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Sahara

 

No quedaría nadie para protestar

José Carlos García Fajardo, Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

Existe una amenaza real de conflicto nuclear en Oriente Medio. Estados Unidos ya no podría participar porque el 4 de noviembre elegirán a un nuevo presidente. Si Bush y el vicepresidente Cheney pretendieran lanzar antes un ataque suicida contra las instalaciones nucleares de Irán, no serían obedecidos ni por los militares ni autorizados por el Congreso.
Pero tienen un comodín dispuesto a encargarse del trabajo sucio, los halcones de Israel.

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Bush

Existe una amenaza real de conflicto nuclear en Oriente Medio. Estados Unidos ya no podría participar porque el 4 de noviembre elegirán a un nuevo presidente. Si Bush y el vicepresidente Cheney pretendieran lanzar antes un ataque suicida contra las instalaciones nucleares de Irán, no serían obedecidos ni por los militares ni autorizados por el Congreso.

Pero tienen un comodín dispuesto a encargarse del trabajo sucio, los halcones de Israel. Sostienen que en ello les va la subsistencia, no como Estado, sino de esa entelequia irracional que es el Eretz Israel, delirante fantasía de un pueblo que se pretende “elegido entre todas las naciones” ¿Por quién, con autoridad reconocida por los demás pueblos de la Tierra?

Los halcones del gobierno de Tel Aviv, apoyados por los ultra ortodoxos y colonos fanatizados que parecen sentir nostalgia del gueto, así como por los dirigentes de la Agencia Judía que soñaron con un estado mundial para los judíos cuya capital financiera fuera Jerusalén. Todos con dos pasaportes, el de su lugar de residencia, como los demás ciudadanos, y uno del Estado de Israel por razones étnicas excluyentes.

La obsesión de sus dirigentes es que ningún otro estado en Oriente Medio pueda disponer de tecnología nuclear, ni siquiera con fines industriales. Los militares israelíes han llevado a cabo con éxito arriesgados ataques fuera de sus fronteras: Argentina (1960), Beirut (1973), Entebbe (1976), Túnez (1985). En 1981, bombardearon el reactor nuclear iraquí Osirak a 30 kilómetros de Bagdad, y hace unos meses una estación militar siria sin que nadie en el mundo ni en la ONU elevara la mínima protesta.

Hace unas semanas la aviación israelí ensayó en pleno Mediterráneo la operación planeada para bombardear Irán. Participaron más de 400 aviones, cazas, bombarderos, cisternas, con conexión a satélites y con apoyo naval.

Tampoco nadie alzó la voz, como en el poema de Brecht.

Los militares y dirigentes políticos de Israel se apoyan en la “doctrina Begin” según la cual Israel no permitirá jamás ninguna disuasión nuclear en “su” región. Así lo han declarado el actual vice-primer ministro y antiguo ministro de Defensa, General Mofaz, el 9 de junio y el general de aviación, Isaac Ben Israel, en declaraciones a Der Spiegel hace una semana. Y “necesitan” hacerlo antes de que Irán haya enriquecido suficiente uranio para su primera bomba, y antes de que hayan instalado el SA20 ruso que ya han comprado para asegurarse la defensa de su espacio aéreo. Por otro lado, la marina norteamericana ya ha desplegado la VI Flota para impedir que Irán bloquee el Estrecho de Ormuz por donde pasa el 40% del petróleo de la región.

Entre Irán e Israel hay enormes diferencias: 1648000 kilómetros cuadrados de superficie, unas 80 veces más vasto que Israel y con 72 millones de habitantes, diez veces más que su oponente. Pero Israel lo supera en desarrollo económico y como potencia tecnológica y militar. 600 mil soldados persas mal equipados contra los 200 mil bien entrenados del Tsahal que dispone de más de 300 cabezas nucleares y 400 aviones de combate. Irán, 286 y ninguna ojiva nuclear. Esta semana, Irán ha disparado una docena de cohetes de largo alcance para advertir de que no existe objetivo en Israel que no pueda ser alcanzado desde su territorio en caso de amenaza.

Lo más trágico es que, desde 1960, la ayuda clandestina de Estados Unidos y de Francia ha convertido a Israel en una potencia nuclear. Así figura en un memorando de 19 de julio de 1969 dirigido por Henry Kissinger al Presidente Nixon, que se ha hecho público en noviembre de 2007. Ahí se exige que “la posesión de armas nucleares por Israel no sea conocida internacionalmente” e Israel se compromete a no realizar ensayos nucleares y a no decir que disponía de esas armas nucleares. Por su parte, Estados Unidos prometía que no harían presión ¡para que el Estado hebreo firmara el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares!

Ante semejante hipocresía uno se pregunta si los presidentes norteamericanos, que han mantenido este compromiso contra toda ley y derecho establecido, no han perdido la autoridad moral para pretender imponer su modelo de desarrollo y de política en el mundo como un  nuevo imperialismo sin emperador.

El presidente Carter, adversario a la proliferación nuclear, esperó treinta años para confirmar al diario israelí Haaretz que Israel posee armas nucleares listas para ser utilizadas.

Hubiera sido un acto de dignidad y de reparación si, hace unos años, el Primer Ministro Ariel Sharon no lo hubiera revelado como amenaza real para todos los países de Oriente Medio que Israel disponía de un arsenal de más de 100 ojivas nucleares operativas desde tierra, mar y aire. Por acontecimientos no menos importantes se declararon gran parte de las mayores guerras de la humanidad.