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Sahara

 

Amo tanto la vida

Visita a los campos de refugiados de El Líbano

Ya lo estético no llama la atención. Después de quince días aquí, en el campo de refugiados de Ein El Hilweh, sólo queda profundizar. Ya está todo observado y sentido; las entradas controladas por el ejército libanés y sus cacheos ordinarios, sus estrechas calles, sus carreteras sin asfaltar, sus mujeres con la cabeza cubierta, sus mezquitas sangrando por las balas desviadas, los controles de las milicias, los tiroteos inesperados entre islámicos y no islámicos, las explosiones de bombas inesperadas, … Como si de un video juego de la Play Station se tratase, el campo de refugiados reúne todos los ingredientes para crear todas las versiones necesarias, con su violencia extrema, y ser un "Best Seller"

Manuel Tapial
Asociación Cultura y Paz, Leganés

Libano

Ya lo estético no llama la atención. Después de quince días aquí, en el campo de refugiados de Ein El Hilweh, solo queda profundizar.
Ya está todo observado y sentido; las entradas controladas por el ejército libanés y sus cacheos ordinarios, sus estrechas calles, sus carreteras sin asfaltar, sus mujeres con la cabeza cubierta, sus mezquitas sangrando por las balas desviadas, los controles de las milicias, los tiroteos inesperados entre islámicos y no islámicos, las explosiones de bombas inesperadas, etc.…… Como si de un video juego de la Play Station se tratase, el campo de refugiados reúne todos los ingredientes para crear todas las versiones necesarias, con su violencia extrema, y ser un “Best Seller”.
Lo que nunca aparecerá en los videojuegos de hoy en día es la ternura de sus residentes, esos que en mí día a día me acompañan y me abren, a través de sus ojos, la vida; esa vida que amo tanto.
Por ejemplo:
Siham; una chica con 23 años que trabaja en la oficina y que poco a poco y con mucha paciencia me enseña nuevas palabras en árabe, con unos ojos que deslumbran y una ternura en su mirada que enternece hasta al más malo de los malos. A modo de corresponder, yo la estoy enseñando inglés y hoy la regalé un diccionario de inglés-árabe para su sorpresa.
Sahinaz, madre de una criatura de 3 años y con otro bebe en camino. Su sonrisa, su ternura, sus atenciones, sus modales y su buen inglés nunca aparecerán en ningún videojuego de la Play Station.
Mustafá, siempre atento, pendiente,  con una actitud casi paternalista y muy buen orador. Calidad humana donde las haya que derrocha conmigo día si y día también. Ayer comenzó su curso intensivo de español en el Instituto Cervantes de Beirut y, aprovechando que estaré aquí unas semanas más, quiere poder despedirse de mí en mi idioma. ¡Bravo por él! . Por supuesto, al igual que a Siham, también le he regalado un diccionario de español-inglés para que lo tenga más fácil. Mustafá y su voluntad sin límites tampoco aparecerá como protagonista de ningún juego de la Play Station.
Cristina, caótica donde las haya, pero capaz como ninguna de las cubanas que hasta ahora he conocido. Con casi 14 años viviendo dentro del campo de refugiados, día a día se arma de coraje para inventar, proyectar, buscar la mejora de las condiciones de vida de los que aquí viven. Sin duda su inestabilidad me vuelve loco, tal vez porque somos torbellinos demasiado parecidos; tanta injusticia nos hace buscar miles de soluciones posibles, pero somos humanos y llegamos a donde llegamos, y eso nos frustra y lo trasmitimos. Lo fuertes que somos lo tenemos de débiles también.  No hay día que no hablemos de un proyecto nuevo … Por supuesto, Cristina y su capacidad de liderazgo tampoco aparecerá en ningún juego de la Play Station.
Hanin, mujer de 24 años con un nene de tres. Separada de su marido preso injustamente al  que recuerda a diario. Día a día se empodera adquiriendo nuevos conocimientos, ahora a través de un curso de informática, anteriormente aprendiendo inglés. Este esfuerzo de superación se refleja también en su voluntariado; tomando iniciativas para organizar a las mujeres y entretener a los niños. Todos los domingos es la encargada de las proyecciones de cine infantil en el Centro de Solidaridad donde se reunen de 12 a 16 niños. Una líder natural que ha aprendido a defenderse de la adversidad a base de autoestima y de romper el aislamiento a través de la auto-organización. Una vida que tampoco ningún videojuego recogerá y si lo hace, será como daño colateral.
Atla, una mujer de unos 40 años largos y que la textura de su piel nos dice que han sido años duros, de mucho trabajo; atender a la familia tal vez sea el trabajo más duro en una sociedad mantenida por las mujeres… Atla, ha comenzado un curso de informática, tímida y asustada ayer nos comentaba que la daba pánico ir por si no conseguía aprobar. Todos los que estábamos en la oficina con una sola voz la censuramos ese miedo, con mucho cariño y ternura Cristina la ofreció por las tardes tras el curso, que Siham la ayudase en las tareas.. Atla y su fuerza de voluntad tampoco aparecerá en ningún juego de la Play Station.
Ahmed, un miliciano retirado de su kalasnikov y que fue mi escolta en la anterior visita y que hoy, comprometido con una joven y guapa compañera, celebra su retiro pensando en construir una familia y gastando su tiempo con la hija de Hanin, haciendo a tiempo parcial de padre de la cría. Por supuesto las ilusiones de Ahmed nunca se verán reflejadas en ninguno de los videojuegos modernos al igual que los cuidados que le presta a la joven hija de Hanin en la ausencia de su padre.
Estos son los personajes de mi especial videojuego donde, con toda la adversidad del contexto, la gente también se casa y lo celebra al son de tambores y gaitas por las calles del campo. Los hombres aupados a hombros recorren al son de la música sus calles, homenajeados por amigos, familiares y espectadores de excepción como pudiera ser mi caso. Las pequeñas ilusiones también tienen cabida, y los juegos entre los /as jóvenes que se buscan un@s a otr@s, y la solidaridad de cuando se cubren unos a otras para poder hacer aquellas cosas que la sociedad censura, y el amor a la vida expresado en estas pequeñas cotidianidades que hacen de la alegría un milagro en tan precaria situación.
Y  es que, ¡amo tanto la vida!. Es imposible quedarse al margen o evadirse de lo que aquí acontece al igual que es necesario introducirse en las entrañas de esta realidad para conocerla bien, quedarse parado, observar, comprender y convivir para poder llenarse de estos aromas y trasladarlos a nuestra muerta sociedad, la europea, donde lo material y lo individual ocupa cada relación, cada pequeño hueco de nuestras vidas como si una cárcel con habitaciones con muros  de oro nos tuviera que satisfacer.
Una cárcel de lujo prohibida para las Siham y las Hanin por no tener pasaporte ni nacionalidad reconocida, y para Armengol, y para Mohamad, y para………. Muy a pesar de los carceleros y de sus políticas, Atlas, Shiam, Hanin, Mustafá, Cristina, Sahinaz y Ahmed están dispuestos a seguir viviendo y soñando con vivir y con viajar; para conocer, para aprender, para convivir, para compartir, están dispuestos a luchar por conseguirlo y a aprender en nuestras casas lo que aquí aprendemos en las suyas; el respeto, la tolerancia y el compartir. Lo material y lo individual sí aparecen en los videojuegos al  igual que los muros de oro que otros pretenden alcanzar, pero los sueños, las ilusiones y las voluntades por convivir y por compartir en paz evidentemente, no.
En Europa también existimos muchos disidentes que no queremos seguir presos entre alambradas de oro mientras haya gente a la que armar de vida, de cultura, de amor, de esperanzas. De momento, nuestras visitas a sus casas y hogares cumplen ese objetivo, objetivo aceptado por otra parte por quienes aquí nos cuidan.
Al contrario que nuestros gobiernos, nosotros no mercadeamos con las vidas de estas personas; ni de éstas ni de ninguna otra. Nosotros no les vendemos  armas para que se maten unos a otros (España vende bombas de racimo a Israel y a otros países de la zona según denunció recientemente Greenpeace en una acción en Madrid, bombas que ahora están recogiendo los soldados españoles destinados en el Sur de Líbano, ironías de la vida!), nosotros no les imponemos sanciones o les castigamos porque no votan lo que nos conviene a nosotros y deciden votar por quién se preocupa de ellos, nosotros no venimos ni a robarles sus riquezas ni a convertirlos en demócratas para que depositen la fe en un partido que gobierne a espaldas suya.
Manuel tampoco aparecerá en los videojuegos de la Play Station pero a Manuel le da igual, tienen una vida para vivirla y compartirla con quien así lo quiera. La Play Station o la TV nunca le enseñará a Manuel todo aquello que la gente de los campos de refugiados con su día a día le está enseñando y por supuesto, Manuel nunca cambiaría estas vivencias por el último modelo de videoconsola. Manuel ha aprendido a darse a los demás. Manuel ha conocido el amor a la humanidad porque ese es el amor a la vida y hecho de él su motor para caminar cada mañana. Los videojuegos y la televisión nunca enseñarán eso a nuestros hijos.
Aquí se reproduce también un modelo interesante de interacción con otros pueblos. Todo el mundo tiene TV por lo tanto están atentos a lo que sucede en otras partes del globo. Por ejemplo, partiendo de que todos somos espectadores de la vida ajena, aquí los palestinos de Líbano ven lo que sucede en Iraq o lo que sucede en Reino Unido, como los españoles ven lo que sucede en Estados Unidos o en Argentina inmunes ya a tanto crimen. El fenómeno de la comunicación globalizada lo trató muy bien Michel Colom en el libro “Ojo con los Media” editado por Hiru. La sutil manera de enfocar las noticias como hechos aislados, nos hacen inmunes y consigue que no se nos atragante la comida mientras vemos (y gozamos) de las  masacres de seres humanos en nuestras TV´s. Como apuntaba Santi Alba Rico en “Galería de Gente Victoriosa” – “…..vivimos en una sociedad deshumanizada que es capaz de alarmarse y manifestarse por la muerte de 5.000  focas o porque los coreanos comen perros pero es inmune total al sufrimiento del pueblo iraquí o palestino donde mueren miles de niños”- .
Parece que hemos aceptado en términos generales que los seres humanos no somos capaces de construir conjuntamente una cultura o identidad común, respetando las diferencias. El sentimiento de especie está en declive.
Nos hemos hecho inmunes al sufrimiento ajeno construyendo una sociedad deshumanizada y potenciando un sentimiento paternalista ante los más débiles, léase animales, como si todas las personas viviéramos en las mismas condiciones y cada uno pudiera elegir libremente su destino.
El sentimiento que se deja entrever socialmente en las sociedades occidentales a la hora de tratar determinados sujetos es que, al que no le va bien es porque no quiere y por lo tanto que se ayude él mismo. Los problemas siempre los tienen los demás y nosotros no tenemos nada que ver, ni para bien ni para mal.
Bajo esta manera de pensamiento globalizado y dominante podríamos decir sin temor a que nos tomen por personas poco cuerdas que:

  1. El Estado de Derecho existe y se aplica a todos por igual.
  2. Las fronteras son imaginarias; siendo simplemente líneas en los mapas que no afectan a nuestros vecinos del sur que siempre son bienvenidos tratándolos con la cortesía que se deben los seres humanos unos a otros.
  3. El derecho de autodeterminación de los pueblos es una realidad; los kurdos, los palestinos, los iraquíes y los vascos viven en paz.
  4. Los niños no mueren de hambre, de sed o de enfermedades curables; la realidad es que los niños no comen porque no tienen hambre ni beben por lo fría que sale el agua de los grifos en África Central y por supuesto no enferman, se hacen los dormidos mientras les incineran.

Se me ocurre una imagen grotesca y que hoy día podría darse el caso con mucha facilidad. Un niño palestino le dice a su madre mientras ve un canal de TV europeo que retransmite imagines en noticiero sobre la guerra de Afganistán;
 -“Tengo miedo madre- ,-¿Por qué se matan esas personas?”- le dice el niño con su cándida inocencia a su madre. La madre sin saber que responderle le cambia el canal y el miedo del niño se convierte en terror en la cara de la madre al salir unas imágenes en directo de un soldado israelí armado hasta los dientes llamando a su puerta.
El sufrimiento ajeno no es nuestro. No hay sentimiento de defensa o de identificación de la especie. Nuestros gobernantes y la locura de la globalización pretende homogeneizar bajo unos mismos parámetros, no para todo el mundo comprensibles (no tengo ni idea de economía y ni me interesa) la vida de Hanin con la de Agustín, la vida de una refugiada con todas sus limitaciones con la de un empresario analfabeto, moderno y europeo. La aplicación de una normativa a nuestra medida siempre hará que prevalezca no el más fuerte sino el que más posibilidades tiene de cumplirla.
Mientras estas descompensaciones se dan, nosotros vemos en directo por TV,  impasibles, la muerte de millones de Hanin y los cercos a sus gritos por existir y defender sus derechos sin inmutarnos siquiera.
Después del espectáculo algunos apagan su TV y se van a dormir complacidos por la sangría. Mañana, tienen que volver a la universidad o al trabajo. No hay que pensar más, no los vayan a acusar de terroristas. Mientras, los que vivimos con los que salen en la TV, nos levantamos cada mañana pensando en donde poner nuestro esfuerzo para que nuestra vida y la vida de los millones de Hanins, Cristinas, de Mustafás mejoren en calidad,  derechos y seguridad. Mientras pensamos como lo hacemos todos juntos, la vida abre camino con colores vivos traídos desde España y perfumes suaves y delicados ofertados para la ocasión por los anfitriones palestinos.