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Presos palestinos en las cárceles israelíes

Encuentro con Salah Hamouri

El lunes 18 de febrero, con la ayuda del Consulado general de Francia en Tel Aviv, pude visitar al joven francopalestino Salah Hamouri, encerrado en la prisión de Rimonim, al norte de Tel Aviv. (..) Salah no sabía por qué le habían detenido. Después le revelaron las acusaciones. Exactamente tres meses antes de su detención pasó por la noche, en un coche, por delante de la casa vigilada de un rabino especialmente extremista, el rabino Yossef Ovadia

Jean-Claude Lefort, diputado comunista de la Asamblea Francesa, miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores, y dirigente del grupo parlamentario ATTAC de la UE. France-Palestine, rebelión.org
Traducción: Caty R

El lunes 18 de febrero, con la ayuda del Consulado general de Francia en Tel Aviv, pude visitar al joven francopalestino Salah Hamouri, encerrado en la prisión de Rimonim, al norte de Tel Aviv. Nuestro encuentro duró una hora.

Después de los cacheos y otras formalidades administrativas, entré con el cónsul adjunto en la prisión, compuesta por varios edificios, en la que están encerrados 700 presos. Un guardia nos acompañó al pabellón donde se encontraba Salah. Un auténtico laberinto. El edificio donde está Salah es nuevo. Nos condujeron, a través de una sucesión de pasillos herméticamente cerrados, hasta el lugar exacto donde íbamos a encontrarnos. Negociamos un lugar apropiado. Los guardias nos instalaron en un despacho. Oímos ruido a través de la ventana. Miramos y vimos un pequeño patio de hormigón donde se hallaban una treintena de presos que tomaban el aire mientras caminaban rápidamente. Vimos a Salah trotando en compañía de otro joven con el que discutía. Después se volvió hacia alguien que lo llamaba y desapareció de nuestra vista. Enseguida oímos pasos en la escalera que conduce al despacho. Entró acompañado de un guardia. Es un buen mozo. Me presenté. Dijo que conocía mi nombre. Su madre, que le visita siempre que puede, pero no puede acercarse a él, le dijo en el locutorio, donde un cristal los separa, que en Francia se ha desencadenado un movimiento de solidaridad por él. Nos abrazamos. Nos sentamos en el despacho, donde éramos cuatro: un guardia que no hablaba francés, Salah, el cónsul adjunto y yo.

Salah comenzó a hablar enseguida. Expresó su agradecimiento a todos los que le han demostrado su solidaridad. Esas fueron las primeras palabras que me dijo y después las repitió. Estaba visiblemente emocionado y feliz por todos los mensajes que recibe. Se disculpó porque todavía no ha podido responder a todas y cada una de las cartas: aún no ha podido conseguir sellos.

Le transmití todos los saludos que me pidieron que le transmitiera cuando pasé por Ramala. Entre ellos el de Fadwa Barghouti, la mujer de Marwan. Salah estuvo 9 meses junto a Marwan, en el mismo pabellón. Se veían todos los días. Los padres de Salah me dieron una fotografía de ambos en prisión. Marwan deseaba aprender francés y Salah le dio clases. Desde entonces, Marwan se defiende un poco mejor en francés. También le conté a Salah que sus padres se habían entrevistado con el ministro Kouchner, el sábado por la noche, en el Consulado general de Jerusalén.

Le pedí que me explicara las condiciones de su detención. Me dijo, en primer lugar, que es la tercera vez que está preso. La primera tenía 16 años y pasó 4 meses en prisión por fijar carteles. Luego fue detenido por segunda vez, a los 18 años, sin saber por qué, y permaneció en detención administrativa durante otros 5 meses. Después me contó su última detención: hace 3 años, el 13 de marzo de 2005.

Salah es residente en Jerusalén Este, por lo que dispone del carné de identidad que llaman «de Jerusalén», con el que puede circular. Aquel día, el 13 de marzo de 2005, iba en coche con sus amigos a Ramala. Cuando llegaron al puesto de control de Qalqiliya presentó sus papeles. Los soldados consultaron, le obligaron a bajar del vehículo y le detuvieron sin ninguna explicación. Rápidamente le llevaron a la prisión. Sus padres no sabían nada, nadie les informó, y por la noche vieron que su hijo no volvía a casa.

Salah no sabía por qué le habían detenido. Después le revelaron las acusaciones. Exactamente tres meses antes de su detención pasó por la noche, en un coche, por delante de la casa vigilada de un rabino especialmente extremista, el rabino Yossef Ovadia.

Este rabino, además, es el jefe de un partido igualmente extremista, el Shass, que tiene diputados en la Knesset y apoya al gobierno de Olmert. Dicho rabino es especialmente célebre por sus observaciones, de una violencia y un racismo exacerbados. En su púlpito de la sinagoga de Jerusalén no se muerde la lengua. Hablando de los palestinos ha declarado que: «Hay que aniquilar a los árabes. No debemos tener compasión de ellos, hay que derribarlos con misiles, destruir a esos malvados, esos malditos». Para él los árabes son «víboras», seres nocivos y venenosos. Incluso considera el holocausto como una consecuencia de las faltas de los judíos. Si sufrieron esa suerte es porque habían pecado, dice…

Tres meses después, por el simple hecho de haber pasado por delante de la casa, Salah es acusado de «conspiración» contra el Rabino Ovadia, que vive tranquilamente a pesar de las espantosas afirmaciones que hace y por las que debería ser condenado.

Aunque no existió ninguna actuación de ningún tipo de Salah contra el rabino y registraron a fondo su casa sin encontrar nada que pudiera sustentar, ni por un segundo, esa teoría, Salah era sospechoso de «conspiración» porque que es miembro de una asociación juvenil considerada próxima al FPLP.

Por lo tanto, según los israelíes, la acusación es la siguiente: «Puesto que Salah es miembro del FPLP (que no es el caso), lógicamente proyectaba una conspiración contra el rabino». Estos son los cargos que pesan sobre él. Unos cargos que le pueden costar 7 años de prisión en firme. No ha hecho nada, pero podría hacerlo; ésa es la acusación.

Como me decía Salah, que no se sorprende de estos métodos, «si hubiese proyectado esa conspiración, podría haberla llevado a cabo de sobra en tres meses, desde que pasé ante la casa del rabino hasta que me detuvieron; pero nunca tuve tal proyecto. Jamás». Así, Salah está en prisión desde hace 3 años, sin juicio, porque las audiencias donde se debe presentar un testigo que pueda corroborar la pertenencia de Salah al FPLP se anulan una tras otra por falta de testigos… Y sin embargo los testigos anunciados son fácilmente «localizables»: todos son prisioneros. Así se han cancelado 25 ó 26 audiencias. Y Salah sigue acusado. Antes del procedimiento judicial (si se le puede dar ese nombre), Salah conoció otra etapa: la del interrogatorio. Durante 45 días, de forma continuada, sin permitirle apenas dormir, los interrogadores se sucedieron unos a otros para hacerle las mismas preguntas y obligarle a «confesar».

«Una vez», me dijo Salah, «me acercaron a un cristal y vi a mi padre. Está operado del corazón. Me dijeron: si no confiesas, actuaremos contra tu padre». Salah, que tiene una enorme fuerza moral, no cedió. Y eso que sólo tiene 22 años… Le pregunté cómo pasa sus días en la prisión; me dijo que se levanta voluntariamente temprano, se ducha y, sobre todo, lee. Devora todos los libros a los que puede acceder. «Leo a Karl Marx, Lenin, etc.», me dice sonriendo; los grandes ojos azules acentúan su suave sonrisa. Después de las comidas, «salimos afuera varias veces al día durante algunos momentos. Hago un poco de ejercicio, pero el patio es pequeño. Discutimos entre nosotros, reina un buen ambiente. Veo la tele y sigo los informativos. Podemos ir a las celdas de los demás para debatir. Estamos clasificados por grupos: Fatah, Hamás, FPLP. Me pusieron con los presos del FPLP debido a la acusación. A las 5 de la tarde cada uno vuelve a su celda y nos encierran hasta el día siguiente por la mañana. No puedo decir que me maltratan. Lo más duro es cuando tengo que acudir a una audiencia. Nos llevan a las 5 de la mañana, totalmente inmovilizados, en un vehículo; luego esperamos hasta las 8 en el autobús sin que podamos hacer nada. A continuación, en la sala, nos colocan en una pequeña zona de 4 metros cuadrados, siempre esposados, y sólo nos permiten ir al lavabo dos veces. Después, hacia las 6 de la tarde, nos vuelven a traer en las mismas condiciones».

Mi siguiente pregunta fue: «¿Y de moral, Salah, cómo estás?». Con un tono que no dejaba lugar a dudas me respondió: «¡No tengo otra elección que resistir! No tengo nada que perder. Por otra parte, ‘resistir’ es un derecho internacional. Hay que resistir, no veo otra opción posible». Luego continuó: «Creen que pueden desmoralizarme de forma que cuando salga renuncie, pero se equivocan totalmente, porque aquí, en la cárcel, me vuelvo todavía más fuerte y más experto para seguir la lucha cuando salga». Salah tiene una moral de acero…

Se aproximaba la hora de separarnos. El cónsul adjunto le preguntó que si tenía alguna queja que formular ante la dirección de la prisión. «Ninguna», respondió. Se levantó y me abrazó de nuevo. Me dijo otra vez que le dé las gracias a todo el mundo. Según se iba le dije: «¡Saldrás de aquí, Salah!». Sonrió. Su figura, grande y sólida, se alejó y salí de la prisión.

Inmediatamente llamé a su madre. Le conté rápidamente las cosas. Convinimos en encontrarnos a las 8 de la tarde en Jerusalén. Salí de Tel Aviv para Jerusalén. A las 8 llegué a la cita y los padres de Salah también. Les conté la entrevista con la mayor precisión posible. La madre traducía mis explicaciones al padre. Sonreían pensando en cómo está su hijo: de pie. Ya es un hombre, tiene 22 años…

Pero una mala noticia me cae encima: la madre de Salah, Denise Hamouri, me dice que, por primera vez desde hace tres años, el fiscal llamó a la abogada de Salah -Léa- para decirle que se podría dictar una sentencia inminente: 7 años de prisión en firme. Y dando a entender algo increíble: si no están de acuerdo podría ser más…

Hablamos de esta noticia. El padre de Salah está furioso. La madre afectada y perpleja. Esta noticia llega exactamente después del paso del ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, quien llevaba, en una carta, la posición francesa: conseguir una decisión rápida del tribunal. Además vio a Denise Hamouri en el Consulado general el sábado por la noche. El encuentro sólo duró tres minutos. Iba con retraso. Denise Hamouri, a pesar de todo, finalmente pudo decirle que: «Tres años por lo que se le acusa son suficientes, señor Ministro». Éste respondió: «Eso está claro, se lo diré a las autoridades israelíes, a quienes veré mañana domingo». Y el lunes esto.

El sábado en Ramala, el ministro francés, que respondía a los periodistas, declaró que, para Francia, la liberación del soldado Shalit era «necesaria». Entonces un periodista le preguntó que si consideraba lo mismo en el caso de Salah Hamouri. El ministro respondió: «Necesaria no es la palabra. Esa es efectivamente, en cualquier caso, una exigencia que presentamos, también cada vez, a nuestros amigos israelíes». Entonces, ¿la posición francesa es pedir «una decisión rápida de la justicia» o «una liberación» que no es, sin embargo (lo que ya es increíble), tan «necesaria» como la del cabo Shalit?

Si la posición francesa actual es: la liberación «necesaria» de un soldado miembro de un ejército de ocupación y un «juicio rápido» del ejército ocupante de un pueblo, en la persona de un joven francopalestino, entonces eso significaría que las autoridades de nuestro país admiten la ocupación y todas sus consecuencias. Es una cuestión política fundamental porque demuestra un viraje total (uno más) de la posición tradicional francesa. Ya no sería únicamente una cuestión de «doble rasero», sino algo más grave. Además de que, efectivamente, Salah no cometió ningún crimen, pertenece a un pueblo ocupado y no hay nada que pueda hacer que admitamos y reconozcamos la menor legitimidad al tribunal militar israelí que lo está «juzgando». Es una víctima, no un agresor.

En estas condiciones hay que plantear una clara exigencia, mientras que nuestro país se prepara para recibir a Simon Peres con todos los honores, una exigencia en la que no hay ninguna duda de naturaleza política o jurídica: ¡la liberación inmediata de Salah Hamouri! ¡Es una cuestión imprescindible para cualquiera que reclama el respeto al Derecho Internacional, como nosotros!

¡Salah Hamouri debe ser puesto en libertad y no juzgado por un ejército de ocupación! Esta es nuestra exigencia que queremos que compartan. ¡Es urgente!

Original en francés:
http://www.france-palestine.org/article8185.html

Jean-Claude Lefort es diputado comunista de la Asamblea Francesa, miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores, Vicepresidente de la Delegación de la Unión Europea, miembro del Alto Consejo de Cooperación Internacional, Vicepresidente de la Delegación francesa de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) y uno de los dirigentes del grupo parlamentario ATTAC.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.