticas sin ningún tipo, al menos en apariencia, de intencionalidad política. Habría que diferenciar, según algun@s, a gente como Noa, cuyo apoyo explícito a la masacre perpetrada por el ejército de Israel en Gaza la convierte en un claro objetivo del boicot, de otros artistas o grupos como Mayumaná, de los que no consta ningún posicionamiento ante la cuestión israelí-palestina.

En primer lugar, habría que dejar claro que las expresiones artísticas –música, teatro, cine, danza…- no son sólo “cultura”. También constituyen, y cada vez más, productos económicos. Si se boicotea un producto alimenticio, como una naranja, ¿por qué no boicotear un producto cultural como es un espectáculo de Mayumaná?

Íntimamente relacionada con el anterior argumento está la creencia de que el arte es algo neutro, puro, casi “virginal”, y que debería mantenerse apartado de cualquier movimiento de signo político. Esta extendida concepción “angelical” del arte es un error y, además, impide a quienes la sostienen percatarse del uso propagandístico y manipulador que con frecuencia se hace de las manifestaciones artísticas por parte de los poderes establecidos.

El Estado de Israel no es una excepción en este sentido. El arte ha sido, y continúa siendo, un pilar fundamental de la estrategia sionista. A finales de los años 40 y principios de los 50 se fundaron colonias de artistas en las ciudades recién arrebatadas a l@s palestin@s. Con generosas subvenciones, ventajas fiscales y otras ayudas se instaba a l@s artist@s a establecerse en las casas, e incluso en mezquitas, que legal y moralmente pertenecían a l@s árabes. Con estas colonias se perseguían dos objetivos. Por una parte, borrar las huellas de la milenaria presencia palestina en esos lugares. Por otro lado, se proyectaba al exterior una imagen ideal de una sociedad, la israelí, volcada en la creatividad, el arte y la espiritualidad. Así fueron surgiendo las colonias, actualmente en pleno funcionamiento, de Ein Hod, el barrio árabe de Safed o el casco viejo de Jaffa. Precisamente, en esta última ciudad tiene la compañía Mayumaná su local de ensayo y sus oficinas. Jaffa era una ciudad netamente palestina. En 1948 la mayoría de sus 70.000 habitantes huyó ante la acometida de la milicia terrorista del Irgun, uno de cuyos comandantes era el futuro primer ministro de Israel y ¡¡¡premio Nobel de la Paz!!! Menajem Beguin. Hoy apenas quedan 15.000 palestin@s en la ciudad, sometidos a una pobreza crónica y de los cuales una décima parte sufre graves problemas de drogadicción. A la entrada del casco viejo, justamente muy cerca del local de Mayumaná, unos paneles turísticos explican la historia de Jaffa sin mencionar, de forma milagrosa, los casi 2.000 años de presencia palestina y califican como “liberación” de la ciudad la invasión y posterior saqueo. Idéntica amnesia aqueja al recientemente inaugurado Museo de la Historia de Jaffa.

El Estado de Israel mantiene esta estrategia “cultural” de cara al exterior, buscando proyectar una imagen de normalidad que oculte su continua agresión al pueblo palestino. Cuanto más se hable de música, cine o teatro menos se abordará el conflicto. “Israel tiene mucho más que el problema palestino. Es divertido, hace un tiempo estupendo, hay playa…”. Así se expresaba en julio en El País el cantante Ivri Lider, contratado para actuar en el Día del Orgullo Gay de Madrid. Los dirigentes israelíes buscan este tipo de declaraciones. Tras la masacre de Gaza, el Ministerio de Asuntos Exteriores destinó dos millones de dólares para mejorar la imagen del Estado de Israel a través de la cultura y los espectáculos. “Enviaremos por todo el mundo a nuestros novelistas y escritores más conocidos”, señaló el director general de Asuntos Culturales del citado Ministerio, Arye Mekel, “compañías de teatro, exposiciones… De esta forma mostraremos el rostro más amable de Israel y evitaremos que se nos identifique únicamente en un contexto de guerra” (recogido por The New York Times, el 3 de marzo de 2009).

Frente a esta estrategia, es lícito exigir a l@s artist@s, creador@s e intelectual@s israelíes una condena rotunda y sin paliativos de la ocupación militar y la política de agresión al pueblo palestino. No caben los silencios ni las declaraciones de neutralidad. Aquellos que se refugian en el mutismo y miran hacia otro lado actúan de igual forma que los alemanes durante la II Guerra Mundial, que fingían no saber qué ocurría en los guetos, campos de concentración y campos de exterminio mientras se dedicaban a sus labores cotidianas como si no pasara nada, tal y como recuerdan insistentemente –y con toda la razón histórica y moral de su lado- los israelíes.

Por ello, mientras no exista una condena explícita es justo considerar objeto del boicot a cualquier trabajador o trabajadora cultural israelí. Esta conclusión, sustentada en los argumentos anteriormente expuestos, fue la que se quiso transmitir a l@s ciudadan@s de Valladolid mediante la acción llevada a cabo el pasado miércoles.